Filosofía en español 
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[ Necrología de Juan José Arbolí y Acaso ]

Partícipes nosotros del dolor que siente la Diócesis de Cádiz por el fallecimiento de su Prelado, insertamos en honra del ilustre escritor, orador y pastor el siguiente artículo.

Necrología del excelentísimo e ilustrísimo señor doctor D. Juan José Arbolí y Acaso, senador del Reino, del Consejo de S. M. y Obispo de esta diócesis.

Lamenta hoy Cádiz la pérdida de uno de los más esclarecidos hijos, que la han honrado con su ciencia, su erudición y elocuencia y la ha condecorado con la elevadísima posición a que estas lo condujeran.

El episcopado, esa encumbrada dignidad que se adquiere no por la nobleza de la prosapia, ni por la opulencia de las riquezas, sino por la excelencia de las virtudes cristianas, y por la sublimidad de las ciencias, fue el término de la carrera social, y de la profesión eclesiástica que por todos sus grados recorrió nuestro inolvidable compatricio el excelentísimo e ilustrísimo Señor D. Juan José Arbolí y Acaso, que acaba de morir para el mundo y renacer ante la presencia de Dios para darle estrecha cuenta del ejercicio y desempeño de los altísimos ministerios que desempeñó entre nosotros a satisfacción de sus conciudadanos.

Estos le vieron desde su tierna infancia ávido de saber, y deseoso de ser útil a su cuna gaditana y a sus humildes padres.

De muy temprana edad fue presentado por su tío materno fray Joaquín Acaso a los señores canónigos de aquella época para que admitiéndolo en el colegio de Santa Cruz, con su beca le diesen la correspondiente educación eclesiástica a que desde entonces era inclinado.

No contento con la profesión de músico de la capilla de la Santa Iglesia a que en un principio lo destinaron, sin dejar la afición al canto anhelaba consagrarse a las ciencias, en que por fin lo cimentó su sabio protector especial el inolvidable magistral Cabrera.

A la sombra de este y de su cabildo Catedral estudió la sagrada teología en el seminario conciliar de San Bartolomé, al paso que recorría a medida de su edad y capacidad todos los cargos eclesiásticos ministeriales del culto del templo Catedral.

A la edad conducente y dotado por el cabildo de la cóngrua suficiente para ordenarse, fue elevado al presbiterado, y de allí a poco viendo el cabildo que sus recomendaciones ante el trono por los méritos que contrajo en dos oposiciones que hizo a los curatos vacantes, aun no teniendo edad para desempeñarlos, y solo por honor, en uso de sus regalías lo nombró prebendado de su Santa Iglesia, y ya en su seno le cometió varios cargos honoríficos.

Vacante la canonjía que ocupó su padrino fue a Sevilla a tomar los grados necesarios para el doctorado en teología, y la detención de los papeles en la corte impidió el que firmase e hiciese la oposición, pero después hizo la de la canonjía lectoral con aplauso de sus compatricios y muy recomendable censura de los jueces del concurso.

Ansioso de saber, como siempre, se dedicó entonces al estudio de los sagrados cánones, y tomó el grado de doctor en Sevilla, cuando por incidentes fortuito, dejó de proveerse la canonjía doctoral vacante, que proveyó en él por derecho devuelto S. M. el rey.

Ya doctoral de esta Santa iglesia, completó sus estudios de derecho civil, y se recibió de licenciado de los tribunales de la nación.

En el de Cádiz sostuvo victoriosamente los derechos de su cabildo en multitud de pleitos que defendió con tal acierto, laboriosidad y desvelos, que fueron el origen funesto de la enfermedad de que acaba de ser víctima.

El estudio de los idiomas que no abandonó desde la infancia en medio de sus tareas, el ansia insaciable de ser útil a su iglesia, y a su madre predilecta, como él mismo la llamaba, y de acudir a la aflicción de su virtuosísimo predecesor, que muerto su provisor, lo reclamaba para este espinoso cargo, hizo que lo aceptase en medio de sus padecimientos físicos, y que no acudiese a la excitación de S. M. la reina, que deseosa de oírlo predicar lo nombró predicador de su real capilla.

La fama de Arbolí crecía al tenor de su laboriosidad ilimitada, su obra de filosofía la aumentó sobre manera, y estas concausas fueron las que movieron a S. M. a encargar explorasen su voluntad para proponerlo obispo en la primera provisión que precedió al concordato, y que resistió con constancia.

Insiste S. M. de nuevo proponiéndolo para la silla de Guadix, y decidido a renunciar tal honra, los consejos de su predecesor fray Domingo de Silos Moreno, lo deciden al fin a aceptar, según que extensamente publicó nuestro excelentísimo ayuntamiento en 1851 en un opúsculo escrito con motivo de su exaltación a aquella silla, y que dedicó al expresado excelentísimo Señor Moreno.

En 5 de setiembre de 1852 fue consagrado obispo en la misma Santa iglesia gaditana, donde sirvió a Dios desde sus más tiernos años, y pasó a Guadix a llenar su misión.

Muerto el Señor Moreno, fue trasladado por S. M. a esta apostólica silla, que por espacio de mas de ocho años ha regido, sin descansar en el ejercicio de su ministerio pastoral y en la predicación de la divina palabra hasta sus últimos días.

En ellos ha concertado la fabricación del nuevo tabernáculo de su iglesia en que ha tomado tanta parte S. M. la reina, después de haberse dedicado al embellecimiento de aquella desde su vuelta a esta ciudad.

Fue buen ciudadano, buen hijo, buen hermano, buen eclesiástico y buen pastor.

Murió en la mañana del día 1.º de febrero a los 67 años de su edad y sesenta de servicio a la Iglesia.