Filosofía en español 
Filosofía en español


León Carbonero y Sol

Escandalosa arbitrariedad ejercida por un agente del gobierno contra el señor obispo de Salamanca

Los atentados contra el principio religioso se multiplican en la católica España de un modo tanto más escandaloso, cuanto mayor es la impunidad con que se ejercen. Como era de esperar se ha pasado de la tolerancia a las vías de hecho; y como si no fuera bastante el desprecio de las leyes represivas de los abusos de la prensa, ni la osadía con que se ataca al dogma, a la moral, a la disciplina, y a las costumbres; ni la impugnación a cuanto procede de la autoridad humana, ni la resistencia pública y descarada a la autoridad divina, ni las calumnias lanzadas contra el episcopado, aun parece se aspira a mucho más, y se coronan las obras de este siglo de inmoralidad y apostasías con el último y más grave de todos los atentados.

Hasta hoy habíamos deplorado los ataques de la impiedad; el orgullo de los hombres irreligiosos dejados de la mano de Dios en los caminos de sus pertinaces prevaricaciones; hasta hoy habíamos levantado nuestra voz contra los propagadores del mal y habíamos expuesto nuestras quejas por la tolerancia que la censura civil de la corte dispensaba a las obras más inmundas y nocivas; hasta hoy en fin, habíamos lamentado la impunidad con que se atacaban nuestras creencias y hasta nuestro decoro y proverbial vergüenza y honradez. Nada más creíamos que podía hacerse; imposible nos parecía que se diera un paso más, y sin embargo es lo cierto que se [311] ha dado ese paso. Solo faltaba atentar contra la legitimidad de la misión divina de la enseñanza, y ya se ha hecho: solo faltaba también hollar el más santo, el más universal, el más legítimo de los derechos de la naturaleza, y también se ha hollado.

Lo que no es desconocido entre los salvajes y caníbales, ¿lo podrá ser entre nosotros? Se permiten y se toleran los ataques, y ataques destructores contra la Esposa de Jesucristo; se deja en completa libertad al que la ofende y la quiere asesinar, y se pretende atar las manos y poner una mordaza a la Esposa del Cordero sin mancilla por que se defiende, no con armas emponzoñadas y de mala ley, sino con voces de amor, con acentos de dulzura, con invocaciones de piedad y con excitaciones de consejo.

Se permite al fuerte corrompido y vicioso que atente contra el débil y oprimido; y se ataca al débil, al inocente y oprimido por que pronuncia una palabra de resistencia al crimen, por que exhala un ¡ay! de dolor contra el ladrón que viene a robarle sus tesoros; contra el asesino que clava en su seno el puñal de la alevosía. ¿Dónde se ha visto jamás una barbarie tan refinada?

Aun en la naturaleza animada irracional, se conoce la defensa, aun el león de África ha separado algunas veces su garra, conmovido por los alaridos de su presa.

En España sin embargo, hay hombres que no solo niegan al Catolicismo el derecho de defenderse, sino hasta el de quejarse. ¡Y esos hombres se llaman partidarios de la libertad! ¡Y esos hombres nos atruenan los oídos con los abusos inquisitoriales! La inquisición ponía en el tormento solo a los criminales, hoy se pone a los inocentes, la inquisición escribía hasta los ayes que pronunciaban los reos en aquel medio de prueba, inventado por el poder civil, y hoy existe, no solo quien se enfurece por que profieren las víctimas exclamaciones de dolor, sino que se desea tapar sus bocas, con ese tormento más atroz que cuantos se conocieron en las cárceles de Venecia, el tormento de ahogar los ayes profundos por la fuerza del dolor. ¡Reservado estaba a los tiempos que se llaman libres, querer atormentar no al cuerpo sino a la misma naturaleza!!! [312]

Si todo esto puede estar en la intención de ciertos hombres, nosotros no podemos creer, que tal haya sido la del Sr. Colombo, gobernador de Salamanca al mandar recoger el Boletín eclesiástico de la Diócesis, porque contenía una pastoral de su sabio prelado en que daba a conocer a los fieles, las prohibiciones decretadas por la Iglesia contra Las Palabras de un Creyente.

La frecuencia de las quejas que se profieren contra los actos de esa autoridad nos persuaden que el paso que se ha atrevido a dar contra el Ilmo. Sr. Obispo de Salamanca procede mas bien de falta de luces, que de exceso intencional, de ignorancia de atribuciones de derecho y deberes, que de cooperación premeditada a menoscabar el brillo del Episcopado.

Algo consolador, es para nosotros no ver en esto mas que un error de entendimiento, pero no dejaremos por eso de lamentar sus consecuencias. Si el Sr. Colombo hubiera tenido presentes los artículos del concordato, que solo parece conocido en lo relativo a los consabidos bienes; si no se hubiera olvidado del código penal, si hubiera entendido la ley vigente sobre la prensa y si conociera en fin la Real orden de Setiembre de 1852, de seguro no se hubiera expuesto a las dificultades que hoy arrostra, ni a que hoy lamentáramos ese abuso de autoridad, con esta censura, que solo se dirige a su conducta pública oficial.

El hecho es altamente escandaloso, la misión divina de la enseñanza católica, los deberes más augustos del episcopado, la más útil, la más necesaria, la más saludable de las atribuciones ha sido violentada por una burocracia que ha querido someter a su inspección lo que no puede estar sujeto a la intervención humana y lega de un gobernador de provincia, ni a nada que sea puramente humano y terrenal.

En nombre de la Religión, en nombre también de la sociedad y de sus leyes, en nombre del catolicismo español pedimos al Gobierno una reparación pronta, justa y necesaria y tan completa cuanto bastante para que no se reproduzcan tales abusos. [313]

La causa del Sr. Obispo de Salamanca, es la causa de todos los Sres. Obispos, lo es de todos los católicos, y en nosotros y en todos encontrará otros tantos ecos de su voz y otras tantas voces que pedirán ¡Libertad para la Iglesia de Dios! ¡Protección para el Catolicismo!

León Carbonero y Sol

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Castigo impuesto al director de La Cruz

El Sr. Gobernador de la provincia de Sevilla D. Juan Perales, nos ha impuesto una multa por el artículo inserto en el número anterior que tenía por epígrafe escandalosa arbitrariedad ejercida por un agente del gobierno contra el señor obispo de salamanca.

La hemos satisfecho.

¡Bendito sea Dios que a cada uno premia o castiga según sus obras!

León Carbonero y Sol