Cristiandad
Revista quincenal
año I, nº 1, página 1
Barcelona, 1 de abril de 1944

Editorial

En el quinto aniversario

La aparición de CRISTIANDAD coincide con un aniversario de la mayor importancia para todos los españoles. Cinco años hace, en efecto, que se cerró una guerra interior especialmente angustiosa: porque se sostenía para salvar a la Patria contra la ceguera de sus propios hijos.

Todos los españoles que vivieron algún tiempo en zona roja, saben lo que es sufrir. Saben de las torturas del cuerpo lo mismo que de las del espíritu. Ojalá supiéramos todos, de la misma manera, lo que es recordar.

Recordar, para no comprometer con falsos optimismos, o al contrario, con desalientos inconsiderados, unos resultados conseguidos mediante un tan alto tributo de sangre. Recordar, para no deponer las armas del espíritu, para no cejar, pese a cualquier mal ejemplo, en el esfuerzo por el mejoramiento propio; recordar, para aliviar el sufrimiento de nuestros hermanos, para estar prevenidos contra todo espejismo, para humillar nuestra frente bajo la poderosa mano del Señor.

La victoria conseguida hace cinco años nos permite decir todavía: «no todo se ha perdido», y hace, por lo mismo, legítima la alegría de nuestra liberación. Alegría por los templos y los hogares recobrados y conservados, alegría por haber apartado de nuestra sien la pistola y de nuestro oído la blasfemia.

Pero basta la tremenda realidad de la guerra mundial, con las incógnitas de toda clase que plantea, para que debamos confesar que no todo se ha ganado aún, y para evitar que esta alegría se trueque en ligereza, que esta alegría se trueque en abandono del propio deber.

La hora presente es una hora de sufrimiento, es una hora muy grave para la Iglesia, para el Mando, para España, para cada uno de nosotros. CRISTIANDAD ve la luz bajo este signo de dolor, CRISTIANDAD nace con la conciencia de esta gravedad.

Por la misma razón, la hora presente es también, más que ninguna otra, la hora de la Providencia.

A ella debemos corresponder, en primer lugar, con agradecimiento. Agradecimiento por el fin de nuestra guerra nacional, agradecimiento porque aquella otra guerra, inmensa como el mundo, no ha hollado, con todo, hasta el presente, el suelo de nuestra Patria.

A ella debemos corresponder, en segundo lugar, con confianza. CRISTIANDAD nace de este agradecimiento y de esta confianza en el Señor.

Que su virtud proteja a Aquellos a quienes ha confiado los destinos de la Iglesia. Que su virtud proteja a Aquellos a quienes ha confiado los destinos de la Patria.

Que Él conceda a este Mundo, que ha querido apartarse de su Imperio, la paz que sólo bajo su Cetro puede recobrar; Y QUE LOS PUEBLOS TODOS VUELVAN A FORMAR, UNIDOS BAJO UN SOLO PASTOR, UNA VERDADERA CRISTIANDAD.


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