Filosofía en español 
Filosofía en español


Contra la Iglesia

La humanidad liquidará en está siglo los principales obstáculos que han impedido su progreso y el afianzamiento de las más positivas civilizaciones.

El desequilibrio producido en todos los órdenes de la vida por la criminal guerra europea, trajo coma buena consecuencia la destrucción de los principales poderíos que fueran la causa de su provocación. La caída de los imperios despóticos como el de Alemania, Rusia y Austria, produjo para el mundo la reacción del espíritu de libertad que se ahogaba en los países que más necesitaban de ese fruto exquisito que hace de los hombres instrumentos de civilización y vehículos del progreso constructivo.

La guerra demostró la ineficacia del poder divino y la hipocresía de sus defensores. Los ministros de Dios, de cada uno de los países contrarios, hacían rogativas por la destrucción completa de sus «hermanos» del otro lado de la frontera. Todos los poderes de la trinidad celestial fueron inútiles para evitar todas las espantosas tragedias entre los hombres, las mujeres y los niños. Ni los templos ni las imágenes respetaron los bárbaros que en nombre de Dios luchaban por su «honor y por su patria». De nada sirvieron las plegarias de la Santa Madre Iglesia en favor de la paz de los pueblos trabados en pelea. Mientras se invocaba a Dios para que intercediera en favor de la paz en unos templos, en otros se invocaba para que la guerra fuera más cruel y el exterminio más desastroso.

La paz escrita llegó por intervención de los hombres y no por la intervención de Dios. Los más católicos fueron los que más se obstinaban en que la guerra fuera más cruel.

La guerra demostró bien claramente la nulidad del poder divino y la hipocresía de sus sostenedores. Los pueblos más religiosos, y por lo tanto los más fanáticos, fueron los que mayores desastres sufrieron en la pasada contienda y son ahora los que más se apartan de la tradición religiosa y trabajan por la construcción de una nueva sociedad donde haya más justicia, más belleza y más armonía.

La iglesia ha sido el peor instrumento de opresión que han tenido los pueblos para su libre desenvolvimiento. De todas las instituciones, la iglesia católica es la que más en pugna se desenvuelve contra las leyes principales de la Naturaleza. Nunca ha podido predicar con el ejemplo, porque los ejemplos de los ministros de Dios han sido siempre los peores.

Hace veinte siglos que los católicos trabajan por redimir a la humanidad y aún no han podido ponerse de acuerdo para adoptar la forma definitiva que los haga dueños del mundo. En su afán de acaparadores luchan por el monopolio de los sentimientos religiosos de todos los pueblos, sin haber conseguido otro resultado que el de ir perdiendo día a día los principales puntales de su organización.

Todo país libre que quiera desarrollar su vida por el camino de la más amplia prosperidad tiene que desprenderse de toda tutela del opio de la religión católica. Si la Iglesia quiere seguir, que siga, pero que la costeen los que quieren que siga y comulgar con todos sus enredos. Que se desenvuelva como lo que es, una compañía que comercia con los sentimientos. Ella tiene sus tarifas y las aplica a cada uno de los actos de los que a ella se someten, y en consecuencia debe contribuir a sostener al Estado y no a ser una carga para éste.

Abogamos por la separación de la Iglesia y el Estado, porque los ministros de Dios hagan la vida civil de todos los hombres y no se dediquen a la corrupción de menores, porque la Iglesia pague sus impuestos como lo hacen todas las instituciones particulares, porque se les prohíba al clero, de cualquier religión que sea, la enseñanza primaria para ambas sexos.

Luchar contra la Iglesia es luchar contra el oscurantismo y abrir el camino al porvenir...