Filosofía en español 
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Fernando Valera

Los dos caminos del progreso

En su marcha hacia el progreso, los pueblos económicamente rezagados de África, América y Europa, se hallan ante una encrucijada histórica de que en buena parte depende su destino. ¿Optarán por la democracia popular o se orientarán hacia la democracia libre? En todo caso, es preciso ilustrar de manera clara y concisa a los pueblos sobre los términos de la alternativa.

El comunismo, ahora llamado para la exportación «democracia popular», y la democracia libre, tienen aspiraciones comunes y métodos diferentes:

ASPIRACIONES COMUNES: Elevar la condición social de los pueblos. Organizar técnicamente la economía con vistas a incrementar la producción de riqueza, para cubrir las necesidades humanas. Distribuir equitativamente los bienes económicos y el patrimonio cultural de cada país y de la humanidad en general.

Veamos ahora los métodos o caminos que el comunismo y la democracia libre se proponen seguir para llegar a esas aspiraciones comunes:

EN EL COMUNISMO: EN LA DEMOCRACIA LIBRE:
 
El Partido Comunista es el único dirigente del Estado. Sólo una minoría de ciudadanos puede pertenecer al partido; en Rusia, apenas el cinco por ciento.
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La dirección del Estado se atribuye a los hombres y partidos designados por el pueblo en elecciones libres. Todos los ciudadanos gozan de iguales derechos políticos.
 
El comunismo es un régimen de clase, y dentro de ésta, de partido único, que se instituye como solo poseedor de la única verdad social. El partido es, pues, una casta ideológica cerrada, una secta.
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La democracia es un régimen del pueblo. Todos los ciudadanos pueden ser electores y elegidos para la función pública, sin distinción de clase, doctrina ni partido.
 
El partido único presenta la candidatura oficial única. El pueblo no tiene otra opción que votarla o abstenerse. La fuente del poder no es el pueblo, sino el partido, y dentro de éste, el grupo dirigente.
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Todos los ciudadanos pueden organizar partidos y presentar candidatos. El pueblo elige y renueva periódicamente sus representantes y autoridades.
 
No existe libertad de opinar ni de discrepar. La sola facultad del ciudadano es obedecer.
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La prensa, la tribuna, la palabra son libres. Todos los ciudadanos pueden criticar al gobierno y denunciar sus errores.
 
Las aberraciones de los gobernantes no pueden ser conocidas ni rectificadas hasta que el partido mismo las descubre y proclama, tardíamente, en sus procesos de autocrítica, cuando los males ya no tienen remedio. Ejemplo: los crímenes de Stalin.
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La opinión pública y los representantes del pueblo fiscalizan continuamente la acción de la autoridad y pueden corregir a tiempo las desviaciones y posibles errores de los poderes públicos y las concupiscencias de los gobernantes.
 
Los técnicos del partido dictan las directrices de la economía, sin intervención de los productores. Como la economía no es una ciencia exacta, los errores sólo vienen a conocerse cuando se produce la penuria o el desbarajuste generales.
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La libre competencia selecciona los dirigentes técnicos más aptos. El que no sirve para dirigir, fracasa. La quiebra es el castigo de la incompetencia y la desidia. Sólo dirigen la economía los que saben producir mayor riqueza con menor esfuerzo.
 
Los obreros no pueden sindicalizarse ni para intervenir en el proceso económico, ni para reclamar mejores salarios. Su único papel es trabajar, obedecer y conformarse con el salario que los técnicos del partido les señalen.
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Los obreros constituyen libremente sindicatos que les permiten reclamar la participación a que crean tener derecho en la riqueza producida y mejorar sus salarios. Cada día más, van reivindicando el derecho de cogestión en las empresas.
 
Los campesinos no intervienen en la función política ni en la dirección económica. Ambas funciones están reservadas al proletariado industrial, representado exclusivamente por el partido.
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Los campesinos son ciudadanos como los demás. En las democracias más avanzadas se organizan libremente en cooperativas y sindicatos para la explotación colectiva de las tierras y distribución de sus frutos.
 
El comunismo ha realizado en Rusia –que es el país modelo de la experiencia– un gran esfuerzo para transformar el sistema feudal en un régimen de capitalismo de Estado; pero sometiendo a su pueblo a terribles y prolongados períodos de dictadura, de escasez y de terror. Claro es que los países comunistas han progresado en relación con el régimen feudal; pero sus progresos habrían sido más rápidos y menos dolorosos si Stalin no hubiera desvirtuado la revolución, implantando la dictadura del partido único.
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La democracia libre ha elevado el nivel cultural, económico y social de sus pueblos –Estados Unidos, Inglaterra, Francia, los Países Escandinavos, Bélgica, Holanda, &c.–, respetando las libertades políticas, creando la abundancia económica y el bienestar social. Estos pueblos son los más cultos, avanzados y prósperos del mundo, porque practicaron la libertad política, como el método más rápido y eficiente para ir instaurando la democracia social.

En suma: el comunismo es el sistema de tutelaje de las masas, porque afirma el predominio de la doctrina sobre la sociedad. La democracia libre es el régimen de la soberanía del pueblo, porque cree en el hombre.

Consecuencia: las nuevas naciones de África y las ya viejas de Europa y América, en periodo de transformación para pasar del feudalismo, sea colonial, sea criollo, sea tradicional, a una vida libre digna y próspera, habrán de elegir entre esos dos caminos.

LOS HECHOS demuestran que el camino más rápido, venturoso y eficaz es el de la democracia libre. También por el comunismo llegarán, claro es, más tarde, con mayores sufrimientos, con menor eficacia y corriendo el riesgo, al imponer el sistema de partido único y de caudillo vitalicio, indiscutido e infalible, de malograr la revolución democrática, implantando sin saberlo ni quererlo el fascismo, que es la forma pérfida, despótica y abominable con que el feudalismo se disfraza de democracia social para perpetuar sus iniquidades.

Fernando Valera

(«El Tiempo», de Bogotá, 5 de junio de 1963.)