Filosofía en español 
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Lecturas

Ignacio Iglesias

S. Serrano Poncela: El Pensamiento de Unamuno
Fondo de Cultura. México, 1953

Se iba haciendo de veras necesario emprender seriamente el estudio del pensamiento y de la personalidad –ambas inseparables– de Miguel de Unamuno sin las limitaciones que se venían imponiendo más o menos voluntariamente ciertos críticos y ensayistas, obsesionados por algunos aspectos particulares de la obra unamuniana cuando no por lo puramente anecdótico. Esta tarea, tan necesaria por tratarse de una obra que ha venido gravitando sobre la mente española en forma harto concluyente, en particular sobre las generaciones intelectuales de estos treinta últimos años, la emprendió, por decirlo así, el joven filósofo español José Ferrater Mora, el cual nos ofreció hace unos años su Unamuno, bosquejo de una filosofía, libro en el que precedió a toda una reelaboración del pensamiento unamuniano para mejor poder presentarlo en forma de doctrina coherente. Ahora la culmina satisfactoriamente otro joven de la España peregrina, S. Serrano Poncela, merced a su reciente obra El Pensamiento de Unamuno.

El título expresa claramente las logradas intenciones del autor: poner a la luz del día, metódica y sistemáticamente, el pensamiento de Unamuno, única manera de poder referirse luego a la obra completa unamuniana, tan vasta que forma todo un mundo espiritual. El libro que nos ocupa se inicia con un bosquejo biográfico de Unamuno, situando previamente a éste en su medio ambiente y trazando acto seguido las diferentes etapas de la formación espiritual de nuestro hombre, para enfrentarse luego con los temas mayores unamunianos que forman su filosofía de la existencia: el sentimiento agónico de la temporalidad, la «meditatio mortis» y la inmortalidad del alma, el tema de Dios y la condición humana. Preocupado enteramente por estos problemas vivió agónicamente Unamuno (como vivieron antaño sus dos hermanos en agonía Pascal y Kierkegaard), oponiendo a todo conocimiento y a toda filosofía técnica el sentimiento trágico de la vida, fórmula suya muy personal que es la raíz misma de su filosofar existencial, por lo que justo es hayan merecido la particular atención de Serrano Poncela. Finalmente, el libro se cierra con unos capítulos en los que se trata del tema de España y el hombre hispánico, de Castilla y la casta castellana, y del quijotismo como filosofía de la vida, todo ello examinado, claro está, a través del rico prisma unamuniano. En ellos se ve cómo Unamuno entendía a España, a la España de sus fatigas y ocupaciones, a España como existir y no como concepto histórico, lo que más de una vez le hizo exclamar: «¡Me duele España!» Y tanto le dolió que de mal de España murió. Pero... Ya en una de sus últimas canciones había atisbado el sagaz Unamuno su propia pervivencia, al escribir: «Cuando me creáis muerto – retemblaré en vuestras manos. – Aquí os dejo mi alma – libro, – hombre –, mundo verdadero. – Cuando vibres todo entero – soy yo, lector, que en tí vibro.»

El libro de Serrano Poncela, no obstante su denso contenido, está escrito en agradable prosa y elegante estilo, lo cual hace aún más atractiva su lectura. Por lo demás, digamos para terminar que El Pensamiento de Unamuno ve la luz en un momento oportunísimo, justamente cuando redoblan en España los intentos por encerrar bajo siete llaves el recuerdo mismo de Don Miguel de Unamuno, cuyo talante heterodoxo subleva por lo visto a los ortodoxos del régimen actual. Contribuir a actualizar y facilitar el estudio de la obra unamuniana es no sólo una necesidad sino igualmente una obligación. Por fortuna para todos, así lo ha comprendido también Serrano Poncela.

I. Iglesias