Filosofía en español 
Filosofía en español


Julián Gorkin

El Congreso por la Libertad de la Cultura en Iberoamérica

Un viaje por la América Latina conforta el ánimo. La cordillera de los Andes, a cuyas faldas se tiende Santiago de Chile, cautiva y maravilla por su belleza casi monstruosa. Montevideo lo conquista a uno en seguida, tanto por su armonía de líneas y su buen gusto como por el simpático ambiente que se respira. Lo mismo en Santiago que en Montevideo un europeo occidental se siente en su medio, pero con un grato estar y una salud moral de que no puede gozar ya en la conturbada Europa de hoy. Río es quizá la ciudad más bella del mundo y Sao Paulo la más moderna; ambas dan una impresión a la vez de novedad y de prosperidad que no se observan en parte alguna. Brasil da la impresión de un mundo nuevo, de un mundo en sí; es quizá el país más ampliamente abierto hacia el porvenir. La misma impresión de prosperidad y de porvenir da México, la ciudad del mundo –con Sao Paulo– que más rápidamente se ha desarrollado en estos últimos años. Y el país es tan variado y tan rico en tesoros históricos, artísticos y culturales que se necesitaría una vida entera para abarcarlos y asimilarlos. Cuba es un vergel paradisíaco y su pueblo uno de los más risueños, exuberantes y despreocupados del orbe. La gente tiene la espontánea fertilidad de la tierra tropical.

El edificio que la Asociación de Escritores y Artistas Americanos tiene en La Habana
El edificio que la Asociación de Escritores y
Artistas Americanos tiene en La Habana

Pero no es todo eso lo que conforta el ánimo del viajero. Es, sobre todo, el alto desarrollo cultural alcanzado por esos pueblos. Todos ellos –y los que no he podido visitar– poseen auténticas élites intelectuales y artísticas. ¿Superiores a las europeas? En ciertos aspectos creo sinceramente que sí. Porque han sabido asimilarse todos o casi todos los valores culturales europeos al mismo tiempo que han ido creando sus propios valores. Porque son ajenas a toda mentalidad colonialista o semicolonialista de la cultura y de la vida, a toda pretensión de superioridad, cosa esta que no siempre les ocurre a las élites europeas. Y porque frente a un cierto escepticismo y un cierto decadentismo, propios de las culturas viejas y un tanto anquilosadas, las élites iberoamericanas ponen pasión, inquietud, voluntad, espíritu innovador. En una palabra: juventud creadora. Es evidente que respecto de una Europa en crisis –crisis de transición y un Asia en plena conquista de su personalidad independiente –a veces por medio de tanteos y por retorcidos caminos– las Américas se nos aparecen en rápido proceso de madurez y llamadas a cumplir un papel primordial en la salvación del mundo y en la determinación del porvenir. Los europeos empiezan a darse cuenta de esta realidad –y lo prueba la frecuencia con que se elige a iberoaméricanos para ciertas presidencias y ciertos arbitrajes internacionales–; también se dan cuenta de ello los americanos. [97] El nacionalismo de que dan prueba algunos países del Centro y del Sur de América es en el fondo una reacción contra el colonialismo y el semicolonialismo y una transición hacia lo universal con todos sus derechos.

La mejor demostración la tenemos en el interés que pone la intelectualidad iberoamericana en todo lo referente al mundo de nuestros días: a la situación del bloque eurasiático que dirige el Kremlin, al problema de la unificación y de la defensa de Europa, a la evolución de los pueblos asiáticos hacia la conquista y el afianzamiento de su soberanía, al despertar de África... No obstante la lejanía geográfica del peligro imperialista ruso, lee y discute con pasión todo lo que a él se refiere. La defensa de la libertad europea considérala un bien común, pues sabe que si Europa se perdiera las Américas estarían inmediatamente amenazadas. Esa intelectualidad se sitúa, en fin, al lado de todos los pueblos que luchan por su independencia. Quizá de todos es este su sentimiento más hondo. He encontrado a no pocos intelectuales –sobre todo jóvenes– preocupados por la razón o la sinrazón de los Mau Mau. Pasión por el afianzamiento de la propia personalidad, tan larga y costosamente conquistada –de esta pasión tratan de aprovecharse a veces determinados intereses oligárquicos y ciertos doctrinos y tácticos extraños–; interés constantemente despierto por todo lo que representa un valor de universalidad y de libertad. Ambas cosas se armonizan y complementan perfectamente.

El Dr. Nicolai preside la constitución del Comité Chileno del Congreso por la Libertad de la Cultura
El Dr. Nicolai preside la constitución del Comité
Chileno del Congreso por la Libertad de la Cultura

Salvo unas minorías de cultivadores del indigenismo a ultranza, capaces de caer a veces en las aberraciones más extrañas y hasta pintorescas, pocos son los intelectuales y artistas iberoamericanos que no reconocen lo mucho que le deben en su formación a la cultura europea. Consideran esta cultura, por consiguiente, un patrimonio propio. Y en ningún momento han cerrado su conciencia a la necesidad de defenderla. Esos intelectuales y artistas tienen derecho, sin embargo, a estar quejosos de nosotros, a hacernos vivos reproches. Los europeos hemos vivido hasta ahora poco menos que de espaldas a ellos, ignorándolos, desconociéndolos o tratándolos como a elementos semicoloniales. Y es lo cierto que distan mucho de serlo. La América Latina posee una vida intelectual, un desarrollo artístico y literario, una obra de creación de una madurez y un valor extraordinarios. Otro de sus rasgos superiores es éste: que ellos nos conocen perfectamente a nosotros mientras que nosotros los conocemos apenas a ellos.

Un simple paseo por las principales arterias de Buenos Aires, de México o de Santiago resulta harto revelador: descúbrense grandes y lujosas librerías con los más variados títulos antiguos y modernos. Se edita y se reedita constantemente; autores desaparecidos o semiolvidados en Europa siguen leyéndose en Iberoamérica. Se traduce, no siempre con el debido esmero –y algún que otro editor recurriendo a la piratería–, todo lo que se publica en el mundo de algún valor. Se está atento a la última novedad extranjera. Por lo general las ediciones aparecen excelentemente presentadas. Se leen no pocos libros en el idioma original. El libro francés sigue gozando de gran boga; entre el estudiantado se impone cada vez más el libro norteamericano, sobre todo en el dominio de la técnica. Son de uso bastante corriente el francés y el inglés.

Pero no es eso lo más interesante, con serlo mucho; lo que importa fundamentalmente es la aparición y el desarrollo de toda una creación propia. No hay un solo país, grande o chico, que no posea unos cuantos autores de calidad: novelistas, cuentistas, historiadores, filósofos, ensayistas... Hasta hace unos lustros sufrían los más de ellos la influencia europea, principalmente la española y la francesa; existe ya –y tiende a desarrollarse cada vez más– toda una literatura verdaderamente propia, de inspiración e incluso de estilo indígenas. En los años de la primera postguerra, y más acentuadamente en los de esta segunda, los grandes públicos europeos han descubierto y han gustado la ya imponente literatura norteamericana, sobre todo con ayuda del cinematógrafo; la literatura iberoamericana nos ofrece hoy una rica y variada cantera casi totalmente ignorada en Europa. Una de las principales misiones de nuestros Cuadernos –y de las otras revistas hermanas– será la de ayudar a la revelación de esa [98] literatura. Permítaseme añadir como español, y aun a trueque de descontentar a no pocos españoles, que no es España, sino los pueblos hispanoamericanos los que están enriqueciendo hoy –casi me atrevo a decir que recreando– la lengua castellana. Su pureza queda a veces un tanto malparada por los galicismos y los anglicismos ya de uso corriente; se ve esto amplísimamente compensado por el abundante aporte de términos, expresiones y modismos de un profundo sabor y de un rico colorido auténticamente creadores. Son a veces nombres nuevos dados a cosas viejas y, más generalmente, a cosas nuevas y desconocidas para nosotros. Quien lea La Vorágine, Martín Fierro o Don Segundo Sombra, Canaima y Los de abajo –por no alargar la lista– comprenderá inmediatamente lo que digo.

Pero superior aún a la novelística –por lo menos por su variación y su abundancia– es en esos países la poética. Yo creo que la poesía, casi proscrita del mercado europeo, ha ido a refugiarse –y se está recreando– en Iberoamérica. Multiplícanse las ediciones poéticas por doquier. Y puede decirse que no se celebra velada ni reunión sin que surjan, con natural espontaneidad, excelentes poetas que la amenizan. ¡Qué afán de cantarse sienten esos pueblos! Su juventud, su clima, su color, su exuberancia, su variedad necesitan de la lírica para exaltarse. Poco antes de emprender mi viaje, el culto y sensible José Carner me hablaba con admiración de sus constantes descubrimientos poéticos iberoamericanos y me decía que Góngora revivía en Uruguay y en otros de esos países. El Dr. Emilio Frugoni, creador y jefe del Partido Socialista uruguayo –el Pablo Iglesias o el Jules Guesde de este avanzado país–, es al mismo tiempo un gran poeta. ¿Cuántos políticos europeos –socialistas o de otras tendencias– son poetas al mismo tiempo? El caso del político y del diplomático poetas es en Iberoamérica bastante frecuente.

Y existe en algunos de esos países un movimiento pictórico de primer orden. El caso de México, por ejemplo, es excepcional. Hay una gran abundancia de galerías permanentemente abiertas; no ceden las obras en calidad –ni en modernismo– a las que se exponen en París. Enorme ha sido el aporte de los pintores españoles refugiados; asimilados algunos de ellos por el medio, sorprenderán en Europa el día que traigan sus obras. Sabido es, por otra parte, que no existe como quien dice un solo país iberoamericano sin una rica y variada música folklórica. No pocas de sus composiciones –no siempre las mejores– son conocidas hoy en el mundo entero. Su rico y variado folklore –sus danzas, sus canciones, sus vestimentas, sus festejos populares, todo un costumbrismo pintoresco y colorido–, sobre todo en los pueblos de origen indio, es apenas conocido de los europeos. Casi desconocidas también sus maravillosas obras de artesanía, herencia ancestral que, por fortuna, no se pierde ni degenera.

Algunas otras cosas, a título de ejemplo, me han llamado más poderosamente la atención durante mi viaje. En los salones anejos a la Universidad de Santiago, generalmente abarrotados, se explican a diario conferencias sobre los temas más variados e interesantes de la actualidad mundial. Se goza de completa libertad. [99] Encontrándome yo allí desarrollábase un curso de conferencias, apasionadamente seguido, sobre el pasado y el presente de Asia, lo que me pareció bastante significativo. Mi buen amigo Rómulo Bettancour, ex-Presidente de Venezuela y jefe del partido mayoritario Acción Democrática –uno de los cerebros más preclaros de la América de hoy–, pudo explanar allí su obra de gobierno y su programa. Yo pude desarrollar mi conferencia en contra de los totalitarismos y en favor de la cultura libre. El viejo Ateneo de Montevideo, donde tuve oportunidad de explicar un tema semejante, es una auténtica tribuna de Cultura y de Libertad, abierta a todos –nacionales o extranjeros– que tienen una buena causa que defender. En el Ateneo está domiciliado el Movimiento Antitotalitario del Uruguay y podrá domiciliarse el Congreso por la Libertad de la Cultura.

La Asociación de la Prensa Brasileña posee en Río un edificio único en su género, un enorme y moderno rascacielos con las más variadas dependencias de interés corporativo y cultural; es su creador y animador un viejo periodista de origen vienés, Herbert Moses, hombre de espíritu ágil y juvenil no obstante sus setenta años pasados, que tuvo la bondad de presidir mi conferencia de prensa y de mostrarme el edificio. Sao Paulo proyecta celebrar el cuarto centenario de su fundación con diversas manifestaciones artístico-literarias; su nuevo alcalde popular, el profesor Quadros, me manifestó su deseo de ver concurrir a algunas de las figuras de nuestro Congreso por la Libertad de la Cultura. Sabido es que la Universidad de México es la más antigua –y una de las más prestigiosas– del continente americano. México se dispone a inaugurar en breve la Ciudad Universitaria más rica e importante del mundo. Y posee un Instituto de Bellas Artes, inmenso edificio en mármoles en el centro de la ciudad, en permanente actividad artístico-cultural. En fin, en La Habana tiene su sede la Asociación de Escritores y Artistas Americanos, fundada en 1934, con filiales en todos los países continentales. Goza de absoluta autonomía respecto de las esferas oficiales y persigue un doble objetivo: la protección del hombre de pensamiento y el acercamiento espiritual de los pueblos americanos mediante el desarrollo de la cultura. Su excelente revista mensual, América, se define así: «A la unidad por la cultura». En uno de los lugares más atractivos de la bellísima ciudad, posee la Asociación su Casa Continental de la Cultura, estupendo edificio valorado en un millón de dólares. Es su secretario general el culto y dinámico Pastor del Río, uno de los espíritus más abiertos y comprensivos que me ha sido dado conocer durante mi viaje. Entre la Asociación de Escritores y Artistas Americanos y nuestro Congreso por la Libertad de la Cultura es posible una colaboración en pro, de nuestros objetivos generales.

Incompleto quedaría este somerísimo esbozo si no dijera que, a mi juicio, lo más interesante de Iberoamérica es su movimiento juvenil. Inútil sería que tratáramos de ocultar que, después de la última guerra y como consecuencia de la crisis de los valores tradicionales y la acción de los totalitarismos, la gran interrogante europea proviene principalmente de su juventud; la juventud me parece ser, en los países latinoamericanos, la parte más sana, inquieta y prometedora. No está enferma de escepticismo y tiene fe en su destino. Odia las dictaduras –las que pesan todavía sobre un cierto número de países iberoamericanos [100] y las ajenas– y siente apasionadamente un ideal superador, si bien todavía inconcreto. Tomemos, por ejemplo, las Federaciones estudiantiles uruguayas, nervio y avanzada del país. Tras una de mis conferencias sometiéronme los estudiantes a un vivo interrogatorio de más de tres horas. Son decididamente antiperonistas y se apasionan al mismo tiempo por el revolucionario ensayo boliviano. Tradicionalmente antimilitaristas agítanse en defensa de una tercera posición; no hay peligro, sin embargo, de que caigan bajo la influencia stalinista. De tendencias más bien libertarias, se buscan afanosamente a través de las experiencias continentales y universales. Asombra en México la importancia que toma el estudiantado, sobre todo desde los puntos de vista científico y técnico; de él saldrán los futuros cuadros de ese país en plena prosperidad. Existe asimismo todo un movimiento pictórico joven. Y en un país tributario hasta hace unos años de las peores obras del teatro español, que afortunadamente no solían durar en la cartelera más de una semana, existen ahora no menos de seis teatros experimentales, con excelentes obras de autores nacionales y una selección del moderno teatro universal y alcanzando centenares de representaciones. Las élites intelectuales y artísticas iberoamericanas han echado los sólidos cimientos; en este período de transición de nuestro mundo, la juventud de ese rico continente está llamada a construir sólidamente.

Durante largos lustros la intelectualidad europea –principalmente la española– ha enviado sus viajantes culturales a los países latino-americanos con mentalidad semicolonialista. La Madre Patria, simple figura retórica ahora, todavía parecía tener algún sentido entonces, lo mismo que el papel rector de Europa. Todo eso ha terminado. Los intelectuales europeos siguen siendo bien acogidos en esos países, pues es ya proverbial su espíritu hospitalario; pero por lo general decepcionan, pues suelen hablarles en tono menor, de temas manidos y disecados que no corresponden ya ni a sus inquietudes ni a su madurez intelectual. Acaban creyendo –y yo creo que tienen razón– que Europa tiene ya muy poco que decirles y, sobre todo, que enseñarles. Han oído hablar hasta la saciedad del Quijote y de Hamlet, del Siglo de Oro e incluso del siglo XIX. Lo que esperan del intelectual europeo son temas vivos, experiencias constructivas, problemas y soluciones actuales y de cara al porvenir. Son pueblos jóvenes y maduros a la vez, pueblos que han asimilado nuestro pasado tan bien como nosotros mismos y que viven, sienten y piensan en presente y en perspectiva. Claro está que, económica y políticamente, tienen todavía los más de ellos sus vicios y sus taras; sólo los países europeos que hayan olvidado su propia historia podrán recriminárselo. Todos sienten la libertad de la cultura; algunos, como dice Luis Araquistáin, necesitan entrar en la cultura de la libertad. En todo caso lo universal no se concibe ya sin el aporte de esos pueblos. Yo creo que más que los viajes de los europeos a Iberoamérica –o por lo menos tanto– interesan los viajes de los iberoamericanos a Europa. Tienen mucho que decirnos y que criticarnos. La confrontación y la colaboración con ellos responden a una necesidad de nuestro tiempo.

El canal para esa confrontación y esa colaboración creo que debe ser y será el Congreso por la Libertad de la Cultura. La manera como ha sido acogida su delegación, en este primer viaje de estudio y de contacto, es asaz prometedora. Los resultados constructivos no se harán esperar.

Julián Gorkin