La Censura. Revista mensual
Madrid, junio de 1845
año I, número 12
páginas 92-93

Novelas

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Cándido o el optimismo,

versión del original tudesco del doctor Ralph: por Voltaire.

Con pretexto de combatir el sistema erróneo del optimismo Voltaire se adhiere al contrario, y en su estilo y lenguaje de costumbre se esfuerza a persuadir que este mundo es el peor de los mundos posibles, que está abandonado al acaso, o que si por ventura le gobierna alguien, es el principio malo de los [93] maniqueos, no pudiendo Dios o no queriendo dirigirle ni hacer felices a sus criaturas. Este es el fin que se propuso el autor: en cuanto a los medios fácilmente los presumirán nuestros lectores por pocas noticias que tengan de tan abominable escritor: burlarse de lo más sagrado de la religión, insultar a los ministros de ella, y calumniarlos atrozmente, hacer gala de la más impudente obscenidad refiriendo aventuras de rameras y rufianes en toda su asquerosa desnudez, defender el suicidio, incitar las pasiones, denigrar el estado eclesiástico, pintando a sus miembros como los hombres más viciosos y corrompidos, en una palabra usar de todas las armas que la impiedad y una refinadísima malicia pueden suministrar a un hombre como Voltaire, el cual tiene la avilantez de decir en esta novela que el jimio es cuarterón de hombre, como el hijo de mestizo y española es cuarterón de español.

Aun cuando sea ajeno de nuestro objeto, no queremos omitir aquí una observación que prueba la presumida ignorancia o la rematada mala fe de un escritor, a quien sus apasionados y sectarios pintan como uno de los más insignes prohombres de la república de las letras. En Venecia fueron Cándido y Martín a visitar al senador Pococurante, y al registrar la biblioteca de este hablaron de los autores clásicos de la antigüedad. Allí es de ver el altanero desprecio con que trata Voltaire a Homero, Virgilio, Horacio y Cicerón: la Iliada es un libro que causa un fastidio mortal, y que en dictamen de hombres doctos cuando hablan con sinceridad, se cae de las manos: la Eneida, fuera de los libros 2.º, 4.º y 6.º, es fría y desagradable hasta lo sumo: Horacio tiene, es verdad, máximas que pueden ser útiles a un hombre de mundo; pero lo demás... Lo que causa risa es que un Voltaire, el hombre más procaz y uno de los escritores más licenciosos del mundo, diga que leía con asco ciertas odas del lírico latino contra viejas y hechiceras. En cuanto a Cicerón las oraciones no le importan nada; y bien que las obras filosóficas le hubieran gustado más, como dudaba de todo el padre de la elocuencia romana, no aprovechan cosa al patriarca de Ferney, tan enemigo del escepticismo según es sabido, y tan deseoso de buscar la verdad. Así juzga de todo el ilustradísimo y honradísimo oráculo de la impiedad, de quien todavía se glorían los filosofastros de la época de apellidarse hijos y discípulos. Dios los libre de vivir y morir como su admirado padre y maestro.

Las novelas y cuentos de este autor están prohibidos por la santa sede; y como Cándido o el optimismo es una de aquellas, creemos que la alcanza la prohibición, fuera de que en el Índice de libros prohibidos por la sagrada congregación de Roma se incluye nominatim la versión italiana de este, y según la regla XIII de las que están al frente del Índice de la inquisición de España, los libros impresos al principio en una lengua o en alguna señalada impresión, y después prohibidos, se entienden prohibidos en cualquier otra lengua o impresión en que antes o después se traduzcan o den a luz, no declarándose otra cosa en el Índice o Expurgatorio.

 


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