Filosofía en español 
Filosofía en español


Isidro Wall

El Marqués de Valdegamas

Nuestro amigo el Sr. D. Isidro Wall, tan joven aún como ya distinguido escritor, ha publicado ayer un bellísimo artículo destinado a honrar la memoria del hombre eminente que España acaba de perder. Deseosos nosotros de contribuir a ese digno y noble fin, lo trasladamos a nuestras columnas. Dice así:

Uno de los pensadores más ilustres de los tiempos modernos, uno de los hombres que más fama y crédito han alcanzado en nuestra España, uno de los ciudadanos que más honra y prez han conseguido a su patria, de alteza de miras y profundidad de pensamiento en los bancos de la escuela, de nobilísimo y preclaro lidiar en el estadio del Parlamento, de vasto y delicado alcance en las regiones de la diplomática, señalado y descollante en política, en letras, en toda suerte de humanidades y en todo linaje de disciplinas filosóficas; D. Juan Donoso Cortés, Marqués de Valdegamas, Ministro plenipotenciario de S. M. Católica cerca del Emperador de los franceses, autor del Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo, ha sido arrebatado, por la segur inflexible de la muerte, de este mundo, patria del arcano, de la desgracia y de lo imprevisto, en donde hasta el genio es triste viajero, que anda errante a la aventura, ignorando la duración de su viaje, el término de la jornada y el plazo de su residencia.

Prometiendo desde ahora ocuparnos más adelante, cuando frías sus cenizas pueda la razón manejar el análisis con calma, del genio y obras del Marqués de Valdegamas, determinando su encargo providencial y reflexionando acerca de la manera con que ha creído deber verificarlo, séame hoy lícito derramar una lágrima sobre su huesa, y decir dos palabras acerca de los rasgos mas prominentes de la índole de su ingenio y del temperamento de su índole.

No le traté en vida ni conozco su biografía: así mis palabras, hijas del culto que rindo al talento, ni las promueve la lisonja, ni las inspira la amistad personal: tienen, pues todos los caracteres de desinterés, de apartamiento y de ingenuidad que distinguen a las que profieren los venideros cuando hablan de los pasados.

Nada hay tan difícil como describir un talento, porque nada hay tan ocasionado a la risa del ridículo y a la imputación del pecado de vanidad. Con una sola advertencia he de salvar tal escollo. No pretendo retratar un entendimiento, sino la imagen que este entendimiento ha reflejado en mi alma. No canto sino mi impresión; no dibujo sino la huella que siento en mí estampada.

D. Juan Donoso Cortés era uno de esos hombres de misión, en los cuales Dios prodiga sus dones, derramándolos con superabundancia, para que no encuentren dentro de sí mismos obstáculos que les embaracen el cumplimiento del grave encargo cuya realización les tiene deparada su alta Providencia.

De inteligencia sintética y talento analítico, de imaginación brillante y lozanísima fantasía, sutil en el sacar consecuencias, y grandioso y valiente en asentar premisas, amañado y diestrísimo en el hilado del raciocinio, resuelto en afirmar, enérgico en la expresión, de contundente y constrictora argumentación, certero en los tiros que asestaba, nunca envenenados, pero siempre mortales, de formas gráficas y decir gallardo; fácil, límpido y conciso en la fórmula, sesudo y grave como un doctor de la antigua Salamanca; punzante, gentil, bizarro y de peregrinas caídas, como un doctor de la moderna Sorbona, el Marqués de Valdegamas, trasmutador de las paradojas más osadas en verdades las más palpitantes de evidencia, brillaba a todas las luces como los diamantes de exquisita naturaleza y delicada pulimentación, por las multiformes y variadísimas fases de su privilegiado entendimiento, tanto más esforzado, tanto más notable, tanto más poderoso, cuanto que obraba siempre concentradas sus fuerzas, y encaminándolas a un solo, único y altísimo designio…

En el enmarañado proceso que se está sustanciando en el mundo desde que el Criador lo entregó a las disputas de los hombres, en ese enmarañado proceso en que son partes la razón y la tradición, las filosofías y las religiones, Dios y el hombre, los presentimientos de lo porvenir y los recuerdos de lo pasado, las inspiraciones y exigencias del entendimiento humano y las revelaciones y preceptos de los consejos divinos, en ese proceso interminable y bizarrísimo, interminable porque ninguna sentencia es ejecutoria, y todos lo son, y serán apelables hasta la consumación de los siglos, y bizarrísimo porque las partes suelen erigirse en jueces, y los jueces reducirse a partes, D. Juan Donoso Cortés ha seguido la misma ruta que tienen trazada todos los hombres de su temple, y gran número de aquellas inteligencias que permiten otorgar el título de magnífica a la historia del talento humano.

Comenzó por quemar profusamente incienso en los altares de la razón; vino después a desconfiar de Dios; finalmente, ha concluido por derribar en tierra el ídolo, blasfemando de su culto, y por volver el oído a las palabras de los tiempos pasados, las cuales recogidas con la adoración de la fe y la impaciencia de la esperanza hasta en sus más apagados acentos, convirtió en pan de su espíritu y en sangre de su corazón.

Y sin embargo, ¡oh inflexibilidad de las leyes que presiden a los destinos de los hombres! Donoso Cortés, como De Maistre y como Bonald, y hasta como el mismo abate Gaume, cuando renegaba de la razón renegaba de la razón con razón, haciendo recordar el célebre Juro, juro, pater, nunquam componere versos, del inmortal autor De tristibus.

Por lo que hace a la acusación de inconsecuencia en punto a doctrinas y opiniones que ha solido lanzársele durante su vida, semejante acusación, más que pecado de malicia, error candoroso de ignorancia o vulgaridad, no resiste al más ligero examen hecho imparcialmente.

Antes al contrario, la aparente inconsecuencia de sus opiniones es cabalmente la prenda constitutiva de la unidad de su entendimiento, el cual, sujeto a la condición indeclinable del desarrollo lógico, como todos los entendimientos progresivos, en todas sus fases y trasformaciones no ha dejado de ser un solo instante consecuente y proporcionado a la ley superior que lo presidía, determinando las formas de su desenvolvimiento.

Sin duda. Esforzado campeón del tradicionalismo, y en estos días a la cabeza de la escuela; mantenedor del campo, nunca derrotado en la pelea; brioso y de empuje; más dado a la acometida que aficionado a la defensa; soberbio enfrente de sus adversarios, pero con hidalguía; cristianamente humilde cerca de sus superiores; respetuoso y hasta tímido cuando oía el precepto o el consejo de los ministros de Dios, D. Juan Donoso Cortés, Marqués de Valdegamas, el ilustre reductor de todas las ciencias de los hombres a la sola ciencia de Dios, ha sido uno de los varones más preclaros de la edad presente, y su nombre inmortalizado pasará infaliblemente a la posteridad.

D. Juan Donoso Cortés ha muerto.

Ya sonó para el Marqués de Valdegamas la hora de la justicia. La envidia deslenguada, la vulgaridad mezquina y maledicente, el criticismo de escaso y lamentable alcance, el pretendido y plácido buen sentido de los varones de provecto seso, los tristes y cansados alegatos por una mal entendida consecuencia, amenguan y enturbian a las veces la fama de los vivos; mas son armas que se embotan, impotentes si se esgrimen contra las lápidas mortuorias que esconden las cenizas de los difuntos.

Isidro Wall