Señora ciega desde su nacimiento cobra la vista
Universidad de Cervera: “lejos de nosotros la peligrosa novedad de discurrir”
Almeida: “la física más propia para descubrir al Autor supremo”
Cádiz 24 de Abril.
Antes de ayer entró en este puerto, procedente de la Habana en 30 días, la goleta americana Mary Hoby: su capitán Tom Jafet dijo que el 23 del pasado habló sobre Cayo Hueso con el Sr. Laborda, que seguía bloqueándolo con tres fragatas.
—En la parte que se acaba de publicar de las transacciones filosóficas, correspondiente a este año, se halla inserta la relación de una curación admirable, reducida a haber cobrado la vista en la edad de 46 años una señora ciega desde su nacimiento, en virtud de una operación hecha por Mr. Wardrop. Este suceso es de mucho interés, tanto por la parte quirúrgica como por la filosófica, principalmente con respecto a las primeras sensaciones que experimentó aquella mujer al cobrar el uso de la vista.
Las primeras impresiones fueron vagas e imperfectas, y la paciente pareció espantada por la multiplicidad de objetos que la rodeaban, y enteramente incapaz de combinar las sensaciones que acababa de experimentar con las que tenía antes.
Después de algún tiempo Mr. Wardrop principió a examinar cuidadosamente sus sensaciones, y ha descrito todas las principales particularidades que advirtió en ella. A los ocho días llegó la paciente a formar una idea exacta de los colores, a los cuales daba ya su verdadero nombre. Dirigía con dificultad los ojos hacia los objetos, y para mirarlos volvía enteramente la cabeza, necesitando además muchos ensayos.
En este tiempo aun no tenía bastante conocimiento para combinar la idea de la forma de los cuerpos según la veía con la que le ofrecía el tacto, de lo que al principio era enteramente incapaz. Juzgaba de las distancias con mucha dificultad; y así cuando tenía un objeto muy cerca de los ojos, extendía la mano mucho más lejos para alcanzarle, al paso que iba tentando con las manos cerca de sus ojos, cuando quería coger algún objeto muy distante de ella. A los 42 días todavía encontraba gran dificultad en distinguir la forma de los cuerpos; pero parecía que los colores era lo que más llamaba su atención, especialmente el encarnado. (1) (D. M. de C.)
(1) Cuando insertamos este curioso e instructivo relato que ha publicado el Diario de Cádiz, estamos muy distantes de creer que el ciego de nacimiento, esto es, el que nació sin el órgano de la vista, pueda recobrarla sin un milagro, a pesar de lo más exquisito que pueda aplicar u emplear el arte: creeremos acaso que desde su nacimiento, esto es, desde que nació, teniendo en efecto el órgano de la vista, pudo estar privado de su uso por alguna causa u obstáculo desconocido, que sin destruirle, le impedía su ejercicio, y removida por el arte aquella causa u obstáculo (lo cual es sobradamente glorioso a la ciencia quirúrgica), quedó expedito el órgano, y obtuvo el ejercicio de sus funciones, que antes no tenía. En este sentido, y no en otro, lo publicamos, y con esta cuidado decimos ciega desde su nacimiento, y no de nacimiento.
Exposición dirigida a S. M.
Señor: Injusto es el vasallo, que viendo a V. M. ocupado por espacio de tres años en restablecer los tribunales antiguos y sabios de la nación con sus laudables estilos, no reconoce este beneficio; impío el que no ama la paz, continuamente mandada con decretos y providencias de V. M.; cruel el que libre con las mismas del peligro de las armas retiene aún el ánimo armado; pero los individuos de esta universidad de Cervera, sobre ser injustos, impíos y crueles, seríamos ingratos, si no nos opusiésemos con esfuerzo a los pocos que en nuestro reino se hallarán instigados por malos españoles, que desde fuera del país nativo pretenden seducir. Jamás podremos olvidar lo que se debe por nosotros al Sr. D. Felipe V, a los Reyes sucesores y a V. M., que como digno heredero de la gloria de nuestro magnánimo y sabio fundador, confirmó la permanencia de esta universidad en donde está; y después, consignando renta proporcionada para reparar el grandioso edificio de esta escuela, nos levantó todas las artes y ciencias, que, como en otro tiempo sucedió en Roma, estaban postradas y abatidas con el ímpetu de una guerra civil. Con las mismas providencias que ha tomado V. M. en estos últimos tiempos, debemos también complacernos, de que en lo formal, y en las costumbres de todos los estudiantes, se vea en esta universidad una mudanza muy particular de costumbres: en todo reina ahora singular modestia, sumo arreglo en el traje, tranquilidad y edificación en comuniones generales, con una concurrencia nunca vista en los años anteriores al nuevo plan. Si todos los días se cortan abusos en la colación de grados literarios, habiéndolos habido generalmente en esta parte, a dichas providencias debe atribuirse la reforma.
Teniendo presente nosotros el Real decreto de 11 de Enero del corriente año, y las novedades antes indicadas, nos ponemos a los pies de V. M. para manifestar los sentimientos que nos animan: todos somos de un corazón y de una alma: lejos de nosotros la peligrosa novedad de discurrir, que ha minado por largo tiempo, reventando al fin con los efectos, que nadie puede negar, de viciar costumbres, con total trastorno de imperios y religión en todas las partes del mundo; lejos todo odio contra quien hubiere sido en algún tiempo enemigo; lejos toda crueldad, que detestada por la milicia armada, mucho más debe serlo por la togada; reconocemos lo mucho que debe esta universidad con dichos títulos, ofreciéndonos con el mayor afecto a servir a V. M. en cuanto podamos ser útiles con nuestros bienes y vidas.
Dios guarde la católica y Real Persona de V. M. los muchos años que deseamos y hemos menester. Cervera 11 de Abril de 1827. = Señor. = A L. R. P. de V. M. (Siguen las firmas.)
Variedades
Literatura
Recreaciones filosóficas del P. D. Teodoro de Almeida. Se suscribe a esta obra, que constará de 11 tomos en 8.º común con 55 láminas finas, en Madrid en las librerías de Escobar, calle de la Concepción Gerónima, frente a la cárcel de corte, y en la de Orea, Red de S. Luis. En las provincias en las librerías siguientes: Cádiz en la de Navarro, Sevilla Sres. Hidalgo y compañía, Barcelona en la imprenta y librería de D. Tomás Gaspar, Santiago en la de Rey Romero, Lugo en la de Baffen, Valladolid en la de D. Martín de la Torre, Salamanca en la de Blanco, Santander en la casa comercio de D. Inocencio de Aja, Bilbao en la librería de García, Pamplona en la de Longas, Burgos en la de Villanueva, Zaragoza en la de Polo, Valencia en la de Cabrerizo, Murcia en la de Benedicto, Málaga en la de Martínez de Aguilar, Oviedo en la de Longoria, León en la de Delgado, Badajoz en la de Carrillo, Jaén en la de Carrión, y en Toledo en la de Hernández: su precio en Madrid es 15 rs. por cada tomo en rústica, adelantados; en las provincias 16, francos de porte, y terminada la impresión 20 rs. El primer tomo está ya impreso, y se entregará a los señores suscriptores al tiempo de suscribirse.
Es bien conocido en la república literaria el nombre del P. Almeida, no solo como un celoso y sabio Ministro del Santuario, sino también como un filósofo profundo. Sus obras tanto espirituales como filosóficas han sido todas traducidas a nuestro idioma casi tan pronto como vieron la luz pública en portugués, en que fueron escritas, y todas en su clase han merecido el aprecio de los verdaderos sabios. Entre ellas las Recreaciones filosóficas han sido consideradas como su jefe de obra, y efectivamente, a pesar de que ya han trascurrido más de 40 años, desde que se publicaron en España, cada vez han gozado de más estimación. No obstante que las ciencias naturales y las que se llaman exactas, han tenido sin disputa desde el P. Almeida hasta ahora progresos considerables y conocidos adelantamientos, con todo, esta obra jamás ha podido desacreditarla la maledicencia, ni el orgullo de los filósofos modernos, que no han dejado de morderla, ha conseguido rebajarle su valor, antes bien por el contrario se ha visto que mientras otras obras de la misma naturaleza más ponderadas, publicadas posteriormente, han sido echadas en olvido, la del P. Almeida vive siempre con igual crédito entre los sabios. Su solidez, su extensión, su claridad, su método, lo apropiada que es para el objeto que se propone su autor, todo contribuye a hacerla digna de aprecio y ha servido a consolidar su triunfo; y si la examinamos con atención bajo estos diferentes aspectos, reconoceremos con cuánta razón ha obtenido un suceso tan favorable.
En verdad, el fin que se propuso el P. Almeida fue el poner la filosofía al alcance de las personas que no han entrado en las aulas, es decir, al alcance de toda clase de personas; y es preciso confesar que con dificultad se encontrará otra obra donde este fin esté desempeñado con más perfección. Para esto, el principal requisito, sin duda, es expresar con tal claridad los pensamientos, que no sean necesarios ni comentarlos, ni talentos muy cultivados para comprenderlos; y esto se encuentra verificado por el autor de las Recreaciones, hasta tal grado de perfección, que es imposible que ninguno, por rudo que sea, deje de entender lo que en ella se enseña. Aun para conseguir mejor este intento, además de disponer su obra con una sagacidad admirable, procediendo siempre de lo conocido a lo desconocido, escogió la forma de diálogo, la más prolija y cansada para el que escribe; pero la más propia y adecuada para ilustrar un entendimiento poco cultivado, y por decirlo así, nuevo, y preservarle del error.
Ni es menos acreedor a los elogios el plan que adopto para formar esta obra. Conformándose con la división que comúnmente se da a la filosofía, y que parece como sugerida por un natural instinto desde los primeros tiempos, y separando la ciencia del hombre de la de todo lo que no es el hombre, empieza a tratar de la física, siguiendo constantemente a la naturaleza. Después de haber hablado de las cosas naturales en común, de las partes de que constan, y de las propiedades que convienen a todas, o casi todas, como son la figura, el peso, el movimiento &c., analiza del modo más exacto, las calidades de los cuerpos que afectan particularmente a cada uno de nuestros sentidos. En seguida trata de los que entonces llamaban, y todavía se laman vulgarmente, elementos; y en virtud de una transición natural explica luego los principales compuestos, dando el primer lugar a la prodigiosa estructura del hombre, y después gradualmente a los brutos, plantas &c. Habla luego de los cuerpos celestes, de los fenómenos atmosféricos y marinos, y de otras cuestiones no menos interesantes, y termina sus Recreaciones con un buen tratado de lógica y algunas doctrinas útiles que deben preceder al estudio de la metafísica.
Tal es la obra del P. Almeida, la cual apoyada en una serie no interrumpida, y perfectamente desenvuelta de experimentos, y en una invencible fuerza y exactitud de raciocinio, es la más adecuada para abrir a la luz los ojos del entendimiento, y dar una instrucción sólida y suficiente, aun a aquellas personas que nunca se han dedicado a ninguna clase de estudio metódico, ni han frecuentado las aulas, como ya hemos dicho, en gracia de los cuales principalmente hizo el autor su trabajo.
Sería demasiado prolijo enumerar las demás prendas que adornan esta preciosa obra, y que no podían faltar a un hombre como su autor: sin embargo no debe omitirse una que la hace de todo punto recomendable, y es la prueba más segura de su mérito eminente. Las Recreaciones filosóficas no son acaso, repetimos, la obra de física más acabada, porque esta ciencia ha adelantado desde el tiempo en que se escribió considerablemente en algunas materias; pero es sin disputa la física más propia para descubrir al Autor supremo de todos los seres, en la consideración misma de los que en ella se ponderan. Una experiencia bien sensible no nos deja dudar, que al paso que se han adelantado los conocimientos físicos, se ha escrito de ellos de un modo poco proporcionado para formar naturalistas religiosos, y así se ha visto que todo lo que ha tomado de incremento esta ciencia, ha decaído la de la piedad y la de la religión. Orgullosos y envanecidos algunos escritores modernos por los descubrimientos que han hecho, y que fueron escondidos a los antiguos, parecen haber hecho empeño en separar el principio de donde todo procede, y prescindiendo de él, buscar cómo desconocerle en aquello mismo que debía servirles de medio para descubrirle y de estímulo para adorarle. Así funestamente para la religión, se han visto hombres tan adelantados en el materialismo como lo estaban en las ciencias naturales. Valía, pues, más que no se hubiesen aquellas adelantado tanto.
No sucederá así con la lectura de las Recreaciones filosóficas; antes bien, las juzgamos según están escritas como una preparación utilísima para estudiar a fondo la religión. Como por todas partes no respiran sino piedad, y como se ve de un modo claro el estudio de su autor, y que su objeto fue el manifestar en todas las criaturas estampado el sello de la divina Providencia, haciendo como un escalón para subir al conocimiento de esta y del divino Artífice de los mismos seres que analiza; al paso que el entendimiento se ilustra y se recrea, se nutre también el espíritu y el corazón, y juzgando como debe el que lee, saca en vez de la consecuencia del necio presuntuoso y del filósofo soberbio, la del filósofo cristiano, el cual por la belleza, la multitud, el orden, y la perfección de las cosas que ve y contempla, se eleva a la admiración de lo que no ve, y que confiesa por lo mismo y venera reverente, cómo el Dios Todopoderoso a quien siendo criador y conservador de todo, todo debe rendirle el homenaje supremo que le compete.
En la Imprenta Real.