Filosofía en español 
Filosofía en español


Gonzalo Fernández de la Mora

Tres mundos: Cataluña, España, Europa, de José Ferrater Mora

Ed. EDHASA, Barcelona 1963, 200 págs.

José Ferrater Mora

Este es el tercer volumen que José Ferrater Mora, filósofo de vocación, ha enviado desde su residencia estadounidense a las Prensas españolas en lo que va de año. Como los dos precedentes, no es un original inédito, sino una refundición de textos anteriores que, en este caso, aparecieron va para veinte años. Ferrater Mora se encuentra en ese medianero momento vital en que el autor abarca su obra pasada desde posiciones ya maduras y en función de las singladuras definitivas. Las adiciones y reelaboraciones ahora cumplidas son tan considerables, que el conjunto ha cobrado una dimensión novedosa.

Ferrater Mora empieza enfrentándose con el tema de nuestra europeidad. Entiende que la Europa moderna es razón, ideas y cautelas; y, en este sentido, los españoles han ido a redropelo de los europeos: ni racionalistas, ni ideadores, ni desconfiados. Y cuando excepcionalmente lo han sido, ha solido ser a destiempo: o demasiado pronto o demasiado tarde. «Pero hoy –escribe– el problema se ha esfumado no sólo porque los españoles ya han dejado de marchar a redropelo de Europa, sino porque los europeos han dejado de ser en gran parte lo que fueron, y, en alguna medida, se han hispanizado.» No obstante, «lo de Europa como solución dice algo que no está del todo mal».

El segundo tema es el de la convivencia entre las dos Españas. El autor reconoce que no es una singularidad peninsular porque también hay dos Francias. Admite que el problema ya ha perdido virulencia y que se han robustecido las posiciones pragmáticas y de concordia entre los españoles. Reconoce que la identificación de una España con las derechas y de otra con las izquierdas no es plenamente esclarecedora, sino muy problemática. A pesar de ello, y con bastantes reservas metódicas, acepta la terminología y resume la ideología de las izquierdas españolas en el aforismo «no mantenella, sólo enmendalla»; y la de las derechas en el «mantenella y no enmendalla». Ferrater Mora no simpatiza con los hombres de la llamada tercera España –terceros en discordia– y propone no una fórmula de compromiso, sino de síntesis: «mantenella y enmendalla». Ello implica revisar, pero también asumir el pasado.

El tercer tema, el más ampliamente tratado, es Cataluña. Lo que según el autor caracteriza la existencia catalana es, en primer lugar, la continuidad o capacidad de asimilar los acontecimientos y de integrar el presente en el pasado. Es algo así como un tradicionalismo progresista. En segundo lugar, el «seny», que es sentido común, entereza, sensatez y sabiduría. En tercer lugar, la mesura, que es predilección por lo concreto, predominio de lo plástico y realismo. Y, finalmente, la ironía no sólo en su acepción socrática (manera de transparentar las cosas), sino también en su significado moderno: escepticismo, distancia y pulimento de aristas. Al definir las formas de vida catalana, el autor va marcando diferencias con las otras regiones españolas y singularmente con Castilla; pero reconoce importantísimas coincidencias básicas: la humanidad, la arrogancia, la sinceridad, los celos. A su juicio, el hecho distintivo es, principalmente, una diferencia de ritmo: «los pueblos de España han marchado con distinto pulso.» Ferrater Mora condena el separatismo y reconoce las serias limitaciones de una lengua tan poco extendida como la catalana, pero cree que, puesto que los catalanes no se han castellanizado tanto como otros pueblos peninsulares, o sea, teniendo en cuenta que no se ha producido esa monolítica unidad que en teoría parece deseable, lo que procede es que los catalanes se catalanicen, y afirmen su personalidad y su lengua para así integrarse en España y en Europa: «catalanizar a Cataluña no quiere decir, por tanto, sustraer algo de España, sino sumarle algo.»

Interesantísima es, ciertamente, para el español medio la temática de este breve libro de Ferrater Mora; pero las cuestiones propuestas adolecen de una grave limitación originaria. Los entes con que se enfrenta nuestro filósofo –Europa, España y Cataluña– se envuelven los unos a los otros y, lo que es más grave, son «individuos»; es decir, pertenecen a ese grupo de realidades que la metafísica ha considerado siempre como indefinibles. El autor se mueve inevitablemente en un ámbito muy poco propicio para las precisiones, casi me atrevería a decir, que necesariamente vago, equívoco y metafórico. No es éste el campo sobre el que Ferrater Mora ha hecho sus más importantes movimientos intelectuales. Con estas salvedades, la descripción de Europa es muy aceptable; es la habitual: racionalismo, idealismo y duda metódica, o sea, Descartes. Ahora bien, hay bastante cartesianismo en España y lo que nos separa de Europa no me parece que sea exactamente eso. Tampoco es convincente lo del destiempo. Me parece de un excesivo fatalismo histórico pensar que cada hallazgo y cada creación tienen su hora. Más bien creo lo contrario, que las horas las marca el espíritu humano y singularmente el genio. Este nunca llega ni pronto ni tarde, porque es el árbitro de la historia. Y España los ha tenido. Acertadísima me parece, en cambio, la afirmación de que el viejo dilema España-Europa ha perdido actualidad. Yo creo que está a punto de ser superado.

La caracterización de las derechas y las izquierdas hispanas es, sencillamente, felicísima. No sólo las conclusiones, sino el análisis y crítica de las posiciones extremas son certeras, objetivas y ecuánimes. La solución sintética que propone el autor tiene una belleza tan seductora como la raíz cúbica de un número complejo. Pero son bastantes los hombres calificados de derechas, como Menéndez Pelayo, que han sustentado una posición análoga: asunción crítica de la historia nacional. Y en eso estamos muchos. Reconforta que, al otro lado del Atlántico, haya un pensador español en la misma fecunda línea.

La descripción de las formas catalanas de vida está hecha con emoción y fidelidad. Hay capítulos espléndidos, como el consagrado al «seny». Muchas de las páginas de esta parte habrá que tenerlas muy en cuenta siempre que se intente una descripción de la hispanidad. Aunque no sean todas, son muy ciertas las coincidencias que ve el autor entre Cataluña y las demás regiones peninsulares. Lo mismo en la parte analítica que en la proyectiva o política, Ferrater Mora, se mueve desapasionada, y constructivamente, muy lejos de los extremismos y siempre como un catalán que se siente español, europeo y, en definitiva, humano. No cae en la tentación de quedarse a medio camino. Quizá alguna de sus consignas parezca demasiado abstracta, y, a veces, una utopía. Pero el progreso, y singularmente el moral, es siempre una singladura por mares utópicos.

El estilo es fluido, directo y ameno. Hay una clara voluntad de ensayismo que contrasta con el rigor profesoral de otras publicaciones del autor. Pero bastantes veces se desemboca en una familiaridad rayana en el desenfado. Por ejemplo: «francamente inaguantable»; «las abstracciones tienen su corazoncito», «huelen a chamusquina», «majadería», «andarse con chiquitas», «emperrarse en baladronadas», «desembuchar», «derretírsele a uno la mollera», «palo limpio y tentetieso», «darse de bofetadas», «medio chalado», etcétera. Comprendo que todo esto es bastante castizo y que en pequeñas dosis puede ser eficaz; pero en esta ocasión creo que el escritor Ferrater Mora se excede. Pese a tan insistentes fallas se salva el decoro literario. Lo que se volatiliza es el énfasis. Y cuando de filosofía se trata, el alto coturno es una exigencia tradicional. También la metafísica tiene su «pathos».

G. F. M.