Filosofía en español 
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Leopoldo Eulogio Palacios

Donoso Cortés y el justo medio

Donoso, al escribir su «Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo», parecería el menos tradicional de los escritores, porque rompería con la más tradicional de las reglas: la que enseña que la virtud consiste en un justo medio. Ese frenético y agónico pensador salta por encima de esta barrera, como si el justo medio significase una transacción afrentosa. Leyéndole, se pensaría en una especie de Kierkegaard a lo católico, lleno de paradojas, de hiatos irracionales y de pródigo desenfado.

Sin embargo, una lectura más meditada del «Ensayo» y, en general, de toda la obra de Donoso, descubre en seguida el punto flaco de esta súbita sospecha. Es cierto que nadie mejor que este autor ha sabido denunciar los intentos de transacción y compromiso en el terreno de las ideas y de los hechos. En su «Carta al cardenal Fornari» repudia a los que «toman cierto semblante de imparcialidad propio para engañar y seducir a las gentes; con esto se hacen jueces del campo, obligan a comparecer delante de sí al error y a la verdad, y con falsa moderación buscan entre los dos no sé qué medio imposible». Pero Donoso, siempre que habla de esta suerte, sobre todo cuando se trata de impugnar al liberalismo, reconoce que la virtud se encuentra en un justo medio y sólo después de suponer esto denuncia la imposibilidad de hallar medio entre la verdad y el error. En la continuación del texto recién transcrito lo dice muy claramente: «la verdad, esto es cierto, suele encontrarse y se encuentra en medio de los errores; pero entre la verdad y el error no hay medio ninguno.»

La luz intelectual que confortó la mente de Donoso en sus tareas polémicas no fue una excepción a la regla de que toda virtud, intelectual o moral, consiste en un justo medio del que no puede apartarse ni por exceso ni por defecto. Para nuestro caso, ¿en qué consiste el exceso? Consiste, pienso yo, en hacer afirmaciones falsas, diciendo que una cosa es lo que no es: como el defecto consiste en proferir negaciones falsas, diciendo que una cosa no es lo que es. Y lo difícil es acertar en el justo medio y decir, con pura lealtad y sencillez, que cualquiera de las realidades que nos ofrece el mundo es lo que es y no es lo que no es.

El mayor mérito de Donoso consiste precisamente en haber descubierto los excesos y los defectos en que caen los partidarios del liberalismo y del socialismo, que son dos tendencias extremosas, junto a las que el catolicismo hace figura de justo medio. Vamos a dar una prueba de este aserto, recordando algunos de los excesos y de los defectos a que se entregan y en que caen los adversarios del cristianismo cuando conciben la naturaleza del hombre.

Entre los excesos del adversario, Donoso suele hacer hincapié en lo que él llama «la inmaculada concepción del hombre». La vida temporal nos es dada para que nos elevemos con nuestro propio esfuerzo independiente, por medio de un progreso indefinido, a las más altas perfecciones. El mundo en que se pasa esta vida puede y debe ser transformado radicalmente por el hombre. La luz de la razón es sana y puede alcanzar todas las verdades sin el auxilio de la fe sobrenatural. La voluntad del hombre abandonado a sus propias fuerzas es siempre recta. Debemos huir del dolor y buscar el placer. El tiempo nos ha sido dado para gozar del tiempo. El hombre es bueno y santo de suyo: La razón es soberana e independiente.

Al otro extremo de tan sabrosos excesos, que consisten todos en decir que el hombre es lo que no es, se yerguen los defectos opuestos, empeñados en proclamar que el hombre no es lo que es. Por ejemplo, el hombre no es concebible en pecado, el hombre no está necesitado de dirección divina. El hombre no tiene tacha ni necesita de Dios. La vida temporal no es una vida de expiación. El mundo en que se pasa esta vida no debe ser un valle de lagrimas. La luz de la razón no es flaca y vacilante. La voluntad del hombre no está enferma. La voluntad del hombre no necesita ser rectificada. El placer no nos ha sido dado en calidad de tentación para que nos libremos de su atractivo. El dolor, aceptado por un motivo sobrenatural, con una aceptación voluntaria, no es un bien. El tiempo no nos ha sido dado para nuestra santificación. El hombre no ha sido redimido.

Entre ambos extremos, en los que caen de consuno el liberalismo y el socialismo, se levanta la verdad católica en el justo medio, diciendo que el hombre es lo que es y no es lo que no es. La dialéctica de Donoso, su gran éxito como escritor polémico, se debe, creo yo, a esa maestría en sacar, sin decirlo, conclusiones favorables a su tesis cristiana, que rebotan desde los excesos o los defectos con que se presentan, indistintamente, las posiciones del adversario. Su obra, lejos de ser la de un energúmeno, como «cariñosamente» pensaron algunos de sus contemporáneos y piensan también algunos de los nuestros, se presenta como un modelo de sensatez en medio de un mundo enloquecido. Hay veces y situaciones en que la verdad suena a locura, y entonces Dios escoge precisamente lo que el mundo tiene por loco para confundir la sabiduría de los sabios y reprobar la prudencia de los prudentes.

Leopoldo Eulogio Palacios