Filosofía en español 
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José María de Cossío

Otra vez Donoso

La figura de Donoso Cortés, el gran orador y polemista, parece haber encontrado su hora, y ha sido sometida a examen concienzudo no sólo por escritores españoles, sino también por extranjeros, como Edmund Schramm y el padre Dietmar Westemeyer. Una nueva interpretación de su personalidad nos ofrece, el profesor universitario Elías de Tejada, que es bien considerar.

En tres ocasiones distintas, y en tres estudios independientes por lo tanto, nos expone el distinguido profesor su visión de Donoso Cortés. Y ya en el primero señala los distintos Donosos que venía considerándose, parciales interpretaciones de un solo carácter.

En efecto: el primer Donoso fue exaltado liberal, y de él nos quedan escritos demostrativos incontestables. Así sus diatribas contra los partidarios de don Carlos y contra el mismo príncipe no han sido superadas en virulencia por nadie. Un segundo Donoso es el doctrinario, partidario de la moderación y él término medio, que se manifiesta capitalmente en sus lecciones sobre Derecho Político, profesadas en el Ateneo. Finalmente hay un último Donoso tradicionalista, el más conocido, antirrevolucionario e intransigente, polemista vehementísimo. La cuestión que se plantea es averiguar si se trata de una normal evolución del pensamiento y las convicciones del gran tribuno o de algo que, sin negar esa evidente evolución, da unidad compacta e indestructible al carácter del famoso tribuno.

Elías de Tejada piensa que esos cambios obedecen a una razón única de carácter, que atribuye en gran parte a su idiosincrasia de extremeño, que aquí vendría a ser casi sinónimo de extremoso. Para el distinguido profesor, el radicalismo liberal de sus principios tiene la misma significación que el tradicionalismo excluyente de su última época; la necesidad de un carácter enterizo de profesar una doctrina enteriza, sin posibilidad de fisuras o filtraciones extrañas. Lo que define el carácter de Donoso no es, pues, la doctrina que defiende, sino la entereza e irreductible convicción con que la profesa. Así entendido el carácter de Donoso Cortés, queda la dificultad de explicar su época de doctrinario. Elías de Tejada supone sagazmente que tal periodo, que en otro personaje podría considerarse como de calma y equilibrio, en Donoso es de lucha y agonía; y tal interpretación la abona el hecho que se dé tal momento no al final de los días del gran polemista, sino en el centro de su actividad intelectual, y como emparedado entre los dos períodos turbulentos y resueltamente afirmativos de su pensamiento.

Acaso dé Elías Tejada demasiado valor al factor de naturaleza, ya que no propiamente etnográfico, del gran extremeño. En cambio se valora menos el momento romántico y exaltado en que Donoso vive y se mueve. Yo evoco siempre su figura asociada a la del gran poeta Gabriel García Tassara, su amigo, cuyo verso estaba agitado por la misma vehemencia y las mismas obsesiones, más que ideas, antirrevolucionarias. Si Donoso hace oratoria poética en tantas ocasiones, el poeta sevillano labra versos oratorios que no van a la zaga de los discursos del marqués de Valdegamas. Uno y otro veían el enemigo (que ha tocado experimentar dolorosamente a nuestra generación), en las ideas sociales proletarizadas que invadían las naciones. No era una invasión guerrera lo que recelaban, sino una inundación ideológica que conduciría a la revolución más sangrienta y asoladora. Así, a los recelos inmediatos de Donoso sobre la ruina social, había de contestar el poeta sevillano: «No es menester que el Septentrión los mande; los bárbaros están dentro de Roma.» Con lenguaje más llano a esto había de llamarse, hoy «quinta columna».

José María de Cossío
de la Real Academia Española