Miguel de Zárraga
Estados Unidos
Un homenaje mundial a España
Nueva York, marzo (Crónica postal.) La fundación Carnegie, establecida, como es sabido, para un constante esfuerzo en favor de la paz del mundo, por primera vez requirió la cooperación de un intelectual europeo, invitándole a estudiar aquí la política exterior norteamericana en sus relaciones con la doctrina de Monroe. El designado lo fue nuestro compatriota Camilo Barcia Trelles, para el cual no hacen falta otros adjetivos encomiásticos que los supuestos en sus respectivos títulos de catedrático de Derecho Internacional en-la Universidad de Valladolid, presidente de la Sección de Estudios americanistas, profesor de la Academia de Derecho Internacional, de La Haya; miembro-fundador de la Asociación Francisco de Vitoria... Barcia Trelles alternó su labor dando conferencias en las principales Universidades de los Estados Unidos, y entre ellas en la neoyorquina de Columbia. Pasará en Norteamérica ocho meses; en octubre irá a la Habana, como huésped de la Institución Hispanocubana de Cultura, y desde allí, probablemente, habrá de trasladarse a Méjico.
Muy fecundo está siendo el trabajo de nuestro compatriota, y con múltiples agasajos se le honró. Pero aún hubo en derredor suyo algo mucho más interesante y de mucha mayor trascendencia. Me refiero a la iniciativa, que ya nuestro Gobierno conoce, y aceptó complacidísimo, «de un proyecto magno, de la más alta trascendencia ideológica y del mayor alcance mundial, que revela la extraordinaria estimación que América tiene por las doctrinas inmortales de Francisco de Vitoria y de nuestros clásicos de los siglos XVI y XVII, que tanta gloria alcanzaron para la Escuela Española de Derecho Internacional.
Interrogado el profesor Barcia Trelles acerca de tal proyecto, lamentóse de no poder informarnos, por impedírselo un acuerdo de sus iniciadores, que desean no se haga público hasta que el propio Gobierno español decida hacerlo. Pero nos bastó con saber que se trata de un homenaje mundial a España, y que el Comité ejecutivo quedó ya formado en Washington por las siguientes personalidades:
Presidente, el reverendo padre Coleman Nevils, S. J., rector, de la Georgetown University; vicepresidente, el reverendo, padre Edward Aloysius Pace, vicerrector de la Catholic University, de Washington; vocales: el profesor James Brown Scott, Mr. Henry Gratton Doyle y el coronel Frederic A. Delano; tesorero, Mr. Thomas H. Healy.
El secreto entre tantos no podía ser demasiado secreto, y algo pudo descubrir el periodista. Se trata de celebrar de un modo insólito el IV centenario de la promulgación de las doctrinas internacionalistas del glorioso dominico Francisco de Vitoria. ¿Fecha? El 12 de octubre de 1932, día en que habrá de conmemorarse el descubrimiento de dos mundos: uno, material, por Cristóbal Colón, y otro, moral y jurídico, con la aplicación a relaciones internacionales, de normas éticas, según fue perfilado por la Escuela de Derecho Internacional Española del siglo XVI.
Para esta conmemoración está acordado: invitar a todas las Universidades del mundo en las cuales se explique la asignatura de Derecho internacional, para que envíen al titular de la misma a Salamanca, en octubre de 1932, celebrando así una reunión sin precedentes en el orden de las relaciones internacionales. Erigir a Francisco de Vitoria en Salamanca un monumento espiritual, que consistirá en la fundación del Instituto Francisco de Vitoria de Relaciones Internacionales, constituido y sostenido con aportaciones de todas las Universidades del mundo. Solicitar del Gobierno español la concesión del que fue convento de San Gregorio, en Valladolid, donde vivió el padre Vitoria,, para ser transformado en Residencia de estudiantes de España y de América, que en la Universidad vallisoletana seguirían las enseñanzas especiales que allí se organizaran respecto a los teólogos, moralistas y juristas creadores de la Escuela Española de Derecho Internacional. Proponer en la próxima sesión del Instituto de Derecho Internacional, que ha de reunirse en Nueva York dentro de siete meses, que en 1932 dicho Instituto celebre su Asamblea anual en Salamanca, rindiendo así homenaje a Francisco de Vitoria, y trasladándose un día a Valladolid para visitar el convento de San Gregorio y la Universidad. Proponer igualmente al Instituto de Derecho Internacional Americano, en su sesión de Buenos Aires de 1930, que la reunión de 1932 se efectúe en Salamanca, con el mismo propósito...
Tal es, en escueta síntesis, lo que en los Estados Unidos se ha proyectado como tributo espiritual a España. El sabio profesor Brown Scott, al que tanto debemos los españoles, es el alma de esta iniciativa, en la que coopera con todo su entusiasmo y toda su cultura nuestro compatriota Barcia Trelles.
Como es natural, todos estos proyectos irán secundados por la creación de numerosas becas, que no sólo han de ser para las enseñanzas de Salamanca y de Valladolid (aunque éstas cuentan con una enaltecedora tradición en cuanto se refiere a los estudios internacionales inspirados en la concepción hispánica), sino también para la futura y grandiosa Ciudad Universitaria de Madrid, especialmente en lo que afecte a la filología española y a las ciencias exactas, físicas y naturales.
Porque la Ciudad Universitaria de Madrid cuenta con la unánime simpatía de los elementos educadores de los Estados Unidos, que ven en ella un Centro análogo, tan excelente y tan moderno, a los muchos que aquí ya funcionan para orgullo de esta progresista República. Pero los norteamericanos no pueden menos de ofrendar su máxima devoción a las fuentes originales, que ellos no tienen y que no pueden improvisarse con millones de dólares, como la augusta de Salamanca...
Cuando en ella se cree –y se creará, porque los norteamericanos apresuráronse a brindar cuantos recursos materiales se precisen– ese Instituto Francisco de Vitoria de Relaciones Internacionales, en sus aulas se explicarán las doctrinas fundamentales del Derecho internacional, inspiradas en las teorías puramente españolas de los siglos XVI y XVII, y a ellas acudirán estudiantes de todo el mundo (los norteamericanos especialmente), que de nación en nación irán sembrando luego el pensamiento luminoso de la España de hace tres o cuatro siglos, revivida hoy e inmortalizada por sí misma.
¿Y se imagina así lo que en lo futuro ha de significar para España ese Instituto Francisco de Vitoria? A él ha de ir el reconocimiento de todo el mundo. ¡La justicia a España!
Una justicia que a España le llega, para nuestro orgullo, de los Estados Unidos de la América del Norte...
Miguel de Zárraga