Hugo Oscar Bizzarri
La labor crítica de Hermann Knust en la edición de textos medievales castellanos: ante la crítica actual
“Non dexe templo de todos los tenplos
o condesaron los philosophos sos libros
de las poridades que non buscasse…”
(Poridat de las poridades)
In memoriam Hermann Knust
1. El panorama peninsular previo
Los estudios medievales cuentan en la obra de Hermann Knust con uno de los más importantes aportes filológicos cuyo rigor y erudición ayudó a profundizar sobre bases ciertas y sólidas el conocimiento de la literatura española medieval; no obstante, sus publicaciones, anteriores a las de Menéndez Pelayo, no son hoy conocidas ni estimadas como merecen. Los aportes de Knust en el área de la prosa didáctica castellana y el manejo directo de las fuentes textuales pertenecientes a las bibliotecas Nacional de Madrid y de San Lorenzo de El Escorial se nos presentan valiosos no sólo por la erudición que despliega, sino también por el rigor filológico aplicado en el tratamiento de la base documentaria, cualidades ambas inusuales en los estudios de aquel tiempo y ejemplares aún para el filólogo de nuestros días. Paradójicamente, su labor en el campo del hispanismo es hoy recordada por una edición del Conde Lucanor (Leipzig, 1900) editada póstumamente por Adolf-Hirscheld, quien se sirvió de fichas y materiales que el filólogo estaba trabajando cuando lo sorprendió la muerte, pero que distan mucho de ser sus conclusiones finales y de haber alcanzado la madurez con que solía publicar sus trabajos. Hoy quisiéramos, como homenaje a su labor pionera, reconsiderar sus aportes sobre las colecciones de sentencias del siglo XIII.
Los trabajos de Hermann Knust realizados con el manejo directo de las propias fuentes manuscritas, aparecidos en las varias secciones de su “Ein Beitrag zur Kenntnis der Escorialbibliotek” en los Jahrbuch für romanische und englische Literatur (Leipzig) desde 1868, [82] cuyos frutos finales se recogieron en los volúmenes Dos obras didácticas y dos leyendas (Madrid, 1878) y en su monumental Mitheilungen aus dem Eskurial (Tübingen, 1879), deben contemplarse en su contexto para apreciar mejor su sustancial aporte.
A mediados de la centuria, se destacaba ya la labor de don José Amador de los Ríos, quien al editar las obras del Marqués de Santillana era el único estudioso que comprendía la importancia de un cotejo de los códices para realizar una edición: “… así como el examen de los documentos diplomáticos es el más seguro comprobante de los hechos, que constituyen la historia política, así también el juicio comparativo de los códices, puede producir la ilustración total de las verdades literarias, sometidas a la investigación, no solamente con relación a la forma, sino muchas veces respecto de la idea” (Obras de don Iñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana, Madrid, 1852, clviii).
Por aquel entonces, poco era lo que se sabía sobre estas colecciones. Burriel en sus Memorias para la vida de don Fernando III (Madrid, Imprenta de la viuda de don Joaquín Ibarra, 1800, 188-206 y 212-213) realizaba la primera edición moderna de una de estas obras incluyendo al Libro de los doze sabios, bajo el título Libro de la nobleza y lealtad; edición que era el resultado de un cotejo del manuscrito escurialense &.II.8 y la edición de don Diego de Gumiel, de 1502. Don Pascual de Gayangos en sus Escritores en prosa anteriores al siglo XV (RAE, t. LI, Madrid, 1860, 79-228), incluía una edición de los Castigos e documentas para bien vivir ordenados por el Rey don Sancho IV, basándose en el MS. 6559 de la Biblioteca Nacional de Madrid y corrigiéndolo con el MS. 6603 de la misma biblioteca, que, como hoy se sabe, no conserva una versión original de la obra sino una elaborada en el siglo XIV, que interpola 40 capítulos de una versión castellana del De regimine principum de Fray Juan García de Castrogeriz. Dando un salto hacia el siglo XIV, F. Janer publicaba una obra de igual tenor, los Proverbios morales de Rabbi don Sem Tob (BAE, t. LVII, Madrid, 1864), utilizando como base el MS. Escur. b.IV.21, que presenta una versión modernizada de la obra. Estos eran todos los textos con que se contaba; los demás debíaselos buscar en los fondos de bibliotecas, que, aunque importantes, estaban por entonces mal catalogados. Por otra parte, Don José Amador de los Ríos daba a luz en el año 1863 el tercer tomo de su Historia crítica de la literatura española, donde por primera vez entraban en consideración de la crítica las [83] colecciones de sentencias del siglo XIII. Abría así caminos que se profundizarían en investigaciones posteriores.
2. Hermann Knust ante el método lachmaniano
La labor de Knust como editor de textos medievales castellanos llevaba a la Península el ejemplo de una corriente crítica alemana habituada a trabajar de manera muy diferente. Desde principios de siglo, la crítica textual germana había dado un vuelco debido a la aparición del “método lachmaniano”. Como sabemos, elaborando su metodología en el establecimiento del texto bíblico y el de los autores clásicos, el propio Lachmann no tardó en aplicar sus teorías ecdóticas sobre textos medievales. Para estas obras, la cantidad más reducida de testimonios que presentaba la tradición ofrecía la posibilidad de realizar ediciones con un aparato crítico exhaustivo en pro de presentar un texto de mayor rigor científico. Sólo a la vista de estas dos condiciones se explican las siguientes palabras con las que encabezó su edición de Flores de Filosofía:
Se publican las Flores según el texto del códice &.11.8. De las variantes hemos anotado las más importantes. Parecerá tal vez a algunos de nuestros lectores españoles que hemos pecado por dar demasiadas; pero de día en día gana más adherentes la opinión de que todas las lenguas, para profundizar su conocimiento, merecen una atención escrupulosa. Aunque creemos haberla prestado en esta edición, no estamos, sin embargo, seguros de que muchos sabios catedráticos de Alemania, que nunca satisfechos de variantes les tributan una especie de idolatría, no nos critiquen severamente a nosotros, pobre hijo viandante de la antigua República anseática a riberas del Weser, por haberlas omitido en los casos siguientes, ya que se encuentran muy a menudo en estos como en los demás manuscritos españoles (pp. 7-8).
Knust ofrecía su obra a dos públicos de especialistas con modalidades de trabajo muy dispares. El español, acostumbrado a editar un manuscrito y modificarlo sin dar demasiada cuenta de sus procedimientos, y el alemán, proclive a transformar el aparato de variantes en una intrincada selva. Pero a pesar de ello, y a sabiendas de las duras críticas que ello le podía acarrear, trabajaba con independencia, atento sólo a lo que, según su criterio, podía presentar como texto útil a los estudiosos: ni tan arbitrario como acostumbraban los españoles ni tan meticulosamente científico como proponían sus compatriotas. [84]
3. Su edición de Flores de Filosofía (1878)
Sus primeras opiniones sobre Flores fueron dadas a conocer en Jahrbuch für rom. und engl. Lit., X (1869), en donde hacía un estudio codicológico de varias obras conservadas en la biblioteca de El Escorial. El método que aplicaba parecía obvio en su aspecto teórico, pero era totalmente innovador para la crítica textual hispánica de aquellos tiempos, en la que no era frecuente el estudio de los textos con gran apego a las fuentes manuscritas. Para ello, comenzaba con una detallada descripción de los códices. Sólo a partir de aquí se permitía emitir juicios sobre las obras. Debido a esto, en contraposición a la opinión de don Amador de los Ríos (Hist. crit., t. III, Madrid, 1863, 439), que dudaba que el título que encabezaba la colección fuese el propio, argumentando que gran parte de los títulos eran de mano del siglo XV, Knust lo aceptaba señalando su aparición en el interior del texto. La prudencia le aconsejaba no avanzar más allá de lo que los textos le permitían. Por tal motivo, rechazando la diferente datación que dieron a la obra Covarrubias, Nicolás Antonio y Amador, optó por desistir de asegurar una: “Genauer kann der Zeitpunkt, wann die Flores geschrieben worden, nicht bestimmt werden, zumal jene beiden vermuthungen nicht einmal die Einzige sind, welche geltend gemacht wer den können. Oder sollte es etwa “descabellado” sein, die Zeit Alfons des Weisen (1284-1295) für eine besonders der Abfasung solcher schriften günstige zu halten?” (pp. 51-2).
El apego a las fuentes textuales no era una excusa para Knust, sino toda una norma de trabajo. En Alemania revisaba sus notas, y no intentaba ofrecer más datos que los obtenidos como resultado de la propia investigación en las bibliotecas españolas. Knust prestó mayor atención en sus viajes a la Biblioteca de El Escorial, y, en algún momento, esa parcialidad obstaculizó su trabajo. A propósito de Poridad de poridades (Jahkb. für rom. und engl. lit., X (1869), 153-72 y 310-17), escribía:
Eine Uebersetzung des Briefes ins Catalanische, welche hier einer, jedoch catalanischen Version der Poridat folgt, findet sich in der Handschrift L-2 der Nationalbibliothek in Madrid. Möglich, dass sich in eben diesem Codex noch andere derjenigen Schriftücke, die wir hier der Poridat folgen sehen, finden. Meine Aufzeichnungen sagen jedoch darüber Nichts, weil ich in Madrid nicht mehr Zeit hatte, mir das ganze Buch genau anzusehen (p. 317).
Luego el método consistía en basar la edición en un manuscrito, aquel que [85] presentaba la versión más primitiva, que en nada tenía que ver con la más completa, corrigiéndolo y enmendándolo con ayuda de los demás, intervenciones que iban rigurosamente marcadas en el texto. Trataba de utilizar todo el material que le brindaba la tradición, sin despreciar las copias fragmentarias. En el caso de Flores, sólo desdeñó la interpolación de ocho capítulos que presenta el Ms. BNM 18415 en la quinta parte del Conde Lucanor, manuscrito del siglo XVI que perteneció a don Pascual de Gayangos, pues ya el “método lachmaniano” había sentenciado para los textos clásicos las copias humanísticas. Al mismo tiempo, enriquecía su edición con abundantes notas que marcaban paralelos con otras obras del mismo género, tales como Castigos e documentos, Bocados de oro, Zifar, Sem Tob y colecciones de proverbios orientales y occidentales. Siempre nos ha resultado llamativo el hecho de que Knust no indicara algún parentesco entre Flores de Filosofía y el Libro de los cien capítulos, máxime teniendo en cuenta que algunas copias de Cien capítulos aparecen en manuscritos que también incluyen copias de Bocados de oro, texto que conocía muy bien. Tal vez sea ésta otra consecuencia del conocimiento no tan profundo que tuvo de la Biblioteca Nacional de Madrid, pues tres de las copias de Cien capítulos se hallan en esta Biblioteca, la cuarta en la Biblioteca Menéndez Pelayo, en Santander (vid. Libro de los cien capítulos, edición Agapito Rey, Bloomington, Indiana Univ. Press, 1960, xvii-xxi) y una todavía no utilizada por la crítica, el MS. 1763 de la biblioteca universitaria de Salamanca (vid. María Jesús Lacarra, “Un fragmento inédito del Calila e Dimna (Ms. P)”, El Crotalón, 1 (1984), 679-706).
4. La tradición manuscrita de Flores y los “Castigos del Rey de Mentón” del Libro del cavallero Zifar
Antes de continuar, volvamos nuestros pasos sobre lo que la crítica reflexionó sobre esta obra. Knust basó su edición en el Ms. Escur. &.II.8, que cotejó y anotó con los mss. escurialenses h.III.1, X.II.12, el fragmento &.II.8 (fs. 94-97) y el Ms. BNM 9428 (olim Bb. 33). Desde entonces, manejamos esta edición. M. Lacetera Santini (“Apuntaciones acerca de Flores de Filosofía”, en Annali della Facoltà di Lingue e Letterature Straniere dell'Università di Bari, I, 1 (1980), 161-172) anunció que estaba trabajando en una nueva edición de la obra que hasta ahora, según nuestras noticias, no ha dado a luz. Con anterioridad John K. Walsh (El libro de los doze sabios o Tratado de la nobleza y lealtad (ca. 1237). Estudio y edición, Madrid, BRAE, 1975, Anejo XXIX, 47 n. 111) [86] aportó a los hispanistas un precioso dato: en el Ms. Escur. S.II.13 aparece una versión de Flores, que según Lacetera Santini, se refiere a una versión abreviada, que contiene el cap. I y partes del texto que se creían exclusivos de los demás manuscritos (p. 168). Knust distinguió dos redacciones en la tradición: “Ni el texto ni el orden de los capítulos son en todos los manuscritos los mismos, pues que se pueden distinguir dos redacciones algo diferentes. De ellas, la más corta es, a nuestro modo de ver, al mismo tiempo la más primitiva; nos la ha conservado el códice &.II.8” (p. 7). También Barry Taylor (“Old Spanish Wisdom Texts: Some Relationships”, La Corónica, 14:1 (1985), 76) recientemente distinguió dos versiones, una breve y otra larga, aunque considera que el Ms. Escur. &.II.8 es uno de los que conserva la extensa (!!). Sin embargo, pese a los frecuentes paralelismos que Knust establece en sus notas, la crítica ha dejado de lado en las consideraciones codicológicas lo que la tradición manuscrita indirecta nos transmite: la incorporación verbatim de todo el texto de Flores –con excepción de las leyes I, XXII, XXXV, XXXVIII y la ley VIII del apéndice– entre los “Castigos del Rey de Mentón” contenidos en el Libro del cavallero Zifar. Roger M. Walker (Tradition and Technique in “El Libro del cavallero Zifar”, London, Tamesis, 1974, 134-142), en las páginas que dedicó a la relación entre Zifar y Flores, incluyó una correspondencia de capítulos que evidencia la forma en que fueron reordenados los capítulos de Flores. Por el momento, a nosotros nos interesa sólo destacar algo más que la estricta fidelidad con que se incorporó el texto de Flores a Zifar. El cotejo de algunos pasajes coincidentes de ambas obras echa como resultado que las variantes entre ambos textos no sólo se deben al proceso de transmisión manuscrita de cada obra, sino también al hecho de haberse servido el autor del Zifar de un texto de la familia hB (y no de la &.II.8 que edita Knust) como lo revela la interpolación contenida en la Ley XXXII de Flores:
Flores, Ley XXXII (pp. C6-67)
Sabed que la buena guarda es que meta omne mientes en sy e en las cosas en que entiende a que ha de acudir, e esto ha de seer ante que lo comience, ca el que se mete en aventura en las cosas en que puede errar es atal commo el ciego que se mete a andar en el lugar que ha sylos o poços do puede caher. Pues la guarda desto es commo la [87] rred que esta parada, e cahen en ella los que se non guardan de mal. E otrosy quien se adelanta yerra, e el que se quexa non cunple. E mas grado deues aver al que te metiere miedo fasta que lliegues a saluo, que al que te ayudare e esforçare fasta que te meta en lugar do este syenpre a miedo e con grand rrecelança, ca cerca del miedo y es la rrecelança y es el seguramiento. E a las vegadas mas vale arte que ventura. Pues la peresa e la mala guarda aduse al omne a suerte de muerte, e quien demanda cosa ante de ora a la despues de ora. E de la cosa que non sabe omne, quando acaescera, deue se aparejar e apercebir para defenderse della quando viniere.
Zifar (ed. González Muela, p. 307)
E sabet que grant guarda es meter ome mientes en las cosas ante que las comiençen fasta que sepan que ha ende nasçer o que ha de reducir; ca el que se mete en aventura en las cosas que puede errar es tal como el çiego que se mete a lidiar en los logares do ha sillos o pozos en que puede caer; pues la mala guarda es red para caer en ellos [87] los que se malguardan. Otrosí el que
adelanta yerra e el que se quexa non cunple lo que quiere. Çertas, mayor grado devedes aver al que vos asegurare fasta que vos metades en lugar de miedo;
ca çerca de la segurança ay miedo, ay segurança. E dizen que, a las vegadas mas vale arte que ventura; pues que pereza e mala guarda aduze a omes a suerte de muerte.
hB: Sabet que quien demanda la cosa ante de la ora aueria ha con ora e quien la demanda a sinora es en dubda si la auera o non, porende quando viniere a omne ora de buena andança e la dexa finca con mansilia, e el que dexa de faser lo que deue avra de faser lo que non deue.
hBX: E el apercebimiento es punar sienpre en faser bien lo que deue, e non se entremeter en lo que non deue. Por ende mas vale poco fecho con seso que mucho fecho sin seso e con fuerça. E quando te apercibieres e pierdieres non te arrepientas, e quando te entremetieres e ganares non te precies. E sabet que quien metiere mientes en los buenos sesos conoscera los lugares de los yerros. E porende mete mientes, quando ouieres vagar, como faras quando te vieres en coyta.
E sabet que quien demanda la cosa ante de tienpo puede la aver de con ora; e si la demanda al punto que es mester, es dubda si la abra. E por ende, quando viene o ome buena andança e la pierde por pereza, finca con mansiella. Otrosi el que dexa de fazer lo que deve abra de fazer lo que non deve. E el aperçebido siempre puna en faser bien lo que puede, e non se entremete en lo que non deve. Por ende, mas val poco fecho con seso que mucho sin seso e con fuerça.
Quando vos aventuraredes, non vos preçiedes. E sabet que quien metiere mientes en los buenos sesos entendera los logares de los yerros.
Por ende, mete mientes quando vagar ovierdes como fagades quando vos vierdes en cuita.
Esta fidelidad –que no se debe confundir con la “calidad de la copia” utilizada– contrasta con la libertad con que el autor recreó la leyenda de Plácidas. Es evidente, que la autoridad del texto sentencioso no le permitió efectuar una reelaboración del texto, como en el caso de la leyenda. Por eso, nos parece que un estudio codicológico y una futura edición de Flores no pueden obviar el texto utilizado por el anónimo autor del Zifar, insistimos más cercano a la familia hB que a la de &.II.8, y, cuando menos, darle un lugar en el stemma o dentro de [88] la tradición, si no se lo elabora.
Bien es cierto que el interés de Knust por estas obras era más lingüístico que literario. Para él cada obra ofrecía un momento histórico de la lengua y sus ediciones tanto de colecciones de sentencias como de leyendas pretendían ilustrar esos estados. De ahí que muestre gran respeto por las grafías de los manuscritos, a semejanza de la escuela inglesa.
5. Los Mittheilungen aus dem Eskurial (1879)
A pesar de haber transcurrido algo más de una centuria desde su publicación, los Mittheilungen… siguen siendo una obra indispensable para el estudio de las colecciones de sentencias del siglo XIII, no sólo por la diversidad de textos que incluye, sino también por la gran cantidad de notas, con las que establece paralelos con obras de prosa didáctica castellanas de toda la Edad Media y con colecciones europeas del mismo género que, como romanista, conocía bien. Así evaluó Walter Mettmann esta de Knust (“Neues zur Überlifeningsgeschichte der sogenannten Bocados de Oro”, en Festschrift für Fritz Schalk, Frankfurt, 1948, 118-119): “In einer Hinsicht aber wird die Knust'sche Ausgabe wohl kaum jemals ersetzt werden können: Die Anmerkungen zum Text verweisen auf zahllose Parallelstellen in der antiken und der modernen, der europäischen und der orientalischen gnomischen Literatur, ein Gebiet, auf dem Knust von einer ganz erstaunlischen Belesenheit gewesen ist”.
6. Su edición del Libro de los buenos proverbios
La primera de las colecciones que incluyó fue el Libro de los buenos proverbios, traducción, como se sabe, de las sentencias de Hunayn ibn Ishāq, más conocido como Johannicius, quien vivió entre el 809 y el 873. Este médico de Bagdad escribió una serie de sentencias tituladas Kitāb ādāb Al-Falāsifa, cuya traducción constituyen los Buenos proverbios. Knust encontró a la obra en dos manuscritos, el escurialense L.III.2, que utilizó como base para su edición, y el h.III.1 (a los que hoy hay que agregar otros tres: BNM 17814, el Ms. P de la Biblioteca Universitaria de Salamanca y el ms. BNM 9428 del cual nosotros damos noticia en este mismo volumen). [89]
7. Versiones y redacciones de Bocados de oro
El panorama de Bocados de oro se le presentaba más complejo por la gran cantidad de copias manuscritas y ediciones existentes. No debemos olvidar que Bocados de oro junto con Calila e Dimna, Libro de los doze sabios e Historia de la donzella Teodor fue una de las pocas obras del periodo alfonsí impresas más allá del siglo XV. Knust conoció cinco manuscritos –B, e, g, h, p– y dos ediciones –T, V– (actualmente hay que agregar los manuscritos m, n, o, la edición S –Sevilla, 1495– y los capítulos que conserva el manuscrito P de Salamanca) que le presentaban una tradición manuscrita más compleja. Notó que el libro evidenciaba dos redacciones diferentes en su comienzo, pero de igual final. Los manuscritos B, e y la edición de Valladolid (1527) adicionaban al corpus de sentencias y hechos de sabios siete capítulos iniciales en los que se contaban las aventuras de Bonium, rey de Persia, en busca de la sabiduría, en India. Su edición reprodujo esta versión, basándose en el ms. Escur. e.III.10, que consideró de la época del rey sabio. Aún se vio inclinado a pensar si ese rey en busca de la sabiduría no sería una representación del rey don Alfonso, e indicó la historia de Bonium como paralela a la de Nuschirwan, quien había enviado a su médico, Perozes, a India a procurar las fábulas de Bidpai (p. 560). Por otra parte, recientemente Barry Taylor (loc. cit., pp. 74-5) preocupado por definir el texto de Bocados aportó una nueva perspectiva, distinguiendo en la tradición tres versiones: A y C (esta última agregando interpolaciones de los Apéndices 1-14 de Knust y el Capítulo de la doncella Teodor) correspondientes a la primera redacción; B (cerrándose con el Capítulo del Filósofo Segundo) correspondiente a la segunda redacción). El estudioso sostiene que la adición de los mss. hgp, “Capitulo que fabla de los enxenplos de ciertos sabios antiguos, e las sus rrazones son estas” y “Estos dichos dixo un sabio a vuelta de otros” (vid. Apéndice V de Knust, pp. 402-14), pertenecientes a la versión C forman, junto con el prólogo, parte del texto de Bocados: “It seems to me that whereas the decision of editors to omit Secundus-Teodor as a separate text was proper in that it is also preserved in witnesses independent of Bocados, both the Prologue and Appendix V should be edited as integral parts of Bocados” (p. 75).
Sin desconocer la validez de estas tres versiones en la tradición manuscrita, insistimos sobre la existencia de dos redacciones, la primera editada por Méchthild Crombach (Bonn, Romanisches Seminar der Universität, 1971) [90] más cercana al original árabe, con la que coinciden las versiones A y C de Taylor; la segunda, editada por Knust, coincidente con la versión 8 de Taylor, las cuales no se diferencian sólo por los siete capítulos iniciales añadidos. Hay aún diferencias más profundas: inversión del orden de capítulos: la segunda redacción antepone los “Dichos y hechos de Catalquius” a los de “Tad” y los de “Galieno” a los de “Gregorio”; omite el capítulo de los “Dichos y hechos de Asaron” (pp. 143-45, ed. Crombach), y si bien estas diferencias pudieron haber sido ocasionadas en el proceso de transmisión manuscrita, se ha reelaborado el cap. XXIII “Capítulo de los dichos de muchos sabios e non fallaron a ninguno d'ellos tantos dichos por que los posiessen capitulos apartada mente” (pp. 168-81, ed. Crombach; pp. 357-66, ed. Knust) atribuidos ahora al primero de los sabios que se menciona, Proteus:
Bocados
(ed. Crombach, p. 168)
Capitulo de los dichos de muchos sabios e non fallaron a ninguno d'ellos tantos dichos por que los possiessen capitulos apartada mente.
Preguntaron a Proteus, que un ome que teñis a su cabello tinto negro, por que lo fazie?, e dixo: Por que non le demanda sen sabiduria de viejo.
E dixo Plint: el nescio, quanto mas bien ha atanto es mas feo.
E preguntaron a Aristotiles: Quando es bueno de yazer con la muger? E dixo: Quando quisieres enflaquescer tu cuerpo. E preguntaron a Dimicratis, que en que era mas sabio que todos los otros sabios, e dixo: En que se que se poco.
E dixo: El sabio contrallador es mejor que el nescio otorgador. E dixo un su discípulo: El nescio non puede ser otorgador, nin el sabio contrallador.
Cativaron a Aseus, e un ome que lo querrie conprar preguntole, de que linaje era. E dixole: Non demandes por mi linaje, mas demanda por el mi seso e por mi saber…
Bonium
(ed. Knust, pp. 357-8)
Capitulo XXI. De los castigamientos de Proteus.
Proteus era del linaje de Oson, e fue muy sabio, e fiso muchos libros.
E preguntaron a Proteus por un omne que tenia su cabello tinto e negro, porque lo fasia: e dixo: “Por que non le demanden sabidoria de los viejos”. E dixo: el nescio quanto mas bien ha tanto es mas feo.
E preguntaronle: “Quando es bueno de yaser con muger?” Dixo: “Quando quisieres enflaquecer tu cuerpo”.
E preguntaronle en que era mas sabio que todos los omnes. E dixo: “En que se que se poco”.
E dixo: “El sabio contrallador es mejor que el nescio otorgador”. E dixo un su deciplo: “El necio non puede ser otorgador, nin el sabio contrallador”. E cativaron a Proteus, e un omne que lo quería conprar preguntole: “¿De que linaje eres?” E dixo: “Non demandes por mi linaje, mas demanda por el mi seso e por el mi saber”…
Nos parece claro que existieron dos estados de recepción de esta obra muy diferentes. Para individualizarlos, denominamos Bocados de oro al más antiguo y [91] cercano al original árabe; al segundo, Bonium, el cual, además de las diferencias ocasionadas por el proceso de transmisión manuscrita, refleja la participación de un reelaborador que decidió prologar la obra y echar mano a partes internas del texto.
8. Balance de ambas ediciones
El establecimiento del texto de ambas obras, si bien hecho con una preocupación filológica escrupulosa, se resiente por el hecho de que Knust no cotejó las lecturas de los manuscritos con sus fuentes árabes. Harlam Sturm (The Libro de los buenos proverbios. A critical edition, The University of Kentucky Press, Lexington, 1970) realizó una nueva edición de la traducción castellana de la obra de Hunayn, tomando como texto base el ms. Escur. L.III.2 y corrigiéndolo únicamente con el ms. Escur. h.III.1. Pero a juicio de John K. Walsh (Al-Andalus, 6, 41, 1976, pp. 355-84) una empresa de este tipo no es tarea tan sencilla. Una edición crítica de Buenos proverbios debe hacerse teniendo en cuenta, además de las copias fragmentarias, la fuente árabe y las interpolaciones de Buenos proverbios que hoy se sabe fueron hechas en la General estoria, en el Pseudo-Séneca del siglo XV y en la Floresta de filósofos. En cuanto a Bocados, como estudió Mettmann (1948), la edición de Crombach (1971) estableció el texto haciendo frecuentes referencias a su fuente árabe, además de aprovecharse del nuevo material descubierto.
9. Capítulo del filósofo Segundo
Knust encontró también que la versión de Bonium se cerraba con el Capítulo de las cosas que escribió por respuesta el filósofo Segundo a las cosas que le preguntó el emperador Adriano. La tradición textual le presentaba una variedad de versiones en diversas lenguas. Knust consideró a las versiones europeas como procedentes todas de un texto original árabe al cual tradujeron y adaptaron. La descendencia de esa leyenda árabe en Europa se divide en dos ramas. Una hispano-latina en la cual incluyó una versión latina amplia transmitida por Vicentius Bellovacensis en su Speculum historiale, Lib. XI, cap. 70 (Strassburg, 1473), y de ahí pasó a Konrad von Homborch y su Libellus de vita et moribus philosophorum (Köln, 1475) y a la Prima Pars Historiarum Dom. Antonini, Tit. VII, cap. IV (Lugdini, 1527) de Archipresulis Florentini. La versión breve [92] corresponde a Casp. Barthii Adversariorum commentariorum, Libri LX, Lib. XV, cap. XVII. Dentro de esta rama de la tradición se inscriben las versiones castellanas de Bonium y de la Estoria de España, cap. 196.
La segunda rama de la tradición (greco-latina) está conformada por la Altercatio Hadriani Augusti et Epicteti Philosophi y la versión griega publicada sin la parte narrativa por Lucas Holstenius en 1638 y en forma completa por Orelli en sus Opuscula graecorum veterum sententiosa et moralia, I (Roma, 1819).
Hoy sabemos que una nueva copia de la versión castellana se halla en el tantas veces aquí mencionado manuscrito P de la Biblioteca Universitaria de Salamanca.
10. Las dos redacciones de la Donzella Teodor
Entre los apéndices a sus Mittheilungen, Knust adicionaba un “Capitulo que fabla de los enxenplos e castigos de Teodor, la donsella” (pp. 507-17, con comentarios en pp. 613-30), relato que desde su llegada a la imprenta toledana de Pedro Hagenbach hacia 1498, y en Lisboa en 1658, recibió innúmeras impresiones en la Península, habiendo corrido inclusive como libro de cordel (vid. una lista completa de las ediciones en La historia de la donzella Teodor. Ein spanisches Volksbuch arabischen Ursprungs Untersuchung und kritische Ausgabe der ältesten bekanten Fassungen von Dr. Walter Wettmann, Mainz, Akademie der Wissenschaften und der Literatur, 1962, pp. 18-23).
Knust observó que el texto de esta obra estaba colocado como un epílogo al de Bocados de oro, conservado en el ms. Escur. h.III.6, fs. 118b-123b: “Der Text unser Ausgabe ist der bereits im Nachworte zu den Bocados de oro beschrei benen Handschrift h-III-6 der Eskurialbibliothek entnommen, indem g und p Vergleichung herangezogen worden” (p. 629). Al cotejo realizado con los manuscri tos g (Ms. BNM 17853) y p (Ms. BNM 17822), añadió las variantes del ms. Aa (actualmente sig. 9055) de la B.N. Madrid, al cual consideraba de poca importancia para el establecimiento del texto 629).
El relato de uno de los tantos accidentes que tuvo con un bibliotecario nos podrá dar una idea más precisa de las dificultades que rodeaban la labor del filólogo en el importante proceso de la recensio. Don Octavio de Toledo, encargado por el gobierno en 1868 de catalogar la biblioteca catedralicia de [93] la ciudad, aseguró a Knust haber visto en alguno de los volúmenes de esa importante biblioteca una copia de la Donzella Teodor, aunque no habiendo anotado nada en su momento, por más que se esforzó, nunca pudo volver a saber en qué volumen se hallaba. El germano no dejó de buscar por su lado, pero, aunque revisó cuidadosamente el catálogo de dicha biblioteca, que se encontraba en la Nacional de Madrid, todos sus esfuerzos resultaron infructuosos. Así, debió renunciar a cotejar esa copia de la que tenía noticias. Este tipo de dificultades debieron ser continuas en su labor por tierras españolas. Pasados tantos años, la existencia del manuscrito toledano es todavía conjetural. ¿Estaba en lo cierto don Octavio? El moderno editor de la Historia (Mettnann, 1962), pese a ofrecernos una cuidadosa edición de las tres versiones de la Donzella Teodor, nada dice sobre este posible testimonio.
Además de estos manuscritos, Knust ofrecía noticias de la existencia de ediciones a partir de la de Zaragoza de 1540, indicando en notas a su estudio las diferencias de contenido entre unas y otras.
El intento de Walter Mettmann (1962) de establecer un texto de la Donzella Teodor tomó diferente rumbo. Mettmann observó tres versiones, todas conservadas en testimonios del siglo XV (1. Mss. m, g, p, h; 2. Ms. a; 3. Incunable de 1498), que, aunque presentan diferencias entre sí, derivan todas de un único arquetipo (dto), traducción árabe del antiguo relato. La tradición posterior de este arquetipo se dividió en dos ramas, de las cuales resultan, de una, las ediciones BPM con sus grupos y el ms. a, y de la otra, las copias manuscritas mgph. Las ediciones BPM muestran tres estados diferentes del texto. En el primer estado, B amplía el primer examen de la doncella con un fragmento textual con consejos sobre economía y cuidado de la salud, clasificados según los meses del año, tomado del Repertorio de los tienpos de Andrés de Li, impreso por Pablo Hurus en Zaragoza, año de 1492. Las preguntas del tercer examinador están tomadas de las Preguntas que el emperador Adriano hizo al infante Epitus. El segundo estado, representado por el grupo P (Sevilla, Estanislao Polono, h. 1500?) posee otras variaciones: la enumeración de los conocimientos de la doncella se ha conservado más brevemente; en el primer examen se intercalan trozos sobre la constelación del zodíaco, también sacadas del Repertorio de los tienpos. Todas las ediciones posteriores a B agregan en el examen del médico nuevas consideraciones sobre el zodíaco (vid. Apéndice 1 de Mettmann, pp. 65-73). El tercer estado, [94] correspondiente al grupo M (Zaragoza, Juana Milian viuda de Pedro Hardayn, 15 de mayo de 1540) presenta nuevos añadidos de Hadriano y Epitus al final del primer y tercer examen (vid. Apéndice 2 de Mettmann, pp. 73-6).
Luego de una minuciosa clasificación de los manuscritos y ediciones, Mettmann se inclinó por el incunable de 1498 como texto base para establecer su edición, relegando a m para la versión manuscrita: “Als Grundlage für eine Ausgabe kannte nach dem bisher Gesagten nur der Druck B, für den in B fehlenden Anfang und Schluss der Erzählung und die Zusatse der ersten Erweiterung P, für die zweite Erweiterung M, für die handschriftliche Version m herangezogen werden” (p. 31).
Mettmann editó las tres versiones de la Donzella Teodor. Por el lugar que otorga a cada una en su obra, parece ser que, para el filólogo germano, la versión más importante es la transmitida por B, que encabeza su edición, y en un segundo lugar las de a y mgph, que conforman los Apéndices (Anhangen) 3 y 4, junto a fragmentos de las ediciones que se apartan de B (Apéndices 1 y 2).
Las tres versiones reconstruidas por Mettmann han sido establecidas en vista a la edición de cada una de ellas, que, desde la de Hermann Knust y el estudio de don Marcelino Menéndez Pelayo (“La doncella Teodor. Un cuento de las Mil y Una Noches, un libro de cordel y una comedia de Lope de Vega”, en Estudios de crítica literaria, t. V, Madrid, 1908, 129-89) se han venido utilizando indistintamente. Veamos que resulta del cotejo de cada una de ellas.
1. Versión mgph. Versión breve. Corresponde, como indicó Mettmann (1962, p. 76), a la antigua redacción del relato. En Babilonia un mercader compra una doncella pagando por ella “muchas doblas e muchos florines” (p. 76). Al poco tiempo el mercader se ve en apuros económicos y solicita consejo a la doncella sabia. Ella pide nobles vestiduras, afeites y ser llevada ante el rey Abomelique Almançor para ser vendida al precio de diez mil doblas de oro fino. La doncella descubre al rey todo su saber y éste, maravillado, manda llamar a los mayores sabios de su corte para que comprueben el saber de la doncella. Tres hombres letrados, un alfaquí, conocedor de justicias y leyes, un físico y un sabio en gramática, lógica y retórica interrogan a la doncella. La disputa alcanza su clímax en el enfrentamiento con el tercer sabio, Abrahen el trovador, cuya fama y preguntas lo hacen ser el más peligroso. La acción se enriquece con la promesa del sabio de entregar sus ropas en caso de ser vencido y, en el momento de [95] cumplirla, con su oposición a despojarse de sus paños menores. Finalmente, como premio, el rey da a elegir a la doncella entre quedarse en el palacio o casarse. Teodor decide casarse con el mercader. La frase de cierre del relato recuerda la de ciertos cuentos populares: “E casose con el, e fueron muy rricos dende en adelante para siempre jamas” (p. 85).
2. Versión a. Copia fragmentaria del relato breve. Se inicia con el primer examen atribuido aquí al “maestro sabidor de la ley e de los juyzios e del Libro de Dios” (p. 85). Amplía la primera pregunta (“que ordeno Nuestro Señor Dios sobre vos el dia que nasçistes”, p. 85) con elementos cristianos. Adiciona una pregunta sobre la castidad, eliminando aquella sobre los mandamientos y creaciones de Dios. El resto es similar a mgph. Finalmente, la doncella decide quedarse con el mercader. No se menciona para nada el casamiento, aunque esta diferencia pudo ser dada por la omisión del final: “E entonçe pregunto el rrey a la donzella sy queria quedar con el o sy queria yr con el mercador. E la donsella dixo: 'Señor, mas quiero yr con el mercador que me ha criado fasta agora'” (p. 89).
3. Versión B. Presenta una versión ampliada del relato. La narración está cargada de detalles. La acción se ubica en Túnez, el mercader es natural de los reinos de Hungría y la doncella es una cristiana de las partes de España. El mercader compra a la doncella en una plaza y pierde todos sus haberes en un naufragio. Es él quien decide venderla. Ella pide ser vestida, arreglada y ser llevada ante el rey Mirammolin Almançor para ser vendida por diez mil doblas de oro bermejo. El mercader va a buscar las ropas y afeites a casa del moro Mahuma, su amigo, a quien le explica su desgracia. Da gracias a Dios por lo que ha conseguido y regresa a su casa. El relato se detiene en precisiones narrativas previas al diálogo del rey con la doncella: cómo lograron entrar al palacio, conversación del mercader con Almançor sobre la doncella, &c. También se detallan los saberes de la esclava con más detenimiento que en las versiones anteriores. Tres sabios disputan con ella: un sabio en teología, otro en lógica, medicina, astrología y filosofía; el tercero, sabio en gramática, lógica y artes liberales. La disputa presenta ampliaciones y retoques. La disputa con el primer sabio se amplía considerablemente agregando elementos del Repertorio sobre las propiedades de los meses. El tercero, Abran el trobador, es aquí un judío. Se amplía esta parte con las Preguntas. El sabio formula más [96] acertijos que en las versiones manuscritas, pero se mantiene el hilo argumental. El final se aparta de las anteriores versiones. El rey pide a la doncella que le demande lo que ella quiera. Teodor pide que se le deje regresar con el mercader. El rey le regala mil doblas de buen oro y la deja libre. Con ello, la doncella saca al mercader de los duros trabajos a que estaba condenado.
Si consideramos la tradición manuscrita de esta obra hasta el siglo XV, observamos que las versiones manuscritas a, mgph y la impresa B (con su evolución posterior en una forma M y otra P) evidencian un proceso constante de adaptación y modificación del contenido paremiológico del relato tanto como de su forma narrativa, consecuencia de la existencia de una doble redacción de la obra. Las modificaciones hechas al relato en el siglo XV son más profundas que las realizadas en la doble redacción de Bocados de oro, ya que en la redacción del siglo XV se narra con más minuciosidad, se amplía el material sentencioso y se modifica la estructura del relato dividiéndolo en ocho capítulos. Entendemos que se hace necesario establecer precisiones terminológicas que distingan los diferentes estados por los que pasó esta narración. Designamos bajo el título genérico de Donzella Teodor a aquella traducción del cuento árabe que se hizo en el siglo XIII (dto), cuya forma sólo nos es conjeturable a través de las copias manuscritas a y mgph. Denominamos Capítulo de la donzella Teodor a la versión breve conservada en amgph, aunque es claro que la tradición manuscrita de a difiere de la de sus congéneres. Reservamos el título Historia de la donzella Teodor para la versión amplia de BPM y sus respectivos grupos, de texto bastante distante de amgph, fundamentalmente por los agregados hechos en el XV.
11. Reflexiones a más de un siglo de su muerte
Actualmente parece iniciarse en el estudio de estas colecciones una etapa en la que se presta mayor atención a las versiones manuscritas que a las frecuentes reelaboraciones artísticas que estas obras sufrieron. Bien es cierto que si podemos marcar una característica distintiva de estas colecciones es la de presentar un corpus sentencioso que, aunque de carácter tradicional, es proclive a la posibilidad de mutación, a la recepción de nuevos materiales o a su transmisión en forma fragmentaria. Los estudios orientados hacia este nuevo rumbo, que otorgan el mismo valor a cada modificación que opera la tradición, nos llevarán a conocer un aspecto todavía no explorado: la recepción de estas obras [97] por sus contemporáneos y no ya la constitución de un ideal único texto originario.
Nuestro propósito de reconsiderar la labor crítica de Hermann Knust a la luz de las investigaciones que le sucedieron se originó en el relevamiento textual de algunas colecciones de sentencias. En el frecuente manejo de su obra, la figura del filólogo, que tan tempranamente introdujera el rigor científico en el campo textual, ha ido creciendo ante nosotros. No encontramos otro editor que por aquellas épocas basara sus ediciones en un conocimiento tan profundo y directo de la base documentaria. Para el campo hispánico su obra, vista en la perspectiva de un siglo de investigaciones, viene a marcar el comienzo de las ediciones científicas modernas, basadas en un sólido conocimiento de la tradición documentaria.
Las frecuentes equivocaciones con que se cita su obra (obsérvese la recurrente mención de una edición de Knust de Poridat de las poridades en Jahrb. fur rom. und engl. Lit. X, 1869, 153-72 y 303-317, que nunca realizó) parecen alejar su labor de nosotros y disminuir su importancia. No creemos, por el contrario, que su obra deba ser considerada por todo estudioso de la prosa castellana didáctica como punto final e insuperable, pero sí entendemos que es aún tierra fértil de donde pueden trazarse las nuevas direcciones de las investigaciones futuras.