Filosofía en español 
Filosofía en español


Entrevista a Gustavo Bueno
La filosofía en el bachillerato, un sistema de pensamiento

Tomás García López

Gustavo Bueno Martínez, catedrático de Filosofía de la Universidad de Oviedo es, sin duda, uno de los filósofos españoles más originales y fecundos. Así lo acredita su ya amplia e ineludible producción: El papel de la Filosofía en el conjunto del saber (Ciencia Nueva 1970), Etnología y Utopía (Azanca 1971, Júcar 1987), Ensayos materialistas (Taurus 1972), La Metafísica presocrática (Pentalfa 1974), La idea de ciencia desde la perspectiva del cierre categorial (U.M.P. 1978), Ensayo sobre las categorías de la Economía Política (La Gaya Ciencia 1972), &c. E innumerables artículos en muchas revistas especializadas: El Basilisco (de la que es fundador), Revista de Filosofía del CSIC, Theoría, Sistema, Cuadernos del Norte, Argumentos, Monobloc, &c., o en las ya desaparecidas: Cuadernos para el diálogo, El viejo topo...

Ha conseguido traspasar la difícil barrera del reconocimiento internacional (Dictionaire des philosophes, dirigido por Denis Huisman, P. U. F. y Diccionario Enciclopédico de las Ciencias Filosóficas, dirigido por H. J. Sandkühlen, Universidad de Bremen), tras conseguirlo en el ámbito de la lengua española (Diccionario de Filosofía de Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía Contemporánea, dirigido por M. A. Quintanilla, Terminología Científico-Social, dirigida por R. Reyes).

Pero en la presente entrevista nos centraremos, no obstante, en la estrecha relación que el profesor Gustavo Bueno ha tenido y tiene con la Enseñanza Media.

1. Profesor de Filosofía en el Bachillerato (de 1949 a 1960). ¿Qué recuerda de su etapa como Catedrático de Filosofía en el Instituto de Enseñanza Media “Lucia de Medrano” de Salamanca? ¿Qué diferencias apuntaría entre aquel Bachillerato y el actual?

Recuerdo muchas cosas. Pero antes de entrar en el Instituto tenía ya cierta experiencia como profesor de Filosofía, Latín y Matemáticas en Colegios Academias de barrios extremos de Madrid, actividad que realicé al acabar la carrera, allá por los años 45... Simultáneamente estaba en el Luis Vives como becario; nos pagaban 200 pesetas o menos.

De aquellas Academias, medio clandestinas, recuerdo una clase para 50 o 60 alumnos, procedentes algunos ellos de la guerra civil; les preparábamos para la reválida de 7°; les exponía lo que era la demostración por recurrencia, unas cosas de Poincare y series (“si vale para n, vale para n + 1”). Y había allí un alumno que me decía: “¿pero esto en qué libro de Filosofía está?”. No concebía, el hombre, que en clase de filosofía se pudieran usar conceptos contenidos en el manual de Matemáticas. Recuerdo, también, las clases de Latín en otra Academia. Había que traducir a Cicerón, a Cesar, &c. Aprovechaba los viajes en metro para contrastar las traducciones. Luego, en clase, ante las pretensiones de hacer un poco de Teoría gramatical recibía el correctivo del director: “al grano al grano –decía– déjeme de teorías, lo que hace falta es que traduzcan”.

En el Instituto de Salamanca la situación fue diferente. No había ya un director de Academia que te decía lo que tenías que hacer... De esta etapa de 11 años como profesor de Filosofía en el Instituto “Lucía de Medrano” recuerdo muchas cosas: Me enteré de quién era Lucía de Medrano... Había en Salamanca (años 50) una tal densidad de clero (“cinturón de incienso”) que se reflejaba en la enseñanza. Estaba todo lleno de colegios de frailes y de monjas (Teresianas, Jesuitas...) muy buenos, con excelentes edificios de piedra; por contraste nuestro centro estaba en un edificio de parias, nuestros alumnos procedían de los pueblos, había que enseñarles a hablar: decían “afusilar”...; citábamos este ejemplo a modo de comparación con otros centros, que partían de un nivel superior en el Bachillerato.

Otras cosas que recuerdo muy bien, pues lo aprendía por mi cuenta al tocarme ser director, fue la “educación musical”. Pusimos megafonía en el centro, compramos discos microsurco e impusimos unas audiciones de concierto obligatorias los sábados por la tarde (Mozart, Beethoven, &c.) y conferencias (recuerdo las de García Brines sobre Stravinsky). Ante las protestas de los padres por estas sesiones, que consideraban pérdida de tiempo, tuve que persuadirles de que aquello era tan importante como cualquier asignatura.

Otro buen recuerdo: el hecho de que en el Instituto estabas en contacto con gentes de otras especialidades (Física, Matemáticas...), y se formaba un tipo de relación que creaba un ambiente universitario más real que el que ahora tenemos en las Facultades. Cuando vine a Oviedo tenía ese esquema y el de estar muy en contacto con la Universidad. No había esa distinción que hay ahora entre Instituto y Universidad.

Recuerdo que estaban entonces en las facultades de Salamanca: Ferrando, profesor de Física Teórica, mentor mío en esa disciplina, Cuesta Dutari, Tierno Galván, el penalista A. Oneca, el bioquímico Colás, el biólogo Galán, Tovar, Lázaro, Ruiz Pérez, Barbado Viejo... Y no había diferencia alguna entre nosotros: ellos iban al Instituto y los profesores del Instituto estábamos muy a menudo en las bibliotecas y aulas universitarias.

Quizá porque yo procedía de aquel gremio siempre he defendido, tomando el ejemplo francés de tránsito obligatorio Liceo-Universidad (esos son los casos de Curie, Bergson, Merleau-Ponty, Sastre, &c.), la conveniencia de que se empezase a hacer las primeras armas en un Instituto antes de pasar a la Universidad y que la carrera universitaria fuera continuación del Instituto.

Con el P. Barbado Viejo, obispo de Salamanca, hermano del que fuera profesor mío en Madrid, mantuve yo una relación muy curiosa, parecida tal vez a la que se vio entre Gil de Santillana y el Duque de Lerma. Así la veía yo: un prócer con esa potencia tremenda (Obispo, Presidente de la Pontificia, Director de la BAC...) y un joven que iba a entretenerle hablándole algunas tardes de Filosofía. Claro que tomaba mis precauciones. Le decía que me dedicaba a la lógica; además era verdad, aunque también lo era que por aquel entonces andaba yo interesado por cuestiones teológicas y no solamente por la naturaleza de esos asuntos, sino también por los continentes: libros, infolios (tratado de los dones de Juan de Santo Tomás, los comentarios de Araujo a la Metafísica de Aristóteles... &c.), que era la primera vez que los veía. De manera que aquella Biblioteca Pontifica era un mundo que realmente me atraía.

En el Instituto Lucía Medrano teníamos, también, una espléndida y seleccionada Biblioteca, que debió de formarse antes de la guerra, tal vez por Cuesta Dutari o alumnos de Rey Pastor o Blas Cabrera. Recuerdo que allí estaban: los Principia Mathematica de Russell, La Teoría de los Objetos de Meinong, la Sintaxis Lógica del Lenguaje de Carnap, cosas de Whitehead, &c., libros en alemán, revistas, &c.

La Biblioteca reflejaba, pues, el ambiente del Instituto, sus profesores tenían mucho prestigio. Pero esto empezó a cambiar, probablemente cuando comenzaron a ir los colegios de frailes y monjas a las reválidas.

En cuanto al plan de estudios, la Filosofía estaba muy bien considerada en aquel Bachillerato. Se daba una paradoja; por una parte había mucha censura y muy estricta, pero al mismo tiempo teníamos Filosofía en tres cursos: en 5° Lógica y Ética, me parece; en 6° Metafísica y Teoría del Conocimiento; en 7° Historia de la Filosofía. El nivel que se alcanzaba en Filosofía era equiparable, e incluso superior, al que se obtendría después en los cursos “comunes” de Universidad. Pero la comparación de aquel bachillerato con el actual es casi imposible, porque desde los años 60 para acá ha cambiado completamente la estructura social. Posiblemente el Bachillerato de los años 50 fuera más parecido al Bachillerato clásico del plan Callejo que el de ahora, porque también lo era la estructura social (gente que podía estudiar, fuentes de información, aspiraciones sociales, expectativas sociolaborales, obligaciones, responsabilidades, &c.). Por tanto es muy difícil comparar, porque son momentos muy distintos...; es éste un asunto de Sociología del Conocimiento.

2. Del “cinturón salmantino de incienso” a la Cátedra de Fundamentos de Filosofía de la Universidad de Oviedo: compararemos la dos ciudades. ¿Encontró impedimentos para ejercer en Oviedo?

Asturias me resultaba familiar, pues pasábamos los veranos en Llanes, Barro, desde los años 51 o 52; esa fue, posiblemente, la razón principal de venir a Oviedo. El día que tomé posesión me sorprendió, gratamente, el hecho de que la gente no supo indicarme la dirección de la Universidad. Eso en Salamanca hubiera sido inexplicable, dado que la Universidad es la razón de su vida. Señal, a mi juicio, de que la sociedad asturiana estaba orientada de otra manera; tal vez primaba la industria y la Universidad se percibía como asunto secundario.

En Salamanca aprecié yo, por aquel entonces, una excesiva y ridícula identificación de los catedráticos con su oficio, de los cargos con la vida real. Me encontraba mejor en un sitio como Oviedo, más pequeño, pero más cosmopolita, en el sentido de que ser catedrático no en una cosa que te marcaba, y por consiguiente había menos engolamiento, menos pedantería...

Otro asunto que observé rápidamente es que en Oviedo no había “cinturón de incienso”. Sobraban los disimulos, por ejemplo, de cara a la “telepantalla” (recordando a Orwell) para camuflar la no asistencia a misa. Descubrí, con alivio, que un vecino mío de la avenida de Galicia tampoco iba y no pasaba nada. En Salamanca había que ir a misa o simular que se iba; de lo contrario podían destituirte.

Así que, viniendo de Salamanca, encontré Oviedo, Asturias, como un “paraíso de la libertad”.

No tuve impedimentos para ejercer. Existían, pero eran formales, por ejemplo cuando te prohibían dar seminarios de clases sociales, pero de hecho se daban. Por otra parte no me sentí nunca coartado en materia de libertad de pensamiento...; quizás porque había renunciado a publicar por aquel entonces...

Sí recuerdo alguna advertencia del tipo “tenga usted mucho cuidado, porque se la está jugando” después de una conferencia; o algún escrito anónimo... Sí tenía la impresión de estar siempre amenazado, de estar en peligro... Pero esas anécdotas nunca las vi como mordaza, sino más bien como obstáculos que había que ir toreando con prudencia. Aprendí una regla de oro: “no citar nunca a Franco”.

3. De los Fundamentos a la “fundación” de la especialidad de Filosofía para Asturias. ¿Cómo resultó aquella “odisea”? ¿Qué importancia objetiva tuvo?

Lo tomo como ejemplo de lo que es un proceso dialéctico vivo, en el sentido más fuerte de la expresión.

Aquella especialidad era el proyecto que veníamos concibiendo desde siempre. Ya en el Departamento de Fundamentos estábamos organizados: teníamos unas coordenadas comunes de carácter doctrinal; teníamos una revista, El Basilisco, como órgano de expresión. Logramos, con dificultad, instaurarlo en Gijón, trasladarlo, después, a Oviedo.

Empezamos muy bien, con actividad muy intensa, pero en el seno de aquel grupo compacto, precisamente cuando habíamos conseguido unidad a base de interrelaciones y discusiones, comenzaron a darse unos conflictos internos muy perturbadores, motivo para mí de asombro, que, además, fueron aprovechados para orquestar una campaña de desprestigio en toda España.

La especialidad de Filosofía fue y es importante para Asturias, pero yo creía que iba a tener otra significación: por los años 80 se preveía que el impacto que podía tener la sección de Filosofía en Asturias y en España iba a ser mucho más importante de lo que ha sido después. Bueno, tampoco se puede decir que haya acabado...

Y esto lo atribuyo yo, en gran parte, como diagnóstico, no a que nuestra labor hubiera defraudado, sino más bien a que hubo que cambiar el propio ritmo a consecuencia de los conflictos internos.

Empezamos con mucho impulso, creamos expectativas, pero no llegamos, propiamente, a ofrecerlas, porque empezó a destruirse el grupo desde el interior, produciéndose escisiones de tipo personal, nunca doctrinal, pues no hubo alternativas doctrinales, que determinaron un cambio de rumbo en la política del grupo como institución; éste tenía ya un cierto reconocimiento nacional, y desde entonces hemos seguido a “media máquina”.

Seguramente la crisis tuvo que ver con la transformación del Departamento de Filosofía que teníamos en una institución burocrática como lo es ahora, donde tiene que haber titulares, profesores, decano, &c. Dicha transformación no fue asimilada de la misma manera por todos y se produjo una descomposición.

Ahora queremos volver a reorganizar el grupo de algún modo y sacar El Basilisco del invernadero.

4. “Bodas de plata” en Oviedo y “Animal divino”. ¿Qué han significado para Vd. esos 25 años largos de permanencia en la cátedra de Oviedo coronada por la publicación de ese ensayo de una Filosofía materialista de la Religión? ¿Qué piensa de la vigente ley de jubilación?

Han sido 25 años centrales: el proceso de formación de un sistema le debe mucho al pasado, por supuesto, pero en la cristalización del mismo tiene, también, mucho que ver el ambiente donde has vivido.

El sistema de coordenadas que mantengo fue cosa de estos 25 años y ligado muy directamente con los componentes que en Asturias se fueron dando (componente políticos, económicos, sindicales...).

Hubiera sido muy distinto haber vivido estos años de la transición en otro sitio. El contacto directo con los trabajadores, con el marxismo militante, &c., me amplió el horizonte de la simple lectura de libros.

De manera que estos 25 años en Asturias no han sido meramente un escenario donde iba madurando una forma de pensamiento, sino una situación completamente característica debida al escenario asturiano. El sistema cuajó precisamente en este caldo de cultivo.

El “Animal divino” pretende ser un ensayo, una prueba de fuego para ver cómo funcionaban ciertas ideas aplicadas a una cuestión puntual, donde tenía que haber un tipo de respuesta que no fuera reduccionista (psicologismo, sociologismo,...), pues, si no, las ideas que estábamos manejando demostraban que eran impotentes para atacar una cuestión que ha sido central en toda la Antropología y Filosofía de la religión. Es un ensayo para analizar y explorar la capacidad de ciertas categorías, para plantear esos problemas y darles una orientación determinada.

En cuanto al tema de la jubilación yo lo plantearía en relación con la profesión. El error más importante que se puede cometer aquí es el aplicar una plantilla de tipo administrativo—burocrático (pseudo-igualitaria): “por razón de que eres funcionario te jubilan como todo funcionario”. Pero esta nivelación burocrática no distingue, no discrimina las profesiones. Precisamente la profesión de catedrático, tanto de Universidad como de Enseñanza Media, está ligada a la investigación y la madurez es esencial. Nuestro oficio es un proyecto de vida entera y los frutos se dan al final, normalmente. Es como cortar un árbol cuando está empezando a dar fruto, porque ha llegado la regla burocrática de que “haya que cortar los árboles”. O sea que la nivelación burocrática es suicida. No es lo mismo, socialmente, la edad de los 65 años en un oficio que en otro.

Seguramente también haya influido un factor generacional, pero en el sentido más grosero de la expresión (generaciones = bandas) y no porque haya ritmos místicos en la sucesión de generaciones, como creía Ortega y Gasset. La estructura social funciona a base de bandas y hay, claro, muchas probabilidades de que una banda se forme entre gente de una misma generación. Entonces, aquí, la generación que está en el poder tiene un horizonte en plan de banda, que es la cátedra, y seguramente en su inconsciente estaba mucho más facilitado todo aplicando el criterio de la nivelación de funcionarios, porque así el horizonte se les despejaba.

Esta ley de jubilación forzosa a los 65 años tiene unos efectos objetivos para la Universidad española parecidos a los que tuvo la Guerra civil. Es decir que lo que hizo una guerra hace 40 años lo hace ahora una ley.

Es una sangría.

Y finalmente, al margen del rendimiento medio en publicaciones, descubrimientos, &c. que puede hacer un profesor maduro de 65 a 75 años, que puede ser muy importante, según ciertas ramas, también se descoyunta, con esta ley de jubilación forzosa, lo que tiene de tradición oral nuestro oficio. La Universidad conserva una tradición que se forma, no sólo leyendo libros, sino precisamente a través de una convivencia continua (la Academia platónica). Son años decisivos los segados. El hecho de que alguien te pueda recordar cosas que tú has olvidado y luego las puedas reconstruir...; eso se perderá.

Si a los 65 años teóricamente ya no puede un profesor maduro hablar con los jóvenes, quiere decir que se ha roto un eslabón muy importante, cuyas incidencias pueden ser graves.

Desde el punto de vista político creo que esta ley es un error, un “pecado mortal” de un sistema y de un ministro concretamente, que, aún siendo sociólogo, no ha sabido ver las implicaciones nefastas que tiene.

5. Filosofía mundana/Filosofía académica en Symploké. ¿Por qué un manual para el Bachillerato en la plenitud de su producción académica? ¿Qué significado filosófico atribuye Vd. al informe ministerial desde el que se prohibió el curso normal del manual para 3° de BUP, Symploké?

La idea central es que nosotros concebimos el bachillerato no como un simple trámite burocrático, que pueda medirse de Ministerio para adentro, sino como una realidad social, un estadio que afecta a toda la nación; por consiguiente debe ser el nivel general por el que tendrían que pasar todos los ciudadanos antes de especializarse profesionalmente (médicos, abogados, torneros...).

Según esto constituye una etapa en la que debe de proveérseles de instrumentos, conocimientos, conceptos, que en principio se suponen indispensables para un determinado tipo de Sociedad. Y en este sentido la Filosofía, que empieza a funcionar de un modo auténticamente filosófico porque deja de ser una pura especialidad, tiene que ser sistemática; no se puede ofrecer erudición académica sino un sistema de pensamiento. Nuestro manual pretende contribuir a esta concepción de la Filosofía en el Bachillerato.

Por otra parte tal y como ha ido evolucionando la Filosofía en la Universidad con la reforma Maravall (distribución de áreas de conocimiento, aislamiento de la Filosofía respecto a otras facultades, poda de disciplinas, compartimentación de disciplinas, &c.) se puede decir que ha dejado de existir institucionalmente en el ámbito universitaria, y paradójicamente donde únicamente existe es en el Bachillerato y por tanto es el lugar donde puede haber filósofos hoy día en España. En la Universidad podrá haber mucha erudición filosófica, pongamos sobre Kant..., en el mejor de los casos, porque luego está el otro gremio de antiguos teólogos, que mezclan Teología con Marcuse, Heidegger, Eliade, &c., pero también con Wittgenstein, Austin, &c.

Volviendo al asunto de Symploké, por el que Vd. pregunta: desde un punto de vista filosófico esa prohibición fue otra consecuencia de la contradicción en la que viven los socialistas que gobiernan un país capitalista. Es otro caso de “falsa conciencia”: creer en la posibilidad de una Filosofía asistemática y confundir esa pseudofilosofía con la libertad.

Desde un punto de vista más político diríamos que el informe ministerial es una joya inquisitorial que merece ser analizada, y así se hará. Fue un caso de censura ideológica; aunque creo que la comisión ministerial tiene un grado de ingenuidad tal que dudo que se haya dado cuenta de ello.

Si esto hubiera ocurrido en Francia o Alemania, países con una cierta sensibilidad, el ministro de Educación se hubiese derrumbado.

La comisión ministerial ha actuado frívolamente desautorizando, dogmáticamente, el libro con argumentos de “autoridad”: de forma incompetente, porque sus fuentes son pocas y mal entendidas o argumentadas; de forma impresentable, porque no han redactado un informe razonado sobre el libro en su parte doctrinal.

6. Historia de la Filosofía para el COU. ¿Qué razones pueden justificar esa asignatura en la Enseñanza Media?

Uno de los cauces por donde hemos visto la necesidad para hacer un manual para el Bachillerato ha sido el contacto permanente con los profesores del BUP y del COU a través de la coordinación para la selectividad. Contacto esencial y del que me alegro mucho, porque a través de él te das cuenta de cómo está el pulso de la enseñanza de la Filosofía en ese terreno tan importante, de los problemas que se derivan de ahí y también, claro, de las dificultades de esta enseñanza, dada la diferencia de profesores que la imparten, la gran heterogeneidad de sus formaciones, de la necesidades...

Recuerdo que en una de esas asambleas surgió la necesidad de confeccionar unos textos para leer con los alumnos de COU, que cristalizó en aquellas experiencias del Protágoras de Platón o de la Monadología de Leibniz. Luego, al cabo de unos años, hubo que cambiar esas lecturas pues la propia asamblea las veía como imposiciones.

Pero, en fin, si el sistema de textos es discutible, no lo es la necesidad de Historia de la Filosofía y de la Ciencia en el Bachillerato.

Está justificada por muchas razones. Primero por analogía: si hay Historia del Arte, Historia de la Música, &c., pues Historia de la Filosofía también. Además, por su propia estructura histórica tiene un argumento sintagmático necesario para una cultura general. El que la gente se familiarice con los nombres de Kant, Hegel, Platón, Plotino... es tan importante –desde el punto de vista histórico—cultural–como lo están con Fidias, Beethoven o Felipe II. Son nombres que tienen tal importancia histórica que el ofrecer una visión de conjunto de ellos es necesario.

Otra cosa es el manual que se use.

Por otra parte ver la Historia de la Filosofía combinada con la Historia de la Ciencia, sobre todo en algunas épocas, es, a mi juicio, imprescindible. Dicho de otro modo: el que no tiene esta disciplina de asistir a un curso general de Historia de la Filosofía y de la Ciencia está muy mal dotado para poder luego enfrentarse a otros problemas como médico, ingeniero o periodista... Para el que no ha seguido un curso global, la Filosofía se convierte en un conjunto de frases más o menos curiosas, que se citan, a veces pedantemente, fuera de todo contexto histórico; mientras que el que ha seguido, adecuadamente, un curso de Historia de la Filosofía y de la Ciencia está liberado de esa pedantería; éste será luego el médico, el periodista, &c. y le va a influir extraordinariamente, incluso mucho más de lo que va a influirle el haber seguido un curso de Historia del Arte.

Por esas y muchas otras razones me parece que esta asignatura es muy importante, sea en el COU, sea antes... Pero en el COU es un buen sitio para ponerla.

7. El papel de la Filosofía en el conjunto del saber. ¿No cree que, ante tanta idea confusa (reformas Maravall) en torno a la Filosofía, se impone de nuevo la reflexión sobre “el papel de la Filosofía en el conjunto del saber”? ¿Qué añadiría a su publicación de 1970?

Si, es siempre una cuestión abierta, y creo además que ahora es necesario por una razón fundamental, a saber: desde esa fecha a nuestros días han aparecido muchos sucedáneos de la Filosofía que antes no existían. Sucedáneos institucionalizados como la Psicología, la Antropología, la Sociología... Estos han sido asumidos por los propios profesores de Filosofía muchas veces, de tal manera que explican Psicología, Antropología o Sociología... en lugar de explicar Filosofía.

Por otra parte las Facultades correspondientes de Sociología, Psicología, Antropología y sus titulares están asumiendo funciones propiamente filosóficas, quizás porque los filósofos no las asumen y deberían de hacerlo; eso también es verdad. Pero socialmente es así. Por ejemplo, en la prensa, en la TV, en la radio..., son llamados, generalmente, a tratar cuestiones típicamente filosóficas los sociólogos, o los antropólogos, o los psicólogos...

Al cambiar la estructura social de España y de Europa se ha producido un desplazamiento notable de la Filosofía a otros sitios, que habrá que redefinir por relación a las nuevas coordenadas aparecidas.

En este sentido una vuelta a esa reflexión sobre “el papel de la Filosofía”, introduciendo, por lo que a mí respecta, estas nuevas coordenadas, estos sucedáneos, se convertirá, prácticamente, en una crítica a fondo a los fundamentos de esas nuevas disciplinas: la Sociología, la Antropología, la Psicología..., y sus funciones. Crítica total, precisamente, porque ellas están detentando funciones que son de Filosofía.

8. Homologación frente a “reinado de los burócratas”. ¿Qué reflexiones haría Vd. a propósito del conflicto entre los profesores españoles y la Administración?

Tiene dos aspectos:

Por un lado el aspecto comparativo con el estado general de otros trabajadores o parados españoles; en este sentido las reivindicaciones retributivas de los profesores podrían parecer escandalosas.

Pero, por otra parte, comparando las retribuciones de los profesores con las de los administrativos, entonces la homologación reivindicada me parece a mí un criterio político certero, porque es indiscutible. Aquí el Ministro de Educación o lo concede o tiene que marcharse; no hay otra solución.

Parece mentira que este Ministro mantenga esta actitud, después de lo que hemos oído en la época de Franco de que si “el magisterio es la profesión más noble” y después estaba tan mal pagada; y siempre se dijo –la generación del Ministro precisamente– que la única manera que el Estado tiene de manifestar su reconocimiento a una profesión es a través del reconocimiento económico, lo demás es puramente subjetivo. Pero el Sr. Ministro sigue con la cantinela franquista; por consiguiente está incurriendo en una política totalmente inadecuada e impresentable.

Este conflicto es otro caso típico de dialéctica real: los profesores tienen derecho y fuerza, yo creo, para poder seguir con esta reivindicación. Y además tienen que hacerla y lo están haciendo, claro.

Si ceden un ápice en el asunto de la homologación pierden su razón. No se plantea, pues, aquí una cuestión de prioridad de profesiones, sino de homologación. Por eso tienen toda la razón y no pueden ceder un ápice. Es como si alguien pretendiera demostrar que un triángulo mide 179°.

Creo que ha sido un asunto muy certero porque ataca uno de los síntomas más alarmantes de esta sociedad nuestra de ahora, que es la tergiversación, el burocratismo. En una palabra “el reinado de los burócratas”.