[ Ramón García de Castro ]
Recuerdo de un orteguiano de pro
Fernando Vela
El filósofo madrileño siempre elogió a los asturianos como “cabezas claras”
Un lejano tocayo de nuestro personaje, Fernán Pérez de Guzmán, escribió un libro: Generaciones y Semblanzas. Intentamos una semblanza de un orteguiano, por lo que la palabra generación es tan obligada como la contemplación de su linaje.
El padre de Fernando Vela fue un médico notable en la esfera provincial. Uno de sus hijos, José, fue un poeta delicado, tanto de sensibilidad como de salud por lo que falleció prematuramente, al igual que su hermano Emilio, muerto aún más joven, cuando prometía mucho como violinista. Se educaba en la Residencia de Estudiantes y era íntimo de Eduardo Torner. El linaje de los García-Vela se continuaba en la hija única de Fernando, que cuando empezaba a fructificar como escritora, falleció también prematuramente.
Fernando García-Vela y Alonso de Caso vino al mundo en 1888, en el número 62 de la calle Uría de Oviedo, como nos decía, no sin cierto orgullo. Falleció en Llanes en 1966.
Su niñez está bastante vinculada a la casa solar “Cimadevilla”, que su familia tenía en Coviella, aldea cercana a Arriondas, donde veraneó bastantes años. Estudió en el Instituto que estaba radicado en el mismo edificio de la Universidad de Oviedo y fue amigo de los hijos de Clarín. Desde la muerte de éste, en 1901, hasta la desaparición de Ortega, en el 55, consideraba que se extendía su labor, que fue de intensa actividad intelectual durante medio siglo.
Ingresó en el Cuerpo Pericial de Aduanas y fue profesor de Economía de la Escuela de dicho Cuerpo. Obtenida plaza en Gijón inició sus colaboraciones en el importante diario El Noroeste, de clara filiación reformista. Pero la vitalidad del joven Vela le pedía más y es que la personalidad de nuestro hombre es tan fuerte, pese a su modestia, que hay en él, junto a un intelectual riguroso, un hombre de acción con una gran capacidad organizadora. Saca del marasmo al Ateneo Obrero de Gijón, dotándolo de edificio propio, aumentando los socios y desarrollando una gran actividad cultural, por lo que en una lápida se agradecía su labor.
Y Vela empieza a ser un periodista de cuerpo entero al escribir de todo e ir adquiriendo la condición de especialista universal. Hace crítica de pintura y enjuicia los éxitos primeros de Valle y de Piñole –artículos que si estuvieran recogidos convendría haber aireado recientemente con motivo de las exposiciones de ambos–, hace crítica musical y teatral con Prida y Oliveros, formando un curioso trío, “Priovel”, anagrama que firmaba una sección. No debe extrañamos este detalle de la simbiosis en la firma, pues Vela tuvo un desprendimiento verdaderamente increíble a la hora de firmar, mejor, de no firmar. Su obsesión por el anonimato y el consiguiente uso de diferentes pseudónimos –Héctor del Valle, Luis Longoria, Luis Arriondas…– es un aspecto de su intimidad que casi roza lo patológico, a mi modo de ver. Y que naturalmente dificulta al máximo la tarea recopiladora de su ingente obra periodística, sembrada de infinitas publicaciones nacionales y extranjeras, europeas e hispanoamericanas.
Vela logra sacar por muy breve tiempo una revista en –y de– Asturias con doble redacción en la calle Ezcurdia de Gijón y en el ayalino Fontán de Oviedo. El primer número se publica el 18 de julio de 1917. La lista de redactores y colaboradores es tan notable como significativa. Se cita en ella buena parte en la plana mayor de la intelectualidad y el arte regionales. Aunque muchos de los citados sólo colaboraron aportando su nombre, ello indica un intento de amplitud intelectual, pues la ideología va desde la socialista de un Teodomiro Menéndez, hasta la carlista de un Guillermo Estrada o la monárquica “sui géneris” del marqués de Villaviciosa de Asturias. Está buena parte del reformismo y también del conservadurismo, representados por los Alas Pumariño y el joven Pedro Masaveu. Entre los artistas se encuentran Zaragoza, Torner, Fresno, Piñole, Evaristo Valle…
En el primer editorial Vela –sin firmar, claro– dice que se aspira a “aumentar, cosar, fomentar esta misma vida regional”. “No queremos que nuestra revista sea una simple yuxtaposición de los artículos casualmente llegados a la redacción en el espacio de la quincena, sino una verdadera y fuerte colaboración que por varios caminos se dirija (…) con una sola idea que llamaríamos regionalismo, si no tuviéramos que modificar algo la usual acepción de la palabra y acentuar nuestra independencia con relación a todo compromiso político”. “Regionalismo amplio, independiente, sin precedentes determinados, sin jefes ni comités, sin ninguna influencia colectiva o personal que la cohiba, y limite”. “Región mediante la colaboración de los hombres de criterio más preeminente, de mayor capacidad y especialización acometerá el estudio claro y riguroso, la estadística verídica, el proyecto de reforma y mejora, en las cuestiones comerciales, agrícolas, industriales, sociales, de emigración, de Asturias, así como la defensa de su actual economía y la promoción de la futura riqueza”. “El amor a nuestra tierra pudiera juzgarse ficticio si no la conociéramos por entero; el amor siempre es esto: una fusión íntima de amante y amada”.
Es un momento interesante en la vida asturiana. Nicanor de las Alas Pumariño publica en 1918 su Verdadero regionalismo asturiano. (Recordemos asimismo que Luis Carretero escribe sobre el regionalismo castellano hacia estas mismas fechas). Vela se hace cargo del primero y lo glosa largamente en dos artículos largos que publica en su revista y que luego recopilará el citado Alas Pumariño en su libro. Vela pretende injertar los intereses intelectuales y culturales en la liga que pretende poner en marcha el político asturiano.
Toda una amplia política de extensión cultural indica Vela. Por ejemplo un Centro de Estudios Asturianos que podría tener secciones de Folklore, Historia, Biología, Química, Economía… Alguna de estas sugerencias irán apareciendo lentamente. El Folklore y la Historia serán cultivados por una institución del mismo nombre que surge por estos años y que encontrará sucesor en el Instituto de Estudios Asturianos; unos años después uno de los colaboradores de Región, Benito Buylla, logrará la creación del Instituto del Carbón; hace unos pocos años se funda el S.A.D.E.I. para el desarrollo asturiano, y en cuanto a la emigración, de la que también se ocupa, se funda la Oficina de América.
En 1921 Vela se traslada a Madrid y este mismo año pronuncia una conferencia en la Universidad de Oviedo sobre “El hombre feliz ante el Arte”. Las relaciones con Asturias se van debilitando y quedando reducidas a la habitual estancia veraniega en Llanes y en Gijón, donde solía traer a don José Ortega y Gasset algunos estíos. Quizá la simpatía de éste por Asturias se deba a que contó entre sus discípulos a Gaos, Granell y Vela, trío de “cabezas claras” como llamó a los astures.
Vela en su patria chica se nos aparece como hombre arraigado y comprometido en iniciativas políticas y culturales de muy diversa índole. Como ejemplo podríamos citar también su prólogo a un proyecto de Cooperativa Agrícola. En la bibliografía en que viene trabajando su primo Ramón García-Vela, la temática asturiana es amplia, por lo que una recopilación de estos trabajos sería deseable.
De esta primera época es también su primera publicación, el folleto que publica la Biblioteca de Deportes de Calpe en 1924: Fútbol, Asociación y Rugby, y que firma con su segundo apellido. De su experiencia deportiva nos dará cuenta en su ensayo “Embrutecimiento”, publicado diez años más tarde y cuando los totalitarismos se servían del deporte como propaganda, como bien se demostró en la Olimpíada de Berlín.