Filosofía en español 
Filosofía en español


Crónica de cine

Películas españolas en San Sebastián

por Alfonso Sánchez

El cine español estaba presente en San Sebastián con Cabezas cortadas, de Glauber Rocha, y Aoom, de Gonzalo Suárez. Son dos películas en la línea de la experimentación que buscan formas nuevas de expresión, avanzan el uso funcional de la imagen y el sonido y se lanzan, en suma, a tantear los caminos del cine de mañana. Las dos películas han irritado a unos, han defraudado a otros, mientras que muchos apreciaron sus indudables valores parciales. Pese a esa irritación de algunos, creo que las dos películas tienen su sitio adecuado en la pantalla de un festival cuya misión es justamente descubrir las novedades cinematográficas y ofrecer la ocasión de confrontarlas. Es más interesante, dentro del clima de un certamen internacional, el estudio de nuevos tipos de cinema, aunque su experiencia pudiera ser negativa, que exhibir una buena película de la fórmula Masó o del cine musical que todos verán en seguida en una sala comercial.

Glauber Rocha ha realizado Cabezas cortadas en Barcelona, lo que suponía un aliciente más en un director que siempre interesa. Rocha crea una representación ideológica cargada de barrocos simbolismos, donde la plástica alcanza un valor expresivo por sí misma y se ajusta a un permanente contrapunto poético. Tiende así a unas formas independientes, ajenas incluso a cualquier tradición cultural o artística. Rocha es impermeable al legado europeo. Si acaso le influye alguno, es el japonés en cuanto a lo que a representación se refiere. El cerebro de Rocha es un volcán, pero quizás esta vez su torrente sale a borbotones. Exhibe unas inútiles complacencias en ciertos hallazgos, como si quisiera bucear más a fondo para extraer algo más que no acaba de surgir. Dentro de su incesante afán por un cine nuevo, un cine de mañana. Rocha no añade a su fabulosa creación Antonio das Mortes, lo que no resta interés a su experiencia, mucho más si se considera que una película suya es siempre el antecedente de la que seguirá. Ignoro, pues la desconozco, si Cabezas cortadas es una consecuencia de su película africana.

Aoom es la tercera de las “diez películas de hierro” que se propone Gonzalo Suárez. La primera fue Ditirambo, y la segunda, El extraño caso del doctor Fausto, que no llegó a proyectarse en el certamen de Berlín –donde representaba al cine español– por el final traumático del festival. No atribuyo demasiada importancia a las clasificaciones previas, pero lo de “diez películas de hierro” supone algo más que un pomposo enunciado. Gonzalo Suárez intenta suplir la escasa resonancia publicitaria del cine español. Suárez tiene su fórmula: la imaginación en continuo movimiento. La imaginación es lo que le falla: en Aoom actúa de modo asmático, por bajo del despliegue exhibido en Ditirambo. La película cae en los peligros de seguir un guión muy impreciso. Reconozco que es difícil explorar en el cine de mañana, sometiéndose a un control previo; pero el caso es que no se puede vislumbrar esa dimensión lejana si la atención es constantemente perturbada, por lo que se ve, en los primeros términos. Gonzalo Suárez, intelectual y buen escritor, es, a mi juicio, un realizador más importante que sus películas. Se halla en una fase de tanteo de direcciones, sin lograr el equilibrio para dirigirse decididamente por una. Alguna de sus próximas películas revelará al gran realizador que lleva dentro; al menos lo espero y deseo.

La experiencia de Suárez no llega a igualar la de Rocha y defraudaba a la mayor parte de los jóvenes asistentes. Los dos han hecho un cine que todavía debe recluirse en las salas de arte y ensayo, por lo que su salida a un festival era oportuna. No olvidemos que el “cine de mañana” siempre es una incógnita y un riesgo. Recordaré como caso extremo el de La aventura en Cannes, que valió a Antonioni una noche triste, y luego ha marcado una fecha en el cine moderno. No es improbable que ese cine que formula Glauber Rocha con todo su vigor en Antonio das Mortes pueda marcarla dentro de unos años. En cualquier caso, su experimentación en Cabezas cortadas, aun admitiendo la opinión de los irritados, me parece superior a la confusa y pedante de Henry Chapier en Sex-power, insólitamente premiada por el jurado.

Si Nelo Risi hace en Ondata di calore un difícil ejercicio de realización al progresar en una situación límite, sus aciertos no son tantos como para justificar la “Concha de Oro”. Tan difícil, pero plenamente logrado, es el que realiza Claude Chabrol en Le boucher, donde renuncia a las ventajas de explotar una intriga policíaca para partir siempre de la intimidad de unos seres. Chabrol ha dado un viraje estético de noventa grados y se ha fabricado un clasicismo en el que la sensibilidad es elemento principal. Le boucher madura ese nuevo Chabrol que se advierte desde Les biches, merecedor de una “Concha de Oro” que sólo debió disputarle el también soberbio ejercicio de Losey en Figures in a landscape. Eso por estar fuera de concurso La balada de Cable Hogue, el mejor film del certamen, con el que Sam Peckinpah se afianza en su puesto del “John Ford actual”.

Quienes vieran en el “Mercado del film” la película de Xavier de Oliveira Marcelo, zona sur, podrán explicarse la ausencia en el programa de obras hispano-americanas. Las examinadas por el comité de selección estaban en la misma línea, e incluso las había inferiores. En Berlín dedicaron atención al cine hispano-americano, pero a base, en su mayor parte, de películas exhibidas en otros certámenes entre ellos el de Valladolid. Por fortuna se dispuso de la muy estimable película portuguesa O cerco, de Antonio da Cunha Telles, cine del día, espontáneo, sincero, abierto, buena promesa de un realizador con el que habrá que contar. Y María Cabral, una intérprete que se llevará premios. En San Sebastián tuvo la considerable rivalidad de Stephan Audran, el premio más justo de todos los concedidos.