Filosofía en español 
Filosofía en español


[ José Luis Hernández Marcos ]

Desde el Instituto hasta Calle Mayor

Cine Club Salamanca S. E. U.

Hablar del cine español en los momentos actuales, es citar a Bardem y a Berlanga. Ya García Escudero asoció estos dos nombres hace dos o tres años, y al hablar del “binomio del cine español”, en su libro La historia en cien palabras del cine español –precisamente editado por nuestro Cine-Club– se refería a ellos. Desde entonces, el binomio B-B permanece así. No es posible separarlos porque, por ahora, Bardem y Berlanga son los únicos con absoluta garantía de continuidad, con un auténtico sentido del cine y con un saber hacer que en ninguno otro se da.

Nacieron juntos para el cine hace siete años. Su gestación tuvo lugar en las aulas del I. I. E. C., viendo la luz –esa luz fascinante entre las sombras del cine– con aquella película cuyo título era ya significativo: “Esa pareja feliz”. A partir de ella, sus caminos se separaron, porque el destino no los había elegido para marchar a la par. Al Instituto llegaron por caminos distintos. Berlanga, por el camino del arte. Bardem, por el de la técnica (era ya ingeniero agrónomo). En el Instituto, Berlanga unió a su mente de artista pleno de humanidad, la imprescindible técnica que su obra posterior le exigiría. Bardem aprendió a compaginar la técnica que inundaba su cerebro, con la humanidad que necesitaba dar a sus películas. No obstante, su inclinación inicial se vio siempre patente en su obra de los años siguientes, predominando a menudo la técnica. También García Escudero –con esa visión imparcial, plena de sensatez, que pone de manifiesto en todos sus escritos– los ha dibujado con dos sencillas pinceladas: “Berlanga –o lo que es lo mismo, su cine– es corazón; Bardem es cerebro”.

Cuando en el artículo anterior hablábamos de Berlanga como el primer director del cine español, pensábamos también en Bardem, porque de éste igualmente puede hacerse aquella afirmación. No es posible situar uno delante del otro, porque, si bien Berlanga supera a Bardem en unas cosas, y esas cosas son más del agrado del espectador, Bardem supera a Berlanga en otras de no menor importancia, que ya analizaremos. El cine de Bardem y Berlanga es cine de primera fila, pero diferenciado uno del otro hasta presentársenos distinto, totalmente opuesto. Los dos hacen cine realista –realismo, ya se sabe, no es presentar chozas miserables, ni latas de basura– pero un realismo de concepción dispar. Berlanga –lo decíamos entonces– prefiere el realismo amable, poético, que predomina en el cine italiano de hoy. Bardem sigue más bien los pasos de la escuela realista francesa, más pesimista.

Pero limitémonos hoy a Bardem.

La trilogía

En la personalidad de Bardem se centran las características de la juventud –ímpetu, audacia, valentía– sobre lo que predomina la inquietud. Una inquietud que le lleva al inconformismo. Protesta de un estado de cosas lamentables en el cine español y lanza su anatema: “El cine español actual es: Políticamente ineficaz, socialmente falso, intelectualmente ínfimo, estéticamente nulo, industrialmente raquítico”{1}.

La inquietud y la valentía van íntimamente ligadas a la personalidad de Bardem. Ambas se manifiestan en los temas elegidos para sus películas. Si una vez planteado el problema en ellas, acertó o no a resolverlo, es ya otra cuestión. Lo que nadie puede negarle es la valentía en la exposición –sin melindreos y puritanismos–; una valentía que en ningún otro hasta ahora, habíamos visto.

Su obra la integran cinco películas. La primera, “Esa pareja feliz”, realizada con Berlanga. La segunda, “Felices Pascuas”, es una obra menor. Lo verdaderamente importante está en su obra posterior: “Cómicos”, “Muerte de un ciclista” y “Calle Mayor”. Una trilogía en la que sus obras se complementan, se enlazan unas a otras, en su análisis para el estudio de ambientes masivos de nuestro país. La gente del teatro, la burguesía acomodada, el egoísmo de los señoritos, de los “sin problema”, la vida provinciana, la hipocresía social en una palabra.

Cómicos –la primera de esta trilogía–, es un documento precioso: el más maravilloso documento que hemos visto sobre la vida del teatro. Muerte de un ciclista es quizá su película más irregular, pero en la que vimos la secuencia mejor realizada del moderno cine universal. Nos referimos a la que nos ofrece la fiesta flamenca que, si bien posee reminiscencias del cine de Pudovkin, la consideramos depuradísima e inigualable.

Con motivo del estreno de su última película, Calle Mayor, han sido frecuentes las comparaciones entre ésta y la anterior. Analizada la última sin apasionamiento, al margen del recuerdo de su premio recién obtenido, observarnos fallos, pero fallos fácilmente subsanables y que, de una obra a otra, han ido desapareciendo. Aquella excesiva preocupación estética de su primera película, en detrimento de sus valores humanos, ha desaparecido en Calle Mayor, que encontramos más equilibrada, más humanizada, de la que hablaremos ampliamente más adelante.

Calle Mayor

Es la última película de categoría realizada por el cine español. Aunque es una co-producción hispano-francesa, la película es auténticamente española, por cuanto los elementos que en ella intervienen son en casi su totalidad españoles; y ha sido dirigida por un español.

Calle Mayor está inspirada en la comedia La señorita de Trévelez, de Carlos Arniches –lo dicen los titulares y lo confiesa su director–; pero no es una adaptación de esa obra, como dice la propaganda, como dice mucha gente. Comparemos ambas obras.

Tienen de común, la broma, la “gamberrada” que se diría hoy. Nada más. Ni aquella cuarentona fea y gorda de Arniches, es la Isabel de Calle Mayor, ni los “gamberros” de la película con los bromistas de la comedia; ni el ambiente provinciano de Calle Mayor aparece por ningún sitio en La señorita de Trévelez. Ninguno de los personajes de la película tienen que ver nada con Arniches, ni con la época, porque son actuales y a la vez universales, aunque tengan puntos de contacto con el momento actual de nuestra juventud. En la comedia, la trama gira en torno a la broma, como elemento central, y de la señorita solterona, como protagonista. Bardem lo centra todo en la ciudad provinciana –que después de todo es la causante de todo lo que en la película sucede–, pulsando la vida, para poner al descubierto una serie de lacras sociales, que, en aquélla ni se insinuaban. Podemos decir que en la película se pretende desenmascarar el egoísmo humano que, si bien existe en cualquier sitio, se pone de manifiesto de manera clara, en una ciudad de provincia, donde todos se conocen, donde el simple accidente de una broma es suficiente para cerrar las puertas a la esperanza a una Isabel que soñaba con el matrimonio, con un hogar feliz junto al hombre que había esperado treinta y cinco años y que, ahora, tras unos días de felicidad, de sueño, vuelve a desaparecer para siempre.

Juega asimismo, con la cobardía. La de unos hombres encasillados en vida de rutina, cuya única válvula de escape es el cine, el paseo por la calle Mayor y las bromas que terminan indefectiblemente en borrachera o en el Café de Madame Pepite.

Juan es egoísta y cobarde. Su mismo superficial buen sentimiento, le hace más egoísta y más cobarde. Teme las burlas de los amigos, teme el momento de la confesión. Su egoísmo y su cobardía le impulsan a huir.

Y frente al egoísmo y la cobardía, el amor. Amor desesperado de Isabel y de Tonia –cada una a su modo– por un mismo hombre. Pero un amor que no encuentra correspondencia, porque Tonia se cerró a sí misma las puertas y a Isabel se las cerró la sociedad; con la rigidez de sus convencionalismos, con su ausencia de sentimientos, al instituirse en juez único e inexorable de los actos de los demás.

Por eso, como oposición a esta situación cerrada de una sociedad egoísta, que no puede admitir la regeneración de Tonia, y que destruye todas las esperanzas de Isabel, Bardem nos ha ofrecido el único personaje sincero de la película –Federico–, ajeno por completo a aquel ambiente, y, por tanto, el único con valor para imponer una solución que nadie quiere aceptar.

Por eso, la película termina mal, que es la única forma en que podía acabar.

Calle Mayor pone el dedo en la llaga en muchas cosas que duelen. Por eso la película disgusta a muchos.

Jose Luis H. Marcos

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{1} Primera conclusión adoptada en las “Primeras Conversaciones Cinematográficas Nacionales”, organizadas por nuestro Cine-Club.

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