Filosofía en español 
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Mircea Eliade

“Dor” Nostalgia rumana

Sorpréndenos muy de veras que la erudita Carolina Michaelis de Vasconcelos no haya hablado de la palabra rumana dor, en su opúsculo, tan perfectamente documentado, A saudade portuguesa (Oporto, 1914). En ninguna otra lengua hubiese encontrado un equivalente más perfecto de la portuguesísima saudade que en el dor de los rumanos:

Cita Carolina Michaelis la expresión alemana Sehnsucht, y analiza la coincidencia de su contenido (anhelo, ansia deseo vehemente, añoranza, nostalgia), con el término portugués: “la rememoración de goces anteriores que no han de volver más; la pena de no gozar en el presente o de sólo gozar en el recuerdo; y el deseo y la esperanza de volver en lo futuro al estado antiguo de felicidad” (op. cit., p., 35). Pero se apresura a añadir que “por lo regular el Sehnsucht alemán tiene carácter metafísico. Aspira a estados y a regiones ideales, sobrehumanos, al Más Allá”. En las preciosas notas que completan el opúsculo, la erudita dama añade aún “los vocablos suecos längstan –nostalgia, deseo, ansia– y längta –desear vehementemente, tener nostalgia–” (p. 116); después de haber citado, ciertamente, en el texto otras cuatro expresiones españolas la castellana soledad, la asturiana senhardad, la vulgarísima gallega morriña y la catalana enyorança (añoranza, p. 34).

No tenemos competencia para discutir el origen y la historia literaria del vocablo “saudade”. Este trabajo, además, ya está hecho por dos autoridades eminentes: Henry R. Leng y Carolina Michaelis. Basta recordar al lector que las formas arcaicas soedade, soidade y suidade prueban, indiscutiblemente, el carácter autóctono de la palabra portuguesa, así como el significado, absolutamente original, que tuvo la palabra desde su aparición. Y esto porque saudade no equivale a la soledad castellana, como lo afirmaron Menéndez y Pelayo y otros eruditos españoles. En los conocidos versos de el Cancionero de El Rey D. Deniz:

“Nom poss'eu, meu amigo,
Com vossa soidade
Viver…!”

la expresión vossa soidade no se puede traducir por “vuestra soledad”. La misma observación tiene algunos siglos más tarde en Camoens:

“Minha saudade,
Caro penhor meu,
A quem direi eu
Tamaha verdade?”

(pero en todos estos versos, como en cualquier otro texto poético –popular o erudito– portugués la expresión saudade coincide perfectamente con el vocablo rumano dor!).

Queda en pie el hecho, como así lo demostró, una vez más, Karl Vössler en su reciente trabajo: “la soledad en la poesía española, Madrid 1941), que el vocablo soledad aparece en los textos españoles dos siglos después de haber surgido en los textos portugueses. Más adelante dice: el término español soledad no dio origen a un adjetivo similar al saudoso portugués, que no significa solitario, sino melancólico, lleno de nostalgia.

Esto no quiere decir que soledad no presente cierto número de rasgos comunes al vocablo saudade, notas examinadas por lo demás con la competencia por Carolina Michaelis (op. cit., páginas 67 y siguientes).

“¡Soledad tengo de ti,
Oh tierra donde nací!”

Es una prueba de la perfecta semejanza que se descubre a veces entre los dos términos ibéricos. Empero, por lo general, el contenido psíquico formulado por la palabra saudade es mucho más amplio y variado. Es inútil añadir que determinados estados anímicos expresados por saudades pueden manifestarse también en otros idiomas. Sehnsucht abarca gran parte del contenido psíquico de saudade el inglés longing; la melancolía y la nostalgia de todas las lenguas románicas se extienden también a ciertos sectores de la vasta esfera sujeta a saudade. Incluso fuera del dominio europeo se encuentran palabras que nos recuerdan la expresión portuguesa, especialmente en los textos místicos.

En efecto, la experiencia de la separación del alma de su Dios, de la soledad que se hace aún más terrible por el recuerdo de la presencia divina, dejó vestigios en los léxicos místicos hindúes e islámicos. En la India, la escuela mística Vaishnava creó un vocabulario técnico en donde, a veces, aparecen ciertos sentidos implicados en los vocablos saudade y soledad. En lo que atañe a mística islámica, las obras de Louis Masignou y Asin Palacios nos revelaron términos harto preciosos, que expresan las experiencias patéticas de la soledad, del deseo ardiente o del recuerdo de la divina presencia en el alma del devoto.

El caso de la dor rumana es otro absolutamente. Como saudade, en portugués, dor es la palabra que más plenamente caracteriza al pueblo rumano. No es una palabra creada por eruditos ni por ninguna escuela mística. No es tampoco, un sustantivo que por azar se encuentre en el lenguaje vulgar, como por ejemplo, Sehnsucht, o sobre todo, en la poesía, como melancolía y nostalgia. Es, por excelencia, la expresión popular, de origen netamente popular y con una circulación amplísima en todas clases de la sociedad rumana. Si se quisiese encontrar una ínfima diferencia entre saudade y dor, está en la fuerza de circulación del vocablo rumano. Es difícil hablar media hora con un campesino rumano sin oír pronunciar la palabra dor. Etimológicamente deriva el término del latín, de dolor, y los diccionarios lo traducen así: 1) deseo ardiente (p. ej. mi-e dor de casa, tengo un deseo ardiente de casa); 2) nostalgia (p. ej. dor de tara, “mal du pays”, en francés; “Heimweh”, en alemán); 3) tener pena de alguna cosa o de alguien (a duce dorul cuiva); 4) pasión, amor (p. ej. a muri de dorul cuiva, morir de amor por alguien; a se uita cu dor, mirar con pasión; il lovea dorul de Joanna, sentía (él) despertar su pasión por Juana; 5) satisfacer el deseo de alguien (de vrei tu sa-mi faci pe dor, si tú quieres satisfacer mi ardiente deseo), &c., &c. Copio algunas referencias del Dictionnaire Roumain-Français de Const. Sarneau, precisamente por ser insuficientes como todas las referencias lexicográficas.

Se puede escribir con facilidad una monografía sobre las acepciones, sentidos y variantes de expresión que el vocablo dor encierra, exactamente como se puede escribir sobre las riquezas y sobre las variantes psicológicas de saudades. De la misma forma que un extranjero no puede escribir una página de impresiones de Portugal sin emplear, una vez por lo menos, la palabra saudade, tampoco puede darse libro o artículo sobre Rumanía en que no surja ya, desde las primeras líneas o en las primeras páginas, la palabra dor. Hay incluso muchos libros extranjeros que utilizan el vocablo dor a guisa de título. Lo cierto es que una palabra que expresa con tanta fuerza el alma de un pueblo no puede ser tan sólo comprendida con la ayuda del diccionario. Esta palabra únicamente comienza a vivir y a descubrir sus secretos en los textos, porque anima las palabras que le preceden o acompañan. Intentemos comenzar a comprender el sentido espiritual de dor en el propio medio en que fue criada: en la poesía popular rumana.

El rumano canta su soledad, su amor y sus penas, tomando por confidente el mundo vegetal que le rodea:

“S'tou cantando à cerejeira,
Com saudade de meus pais;
E canto aos altos pinheiros,
Pela dor de irmaos viajeiros;
E canto ás brandas florinhas,
Pela dor das irmazinhas;
E inda canto aos pilriteiros
Pela dor d'almas vizinhas.”

Dor, expresa, aquí, el amor que sufre la tortura de la ausencia del ser amado; expresando al mismo tiempo algo más, un sentimiento de soledad, que el hombre intenta acallar y encalmar mediante una especie de fraternidad con los árboles y las flores. Se preside sólo en un mundo que no le es hostil, sino que simplemente no es su Mundo, y entonces, lo anima insuflándole sentimientos inspirados por el aislamiento en que se encuentra de toda la vida humana.

A veces, dor, pasión interna e infeliz por alguien, y de tal manera fuerte que pueda transfigurar la propia Naturaleza en patética desesperación.

“Dorul meu de e-asi cânta
Dealurile ar rasuna.”

Si yo pudiese cantar mi dor, los montes retumbarían!” Y aún más: quedarían llenos de tristeza. –“Y diría al bosque que quedase sin hojas, y al trigo que no creciese, y a los árboles que no diesen fruto, ni vino las viñas– si mis penas yo pudiese así disiparlas!”.

La solidaridad entre el Hombre y el Cosmos adquiere, en esta canción, graves y trágicos acentos. El sufrimiento es tal, que basta su expresión para destruir toda la vida en la naturaleza circundante.

Pero la naturaleza también adivina los sentimientos complejos del hombre, su dor, que puede tener múltiples causas: la soledad del alma, la ausencia del lugar en que vivió y el arrobamiento en el pensar la distancia, el amor por confesar el melancólico recuerdo de la ventura que no vuelve… La Naturaleza adivina el dor e incluso comienza a sufrir y a quejarse:

“Vai Doamme de al meu dor.
Plange apa in izvor
Si pamantul sub picior…”

Dios mío, por mi dor,
llora el agua de la fuente,
y la tierra bajo mis pasos…

En otra poesía popular, el alma da rienda suelta a su pena, deleitándose únicamente en la palabra dor:

“Quem chamou dor tal tormento
Parece que foi portento;
Ou, então, um desterrado;
Ao tê-lo assim baptisado;
Ou nunca foi entendido,
Como a espiga de trigo,
Que morre pelos carreiros,
Esquecida dos ceifeiros.”

Una vez más se revela la solidaridad entre el hombre y la Naturaleza, porque la soledad humana se compara a la espiga que quedó por coger y muere, olvidada de todos, sin que pueda cumplir su destino.

Dor expresa el estado de alma indefinible de quien no está satisfecho con el presente, de quien no puede vivir el instante que transcurre y se siente atraído por el pasado, por un lugar distante, por un paisaje de ensueño. Dor no tiene únicamente por causa la soledad; es el sentimiento agravado por la soledad misma, debido a la ausencia del ser amado. Ausencia que destruye el cumplimiento de un destino, que impide al ser el integrarse a la vida con toda su plenitud.

Dor no es siempre la “nostalgia de alguna cosa”; se sufre de dor, independientemente de cualquier causa exterior precisa. El ser entero sufre de dor; es un destierro del alma, una profunda melancolía, que revela, quizá, la condición del hombre en el Cosmos. En este caso, dor alcanza un valor metafísico e incluso religioso; traduce la tristeza del hombre separado del Creador, la vacuidad del ser humano abandonado en el mundo. En cierto modo dor se transforma en la fórmula patética de la condición humana de la soledad amargada por el sentimiento de que nos faltó algo, de la vida fallida, de la pérdida de ventura. Muchas canciones populares rumanas comienzan por una invocación, una especie de diálogo con el dor. “Ma, dorule mai!” “Oh, tú, mi dolor!” Es una fórmula frecuente en esos cantares.

Dor se personaliza, se anima de vida propia, y el hombre se dirige a él exactamente como a una persona.

Los diálogos con el dor, son de una espontaneidad y frescura intraducibles.

A veces, el alma sencilla de los campesinos envía el dor allí donde cree que procede su melancolía.

“—Vai-te, vai-te, pobre dor
Vai p'ra longe, viajor,
P'lo ar da noite levada,
Vai até ao nosso lar,
Deve lá star acordada.
A minha mäe bem amada.
Dá-lhe, se vivir feliz,
Saudades, dêste país.
Mas se ela estiver morta,
Pobre dor, chora-lhe á porta
Do teu pranto häo de brotar
Belas rosas de encantar.”

En esta canción, dor es una especie de desdoblamiento del ser humano. Personifica el corazón, el alma profunda del que sufre de amor, del que sufre por estar ausente de su país o de aislamiento. Esto es, personifica el corazón doliente, nunca el corazón tranquilo del que está satisfecho de la vida. Un detalle nos va a dilucidar con más claridad el sentido profundo de dor. Rarísima vez, incluso podemos decir que casi nunca, alcanza dor una expresión trágica. La desesperación no es definitiva; el sufrimiento espiritual nunca degenera en tragedia. El lenguaje en que dor se expresa no sobrepasa los extremos sin límites de la esperanza. El hombre se siente solo, aislado, infeliz con su felicidad, pasada o inalcanzada, pero dor basta para consolar y ayudar a soportar la existencia. Con su presencia dor anima el paisaje solitario. En cierto modo, el hombre deja de estar solo, atraviesa la soledad acompañado del dolor. “Atraviesa la soledad” no es, apenas, un modo de decir. Dor es, por excelencia, el sentimiento que huye, que atraviesa grandes espacios, que arrebata el alma y la lleva lejos del paisaje real, al más allá del tiempo que transcurre. Dor suprime el instante y disipa el paisaje concreto.

“Lung e drumul Clujului,
Dar mai lung e al dorului
Drumul Clujului se gata,
Al dorului niciodata.”
    Largo es el camino de Cluj;
¡Oh, si el del dor fuese así!
Aquel siempre se termina,
¡El del dor no tiene fin!

El campesino rumano imaginó incluso un país lejano, perteneciente a la geografía fabulosa, en donde se encontraban “los Palacios de Dor”: Curtile Dorului. Allí era donde se inscribía en tablas la historia de todos los amores, los nombres de todas las doncellas que despertaban pasiones, que provocan dor en el corazón de los hombres. Esos “Palacios” son el imperio del dolor. Estamos en presencia de una personificación mística del dor, que se considera como el Eros Universal. Ya no es un desdoblamiento del ser humano que sufre de amor o de aislamiento, es un personaje místico, autónomo, la encarnación universal del dor.

Comentamos hasta ahora algunos significados que dor presenta en la poesía popular rumana. Sería inútil añadir que nos hemos limitado a referir tan sólo los más importantes, dando un escaso número de ejemplos. Pero no se puede hablar de dor sin recordar la creación más suave que este sentimiento completo produjo en la música popular rumana: la doina, esta canción de ritmo lento y de carácter infinitamente melancólico, especie de melopea lírica, está imbuida de dor. No se puede incluso concebir la doina sin melancolía, sin tristeza, sin el deseo de algo indefinible, que no se puede precisar, pero por cuya falta se sufre. Escuchando la doina nos sentimos saturados de un sentimiento inefable de tristeza sin causa, de nostalgia y de pesar. Exactamente, como el estado anímico a que el dor da lugar: no se sabe de qué tenemos pena; ¿quizá de la vida que dejamos pasar sin gozar?, ¿quizá de la infancia, de la juventud que de pronto descubrimos, que hemos perdido?, ¿quizá de nuestra triste condición humana? Seguramente por nuestros amores, que ya murieron o del amor presente que no tenemos valor de agotar…

Dor anima la poesía y la música popular rumanas. También la hallamos en la alta poesía. Pocos poetas rumanos habrá que hayan dejado de dedicar por lo menos una poesía al dor. Una de las más bellas poesías del gran Eminescu se intitula: Mai am un singur dor... “Sólo tengo ahora un deseo…”

“En la paz de última hora
No me abran la sepultura
En tierras de junto al mar.
Los bosques quiere mi alma
Se abran para descansar
Y que el cielo sereno cubra
El agua profunda y calma…”

Citamos tan sólo algunos versos de esta magnífica poesía de Eminescu, en que el poeta consiguió, con su genio profundamente rumano, dar vida a la dor en esta expresión de su deseo de descanso en el seno de la naturaleza; nostalgia de encontrar, por la muerte, a su gran familia cósmica: los astros, los vientos, el mar, los árboles y las flores, anhelo que se puede identificar en las poesías populares rumanas más genuinas.

Es sólo un ejemplo de la prolijidad de dor en la poesía rumana culta. Podíamos reseñar centenares de estos ejemplos (digamos de paso que el último volumen de poesías de Lucien Blaga, antiguo Ministro de Rumanía en Lisboa, se intitula: La Curtile Dorului, “En los Palacios del Dor”. Encuéntranse en el libro algunos poemas inspirados en el paisaje portugués saturados de nostalgia (saudadosos, “nostalgia de su tierra natal”).

A pesar de esta “vocación poética” por excelencia, la palabra dor continúa teniendo una circulación enorme en el lenguaje corriente. No perdió nada de fuerza ni de espontaneidad popular. Subsiste como el vocablo del pueblo por antonomasia, y se nutre de todas las experiencias del hombre normal. No solamente indica los sentimientos complejos del amor y de la soledad, sino los deseos concretos de la voluntad firme. Un rumano no dice tan solo: Mi-e dor de tine, “tengo dolor de ti” (te amo); sino que también dice: Mi-e dor de iarba verde, “quiero ver las verdes hierbas” (tengo nostalgias camperas), o: Mi-e dor de un din bum!, “sediento estoy de buen vino”.

Aun siendo una palabra rica en valores metafísicos –sentimiento de soledad cósmica, deseo ardiente de cualquier cosa real o irreal, &c.,– dor no pierde el contacto con lo real, está enraizada con lo concreto. Sea lo que fuere, “pasión o deseo”, “sed o hambre” de experiencias tangibles, todo esto se expresa en rumano por el término que hemos analizado, que se convierte en la expresión total del deseo, del sentimiento que implica al ser humano en la integridad de su complejo. Cuando un rumano dice que siente dor por algo, téngase la certeza de que en ese momento desea ese algo con todo su ser, íntegramente, con el cuerpo y con el alma, con carne y hueso, en la feliz y rigurosa expresión unamunesca.