Filosofía en español 
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El Estado Nacional-sindicalista

Agustín del Río

Conviene reiterar –sin ánimo polémico, con miras a la puntual memoria– que hay verdades irrefutables en el Movimiento Nacional, enraizadas en la entraña misma de la victoria nacional. Estas verdades fundacionales, ganadas por el espíritu y por la sangre de una juventud, no consienten revisión insolvente ni frívola cuarentena intelectual.

La Falange, concepción entera de la vida y de la Historia, ofreció también la clara configuración política del Estado Nacional-sindicalista como instrumento de ejecución histórica del destino patrio. Y el nuevo Estado español nació de la voluntad de Franco, vencedora de enemigos internos y externos, dando fecundidad en el tiempo a la doctrina y a la vida de la Falange heroica.

Al Caudillo compete –y a nadie más– marcar los perfiles tajantes del Estado español, y los señaló de manera precisa en el Decreto de Unificación dado en Salamanca el 19 de abril de 1937. Los puntos de Falange pasan a ser norma del Movimiento, y “como en otros países de régimen totalitario, la fuerza tradicional viene ahora en España a integrarse en la fuerza nueva”. A los órganos rectores de Falange Española Tradicionalista y de las J. O. N. S. impuso la tarea –según reza el mencionado Decreto– de “la organización definitiva del NUEVO ESTADO TOTALITARIO”. Al proclamar la Unificación dijo el Caudillo que el perfil del nuevo Estado es el que figura en el credo de Falange Española, el que encierra el espíritu de nuestros tradicionalistas…

¿Y cuál es el Estado prefigurado en la doctrina de Falange?

El punto VI de la norma programática dice: Nuestro Estado será un instrumento totalitario al servicio de la integridad patria. José Antonio definió siempre al Estado como instrumento histórico para la realización de destino colectivo español, y lo calificó de totalitario. No cabe duda sobre la naturaleza del Estado Nacional-sindicalista si se repasan con inteligencia respetuosa los textos del Fundador. Precisamente, en el discurso de fundación de Falange Española, cuya fecha de aniversario –29 de octubre– concede oportuna vigilancia, se proclamó por voz de José Antonio que “venimos a luchar por que un Estado totalitario alcance con sus bienes lo mismo a los poderosos que a los humildes”.

José Antonio indicó justamente el juego de movimientos del Estado Nacionalsindicalista en su condición de totalitario, integral y autoritario, sin incurrir en panteísmo estatal. En su primera intervención parlamentaria defendió la concepción falangista de los recelos liberalburgueses que las derechas sentían ante “lo totalitario”. Y en otras ocasiones combatió con las izquierdas liberalmarxistas, las cuales sufren temores instintivos ante el orden de un Estado fuerte, intransigente para sus indisciplinas y molicies.

Que el Estado Nacionalsindicalista cumple la singularidad española dentro de los movimientos totalitarios europeos es indudable. La Falange es la expresión actual de la eterna metafísica de España, es la realización española de un catolicismo heroico y alegre, actual e histórico. Su sentido humano es religioso y no académico. Entendido el Estado como instrumento de la patria, no es el último fin, y el hombre –portador de valores eternos– podrá conjugar su destino individual y su destino colectivo en la doble proyección histórica y de salvación.

El Estado Nacionalsindicalista se configura desde dentro y desde fuera. La ley interna nace de la manera falangista de entender la vida. El contorno externo ayudan a fijarlo los enemigos. Y la singularidad española tendrá un límite hacia fuera: no confundirse con los enemigos de los caídos. La Cruzada española y la División Azul son buenas piedras de toque para entender.

La línea divisoria entre lo totalitario y lo democrático no es capricho de imaginaciones sutiles, sino frente de combate y bien ostensible. El español que sufrió la desgarradura de la Patria en ruinas, sea de alma sencilla o cultivada, distingue bien lo falangista de lo comunista, lo totalitario de lo democrático, y cree en la suprema realidad de España.

Estudiar es servir a España, y el empleo de la inteligencia en los problemas políticos es servicio, pero no juego. Queremos el trabajo intelectual riguroso, “sin el cual la política es un aleteo pesado sobre lo mediocre”, pero no escarceo de sutilezas, sofismas o paradojas que perturbe el deslinde de campos. La Falange es un movimiento poético, constructivo. No fue ni será nunca la poesía blanda de la delicia, sino la poesía militante del vigor. José Antonio nos advirtió de las estilizaciones y esterilizaciones intelectuales: de los entrefinos y de los engolados.

La disciplina impone la obediencia al Caudillo y el ritmo de la Falange. La generosidad aconseja fortalecer y respetar la fe de una juventud que no quiere regustar desengaños ajenos, sino hacer a España por el carácter totalitario de la Revolución Nacionalsindicalista, que alcance con sus bienes lo mismo a los poderosos que a los humildes. Y aquí, punto final.