Filosofía en español 
Filosofía en español


La escena animada

La decadencia del “teatro occidental” se debe, según los rusos, a su servidumbre a la “taquilla”

Para los Soviets, “occidental” es sinónimo de “burgués”, “decadente”, “corrompido”, “reaccionario” y demás calificativos de uso corriente en la Prensa oficial comunista. Sólo en este sentido puede hablarse de un “teatro occidental”. Pues bien, como ustedes saben, los rusos han emprendido hace algunos meses una furiosa campaña contra las ciencias, las artes y las letras “occidentales”. Temen el contagio de nuestros “prejuicios” burgueses, y han inscrito en su Índice a las muestran literarias, artísticas y científicas más representativas de nuestros incalificables hábitos decadentes. Schadanow, candidato a la sucesión de Stalin y presunto secretario general del Komintern, ha dirigido personalmente esta campaña. El más ilustre “descalificado”, hasta ahora, por Moscú fue, como ustedes saben, el pintor español Pablo Picasso, no obstante su filiación

Pero son el cine y el teatro occidentales las artes más apaleadas por la xenofobia intelectual del partido. Días pasados, Radio Moscú difundió un comentario del camarada Tairov, “metteur en scène” del teatro soviético, por lo visto muy destacado, sobre la decadencia del teatro burgués: “En los países capitalistas –dijo– el teatro sirve a consideraciones de orden comercial. Lo que se tiene en cuenta no es la calidad del espectáculo, sino el dinero que ingresa en taquilla. A esto se debe el hecho de que las grandes obras sean desplazadas poco a poco por piezas groseras y farsas ociosas.”

Desde luego, los dicterios de mayor calibre caen sobre París, vieja debilidad soviética; en París, lo mismo los rusos que los alemanes, ven la capital de todas las aberraciones y blandenguerías burguesas.

Tairov se revuelve airadamente contra la invasión de la escena francesa por exhumados “misterios” y “milagro” patrocinados por el “catolicismo militante”… Los “misterios” y “milagros” de la Edad Media representados en los atrios de las iglesias carecen de interés. En esta invasión de banalidades, de misticismos y de supercherías, sólo de vez en cuando se puede ver una obra de Shakespeare, de Chejov o de Bernard Shaw, además de algunas piezas sobre la guerra, cuyo nivel general es muy discutible.

Finalmente, Tairov, dócil a la “psicosis antidólar”, que pasa por Rusia como una epidemia, dice: “El dólar no sólo hace la ley en política, juega igualmente un gran papel en los teatros de los Estados Unidos y de la Europa Occidental. Por esto el teatro de allí está en decadencia.”




Veamos el Teatro de Laboratorio
¡Fuera la masa! ¡Viva el teatro lleno de teatro!

Me encuentro con un amigo enfebrecido con una multitud de ideas y pasiones sobre el teatro. Quiere este amigo saber lo que es “Teatro Experimental”. Yo le digo que el teatro experimental es “experimento”. Discutimos durante treinta minutos y tomamos dos pastillas de aspirina chiquititas. Volvemos a empezar y mi amigo lleva la iniciativa. Dice que “experimento” es el ensayo de una fórmula nueva, que es también la experiencia de fórmulas recientes o la revalorización de fórmulas antiguas. Otras dos pastillas de aspirina un poco más grandes. Dice mi amigo:

—El teatro experimental ¿es “teatro puro”? Para el teatro puro, el teatro sin “concesiones”, el espectador no cuenta.

—Pues si el espectador no cuenta, no hay nada que hacer.

—¡Qué estupidez es eso que acabas de decir! El teatro es antes que es espectador.

—No, no. Vamos a convenir que son los dos a un tiempo.

—El tiempo, para el teatro, es antes que el espectador.

(Otra pastilla de aspirina, más gorda.)

Volvemos a empezar.

—En otros términos –dice mi amigo–, prefiero el espectador, no la masa. El público suele ser innoblemente masivo. El fenómeno de masas ha de quedar descartado.

—Eso, eso: ¡Fuera la masa! ¡Vivan los teatros vacíos!

—Vivan los teatros llenos de teatro.

—Eso es mucho teatro, ¿no te parece?

—El teatro experimental va destinado al hombre, no a la masa.

—Entonces, ¿por qué me preguntabas sobre el teatro experimental?

—Porque quiero convencerme de que tú también eres público. Una cosa es público en su concepto brutal de negocio y otra es ESPECTADOR. He aquí, en el último concepto, al hombre. HOMBRE es que lo hace falta.

—¡Hombre, hombre! Tanto como eso… El hombre es un pendón…

—¿Eh?

—Digo que el hombre es un pendón, un estandarte, para todos los idealismos.

(Otra pastilla de aspirina peso pesado.)

Volvemos a empezar.

—El teatro se halla fosilizado, veteado, agrietado, envilecido –dice mi amigo.

—Y pasado por la censura –respondo.

—¡Bien dicho!

—El teatro –sigo yo arrebatando la iniciativa– necesita fórmulas nuevas. Hay que revalorizar también las fórmulas antiguas. Hay mucho cuento en el teatro moderno, es decir, en el teatro reumático moderno.

—¡Pero que muy bien!

Sigo yo, subido en una silla:

—El teatro necesita más arfe y una gran escoba. Una fenomenal escoba para barrer tanto camelo, y tanta sociedad de bombos mutuos.

—¡Genial!

Sigo yo, encaramado en la lámpara:

—El teatro muere, aprisionado en las fórmulas económicas de los empresarios gordos, inasequible para los noveles flacos, comprimido por las rígidas concepciones de los autores gordos, que fuman puros; lejos de los artistas geniales, que no fuman puro y comen puré de San Antonio.

—¡Bravo!

Como no hay lugar más alto para seguir mi catilinaria desciendo de la lámpara, que es para mí tanto como descender del Olimpo. Suspiro y digo:

—Pero el teatro llena que gustar a los espectadores. Desgraciadamente, las obras que sólo gustan a los autores constituyen solemnes fracasos como solemnes vacas sin ubres.

—Eso ya no está bien.

(Nos traen rodando dos soberbias pastillas de aspirina de cincuenta kilos.)

Volvemos a empezar.

—Por primera vez en España se realiza un ciclo de teatro experimental. El mérito de esta realización queda reservado a un grupo universitario independiente: Arte Nuevo.

—Eso me gusta más. ¿Y dónde están los hombres de Arte Nuevo? Quiero preguntarles algunas cosas para los lectores de PUEBLO.

—Pues te voy a presentar.

(Mi amigo da unos pases como los del mago Chang y aparece en escena José Gordón, director de Arte Nuevo.)

Las preguntas salen por la boca de mi ametralladora eléctrica. Las respuestas son lentas, suaves, firmes y estupendas. Ahí están:

—Arte Nuevo se inició con un ciclo de conferencias que se celebró en el Conservatorio bajo el tema “El teatro como preocupación universal.” (Noviembre de 1945.) En enero de 1946 se celebró la primera sesión de teatro experimental en el teatro Beatriz. Fue acogida con gran interés y entusiasmo por la mayoría de los críticos (los más inteligentes, desde luego: Sánchez Camargo, Marqueríe, Rodríguez de León, “Ariel”, Cristóbal de Castro…) Tres meses después dimos la segunda segunda sesión en el mismo teatro con idéntico éxito. Aún celebramos dos sesiones más en el año 46.

—¿…?

—Desde un principio nuestro deseo fue dar a las sesiones un carácter periódico. La frecuencia es absolutamente precisa en esta difícil tarea de la experimentación teatral, ya que el público es muy dado al olvido en lo que al teatro, al buen teatro, se refiere. Circunstancias contrarias nos obligaron siempre a desistir de nuestro propósito. En marzo del presente año pareció que todas las dificultades estaban superadas, pero un incidente desagradable de última hora –del que informamos oportunamente a la Prensa– hizo fracasar, cuando no se había celebrado la primera representación, aquella temporada. Hoy, superadas por fin todas las dificultades, “y dispuestos a superar las que se presenten”, hemos lanzado un programa, que, si Dios quiere, se realizará –una sesión cada mes–, con lo que queda definitivamente inaugurado un teatro experimental, característico y nuestro –no importado–, cuyos elementos son, en tu mayoría, universitarios (los autores que estrenarán en este ciclo, todos).


teatro
Una escena de “Ha sonado la muerte”, de Alfonso Sastre y Medardo Fraile, representada por Arte Nuevo.