[ Rodolfo Gil Torres ]
De Guinea Española a El Cairo y el Mar Rojo
Guinea española que hasta ahora era considerada como el más perdido de los rincones africanos acaba de convertirse en el centro del Continente meridional, en el broche que cierra un gran cinturón de carreteras que le ciñe por su parte más ancha. Al Sur y Norte de sus fronteras nacen dos nuevas grandes rutas que constituyen la primera gran comunicación transversal transafricana. Ambas describen una especie de gran óvalo irregular que apoya una de sus puntas en el límite de nuestra Guinea y la otra en el sitio donde confluyen los dos Nilos blanco y azul. El blanco que es realmente de color verde, y el azul que es de color rojo. Flanquean ambas carreteras la gran falla central cristalina que, atravesando África de Oeste a Este constituye su más curioso y sensacional accidente físico. Afirman los geólogos que esa falla es un eje de simetría que empezando en el Muni acaba en la Eritrea italiana sobre la orilla del Mar Rojo. Desde él al Mediterráneo tiene África una forma apaisada y orienta sus accidentes físicos —llanuras, cordilleras, climas— en sentido horizontal. Es el África más o menos habitada por las razas blancas que viven sobre paisajes resecos. Pero en cambio desde la falla al Cabo de Buena Esperanza todas las formas físicas y climáticas van de Norte a Sur bajando de prisa y verticalmente. Punta alargada de selvas y matorrales llena toda de negros.
Las dos carreteras citadas nacen en los puertos de Duala sobre la costa de Camarones y Libreville del Gabón francés. La de arriba va pasando por Fort Lamy, Al Facher y Al Obeid para terminar en Jartum, capital del Sudán egipcio. La de abajo desciende hasta Pointe Noire en la desembocadura del Congo y remontando luego bruscamente va también a terminar en Jartum. Las empezaron a construir los norteamericanos en septiembre de 1940, y de acuerdo con De Gaulle, que ocupa el África ecuatorial francesa. Haciéndolas con el fin puramente circunstancial de transportar material de guerra al Próximo Oriente por una zona cómoda y segura. Pero están tan sólidamente construidas y con tan gran lujo de puentes de acero, talleres de reparaciones, almacenes, &c., que es de presumir sean, al terminar la guerra, caminos de tráfico civil. Sobre ellos se tiende el otro camino invisible de las rutas aéreas que tienen como etapas una excelente serie de aeródromos. Todo este sistema de caminos de tierra y viento está comenzando a extenderse hacia Massana. Y en la confluencia de los ríos se une a las rutas que llevan a El Cairo, el Canal y Alejandría.
¡De Guinea española a El Cairo y el Mar Rojo! Insospechado nuevo destino de la más pequeña colonia africana que España tenía allí en el fondo del Golfo, olvidada para la mayoría de los nacionales. Nuevo papel lleno de peligros por lo muy codiciables que hace nuestras posesiones ante tal aumento de valor. Pero al mismo tiempo acicate al afán de aprovecharlas en todo lo que pueden llegar a ser, y darlas los límites a que tienen derecho. España tiene allí grandes reivindicaciones que hacer y terrenos perdidos que el 1778 ganó y en el 1900 le fueron escamoteados. Ahora es aquélla la zona africana más ardientemente deseada, aquella cuyos aspectos y posibilidades se comentan con más afán. En el vecino Camarones tiene Alemania una de sus antiguas colonias nunca olvidada. Italia apunta como lógica expansión geopolítica de sus posesiones en Libia una faja de terreno que baja hacia Guinea pasando por el lago Chad. Franceses de Vichy y franceses disidentes se disputan la propiedad teórica del Congo francés y sus prolongaciones interiores. Mientras que Estados Unidos ejercen la propiedad real, pues hace un año han extendido su dominio militar sobre un enorme territorio que comprende la totalidad del África ecuatorial francesa y, además, el Congo belga, aunque ellos declaran que tal ocupación es puramente provisional.
Resulta, pues, que los territorios en torno a nuestra colonia se han hecho de pronto algo así como el talón de Aquiles del África negra el sitio que de un modo casi exclusivo atrae las mayores preocupaciones continentales de todas las Potencias que se consideran con intereses políticos, económicos o geográficos sobre el bloque macizo del Continente que prolonga España al Sur. Lo cual obliga a España a tener su atención fija sobre su pequeña colonia que ayer estaba metida dentro de un territorio francés, hoy está metida dentro de un territorio norteamericano, y mañana estará rodeada de vecinos aún imprecisos que, con carreteras inmensas, harán pasar el tráfico de millones y millones de kilómetros en torno al dominio español, pero sin entrar nunca en él carretera alguna. Importa, pues, agrandar el dominio hasta que llegue a las grandes carreteras construidas para que en vez de quedar aislado y ahogado, le sirvan ellas para dar amplia área de penetración a sus puestos hacia el interior.
Penetración sin límites y llena de halagüeñas promesas. Pues a la espléndida realidad actual de las carreteras a Egipto y Eritrea se añade el proyecto italiano de ferrocarril Trípoli Chad-Guinea Congo y la posible prolongación que los franceses sueñan de su transahariano llevándole al Golfo. Habiendo, además, ya una ruta litoral que llega a Duala desde Monrovia y es prolongación terrestre de una ruta de mar que llega desde América. Sin olvidar que la carretera Libreville, Pointe Noire Jartum puede unirse con un pequeño esfuerzo a la red ferroviaria belga que por un lado alcanza Rodesia y por el otro la colonia portuguesa de Angola.
Ya el factor humano empieza a reflejar el nuevo destino continental de Fernando Póo y el Muni. Hasta ahora eran estas posesiones españolas dos tierras de fondo humano local con sus bubis pamues, bengas y demás negros apresados por la estrecha realidad de sus bosques nativos. Luego empezaron a verse braceros liberianos contratados. Hasta que los últimos años hicieron descender hasta allí la inquieta y movible emigración de los hausas, es decir, de los comerciantes negros más activos que ciñen con sus factorías primitivas toda la región africana central y desempeñan en aquella sociedad cerrada el gran papel de elemento relacionador de las más distantes tribus. Y en plan superior, muy superior, de comercio blanco, se unen a los negociantes españoles algunos comerciantes árabes católicos del Líbano que han abierto en Santa Isabel sus primeros bazares. Son estos cristianos libaneses el núcleo más activo del comercio en todos los países de lengua árabe y en los países de la Hispanidad americana. Su presencia en la isla fernandina pone a ésta en relación con un Mundo amplio de relaciones espirituales y económicas que va de La Habana a Punta-Arenas.
Rodea a la pequeña fracción tropical de España una tejida trama de posibilidades. Hacen pareja con las posibilidades ilimitadas de su suelo feracísimo que puede resolver todos los problemas del caucho, las grasas vegetales, algodón, maderas, especias, café y frutas exóticas. Todo a condición de poder asegurar una población española suficiente que la mejora sanitaria del suelo permita establecer, como se han establecido en tantas y tantas zonas de América tropical.