Filosofía en español 
Filosofía en español


[ Rodolfo Gil Torres ]

Arabidad e Hispanidad


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Mundo árabe o países de lengua árabe


Empezó España su vida nacional moderna limitando en el Mediterráneo con un Islam duro y compacto de emperadores otomanos. Antes había limitado con el Islam interior del culto “Alandalus”. Después –ya en lo dieciochesco y romántico– quedó como único vecino un Marruecos pequeño y dormido. Esto duró hasta hoy. En la primera etapa de esta revista ÁFRICA aún estaba Marruecos al Sur. Ahora ya no. En el 1942 España limita al Sur con El Cairo. La Geografía espiritual ya no se mide en tierra mora con el Islam dilatado ni con el paisaje local corto. Sino con la proporción equilibrada e intermedia de lo árabe. Se borra en el Magreb la hegemonía del campo lleno de rincones. Entra en la Historia norteafricana el dominio de lo urbano. Nacen y crecen, de Gibraltar a Suez, generaciones jóvenes, inclinadas hacia los libros y abiertas al impulso del deporte. Juventudes que viven ya como todos los grupos humanos de su edad y su época. Animados por el sano contacto y ejemplar modelo de lo alemán arquetipo, y lo español hermano admirado, buscan en su propia tradición fuerzas nacionales y raciales para resistir a la presión extraña y a la asfixia moral impuesta por el colonismo que sobre ellos pesa. Y encuentran un poder de conservación en la idea de la “Arabidad”. Palabra amplia que encierra lengua, cultura, raza, espíritu y ancho sitio en la Historia. Por no ser esta idea de la “Arabidad” ajena al fondo de lo español, representa el feliz hallazgo de lo árabe como clave, un precioso auxilio y refuerzo de los altos destinos españoles en África.

No es ajeno lo árabe a España. Por mil razones. Por ejemplo, la de los libros de Historia más recientes. Termina la Prehistoria con el período Eneolítico y se encuentran hoy en quinientas tumbas excavadas al Sur restos de objetos en marfil y piedras valiosas de Siria y el desierto egipcio. Prueba de contactos marinos antiguos o de posibles inmigraciones. Hay también frasquitos de perfumes en los que puede sospecharse relación con Arabia del Sur. Esto es cuarenta siglos antes de nuestra Era. Luego viene el recién encontrado arabismo originario de los fenicios, gente del Mar Rojo emigrada luego al Norte. Aún se ven sus restos vivientes en el moderno cristiano libanés. Y el contacto fenicio con nuestro Sur dura quince siglos. Acumulándose sus empresas y emigraciones en una zona limitada entre Guadiana y Cabo de la Nao. Perduran después de iniciado lo romano curiosos contactos entre Bética y Siria. Es el más curioso la llegada del cristianismo bajo formas árabes. En los Varones Apostólicos originarios de la Arabia Damascena, y fundadores de diócesis en el antiguo país meridional que había sido Tarsis, país de Gades y dominio de los Barcas. Hay el caso de Osio el cordobés, llamado por los textos de su época “un egipcio de España”. Hay el Islam que entra con el sirio Muza, arraiga el poder damasceno con tropas sirias y culmina en la dinastía siria de lo cordobés. Del cuatro mil antes de Cristo al mil seiscientos diez después. Fecha larga de contactos con Siria. Contactos seguidos. Acaso con inmigraciones pequeñas. Pero en todo caso con persistencia en el tiempo acumulado.

Cuando África empezaba a recoger los problemas de España en el Islam pedía yo que no se olvidase el andalucismo. Vuelvo a reclamar aquí una atención empeñada hacia ese arabismo interior. Representa lo andaluz en la rica complejidad geográfica de nuestra España una nota de color muy acusada. Esto se debe precisamente a la acumulación de las influencias orientales más o menos árabes. en las ocho provincias andaluzas y en las del antiguo XARQ AL ANDALUS o Andalucía Oriental de Murcia y Alicante. Así no es lo andaluz algo que atenúe o niegue la superior unidad de lo español. Sino que es un factor único e insustituible de expansión y espiritual Imperio cerca del mundo amplio del Sur y del Este. Universo reducido del Islam. O zona menor de lo racial árabe. Una y otra cosas fuerzas nuevas otra vez. Trescientos millones de almas cargadas de porvenir. Allí es Andalucía algo insustituible. Pues a orientales y africanos deja fríos la personalidad oficial del Estado concentrado en los Ministerios madrileños. No vibran tampoco con el Prado ni las ciudades de la meseta abrazadas por murallas. Pero tiemblan o lloran, reflexionan o se exaltan ante la evocación de lo andaluz. Pasa algo semejante, aunque menor y más intenso, a la ventaja de la existencia del tipismo gallego y de una psicología local gallega. Pues así se asegura el contacto con lo portugués y brasileño. En el caso andaluz el valor es mayor, por ser contacto con una zona dilatada hasta cerca del Japón. No contacto con dos países, sino contacto con un mundo. Consecuencia de esto es acumular en Andalucía todo lo que se haga para atraer al Islam. Conservar la arquitectura andaluza abierta de arcos y blanca de cal. Y sobre todo no mezclar jamás lo marroquí con lo colonial. Pues por los lazos de raza entre moros y españoles todo lo que rebaje o ponga en plan inferior a los primeros rebaja y pone en plan inferior a los segundos. Así el papel de España con marroquíes y árabes de Oriente sólo puede ser el de su abogada ante Europa, el de puente continental entre ellos y Europa.

Volviendo al mundo árabe, se ve que no podemos comprender lo actual sin explicar lo remoto. El origen y contenido inicial de los árabes. Recientes investigaciones eruditas revelan a los árabes como un pueblo viviente y culto desde época prehistórica. Salido del desierto por bruscas oleadas separadas por pausas de quietud. La sequía de sus rojizas estepas lanzaba periódicamente fuera de sus fronteras a tribus y grupos que se derramaban sobre las comarcas del borde. Especialmente sobre Siria, tradicional desembocadura de los árabes y zona de sublimación donde la “Arabidad” alcanzó sus máximas categorías. Muchos árabes se fundían y confundían con otras razas del grupo semítico. Otros fundaban pequeños Estados que ostentaban sus nombres de tribus en vez del general árabe. Siendo conocidos por el nombre parcial. Pero no dejaban de ser árabes. Negarlo equivaldría a querer negar la existencia de la magnífica y bien definida raza alemana, porque a veces haya actuado bajo los nombres parciales de austriacos, prusianos, bávaros, hanseáticos o sudetes. Semejante es el caso de los árabes. Ocultos en la historia de sus orígenes bajo los nombres parciales de ismaelitas, sabeos, nabateos, idumeos, fenicios, &c.

La primera vez que aparecieron los árabes en la Historia bajo su propio nombre fue el 858 a. de J. C., en los textos del rey asirio Salmanasar. Y luego el 668 antes de J. C. en los de Assurbanipal, que guerreó contra Wait Ben Bir Dabba, jefe de los ARIBI. Según estos textos, los ARIBI eran nómadas en tierra de Siria, pero tenían más al interior de Arabia sus depósitos de mercancías y ciudades comerciales. No hay que olvidar ese detalle esencial de que el nombre de los árabes se escriba por vez primera asociado a empresas comerciales. Y aparecen poco después en la Biblia, de cuyas páginas brotan de pronto ¡nada menos que bajo la forma de una caravana de la mismísima tribu de Mahoma y los Omeyas! Son los ismailitas de la historia de José, que van a Egipto cargados de mercancías. Esas mismas caravanas árabes marchando hacia Tiro para llevar oro y piedras preciosas aparecen en el profeta Ezequiel. Y no olvidemos la reina de Saba, que era árabe. Ciudad de Saba que tuvo casas de veinte pisos en el siglo veinte antes de nuestra Era. En otro rincón de la Biblia se oye de pronto el grito del patriarca Job, cuyo fatalismo estoico es resumen perfecto de arabismo puro. Y ya en el Evangelio aparecen los galileos o nazarenos, árabes en quienes se había fundido un núcleo de las “tribus perdidas”. Árabes odiados por los judíos a causa de ese mestizaje. Quedan aún sus restos en Siria, muy felices de que Cristo Nuestro Señor y María Santísima hayan venido al mundo entre ellos y hayan tenido como lengua el dialecto árabe que hoy se habla en Maluta.

Después de la Biblia vinieron los griegos. Apareciendo nombres de jefes ARABOS en Hesiodo y Esquilo. Llegando a las costas griegas unos comerciantes orientales para vender perfumes e incienso. Venían de Hadrumeto. O sea de Hadramauto, el país árabe de los perfumes y el incienso. Ellos llevaron a Grecia el culto de su dios Hermes (Mercurio), tan típicamente árabe por su sombrero encasquetado y su mercantilismo ambulante. Y esos rasgos del pueblo árabe fueron observados por Strabón. que dijo: Todos los árabes son comisionistas y comerciantes. Vino luego Alejandro Magno, que quiso fundir Oriente y Occidente en una sola cultura. Ese deseo lo realizaron en suelo de Siria los reyes seleucidas, creando un Imperio de dinastía griega, pero de administración, economía y ejército árabes. Con su capital grecoárabe en Antioquía, que fue la ciudad más interesante de toda la Edad Antigua. Junto a esta nación árabe con reyes griegos hubo otra nación árabe con reyes propios, el magnífico reino nabateo de Petra, que extendió lo helenístico hasta muy cerca de Medina. El 106 se unió ese reino como aliado permanente a Roma gracias a la simpatía personal del emperador andaluz Trajano, que allí estuvo uniendo una vez más lo árabe a lo grecorromano en una cultura mixta. Hasta entonces era lo griego lo que más influía y dominaba en la mezcla llamada “lo helenístico”. Pero desde entonces fue lo árabe lo que empezó a predominar poco a poco, hasta llegar a su máxima influencia en lo bizantino, que es el apogeo del arte sirio y de la típica manía de los árabes por la legalidad, admiración por los cuentos de los buenos jueces. El reinado de Justiniano marcó el apogeo de las influencias árabes en Bizancio. Fue entonces cuando los dos árabes de Siria Papiniano y Ulpiano fundaron la primera Facultad de Derecho en Beyrut. Y cuando otros dos árabes residentes en Asia Menor levantaron las altas cúpulas de Santa Sofía.

Último Imperio helenístico fue el de los Omeyas en Damasco. Un Imperio árabe más que un Imperio musulmán. Por eso siguió la tradición árabe de Siria. Que era unir la cultura propia con la griega y romana mediterráneas. Siendo paralelo con Bizancio en la común tarea de salvar la civilización antigua a través del largo paréntesis medieval. ¡Maravilloso Jalifato de Damasco, tan desconocido en España! A pesar de que en él estaba la raíz de Córdoba jalifal. Desde el célebre Moawia, que lo fundó así: “En el año 660 un gran número de árabes y de emires se reunieron en Jerusalén para elegir a Moawia como rey. Este príncipe subió a rezar en el Calvario. Después se dirigió a Getsemaní, al huerto de las Olivas. Y a la tumba de la Bienaventurada Virgen María, donde rezó de nuevo. En seguida fue a establecer su trono en Damasco.” Fundando allí una dinastía de la que fueron funcionarios San Juan Damasceno y su familia. Trabajando después los emperadores de esa dinastía para asegurar el triunfo de la Iglesia católica en Siria y Palestina, en contra de la cismática. Esto fue origen de afectuosa relación entre Papas y jalifas damasquinos. Especialmente cuando cinco árabes ocuparon la silla de San Pedro. Fueron los Papas: Juan V, Sergio, Sisinius, Constantino, Gregorio III. Todo esto quiere decir que los soberanos de Damasco y el pueblo que les seguía se mantuvieron siempre dentro de lo estricta y tradicionalmente racial. No teniendo nada que ver con la intransigencia y el fanatismo, que fueron inventos Abbasíes.

La tiranía Abassí se basaba en tradiciones persas de superstición y soberbia. Por eso dispersó lo árabe. Pero esta siembra a voleo hizo brotar aquí y allá nuevos retoños, arabizando a fondo nuevas comarcas que no eran árabes, pero en las cuales se crearon razas mestizas de lo árabe y lo autóctono. Dándose un caso parecido al de la Hispanidad americana, donde los núcleos indios, negros y emigrantes no borran la huella honda y magnífica de lo español esencial. Por eso se llama hoy “Arabidad” el mundo de países que participan del espíritu árabe. Hay también el nombre “Panarabismo” para los anhelos de unión política. Y el viejo de “Arabismo” para estudios de tipo tradicional sobre los viejos siglos del clasicismo en la lengua y los bellos usos castizos. Importa aquí recordar que es muy distinto el ideal árabe racial del ideal islámico religioso. Tienen ambos evidentes coincidencias y simpatías mutuas. Pero hay en lo árabe un cierto núcleo cristiano, y en el Islam una enorme mayoría india, turca, malaya...: incluso hay europeos.

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Túnez.– Rincón del barrio árabe


No corresponde la palabra “Árabe” a una unidad racial de las gentes que la ostentan. Los pueblos que habitan en esa alargada zona mezclan a lo árabe un fondo étnico de diverso origen. Predominio de lo iberobereber en Norteáfrica, de lo negroide a orillas del Nilo, de otras razas semíticas anteriores en el litoral siriolibanés. Pero clima y paisaje les han ido unificando. Esto ha facilitado su inclusión dentro de un tipo de vida uniforme. Pues están alineados a lo largo de un mismo grupo de paralelos. Alineación de grupos humanos, de desiertos, estepas y zonas de huertas. Que repiten los mismos paisajes a miles de kilómetros de distancia. Repitiéndose también viviendas, ropas, comidas, música, bodas, sentido de lo familiar. Hay además en cada país un fuerte núcleo de raza de Arabia pura, sirviendo de levadura a la mezcla. Por eso hay en toda la Arabidad huellas grandes o pequeñas de la ancha, dilatada, inconmensurable hospitalidad beduina. Y existe en toda ella ese temperamento poético y de exagerada vida literaria que caracteriza los usos sociales en toda la Arabidad. Del grupo productor de bellos textos a la academia y la tertulia, de las bibliotecas a las conferencias se pasa la vida ciudadana de los árabes de todos países. Sólo en estas tierras se comprende la fuerza mágica de la palabra, del verbo, del idioma en marcha. Del alma que escapa por la boca. Del corazón que se derrama en expresiones.

Así los movimientos de unión en zona árabe reposan sobre la lengua. Lógico reposo, dado lo magnífico de esa base. Por la razón antigua de que el árabe figura en sitio de honor entre las lenguas clásicas, y es célebre su riqueza y sonoridad. Por la razón moderna de ser el único idioma que es a la vez clásico y nuevo, universitario y usual. Y no parado e inerte, agarrado a una bella literatura o conservado por costumbre. Sino lengua viva por su movimiento. Hace veinte años que ha entrado el árabe en un período de doble acción renovadora y expansiva. Renovación que realiza en El Cairo la Academia de la Lengua Árabe, fijando el caudal de palabras clásicas en su gran diccionario histórico, y a la vez creando nuevas palabras. Son los neologismos para nuevos inventos y nuevas ideas. No adoptan los términos griegos y latinos, como hacen otros idiomas al incorporarse palabras como “Autarquía”, “Hidro-plano”, “Geopsiquia”. Sino que injertan viejas raíces en usos nuevos. Por ejemplo, de TAIRUN, ave voladora, derivan la nueva palabra TAYARA, avión. Nace así una lengua, que conserva la pureza de la antigua y sirve a la vez para todos los usos técnicos de nuestro rápido siglo. Hay, además, una expansión que se realiza doblemente en profundidad y en extensión. También podríamos decir que crece en sentido temporal y en sentido espacial. Lo del tiempo o crecimiento hondo es para hacer del árabe lengua de único uso, sin que haga falta otro idioma. Lo del espacio o crecimiento desplegado es para que la lengua árabe ocupe y rellene todo el sitio de la Arabidad sin dejar hueco para otra cosa.

El deseo de que en todo país de Arabidad sólo se use el árabe es algo ya logrado en Oriente. El Cairo es centro intelectual y librero de todos los temas y materias. El idioma nacional es la lengua única en lo intelectual, lo económico y la política. Lograr lo mismo en todo el mundo árabe significa la pronta desaparición de los dialectos y jergas locales inútiles para ciencia y literatura. Y también puede ser el fin del analfabetismo. Libros y periódicos acorralan a los modos de hablar impuros. La enorme zona tropical y oscura del Sudán hablará totalmente el árabe dentro de poco. En Argelia roza ahora las zonas refractarias de Kabilia. Y en el Protectorado francés de Marruecos las tierras bajas, llenas de minas, puertos y talleres, restan al monte pobladores para acumularlos en las zonas llanas de rico cultivo y abundante jornal. Zonas de ciudades y de cultura. Zonas de lengua árabe, que representa en el Norte de África la civilización. Lengua de ciudad que ya no es siempre el antiguo vulgar. Pues radio, cine y fonógrafo popularizan giros y expresiones de El Cairo. Y aunque no hubiese este reflejo egipcio, bastaría el ejemplo de Europa. Donde los grandes países tienen radios árabes con varias emisiones diarias. Pues el auge de esta lengua no es ya exclusivo de los que la tienen como habla materna. Sino indispensable a todo patrimonio de superior cultura universitaria, y hasta de actual política.

En doble forma, clásica y renovada, se extiende el árabe fuera de fronteras. Aumentan en Europa los centros de investigación. Aparecen en letra impresa numerosos manuscritos de gran valor. Crece el concepto del arabismo como faceta esencial en la historia del genio mediterráneo. Llega en Francia e Italia el árabe a la enseñanza media, en calidad de utilísima lengua viva. Introduce el Duce este idioma como básico y escolar entre la numerosa población musulmana de Etiopía. Se preocupan seiscientos mil hijos de Croacia y otros tantos albaneses por los estudios árabes. A estos estudios abre sus puertas la Universidad del Japón. Aparecen también de pronto en centros científicos de Estados Unidos. Regresan al Cairo los estudiantes turcos después de veinte años de ausencia. Se publican cientos de libros sobre arabismo y arabidad en las tierras del Eje. Corren por toda América los textos de esta gran lengua, impresas, habladas y radiadas. Une España a la acción sabia y admirada de D. Miguel Asín Palacios y sus cooperadores, la nueva acción del grupo agustino de El Escorial, y las publicaciones tetuaníes del Instituto Generalísimo Franco. Todo culmina en la presencia de un cardenal de lengua árabe en pleno Vaticano. El cardenal Tabbuni. Larga enumeración de arabismos exteriores que alienta y estimula el entusiasmo del arabismo interior.

Hay que poner atención para no confundir lo árabe, lo musulmán y lo oriental. Son tres cosas diferentes. Que pueden coincidir en una persona, en un grupo en un país. Pero que son siempre y esencialmente tres cosas diferentes. Lo árabe es un poco cosa racial, étnica, de sangre y de herencia. Otras veces, algo de cultura y lengua. Lo musulmán es lo que se refiere a religión, creencia, concepto de la moral y de lo divino. Y también filosofía, derecho, tradición legal. El Oriente y lo oriental representan sobre todo una situación geográfica al fondo del Mediterráneo. Pareja a una zona demosófica o folklórica. Oriente es la zona en que la gente usa o ha usado turbantes y ropas largas. Tierras de casas vueltas del revés, de mujeres con flotantes velos, callecitas sombreadas, jardines cerrados. Resumen y esencia de esto son los indispensables ejemplos. Son árabes, pero no son musulmanes, los maronitas del Líbano y los nazarenos. Son árabes y musulmanes, pero no son orientales, los argelinos del campo y muchos marroquíes que viven en un Occidente geográfico. Son musulmanes, pero no son árabes ni orientales, casi todos los albaneses y una gran parte de los croatas. Son musulmanes y también orientales, pero no árabes, los turcos, los persas, los afganes... Son orientales, pero no musulmanes ni árabes, los indios brahmanistas, los parsiso guebros, los coptos faraónicos de Egipto, &c. Volviendo a nuestro arranque, en lo andaluz habría que decir que restos árabes, musulmanes y orientales se acumulan y aprietan en arabesco enrevesado de supervivencias.

Lo árabe va del Atlántico al Indico, Aunque homogéneo en lo espiritual, puede subdividirse por razón geográfica en dos zonas. La más próxima es la del Norte africano, donde lo árabe representa la única civilización posible. Sus ciudades y zonas cultas hablan árabe. Fuera de esta lengua, sólo queda barbarie de grupos tribales. Aislados en las nieves del Atlas o en los calores del Sudán. Los habitantes (excluidos de esta lista extranjeros) son: Egipto, 15.904.525; Sudán egipcio, 8.103.000; Libia, 745.000; Túnez, 2.335.000. Protectorado de Francia en Marruecos, 5.873.000. Protectorado de España y zonas de soberanía española frente a Canarias deben dar un millón. La zona de Asia es más vacía, a pesar de ser más célebre. Allí están: Palestina, 1.098.600. Siria propiamente dicha o país de Damasco, 2.758.945. El Líbano (antigua Fenicia), 1.119.680. Transjordania, 295.000. Arabia Sendía, que comprende bajo un mismo rey los estados de Higaz, Neg, Assir y Hassa, reúne 4.750.000. Yemen, 2.300.000. Iraq, 3.560.000. Y las taifas del Sur (todas bajo el dominio inglés), con 1.375.000, repartidos entre Edén y su protectorado, el Hadramaut, Qatar, Omar y Mascate, Bahrein, Kuweit. Hay una tercera “Arabidad” dispersa en las colonias de árabes emigrados. Árabes de las taifas repartidos por Indias Holandesas, India Inglesa, Ceilán, África Oriental, Unión Surafricana, &c., en número casi igual al de los que quedaron en casa. Árabes del Yemen en Etiopía italiana y Yibuti. Árabes iraquianos dentro de Persia. Y sobre todo, la gran Arabidad americana, compuesta de sirios libaneses y palestinos, en número superior a un millón y medio. Repartidos por Brasil, Argentina, Chile, Uruguay, Colombia, Cuba, Méjico, Estados Unidos.

Reside la mayoría de los árabes americanos en los países de lengua española. Agolpando sus núcleos esenciales en Buenos Aires, Habana y Ciudad-Méjico. La mayoría es cristiana, musulmán el núcleo menor. Pero todos unidos en igual arabidad entusiasta. Fueron allí empujados por la tiranía de los últimos sultanes otomanos. Vieron impedido el regreso por la intransigencia mandataria de dos potencias puestas allí por los acuerdos ginebrinos. América fue tranquilo refugio. Descansando en el regazo de lo hispano, que ellos sienten como algo próximo y semejante. Y ayudando con empeño al adelanto económico de aquellas naciones. Abarcan los árabes el pequeño comercio de bazares y desempeñan papel esencial en los tejidos de paño, lienzo y sedería, punto, mercería. Tienen también cientos de fábricas de telas, medias, papelería, artículos de acero, material sanitario, perfumería, jabones, conservas. Bancos de gran radio en el negocio. Compañías de seguros, emisiones de radio. Películas en lengua árabe. Colegios donde se enseña a la vez el árabe y el español. Academias. Sociedades deportivas. Casinos. Asociaciones patrióticas. Sociedades de beneficencia. Y sobre todo, una magnífica Prensa, que tiene entre diarios y revistas más de cien títulos. Prensa que es esperada con afán en su patria oriental. Ha dado la Arabidad americana nombres ilustres en la cultura y la política árabes. Como el gran poeta Jalil Gibran, el gran ensayista Amin Rihani, el orador prodigioso en árabe y en español Habib Estéfano, el poeta Fauzi Maluf, los jefes políticos emir Amin Arslan (representante de los árabes americanos en los Congresos de Oriente), Antún Saadi, jefe del partido fascista libanés, “HIZB AL QAUMI AS SURI”, &c., &c.

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Tetuán.– Delegación de Asuntos Indígenas

Es América el sitio donde las dos ideas semejantes de Hispanidad y Arabidad se mezclan y abrazan todos los días para luchar juntas por los mismos ideales. Gustan los árabes de América de comparar sus dos tierras de origen y residencia, viendo entre ellas hermandades y paralelismos. Sienten los árabes un idéntico destino que les hace convivir gozosos con los criollos. Esa misión sólida de Hispanidad y Arabidad es para la Patria española doble motivo de relación estrecha. Por árabe y por americana. Así, bajo cielos de Ultramar, se destaca claro, cristalino, transparente, lo necesario del acuerdo entre la tierra de España y esos dos mundos semejantes de criollos y arábigos que en ella se atan y anudan. En América es lo árabe apoyo frente a lo judío, disolvente y agente de lo yanqui. En África, la concordia árabe, puede despejar ese horizonte reducido en que lo español se ve enclavado dentro de un gran imperio, cerrada la perspectiva por tres de sus cinco lados. En Europa, porque al factor árabe se le atribuye un alto papel dentro del nuevo orden. Y porque es nuestra península puente entre Continentes y camino natural de lo germano a lo árabe. Camino en el mapa y camino en el espíritu. Ramillete de rutas clavadas como flechas en la carne del continente africano. Tierra adentro quedan mil rutas más, y mil castizas trayectorias en sombra de bibliotecas. Fondos magníficos de El Escorial y de olvidados archivos. En todo ello, lo antiguo y lo moderno, parten las rutas del pie de la Giralda. Por ser Sevilla y Huelva arranque de todo lo castizo americano aguas abajo del Guadalquivir. De este Guadalquivir en la orilla está también Córdoba “lejana y sola”. Último refugio de lo árabe puro y bueno cuando Oriente se dormía. Andalucía, faro y espejo del arabismo nuevo.

Rodolfo Gil Benumeya