Un nuevo Continente
por Gaspar Tato Cumming
Estamos ante un nuevo descubrimiento. Presenciamos o vivimos el nacimiento de un nuevo orden mundial, y como consecuencia han de surgir nuevas cosas. El sentido político de los pueblos está cambiando; hoy, el ser humano siente la política, pero no localizada a intereses locales o de partido, sino en una amplia forma nacional. Los modernos Estados encuadran a sus súbditos y los dirigen, misión fundamental de buen gobierno. Las naciones, asimismo, se encauzan a un reajuste continental. Europa, dividida en múltiples nacionalidades, empieza a conocerse y a ajustarse. Asia, inmensa, desperdigados sus pueblos, va recuperándose y concentrando sus energías. En las calles de Hsinking, la capital del Manchukuo, que hace diez años solamente era una aldea manchuriana barrida a veces por las hordas de bandidos, ruedan los más modernos automóviles sobre su limpio y brillante asfalto que refleja las modernísimas arquitecturas de sus edificios. Y en Maroueouchi, ese barrio de Tokio, reconocemos a un Nueva York de enanas proporciones, no por un ímpetu creador de cortos alcances, sino por la precaución ante la geología del país. Y en las profundidades misteriosas del Tíbet, la comarca más mística del globo, se oye la orquesta de conciertos de Viena que las ondas llevan. Y si en esa Asia que ya va dejando de ser misteriosa, reconocemos la civilización occidental –que es Europa– en el corazón de Europa el almuecín canta sus oraciones, y el Danubio fue frontera asiática.
La Geografía nos enseña que hay cinco Continentes, tres de ellos rodeados de agua, como gigantescas islas, y dos separados por una cadena montañosa en el norte, Europa y Asia, que en realidad forman un sólo Continente, pues constituyen una gran masa de tierra rodeada por el agua. A ello vamos, y el tiempo nos lo dirá, si no a nosotros a nuestros hijos, pues será antes que nuestros nietos, que estoy seguro aprenderán en su Geografía Elemental a recitar de memoria que el mundo se divide en cuatro Continentes: América, África, Oceanía y Eurasia.
Eurasia, bello nombre, para la hermosa y sugestiva empresa de unir a Europa y Asia. Una fuerza poderosa, gigantesca, asimilará en uno a estos dos Continentes, para constituir una sola unidad geográfica, económica y defensiva, que imperará sobre el mundo entero.
La nueva organización africana formará el almacén de materias primas en el oeste de Eurasia y China y la India en el este. El viaje del ministro Matsuoka desde Tokio a Roma en un confortable tren que emplea quince escasos días, nos hace vislumbrar el futuro de ocho vías del mismo ancho y con moderno material que permita grandes velocidades, y entonces de Madrid a Tokio, diez días escasamente de magnífico viaje para el hombre y de rápido traslado de mercancías. El Extremo Oriente dejará de ser un misterio casi inaccesible para Europa.
Y no olvidemos que así como la energía eléctrica se observe o elimina por los extremos, la energía total de este inmenso Continente de la Eurasia, será regulada por sus extremos también: España y Japón. Esta es una afirmación que a la vista podemos comprobar: América, zonas supercivilizadas del Continente, Estados Unidos y Argentina. África, territorios más civilizados de mayor energía. Marruecos, Argelia, Egipto y la Unión Sudafricana, Por esos países entra y sale la energía humana y reposa en ellos su potencia. A España le aguarda un inmenso porvenir en la futura organización de Eurasia, que tengo la esperanza de ver todavía.
¿Y Rusia? Preguntarán algunos al verla como frontera incógnita de Europa y Asia. Al término de la guerra actual, Rusia o se une a esta marcha hacia el futuro o desaparece.