Blanco y Negro, revista quincenal ilustrada (segunda época) Madrid, 1º de octubre de 1938 |
año XLVIII, nº 12 (2.360) [página 10] |
J. A. Montes
La voz clara y suave de la actriz Juanita Cáceres pronuncia desde el micrófono las primeras palabras del acto inaugural: «¡Aló! ¡Aló! Aquí la Alianza de Intelectuales Antifascistas...!» El domingo, día 28 de agosto, por la tarde, tenía lugar en Madrid la inauguración oficial del curso de conferencias organizado por la Delegación de Propaganda y Prensa y la Alianza de Intelectuales Antifascistas. Se celebran en el pequeño salón de conferencias de esta docta entidad. Acuden numerosos invitados. Personalidades civiles y militares, artistas, diplomáticos, escritores, políticos, periodistas extranjeros... Hay una gran animación, en esta tarde de naciente otoño. No es para menos. Se trata de un suceso de trascendencia intelectual en el Madrid de guerra. Como una consigna gigante –Cultura, Cultura y Cultura– que se esparciera por todos los ámbitos de la ciudad, difundida por las ondas de la radio, este cursillo da a la heroica capital la tónica serena y augusta de la actual vida madrileña. El poeta Rafael Alberti explica el significado y la finalidad de la fiesta. Las actividades que se van a desarrollar en este ciclo de conferencias. Da a conocer sucintamente la verdadera labor que realiza la Alianza de Intelectuales Antifascistas. Y termina haciendo la presentación del orador: don Miguel San Andrés, delegado de Propaganda y Prensa, que va a hablar sobre «Los intelectuales adictos al pueblo». Don Miguel San Andrés: «Los intelectuales adictos al pueblo.» No cita nombres que son «orgullo de la España republicana». Ni para qué. Sólo le interesa hablar del daño causado a España por los intelectuales que renegaron de su propio deber. Habla después de las dos clases de intelectuales que él considera: los puros y los que se limitan a representar el papel de los primeros. Alude a los privilegiados del pensamiento que se encerraban en sus torres de marfil, sin querer descender al pueblo, para comprender su dolor. Demuestra, con los ejemplos de los señores Azaña y Negrín, cómo cuando el intelectual sirve al pueblo, el pueblo, ignorante, extraviado, sabe hacerse carne de la carne del intelectual y servirse de él. No tienen derecho los intelectuales a alejarse del pueblo, y menos en España, tan atrasada, desgraciadamente. Hace un recorrido histórico-analítico, impresionante, que pone al desnudo nuestra vieja situación económica. Evoca las figuras del arcipreste de Hita, Iñigo de Loyola, el lazarillo de Tormes, el inquisidor Torquemada, y trae a nuestro recuerdo la sombra de una España de tópicos y leyendas, heroicidades y misticismos, sobre las que formaban un tríptico el convento, la cárcel y el cuartel. Rememoración que nos muestra las lacras del pasado, para darnos la idea de formar luminosas rectificaciones en lo por venir. El conferenciante expresa su indignación por la postura de los intelectuales, que viendo impasibles agonizar nuestra patria no quisieron compartir las tristezas del pueblo, que sólo les pedía le prodigaran enseñanzas. «Claro que –termina diciendo– la actitud de los intelectuales adictos al pueblo nos conforta, porque abre nuestro pecho a la esperanza de un porvenir en el que nuestros hijos puedan exclamar, con la arrogancia del Tasso: libres nacimos, libres vivimos y libres moriremos.» Rafael Alberti: «Homenaje a Federico García Lorca.» El sábado, 3 de septiembre, ocupa la tribuna el poeta Rafael Alberti, quien, conmemorando la luctuosa efemérides del asesinato de García Lorca, va a trazar una semblanza de su vida y de su obra. Primero habla del hombre: del poeta bueno, dulce, niño, infantil. «Con él –dice– se consumó el fusilamiento de la inocencia.» Recuerda toda su vida, desde que se lo presentara José Moreno Villa, hacia octubre de 1924. Y desempolva del archivo de la memoria anécdotas y recuerdos. Años de lucha bajo la dictadura, vida literaria en la Residencia de Estudiantes, nómada del Arte en el grupo teatral «La barraca», años de gloria escénica del brazo de Margarita Xirgu... Y, después, habla de su obra poética, de su arte popular, de su temperamento estético... «Hoy, García Lorca –acaba diciendo–, no sólo encuentra con el recuerdo de los íntimos, sino con el afecto y simpatía de toda la España republicana, que tiene fe en el porvenir y entusiasmo en el futuro.» Esta conferencia se ha llevado a cargo con la cooperación plástica de varios miembros de las guerrillas teatrales de la Alianza, que interpretan diversos romances escenificados por el poeta granadino y musicados por Leoz; además, representan el primer acto de Doña Rosita, soltera o El lenguaje de las flores, una escena de Bodas de sangre y la aleluya erótica (versión de cámara) Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín. Don José Estellés: «Los motivos sanitarios en la propaganda de guerra.» El viernes, 9, ocupa la tribuna del saloncillo de conferencias el doctor don José Estellés Salarich, director de los Servicios Sanitarios del Ejército del Centro. El señor San Andrés hace la presentación del conferenciante, destacando su valor científico, su espíritu republicano y su formación cultural literaria, características del señor Estellés. Empieza dando unas impresiones sobre la génesis de la guerra. Habla de los primeros milicianos y milicianas que marcharon al frente, y sobre los que tienen lugar la formación de la Sanidad de guerra. Recuerda la actuación heroica de los cirujano que operaban en plenos frentes de batalla. Habla de la buena marcha de los hospitales. Tiene un expresivo recuerdo para las enfermeras salidas de la cantera del pueblo. Menciona hechos interesantes sobre la recuperación de heridos. Expone la gran labor que se ha llevado a cabo con el montaje de los magníficos gabinetes de Mecanoterapia que hoy funcionan. Guarda unas cariñosas alusiones para los jóvenes odontólogos, antiguos estudiantes de la Federación Universitaria Escolar y deportistas de rugby, que han llevado a los frentes la alegría de unas bocas limpias. Informa también de la intensificación que ha de llevarse a cabo –y, se está llevando– en la producción de material sanitario. Diserta brevemente de la disciplina actual que rige en la Sanidad Militar. El señor Estellés trató, en fin, de otros interesantes motivos relacionados con tan importante tema. «Pueblo que, improvisándolo –termina diciendo–, ha hecho todo esto, podrá hacer una gran patria cuando llegue la hora de la victoria. Esperémosla trabajando, activos, sin desmayos, que el mañana será nuestro, y España, entonces, libre de la invasión que nos amenaza, se engrandecerá en poco tiempo.» Concierto de música española de cámara La reunión del sábado, día 17, se ha consagrado a la diosa Euterpe. Se trata de un selecto concierto de música española de cámara, dividido en cinco partes, y dedicadas cada una de ellas a P. Antonio Soler, Arriaga, Chapí y Conrado del Campo, Evaristo F. Blanco, Bacarisse y Jesús G. Leoz, notables compositores. El quinteto de este concierto está formado por Rafael Martínez, violín primero; Juan Palau, violín segundo; Pedro Merollo, viola; Carlos Baena, cello, y Jesús G. Leoz, al piano. Ejecutan con acierto insuperable un programa en que figuran obras meritísimas de los autores ya mencionados. Primeramente, el joven e ilustre músico García Leoz explicó en breves palabras la significación y sentido artístico de la música llamada de cámara, haciendo un resumen histórico de los principales musicólogos y compositores que más han influido en su desarrollo. Además, antes de cada número musical, habla detenidamente de la labor artística y personalidad musical del autor de turno, poniendo con ello al auditorio en una cercana comprensión que hace fusionar la maravilla de la obra escuchada con la persona que le dio vida. Nuevo éxito el de este concierto admirable, en el que, como si hubiéramos hecho un paréntesis a la marcha de la guerra, nuestro ánimo remontóse a las zonas ideales del sentimiento artístico, como remanso de paz en las horas constantes de la lucha. Que el éxito –escolta de estas cuatro primeras conferencias– siga guardando tan brillante obra, para satisfacción de las necesidades intelectuales de Madrid y para honor de la España republicana, en cuyo suelo laten, con fiebre de espiritualismo, las más prestigiosas notas de la civilización. J. A. MONTES |
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