El avance de los rebeldes por tierra de Extremadura, con el fin de ganar Madrid, y de enlazar el Sur con el Norte y poder auxiliar a los sitiados de Oviedo, ha sido como un terremoto para Navalmoral de la Mata, la ciudad natal de Urbano González Serrano.
No desconozco que de todas las capitales y de muchas poblaciones en las que han entrado los facciosos se podría decir lo que digo de la ciudad de la provincia de Cáceres, así Cádiz es la patria de Fermín Salvochea y Eduardo Benot, Jerez la de Cala, Sevilla la de Rivero y Federico Rubio, Valladolid la de Muro y Paverpa, León la de Azcárate y Menéndez Pallarés, Zaragoza la de tantos republicanos que son innumerables también como los mártires de la leyenda cristiana y hasta podríamos nombrar a Navarra llamándola patria de los dos Espociminas (el joven y el tío), de Lacalle, el cojo de Cirauqui y de Basilio Lacort. Mas si me fijo en Navalmoral de la Mata es por ser un lugar pequeño en el cual estuve hace años, muchos años, como propagandista de la Juventud federal de Madrid y por haber respetado y querido mucho a don Urbano González Serrano.
González Serrano era el Bautista de Salmerón. Fue director de «La Justicia» y presidente de la Juventud centralista. Fue también diputado y supo discutir con don Antonio Cánovas del Castillo que no era ciertamente un adversario baladí.
González Serrano, catedrático del Instituto de San Isidro de Madrid, era insigne humanista. Compuso muchos doctos libros de filosofía, crítica literaria y tesis políticas.
En la fachada de la casa en que nació se colocó una lápida conmemorativa. El discurso ofrendando la lápida lo pronunció Emilio Menéndez Pallarés, quien hizo en su elocuente oración, una magistral semblanza de don Urbano.
Le estimé mucho en vida. Asistí a su entierro en el Cementerio civil de Madrid. Y tenía la infantil creencia de que Navalmoral de la Mata por el hecho de haber nacido allí González Serrano, era invulnerable y al saber que la han vulnerado los enemigos de la República, de la civilización, de la libertad, de la democracia, de cuantas ideas desarrolló y explicó González Serrano en la cátedra, en el libro, en el periodismo y en las tribunas de las Cortes, del Ateneo y del mitin.
La misma sorpresa me causa el hecho de que hayan entrado y estén todavía en algunas de las poblaciones citadas ya por mí, y me explico, por la misma ilusión, que no hayan podido arraigar en Cataluña, en Castellón, en Valencia, en Alicante, en Murcia y en Madrid.
En realidad, lo que creo ilusión tal vez no lo sea, porque el hecho de haber nacido y vivido en España muchos hombres eminentes que fueron liberales, demócratas, republicanos, socialistas y anarquistas, es lo que explica la imposibilidad de que hagan retroceder a la nación los que llamábamos antes retrógrados y hoy denominamos fascistas.