Mundo Femenino
Madrid, julio 1934
 
año XV, número 100-101
página 44

Julia Peguero

Manifiesto a la mujer

Españolas:

Los momentos de angustia por que acaba de atravesar España, nos afirman cada vez más en la necesidad de que la mujer se una en un doble sentimiento común: «la exaltación del amor patrio y el amor a la humanidad» (sentimientos tan compatibles como el amor a la patria chica dentro de la patria grande) formando una fuerza política independiente, que si no logra de momento acortar distancias y borrar diferencias que sólo sirven para entorpecer o destruir la vida de un país, evitará al menos que vaya a engrosar inconscientemente las milicias del odio y la pasión.

La mujer educada en una orientación política sana, se librará de la ceguera del sectarismo y la que menos haga, al ejercer sobre los suyos la influencia que siempre tuvo, extenderá sobre el país el manto bienhechor de la paz social, cuyos cimientos ha minado el odio y va a ser muy difícil sostener sin la calma de unos y la generosidad de otros; sin la transigencia y comprensión de todos. Esa paz, al extremo a que hemos llegado, sólo puede ya conseguirla la mujer; porque el mal es tan hondo, que no bastarán a contenerlo las alturas del poder, sin el auxilio de quien por su función en la familia, si se prepara, puede abrir a los suyos una ruta mejor que la de sangre y destrucción en que ahora se ven precipitados.

Las que nos incorporamos a la A. N. de M. E. al fundarse el año 18, no íbamos impulsadas por el vano prurito de equipararnos al hombre, sino llevadas por un santo «anhelo de colaboración» en la obra del país con nuestra fe puesta en la mujer española. Un ansia de renovación llevando a la vida sentido más real de la justicia, según emana de aquella sentencia: «Ama al prójimo como a tí mismo», letra muerta en la sociedad de hoy y de todos los tiempos, sacó del cómodo retiro del hogar a un grupo de mujeres que se mantuvieran firmes y fieles a la idea que las inspiró, formándose durante los años al calor de nuestros espíritus de mujeres educadas en la tradición del hogar español, esa «solera» que da a nuestro feminismo verdadera característica femenina. En esa solera, el nuevo jugo que aporta a la vida el despertar político de la mujer, perderá las acideces de su inexperiencia, convirtiéndose en rico tónico del organismo nacional.

Insensato hubiera sido pretender en instantes de efervescencia política, distraer a la mujer del apasionamiento general, llamándola a una concentración femenina de acción política independiente, porque esa misma pasión le hubiera impedido responder, y más que insensato, temerario y aun fatal a nuestra causa hubiera sido hacer partícipe a nuestro sexo de la responsabilidad que implica la actuación pública en épocas de tantas dificultades.

He ahí la razón de la actitud expectante que la A. de M. E., madre del feminismo español ha guardado en estos últimos años.

Con generoso entusiasmo se apresta ahora a poner en práctica lo que considera una obligación emanada de su responsabilidad de feministas, y en hora suprema de adiós incontenidos, precursores de luchas fraticidas de hombres y partidos, «os llama» para que, agrupadas en una «acción política independiente», una misma preocupación nos una; un sólo imperativo nos aliente: «el bien de todos»: «la formación de una política, regida por el amor a la humanidad».

Las que de buena fe esperáis de las izquierdas la aplicación de leyes nuevas que hagan una sociedad más justa; las que con ansia miráis a las derechas suspirando por la tranquilidad perdida y por la calma de sentimientos lastimados; las que indiferentes en vuestra comodidad no veis que ya nadie puede sustraerse a los vaivenes de la política, porque el mundo se halla embarcado en una navegación difícil que necesita de todos sus recursos, venid a constituir una fuerza femenina que sienta los latidos de la patria, inspirándose serenamente en la razón de la «verdad», que es la única fuerza que rinde los espíritus.

Hagamos unidas, mujeres sin ideología definida, así como también las de ideas diversas, un organismo político independiente, que pueda ser considerado porque así lo merezca el prestigio de su actuación, como «venero» de elementos femeninos espiritual y prácticamente preparadas, sin apasionamientos partidistas que obstruyen la obra de buen gobierno, adonde acudan los gobernantes de buena voluntad en busca de colaboración desinteresada para la obra de paz y bienestar que el mundo anhela.

Si la indiferencia os retrae; si la desconfianza en vuestras propias fuerzas os contiene; si la falta de serenidad y la intransigencia os impiden convivir, nada se habrá logrado; pero esta Asociación habrá cumplido su deber al intentarlo.

Españolas: que vuestro corazón se levante al toque de clarín que os señala la misión de llevar la paz dentro y fuera de vuestros hogares; para borrar las fronteras de izquierdas y derechas, impropias de un siglo que debía caracterizarlo la cultura; para ser sólo españoles de una España próspera, que participe en el concierto humano que entre todos los hombres debía de existir.

No olvidéis que los momentos son precisos, porque la crisis porque atraviesa la civilización amenaza aplastarla, y si estáis sordas a nuestro clamor, la responsabilidad de lo que no quisisteis hacer, caerá solo sobre quienes no quisisteis escucharnos.

Los amigos todos de la democracia, acoged y amparar esta idea, porque si el recurso fracasa, cuando el mal es tan hondo, solo nos esperan estos dos caminos: o la dictadura blanca o la tiranía roja.

Madrid, 1 de Enero 1934.
La Presidenta,
Julia Peguero.

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Julia Peguero Sanz
1930-1939
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