Filosofía en español 
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De nuestro corresponsal en Berlín

Hacia la exterminación del marxismo

Plan cuatrienal

Cada día, cada hora que pasa, sentimos cuál avanza la marea nacionalsocialista. Si esto sigue así, antes de pocas semanas viviremos el racismo integral.

La Prensa judía –en el léxico nazi democracia y todo lo que queda a la izquierda es producto de Israel– ha entrado en capilla. Una nueva disposición de esta tarde pone los periódicos a merced del Gobierno. El “Vorwaerts”, la “Rote Fahne”, dieciséis diarios comunistas y otros socialistas han sido suspendidos. Como la Prensa liberal de Ullstein no extreme la prudencia le pasará lo que al “Corriere della Sera” en Italia.

Pero esta limpieza no la realizan sólo Goering y Frick. También los prefectos socialdemócratas que quedan se encarnizan con sus rivales comunistas. Noske y Zoergiebel, socialdemócratas de marca, siguen en sus puestos con el celo de antaño.

Mañana, domingo, solemnes funerales, costeados por el Estado, en la catedral del Lustgarten, al nazi muerto la noche histórica. Héroe de la lucha antimarxista, había intervenido en el envío de cuatro comunistas al cementerio y organizado numerosas expediciones punitivas. A su vez sucumbe después de saborear el triunfo. Doscientas mil personas desfilarán ante su cadáver, y el propio jefe del partido, Hitler, se inclinará unos momentos.

Primo de Rivera se había acordado noventa días a los efectos de regenerar España. Hitler, más sincero, solicita cuatro años para deshacer los catorce de régimen republicano-socialista. Por de pronto no pierde el tiempo y trata de despejar la incógnita de la Policía, desembarcando a los hombres sospechosos y poniendo en su lugar a nazistas convencidos. La operación, resulta peligrosa y no desprovista de inquietud.

El Landtag de Prusia conocerá la misma suerte que el Reichstag, pese a la oposición de la mayoría y a lo anticonstitucional de parecida medida. Como detalle significativo anotaremos que Severing, el león socialista de cartón, fue acogido por nazis y comunistas a los gritos de “traidor a la clase obrera”, “vendido”, “cobarde”, “miserable”.

Nos resulta algo violento hablar del papel jugarlo por la Reichswehr en la solución de la crisis. De las declaraciones de Schleicher se deduce que a su oposición se debe el que Papen no haya vuelto a ser canciller y que Hindenburg se decidiera a acordar su confianza al “Führer”, respetando hasta cierto punto las reglas parlamentarias. Ya conocemos la hábil maniobra de Hitler, aprovechándose del “cuarto de hora”, para constituir un Parlamento adicto.

Un hecho cierto: si el Ejército no es hostil al nuevo régimen, tampoco se le ha supeditado desde el primer momento, como ocurrió en Italia. Ello no supone ninguna esperanza para los románticos de la democracia, pero sí un elemento de equilibrio en la balanza nacionalista.

Las escaramuzas continúan cotidianamente. Muertos y heridos en las distintas ciudades de Alemania. Sobresaltos dolorosos, pero ineficaces.

ALVAR