Filosofía en español 
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Situaciones y tendencias

[ Juan M. Plaza ]

¿Cinema puro?

Es curioso observar la campaña solapada y artera que han emprendido algunos critiquillos en contra del cinema soviético. Campaña que, a más de una miopía intelectual alarmante, demuestra una completa carencia de valor para combatirlo abiertamente. Para ello inventan una frase sin contenido que, a fuerza de repetirla, ha alcanzado categoría de tópico. Estos, que jamás han levantado su voz en protesta del otro cinema, de ese cuyo objeto es presentarnos como virtudes en mil tapadas formas, las ambiciones desmedidas, las concupiscencias repugnantes, las injusticias execrables, claman ahora por una pureza inexistente y que nunca han deseado. ¡Cinema puro! Veamos qué entienden por tal.

Según ellos, es este cinema todo aquel que no está al servicio de intereses políticos, sociales, económicos, religiosos, &c., ni al servicio de clase alguna.

Aun creyendo en la sinceridad de esta definición, no se puede admitir, porque define lo que no existe. Yo por lo menos desconozco, en este sentido, no ya el cinema, sino el Arte en cualquiera de sus múltiples manifestaciones. Porque, estudiando la historia del Arte –que lo recomiendo a estos impugnadores lo hagan con objetividad–, se advertirá que las grandes obras artísticas, esas que escapan al tiempo y a los lugares, han sido, son y serán las que expresen con mayor sinceridad las emociones, sentimientos y aspiraciones de su época, realizadas por hombres que han sabido interpretar el momento en que han vivido. Y por una de esas contradicciones que nos enseña la Dialéctica, una manifestación artística localizada en el tiempo y en el espacio se hace universal e inmortal.

Hace tiempo en uno de mis artículos dije: “El artista es la antena que recoge con su sensibilidad todas las vibraciones del mundo para plasmarlas en una realidad perceptible por los sentidos. A él van a parar todas las emociones, sentimientos y aspiraciones del pueblo, entendiendo por tal no el conjunto de todos los individuos en el sentir de Rousseau, sino la reunión de los individuos que no son una rémora para el desenvolvimiento histórico; de aquellos que no sólo viven, sino que ansían vivir y perpetuarse.” Y estas emociones, sentimientos y aspiraciones son producidos o por el sufrimiento de un malestar, por el goce de un bienestar o por las ansias de poseerlo. Y este malestar o este bienestar, ¿no es acaso una consecuencia del modo de producción?

El Arte es una consecuencia de la manera de producir. Las primeras manifestaciones del arte son la expresión de una preocupación general plasmada en un objeto real. Preocupación que en este período se reduce a la adquisición de los medios de subsistencia. Y hasta hoy, en que la civilización quiere desviar a otros campos las actividades humanas, no son éstas, en último caso, más que la conquista de un bienestar completo que podrá llegar o no, pero que su aspiración máxima es poseerlo.

Y a medida que cambian los medios de producción cambia también el arte recorriendo trayectorias paralelas.

No se puede concebir un arte desligado del medio por ser éste la expresión del mismo.

Dicho esto como introito necesario, veamos si podemos encontrar el verdadero significado de esta frase.

Hemos afirmado que el Arte ha surgido y se ha desenvuelto a impulsos de las necesidades económicas que en su interpretación artística adopta modalidades múltiples.

Las artes clásicas se desenvuelven en un vasto período de tiempo en el que domina la filosofía idealista que lleva como corolario el individualismo. El individualismo en sus varias formas, es el principio político-social-económico que impera. No existe el ente sociedad como cuerpo orgánico en el que las partes no se contradigan ni se opongan. Y el Arte, que es la más perfecta estilización de la realidad, es individualista.

Pero la verdad como la negación absoluta, no existe. En toda afirmación hay una negación generadora del progreso, de la evolución. El pasar del tiempo es afirmación y negación; negación de un día que pasa y afirmación de otro que llega. Y el Arte como ser, está sujeto a estas leyes. Cada modalidad manifestativa del mismo tiene una existencia limitada. Durará mientras le sea posible cumplir sus funciones propias.

Y llega un momento en que las contradicciones, generadoras de la evolución permanente, se agudizan y crean un nuevo estado de cosas. Este lleva consigo en su alborear, en el período inmediato a su cristalización, en ese momento en que lo viejo riñe su última batalla, una hiperestesia emocional que provoca en las artes existentes por su incapacidad para expresar el momento, un tambaleo, una decadencia, al mismo tiempo que se barrunta primero y surge después otra modalidad artística capaz de cumplir la función que las anteriores se habían visto obligadas a abandonar.

Y he aquí el proceso genésico del Cinearte. La vida de la Humanidad se ha dividido equivocadamente en varios períodos, no pudiéndose dividir más que en dos que corresponden al predominio de las dos concepciones diametralmente opuestas del mundo: idealista y materialista. Podemos decir con Marx que la Prehistoria de la Humanidad –período idealista– acaba con nosotros para dar paso a su Historia –período materialista–. Y este momento, con sus eretismos y convulsiones crónicas, es el de mayor trascendencia que ha vivido la Humanidad, por ser en el que se realiza la mutación del idealismo al materialismo. Momentos estos que escapan a cualquier calificativo, no pueden por menos de ser registrados por el Arte. Mas en su lucha por hacerlo se manifiesta la incapacidad de estas modalidades artísticas conocidas y decaen hasta casi desaparecer como artes autónomas. Pero nada muere sin ser reemplazado por algo que posea aquellas condiciones o cualidades que al parecer originan su desaparición: condiciones que son de adaptación. Y en este mismo ciclo de empirismo, en esta nueva concepción y explicación científica del mundo, que lleva consigo una nueva estructuración de las relaciones humanas al dar paso a la sociedad –ya que este concepto no se ha realizado, en contra de la creencia de los más, pues ¿cómo admitir, cómo concebir la existencia de un cuerpo en que sus elementos sean tan antagónicos que se nieguen?– nacen emociones nuevas que las artes clásicas no pueden expresar.

Y para ello surge el Cinearte, en el que la Ciencia juega un papel desconocido y paralelo al que juega la vida, y de una tal fuerza de expresión capaz de dar vida a todas las emociones de la época por grandes que sean. Emociones que son protestatarias e iconoclastas de un orden de cosas en el que la Humanidad se siente oprimida, esclavizada, sintiendo la necesidad de libertarse de él para construir una sociedad donde el libre juego de las voluntades pase de ser una utopía a ser una realidad.

Y entonces, cuando por haberse realizado la sociedad tengamos cinearte 100 por ciento, será cuando podremos usar esa frase de “cinema puro”.

Juan M. Plaza