[ Antonio Guzmán ]
El porvenir del cinema español
Mucho se ha escrito sobre esto. Pero los argumentos que sirven para probar y propagar una tesis hay que repetirlos, como afirma Unamuno, hasta que se gasten de puro usados o hasta que, a modo de arietes, abran brecha en el muro de la opinión contraria.
Hoy vamos a esgrimir el argumento de la estadística, bueno para probar cuanto se quiera, suele decirse despectivamente, aunque no por eso pierde su eficacia y su empaque científico, sobre todo, si se funda en datos ciertos como los suministrados aquí, merced a un tratado elemental de Geografía.
En primer lugar, vamos a hacer una afirmación. De todos los idiomas hablados en el mundo, el español es el de mayor posibilidad expansiva. Posibilidad no intrínseca, sino geográfica. Actualmente, por su difusión, ocupa el quinto lugar en el mundo y el tercero en Europa. Antes de él están el chino (500 millones), el inglés (200), el ruso y ruteno (150) y el indio (130). Luego viene el español con 120. Hablamos en números redondos.
Pero exceptuando las regiones hiperbóreas de Rusia, la Siberia y el Canadá, donde por otra parte las condiciones climatológicas son contrarias a la expansión de la raza humana, esos idiomas que preceden al castellano han alcanzado en sus países y colonias respectivas el grado medio de difusión y hasta lo han superado en el hervidero chino y en Inglaterra, por ejemplo, que tiene de extensión poco más de la mitad de España y el doble de habitantes. Mientras que el español, extendido por los países mimados de la Naturaleza, tiene muchos saharas étnicos que, indudablemente, serán un día vivero de multitudes.
España es una de las naciones menos pobladas de Europa. Si alcanzase una densidad de población como la de Holanda, contaría ella sola con 120 millones de habitantes; y si estuviese poblada como Bélgica, los españoles seríamos 130 millones. Multiplicando esto por las seis Españas que abarca la República Argentina (insisto en que hablo en números redondos y fantaseando un poco ahora), las cuatro Españas de Méjico, las tres y media del Perú, las tres de Bolivia, las cuatro de Venezuela y Colombia unidas, las tres del Ecuador y Chile, &c., etcétera, hasta las veintidós Españas en extensión de nuestras hermanas las repúblicas de Sudamérica, obtendríamos la cifra de tres mil millones de almas (grave conflicto para la contabilidad celeste), o sea mil millones más que la población actual del globo.
Esto es demasiado, ¿verdad? La tierra se convertiría en un hormiguero de hispanoamericanos, mucho más peligroso, revolucionario e invasor que el de la raza amarilla. Y no digo nada si aumentaban en proporción los «compadritos» dictadores a lo Machado, a lo Leguía, a lo del Cerro...
Pero aun reduciendo la densidad de población al tipo de España (menos de cincuenta habitantes por kilómetro cuadrado), todavía puede llegarse, y no es mucho pedir, a una población de 700 millones de seres que hablarían... –no ha de ser siempre la lengua de Cervantes– el idioma modernizado de Las Partidas, esa tesorería mayor de la lengua castellana, según dijo Mayáns y Siscar. De modo que excederíamos en 200 millones al idioma más hablado del mundo, que es el de los hombres de los ojos oblicuos.
¿Tiene, pues, porvenir el cine sonoro español? ¿Qué industria cinematográfica en el mundo dispone de un campo tan vasto? ¿Y no es hora aún de empezar las experiencias sin timidez, recelo ni desconfianza, cada día más culpables e injustificadas?
Parece, en todos los órdenes de la vida, que la Naturaleza se complace en facilitarnos el camino de la prosperidad y que nosotros ponemos el ahincado empeño de desairarla a cada instante con una contumacia suicida, merecedora de su abandono.
La incuria nuestra se asemeja al renunciamiento invernal de lapones y esquimales. Sin embargo, allí hay nieve eterna, horizontes espantosamente blancos, y aquí cielos azules y sol brillante. ¡Si el sol incendiara alguna vez nuestro entusiasmo para algo que no fuesen quimeras y sí realidades!
Hay once mil Ayuntamientos en España y sólo dos mil quinientos cines. Esto significa que hay ocho mil quinientos pueblos españoles desconectados de la civilización moderna y ocho mil quinientos públicos (permítaseme hablar así) que agradecerían se les incorporase al mercado artístico del cinema. Ocho mil quinientos pueblos que se asomarían al mundo por el balcón de la pantalla a respirar aires de cultura, y que hoy se ahogan en el estrecho círculo de sus labores rurales, de sus prejuicios y de sus rutinas.
Si antes hemos demostrado las enormes posibilidades expansivas (porvenir económico) del cinema español, ahora, limitándonos al problema cultural de nuestra patria, frente a esos ocho mil quinientos pueblos españoles, sumidos en aburrimiento e ignorancia, señalamos las enormes posibilidades intensivas (educadoras) del cinema español, que debiera surgir ya como institución pública, en vista de que la iniciativa privada no se conmueve ni ante el negocio a explotar ni ante el apostolado a ejercer.
Mientras esto llega, nuestra misión es soñar y quebrar lanzas (emborronar cuartillas) propugnando el porvenir de una industria que, con ser un negocio seguro e inagotable, será también, «non tantum ex cibo vivit homo», una bella aventura idealista.
Antonio Guzmán