El Faro
Cádiz, 11 de junio de 1931
 
año XIV, número 351
página 2

[José María Serra de Martínez]

Aspectos

La suprema misión del arte

Cuando las multitudes se agitan en un movimiento de entusiasmo, nosotros miramos serenos el cambiar de las cosas, y en medio del bullicio vamos a hablar de algo grande y noble, de algo muy espiritual y muy humano. Vamos a hablar del Arte y de la suprema misión que ejerce en el linaje.

El Arte es grande, porque crea, y en sus creaciones jamás usa odios ni calumnias; es noble más que cualquier otra cosa, porque edifica y eleva sin valerse de pasiones ni concupiscencias; y es lo más es humano, porque lo hace el hombre.

Toda obra de arte tiene por objeto ennoblecer, poetizar, idealizar y mover delante de nuestros ojos todos los materiales de la naturaleza.

El Arte espiritualiza todas las cosas, y por esto jamás engendra persecuciones ni agravios.

El Arte une a los hombres, y como es asimismo el súmmum de la unidad, porque de Dios nace y en Dios crece y en Dios se eleva, la obra de Arte entusiasma y emociona con aquella espiritual satisfacción que dura y perdura y no se deshoja, como las tiernas flores al suave soplo del céfiro.

Nuestros anarquistas científicos dicen por doquier y en tono dogmático que la ciencia es la gran fuerza de atracción y unidad. ¡No es cierto! La ciencia suele ser esto cuando obra dentro de sus limites; pero como a menudo sale de ellos, conviértese en disolución y lucha.

Dice muy bien la Sagrada Escritura: “la ciencia, hincha; el amor, edifica”; y el amor edificante es la belleza, que es la musa inspiradora del Arte.

En nombre de la ciencia muchas veces se engañó a las multitudes, y éstas, siempre inconscientes y locas, lanzáronse al desenfreno, causando víctimas inocentes y destrozando obras de arte.

En nombre del Arte no es posible engañar al pueblo, porque el Arte es puro, y cuando la obra de arte se nos muestra, el hombre admira y calla. Por esta razón nunca el Arte provocará rebeliones ni injusticias, y por lo mismo, siempre bello y noble, abrazará a toda la humanidad; el Arte engendra amores y efectos y hace que los hombres sean hermanos y como tales se aman. Ahora, en los momentos presentes, en que la calma renace después de la agitación entusiasta; ahora, digo, es el momento de hacer mejores a los hombres, inyectándoles a dosis masivas de educación artística. Y cuando el Arte en todas sus modalidades haya penetrado en el corazón y en el pensamiento de todos los hombres, entonces la paz será completa, y a la satisfacción del vivir y del crecer se añadirá, por medio de la misión suprema del Arte, la verdadera felicidad humana sostenida por el cristianísimo y divino mandamiento de la fraternidad.

DR. SERRA DE MARTINEZ.

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