La Conquista del Estado Madrid, 4 de abril de 1931 |
número 4 página 5 |
La España que deshace |
El ABC |
Los malos humores del retruécano chulapón de izquierdas, lo definieron cándidamente así: «Periódico del hueco grabado y del hueco texto.» La lanzada, como todas las ofensivas liberales, es bastante superficial, anecdótica, chirle y populachera. Cualquier fulano puede sacarse su chistecito de la tripa para que lo comprendan, lo desparramen y lo rían todos los Zutanos y Menganos de España. Puesto que la carcajada es más estomacal que el bicarbonato –los dos disolventes de cuantas dificultades se originan en las tertulias de nuestros cafés–, y la vacuidad de ABC pudiera llenarse alguna mañana de bultos extraviados, ovejas descarriadas y pacotilla radical de almoneda. ABC, en efecto, es un refugio de arrepentidas, de Don Juanes jubilados; un sumidero de desperdicios, de gente escéptica, enclenque y fatigada; de plumas sucias, tiñosas, avariósicas, que se engominan el bisoñé y todavía gallean ante las duquesas de Gil de Escalante; pero que defienden, entre toses y monerías, la sagrada y perpetua restauración y apoteosis de sus alifafes, mediocridades e intereses. ABC, o la gran cloaca de la gran charca nacional, donde desembocaron y se estancaron los años bobos, la babia provinciana y el empaque fanfarrón y pretencioso del último «pollo». Todo fugitivo de una trinchera, todo voraz de un butacón y una querindanga, todo raté, mercenario, aventurero decadente, burócrata inválido, acuden a porfía al patio andaluz de los señores Luca de Tena –un patio andaluz anacrónico y cursi, quinteriano, de pandereta, primorriveresco– a servir, entre chinchines patrióticos, el negocio y la comisión de la Empresa. Que es inundar la nación española de agua de azahar «La Giralda». Contra el menor deseo de sustituir la postura, afán de convulsión o agresión, aquí está el antiespasmódico de ABC recomendando la serenidad ecuanimidad y longaminidad. Virtudes de la aristocracia raza, &c., &c. Por eso se ufana de ser el rotativo de las familias españolas. Las que quieren una vida blanducha de negocios turbios y grandes cruces del Mérito Civil; la que se fue a los toros la tarde de la rota del Santiago de Cuba; la que sacia su vanidad y su conciencia en las listas de las suscripciones homenajes del periódico; la que huye de la apocalipsis para refugiarse en la sicalipsis. En fin: la España deshecha, podrida y pantanosa. ABC digiere esta porción española; dirige sus residuos al nirvana del limbo. Allí no hay preocupaciones, no problemas, ni apetito de justicia revolucionaria, ni fervor juvenil de renovación, ni vendaval de lucha. Allí reside el santísimo padre, y, a su diestra –nada de izquierdismos–, cortaremos el cupón en silencio, asaltaremos el presupuesto con nocturnidad y careta de raso, pellizcaremos a hurtadillas a las vicetiples...; y a la postre, publicará ABC un magnífico R.I.P. con nuestros títulos y honores mortuorios. O sea, una existencia correcta, elegante, «bien»; iluminada por la rutina y la publicidad del diario periodísticamente más adelantado del país. La España que haremos no necesita de colorines dominicales, de superrealistas hipócritas, del señor D'Ors, del señor Cuartero, de la mediocridad celestinesca de Fernández Flores, del patio sevillano de ABC, de las familias honestamente españolas, de la flatulencia conmemorativa, de la restauración. La España que haremos le bastará muy pronto con apoderarse de esas flores cordiales, deshojarlas y desinfectarlas, y repartirlas después al pueblo hambriento y analfabeto; para quien ABC supone poca cosa, y a quien será preciso dar y enseñar todo el abecedario. |
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