Filosofía en español 
Filosofía en español


Alfredo Calonge

Covadonga


Covadonga
¡Covadonga! Poema de fe y de españolismo, cima de la Reconquista…

De los recuerdos que quedan grabados en las páginas de la Historia, tiene Covadonga el mayor relieve, porque simboliza el triunfo de una fe y de una voluntad ante esa adversidad gigantesca y rotunda que alguna que otra vez sufren los pueblos en su vida.

Cuando niños somos y estudiamos con la ingenuidad beneficiosa de los pocos años esas cosas y principios sencillos de la vida que se van clavando como astillas en nuestra conciencia, damos a los hechos, a las leyes y a las reglas científicas un realce desproporcionado con su importancia real, y aunque luego borramos de la inteligencia, a fuerza de pelladas materialistas, las hermosas quimeras de nuestra juventud, no se puede evitar que en el recuerdo se susciten con todo su vigor las firmes representaciones de antaño.

Oviedo
La obra de los del puño en alto

Cuando estudiamos la Historia de España en la escuela, vivimos y sentimos llenos de entusiasmo los gloriosos episodios de nuestra patria. Cuando el corazón es tan limpio y la inteligencia es pura, revestimos con los ropajes de la fantasía y de la belleza las gestas heroicas de nuestros antepasados.

Yo recuerdo... y a mi memoria saltan los momentos de grata felicidad que vivía al encontrarme con hazañas gloriosas como la de las Navas de Tolosa y Lepanto, y mi corazón se estrechaba y oprimía ante los descalabros de nuestras armas en Guadalete o Trafalgar. Pero en toda la Historia hay un hecho, existe un momento de tan intensa emoción, de tanto valor racial y de tanta importancia vital como Covadonga.

Oviedo
¿Oviedo o Abisinia?

Los árabes, la raza impura y bárbara que, llena de fanatismo y de horroroso poder, se habían apoderado de nuestro solar patrio, parecían invencibles; oleadas de mahometanos cubrían las regiones, las comarcas hispanas. El pueblo español, vencido y esclavo, callaba sometido. Y un grupo, un puñado de valientes –dice la Historia en frase gráfica y cierta–, en las peñas de Asturias, en las grutas y montañas de Covadonga, alzan su estandarte y su Cruz ante la Media Luna, y con su gesto heroico derrotan al invasor en batalla que, más que por su importancia estratégica o militar, es el símbolo, es el triunfo, es la afirmación de nuestra raza, es la llama de una fe que se apagaba, es el cimiento de la nacionalidad, es el tesón y el gesto bravo que enciende, que inflama el alma, que da bríos al corazón y aliento a vivir y a luchar por la fe, por el ideal y por la historia, que es una, ininterrumpida, como una es la vida y el hombre.

Oviedo
¡Vencidos! ¿Vencidos?

Sueños de la niñez y quimeras de la infancia...: tenéis el encanto de la verdad, pues también la verdad es una; y cuando de niños soñamos, el ideal lame nuestra frente, limpia de ambiciones.

Ha pasado tiempo, y nuestros ojos enfocan los problemas en otro plano. Los intereses, las ambiciones, los egoísmos, en vendaval, arrasan nuestra patria. Todo el solar patrio está invadido de turbas salvajes, de ideas extrañas, de temores escondidos. La raza, esa raza nuestra, engañada o sometida, amenaza el hogar siguiendo los derroteros anárquicos de unos desalmados, de unos modernos mahometanos de la idea, que intenta forjar una vida antinatural y cruel. Y toda España invadida sordamente, invadida por ese vendaval, gime y tiembla.

Oviedo
¡Pobres hijos sin pan! Los del “tricornio” sacian a las inocentes criaturas

Nos encontramos en otro momento trágico, en el que España ve borrados sus rasgos históricos, y todavía no ha surgido el chispazo, el grito aislado, pero fructífero, el gesto audaz y heroico de “otro puñado de valientes” que, tremolando la bandera de nuestra raza, de nuestro genio, que alzando la cruz de nuestra fe y enseñando a todos la cima de su ideal humano y justo; todavía no ha surgido un grupo de españoles que con la frente altiva, el corazón sereno y el valor en el alma, diga: “¡Alto ahí! Nuestra vida y nuestro nombre van empeñados en una lucha eterna que nos libre de la esclavitud en que vivimos. Somos los paladines de la libertad de España, de la libertad moral y económica del hombre, y buscamos la dignidad humana, la dignidad gloriosa de nuestra raza, que puede y sabe buscar la gloria y el bien por buenos y dignos derroteros.”

Covadonga. Santuario de la raza y puntal de nuestra nacionalidad. Es preciso que recordemos que en tus montañas se dio un grito aislado, que fue un clamor después y que culminó en aquella inmortal conquista de Granada, y que realizó en un momento la unidad de aquella patria grande y feliz de los Reyes Católicos, que en nada se parece a la España de Pelayo ni a la España de hoy.