[ Francisco Cambó: Nación de naciones, discurso en Tarrasa el domingo 10 de febrero de 1935 ]
En Tarrasa
Inauguración de la Juventud Escolar de Lliga Catalana
Con motivo de la inauguración de la labor de la Sección Escolar de la Asociación Catalanista de Tarrasa, adherida a la política de Liga Catalana, tuvo lugar ayer, en el Teatro Principal, un grandioso mitin, presidido por don Raimundo de Abadal.
Hicieron uso de la palabra los señores Junyent y Carrera Freixa, en nombre, respectivamente, de la Sección Escolar de Tarrasa y de la Central del Partido. Hablaron después los diputados a Cortes señores Estelrich y Trías de Bes.
Hecho el silencio y en medio de gran expectación, empezó el señor Cambó su discurso, recordando la primera vez que habló en Tarrasa a últimos del pasado siglo. Era aquel un momento en que, dentro la venerable Unión Catalanista, convivían hombres que tenían, no de la doctrina, pero sí del procedimiento a seguir, ideas diferentes: unos, radicales del «tot o res», y otros mantenían la doctrina evolutiva, de adquirir lo que sea cada día, el esfuerzo constante no interrumpido.
Recuerda que en estos momentos, como entonces, sostiene la misma doctrina, la misma táctica, evocando su primer parlamento en Tarrasa como uno de los más emocionantes de su vida.
Dice que vivimos bajo una constelación revolucionaria, aun sin cerrar, y que el país se halla bajo un régimen de anestesia.
Cuando era inminente la revolución del 6 de octubre dije a los hombres que eran en el Gobierno de Cataluña que cometerían el acto de mayor insensatez si querían comprometer los intereses de Cataluña a un movimiento que iba contra todos y contra los fundamentos de la sociedad. En la conferencia del Palau anuncié que si el movimiento que proyectaban los socialistas, y que sería inmediatamente gobernado, como lo fue, por los anarquistas, llegaba a estallar, nosotros estaríamos al lado del Poder, fuese quien fuese que lo ocupase, que mantuviera los principios de orden, las esencias mismas de la civilización liberal y cristiana en que vivimos. Cumplimos la promesa. Por haber estado al lado del Poder tenemos derecho a pedirle cuentas hoy y a preguntarle: ¿Qué has hecho de la confianza y del concurso que te dimos? (Muy bien. Fuertes aplausos.)
Cuando viene un estallido revolucionario, el Gobierno tiene dos clases de deberes. Uno, apremiante, que cumplen los gobernantes de todos los regímenes, que es el de reprimir la subversión violenta. Y después de la represión debe actuar la política, encaminada a impedir que una nueva subversión se vuelva a producir.
Han pasado cuatro meses, desgraciadamente, y la tranquilidad no ha vuelto a los espíritus. En este tiempo, el Poder público debía hacerse digno de la confianza de todo el país y de las mayores resistencias. Era el momento de plantear los problemas que unen en lugar de aquellos que separan. Era preciso despertar en España grandes ideales colectivos, compartidos por la gran masa de ciudadanos, proletarios y potentados, con un sentimiento de patria. (Muy bien.)
El Gobierno de España, desde el 6 de octubre tiene muy pocas cosas en su activo, después que la fuerza dominó la revuelta.
Ante el problema de Cataluña creado por la subversión de la Generalidad, ¿cuál fue la actuación del Gobierno? La más lamentable. El jefe del Gobierno, que ha de conservar el máximo prestigio, proclamó en el Parlamento que mantendría íntegramente el Estatuto de Cataluña y que no consentiría nunca que fuera revisado sino por el camino de la ley constitucional. A las veinticuatro horas de esta declaración, ante una coacción que un gobernante no ha de admitir nunca si quiere mantener su prestigio, obligaba a los hombres de su partido a que presentaran enmiendas que destruían las promesas del día antes y aquellas hechas al pueblo de Cataluña en el momento de iniciarse la subversión. (Fuertes aplausos.)
Y si el jefe del Gobierno pasaba por la humillación de renegar hoy de lo que se declaraba ayer, de lo prometido en un momento en que las personas constituyen lo más sagrado de las deudas de honor, que en él implicó una merma de prestigio, no lo ganó el jefe de la Ceda al exigirle la claudicación. (Muy bien. Aplausos.) El jefe de la Ceda, días antes no oponía más que una enmienda al proyecto del Gobierno, esto es, que el acuerdo de convocatoria de elecciones en Cataluña lo tomara el Parlamente en vez del Gobierno. Unos días después, por el peligro de que partidos enemigos suyos le hicieran una campaña por falta de celo patriótico, creía servir a su partido y a su prestigio, faltando a las propias convicciones, a la palabra dada, y agraviando a Cataluña, porque tal como la ley, con las modificaciones que él exigía, venía a significar una declaración de incapacidad para todo el pueblo catalán, que había estado casi completamente ausente de los hechos del 6 de octubre. (Aplausos.)
Ni el jefe del Gobierno ni el jefe de la fuerza parlamentaria más numerosa han salido con el prestigio aumentado con la ley de régimen transitorio.
Después se ha producido otro hecho que ha restado autoridad y aumentado la desconfianza hacia el Gobierno y los partidos que lo soportan. Al cerrarse las Cortes, en vísperas de Navidad, el señor Gil Robles, jefe de la Ceda, planteó al señor Lerroux, jefe del Gobierno, una serie de reclamaciones con objeto de que su partido tuviese en el Gobierno la autoridad y la influencia que le diesen la eficacia que estimaba indispensable. Esta crisis duró cerca de cuatro semanas, cuando no podía durar más que unas horas, sin que de ello no sufriera el prestigio del Gobierno y del Poder en aquellos difíciles momentos. ¿Qué se discutió en aquella crisis? Todos lo sabemos. La participación que cada uno de los partidos había de tener en el Gobierno: si se había de aumentar un ministro, si se habían de tener tantos o cuantos gobernadores, en una palabra, un regateo. Se resolvió, contrapuntadas las peticiones de los señores Gil Robles y Martínez de Velasco, desistiendo éstos y haciendo que el señor Lerroux, él mismo, nombrara otro ministro radical. No hay derecho, cuando el país está en peligro, tener a España cuatro semanas para llegar al resultado de que los que habían promovido la crisis carecían de razón para provocarla o les faltaban energías para exigir la solución que les dictara su conciencia. (Grandes aplausos.)
Nada tiene de extraño que subsista en España el malestar, que quiere decir una acentuación de la miseria, un aumento del paro forzoso, con actuaciones tan lamentables del Gobierno.
Muchos espíritus simplistas quizás creen que una Dictadura militar puede ser la única solución para mantener la paz en España ante el malestar existente. La paz mantenida por las bayonetas quiere decir que no hay confianza en la paz mantenida por un impulso patriótico. Sostener la vida por medio de inyecciones a un enfermo quiere decir que se desconfía que el corazón y las arterias puedan funcionar con la normalidad que asegura la vida (Grandes aplausos.)
Se está creando, por deficiencias del Gobierno, un ambiente parecido al del año 1923. Es preciso que todos recordemos lo que costó la liquidación de la Dictadura. Si se implantara otra, la liquidación sería cien veces más cara.
No debemos buscar medios extraordinarios de fuerza para resolver la crisis en España. Debemos tener un Gobierna que gobierne, sacrificando intereses partidistas y pensando que hay ideales y problemas que reúnen en una fraternidad fecunda, que consagre el salvamento del régimen y el mantenimiento de la paz y del orden. (Muy bien.) Y yo digo a los que gobiernan, y yo digo a los partidos que sostienen a este Gobierno, yo digo a todos los demás partidos, que no tengan por bandera la perturbación, y la revuelta, y la anarquía, si no ha llegada el momento de una compenetración patriótica para salvar a España y a la República del peligro grave en que se encuentran, si esta convulsión patriótica que postergue intereses mezquinos no se impone a la mayaría de los partidos y a la mayoría de los ciudadanos de España. (Muy bien.) (Gran ovación.)
Hablé el domingo pasado de ciertos viajes que se han hecho y se trata de hacer a Cataluña. En mis palabras había las mayores muestras de deferencia y de consideración para los visitantes. Cataluña ha sido siempre tierra de hospitalidad y debe serlo siempre, incluso cuando haya viajes que nos molesten. Mis palabras al protestar del carácter con que gente catalana ha reparado estos viajes dándoles el matiz de una expedición colonizadora, no provocaron ningún estallido de odio, ningún grito que significara una animosidad contra nadie. En cambio, cuando el señor Gil Robles quiso recoger mis palabras al conjuro de las suyas, salió, y de labios femeninos, un «muera». El señor Gil Robles protestó de este grito. Estoy seguro que le ofendió profundamente aquel grito y que no protestó el auditorio y que hubo de protestar él, le dijera cuales son los sentimientos de los que le han traído a... (interrumpen con una gran ovación puestos de pie y con vítores.)
Me causa tristeza que vengan hombres, que tienen perfecto derecho a ello, a Cataluña a contemplar el espectáculo vergonzoso para nosotros catalanes, que en estos momentos de tristeza de Cataluña no piensan más que en rebajarse ante aquellos que creen que les pueden dar un acta, que les pueden dar una credencial, que les pueden satisfacer una vanidad de cualquier clase. (Grandes aplausos.)
Pero yo encuentro doloroso que existan hombres, cuya honestidad yo proclamo, que no experimenten ellos la vergüenza de la falta de honestidad política de los que les llaman y de los que les reciben. (Muy bien.) No hay derecho de aprovechar la locura de la Esquerra del 6 de octubre para venir aquí a proclamar la incapacidad de Cataluña y para que se quiera manchar el catalanismo con una nota de infamia. En momentos de alegría, todos son bien recibidos en una casa; en momentos de pena y de dolor –momentos de pena, de dolor y de preocupación, son los actuales para Cataluña–, los que no son de la familia han de procurar no perturbar los dolores íntimos de esta casa. (Aplausos.)
En los momentos de euforia de Cataluña y de respeto y consideración para las cosas de Cataluña sentidos en toda España, yo he dicho siempre a los catalanes: No, no tengáis muchas pretensiones. Es mucho lo que hemos hecho, pero es todavía mucho más lo que tenemos que hacer; miremos a los que están delante y veremos que están todavía muy alejados.
Pero en momentos como los actuales, en que siento enferma a mi amada Cataluña, en que la veo vejada, en que la veo injuriada, en estos momentos no la quiero predicar modestia ni la quiero ver taras ni defectos; no quiero predicarla más que las excelsitudes y las grandezas de su historia y la potencia de su esfuerzo presente y futuro. (Gran ovación, puestos en pie.)
El señor Gil Robles ha dedicado a los catalanistas y al catalanismo una acusación que demuestra que sus pocos años y la intensa tarea que ha tenido que realizar no le han dejado espacio para estudiar la historia contemporánea de España ni la historia del... (interrumpen con grandes aplausos.)
Ha dicho que el catalanismo no piensa más que en los intereses materiales, y esto, para los que hemos pasado una vida de sacrificio, pensando y sirviendo un ideal, es un colmo de ironía. Según La Vanguardia, el señor Gil Robles dijo que el catalanismo presentaba al Parlamento de España «la cara antipática del que defiende intereses materiales».
De estos intereses materiales hay unos que son el soporte de un país y de una civilización, y de éstos nos hemos preocupado nosotros, los hemos servido y los serviremos siempre, porque es un deber elemental de patriotismo. (Aplausos.) Es que no ha comprendido todavía que el paro se resuelve, no mediante discursos (Risas), sino procurando que estos intereses materiales que él considera despreciables, cuidando que exista una industria próspera y un comercio floreciente, y una agricultura extensa, que únicamente de este modo pueden vivir los obreros y sus familias con bienestar. El mismo, en este discurso, decía –he copiado la frase– «porque es difícil sentirse creyente cuando hay hambre en casa». ¿Es que piensa eludir el hambre olvidando los intereses materiales, cuando la única manera de que no exista es cuidarlos porque haya creyentes y no desesperados? (Muy bien.)
El político que no sienta la importancia que tienen los intereses materiales de un país, este hombre puede probar todas las profesiones, pero no tiene derecho a gobernar un país. (Grandes aplausos.)
En Cataluña, procurando tener una riqueza material, hemos creado una fuerza y un florecimiento de ideales, y no únicamente por los que han nacido aquí, sino porque Cataluña resuelve en buena parte el problema del paro de España, abriendo sus puertas a los inmigrantes que mueren de hambre en su propia tierra. (Muy bien. Aplausos.)
¿Es que cree el señor Gil Robles que es obra de mayor patriotismo abandonar los intereses materiales de las provincias, en las que no se puede vivir y han de emigrar, que actuar como actúan los catalanes cuidando nuestra riqueza, porque hallen mayor bienestar y a la vez sea posible remediar la miseria de los habitantes de aquellas provincias, cuyos dirigentes las tienen totalmente abandonadas? (Grandes aplausos.)
Del catalanismo nace la más formidable exaltación de los valores morales que se ha producido en España durante muchos siglos. Dice el Evangelio que por su fruto se conocen los árboles. Ved lo que ha hecho el catalanismo en Cataluña, ha creado una cultura, una espiritualidad, representada por la literatura y arte catalán y por el Orfeó Catalá y los orfeones de cantores de toda Cataluña, todo ello con medios inmensamente inferiores de los que tiene la literatura castellana. Todo se debe a que aquí existe un ideal catalanista y, por desgracia de España, no existe una pasión castellana en todas las Castillas. (Muy bien.)
Todos los grandes castellanos han sido grandes amigos de Cataluña y simpatizantes del catalanismo. Lo tiene proclamado docenas de veces Menéndez Pelayo, en otros tiempos; hoy, el señor Menéndez Pidal, que no habla de Cataluña y del catalanismo como lo ha hecho el señor Gil Robles. Y es que con los hombres que tienen por su tierra un amor afirmativo y desean para ella la excelsitud, nos entenderemos siempre, porque no queremos para nuestra casa más que aquello que todos los españoles habrían de querer para la suya. (Aplausos.)
¿Con qué derecho, en nombre de España, nos hablan a nosotros los que tienen a España sin ideales, si somos nosotros una nación hispánica más viva que todas las demás naciones hispánicas? (Aplausos.) España será el país invertebrado, camino de todas las decadencias que describe Ortega y Gasset hasta que no vuelva a tener un ideal imperialista y no se sienta nación de naciones, ni ninguna celosía por manifestación particularista española, porque el conjunto de este particularismo es el único que puede formar una España grande. (Muy bien. Aplausos.)
El domingo pasado hablé de lo que había de divergente entre los catalanes, base más que suficiente para la existencia de partidos distintos, con organización diversa, con actuación distinta, y casi siempre contraria. Y dije que al lado de esto, por el hecho de que nos digamos todos catalanes, por el hecho de que existen intereses comunes, existían vínculos de solidaridad, que pedía que no se limitasen a los momentos de protesta, sino que se tuvieran presentes de una manera especial en el momento de triunfo y de victoria. Y que por no haber gobernado la Esquerra la Generalidad con un sentido totalitario catalán, dando preferencia a lo que une a lo que separa, por esto se inició el proceso de desencanto de la autonomía, que había penetrado en el corazón de muchos catalanes antes de que la calaverada del 6 de octubre le diese el golpe de gracia.
De estas declaraciones mías han sacado algunos la conclusión que esta solidaridad catalana que ha existido siempre significaba el que la Lliga, en las próximas elecciones, iría coaligada con la Esquerra. Que no se hagan nuestros enemigos esta dulce ilusión. La Esquerra Esquerra hará su camino, nosotros el nuestro, y desearemos que la Esquerra y la Lliga, y todos los demás partidos catalanes, puedan coincidir en todo lo que significa intereses espirituales y materiales de Cataluña. (Muy bien.)
He de deciros que en los momentos de lucha más vivos entre nosotros y la Esquerra, no nos limitábamos a hablar públicamente de la necesidad de una concordia, sino que más de una vez la habíamos negociado, para poner así fin a la guerra civil en que ha vivido Cataluña durante tres años. Y que si no se había llegado a ella era porque los caudillos de la Esquerra no se sentían caudillos, porque convencidos de la conveniencia de esta comunidad patriótica, se sentían impotentes para imponerla, para que sus masas, envenenadas por sus propagandas demagógicas, aceptasen la voz de la razón y del patriotismo. (Muy bien. Aplausos.)
He de deciros que la Lliga ha sido siempre evolucionista y colaboradora, y que desearía poder colaborar en un Gobierno de la Generalidad que se constituyera aquí en Cataluña durante el período de régimen transitorio. Y lo desearía porque este régimen que hemos combatido en el Parlamento, que repudiamos por considerarlo injusto, es el estuche que guarda los restos de la autonomía de Cataluña. Y querríamos que la Generalidad, en el ejercicio de sus funciones y en la administración de sus servicios, fuera llevada con aquel amor con que Prat de la Riba y sus colaboradores administraban una cosa aún más incipiente como era la Mancomunidad de Cataluña. (Muy bien.) Somos partidarios de la tarea penosa de hacer cada día el bien que se pueda y de mantener en Cataluña todo lo que se pueda mantener, para ser más fácil el día de mañana obtener todo lo que deseamos. Nosotros quisiéramos, dentro este régimen transitorio, hacer renacer en los catalanes el amor a la autonomía, y por ello estaríamos dispuestos a colaborar con dos únicas condiciones que hemos expuesto con claridad a los que han requerido nuestra colaboración.
Que la ley de régimen transitorio, esta ley que repudiamos, pero que mantiene en germen el Estatuto de autonomía, sea respetada y, por consiguiente, no prosigan las supresiones y la anulación de facultades que la ley reservó a la Generalidad. Pedimos después que la vida municipal de Cataluña fuese regulada de acuerdo a la ley, y esto, señores, es el punto que probablemente hará imposible nuestra colaboración.
Ante la revuelta de la Esquerra, reflejada en la actuación de muchos Municipios que delinquieron, hay dos caminos: el camino de la ley y el camino de la arbitrariedad; el de arreglar los Municipios de modo que haga posible la concordia de los catalanes, y el camino de hacer funcionar la vida municipal violentando la ley, consagrando la discordia y repartiéndose los cargos de concejales de Cataluña, como se repartieron los sayones los vestidos de Cristo. (Muy bien. Aplausos.)
Yo nunca habría hablado de las conversaciones sostenidas con el señor Pich si él no las hubiera hecho públicas, pero yo no diré lo que él dijo, sino lo que yo, dando cumplimiento a acuerdos y siguiendo las directrices del Consejo y de la Comisión de Acción Política, hube de manifestarle.
Dije al señor Pich: el problema municipal tiene dos aspectos. El primero, es que terminada la intervención del estado de guerra, durante el cual los militares han tenido tres meses para averiguar todos los delitos y destruir Ayuntamientos, un Gobierno civil que debe significar el respeto a la ley, no puede destituir Ayuntamientos, no por lo que hayan hecho, sino por lo que piensan los que lo integran, y eso nosotros nunca lo sancionaremos.
Ya sé que en muchas poblaciones sienten hoy un deseo explicable de revancha y quisieran que hoy, los que fueron sus perseguidores, fuesen destituidos, pero a eso he de decir que, actualmente, las leyes son más humanas que la del Talión y que nunca se establecería la paz en nuestro país si contra una revancha había que imponer otra. Debe llegar un momento de perdón y debe establecerse el imperio de la justicia para que, aceptándola unos, tengan más autoridad mañana para que todo el mundo la acate y la respete. (Muy bien. Aplausos.) Si no ha delinquido, no se le puede arrebatar la investidura que le ha dado el pueblo.
Tratamos de la provisión de las vacantes de aquellos que han sido desposeídos. En primer lugar, los destituidos por la autoridad militar, y sin proceso habían de tener derecho a pedir su reposición mediante un expediente para justificar la no participación en la revuelta. Y para los demás, expuse el criterio de que se cumpliese la ley, substituyendo los concejales por los suplentes de la propia lista, y como que todavía quedaría un gran número de vacantes, dije al señor Pich que se buscase una fórmula automática para sacar las actas de concejales de la lucha miserable de un juego de partidos alrededor de una mesa. (Muy bien. Aplausos.)
Esta es nuestra opinión. Si esta opinión no es aceptada, no colaboraremos, porque no queremos llevar a nuestra historia honesta la comisión de un acto deshonesto. Nosotros no queremos llevar a la tradición de los hombres que respetan la ley un acto que signifique infracción de la ley. Hemos defendido siempre los principios de la autonomía y no queremos apoyar un acto que significa la derogación de una ley en la elaboración de la cual habían participado todos los partidos catalanes y que todavía está vigente hoy en Cataluña. Si no colaboramos ya sabéis por qué será. Será porque prevalecerá el criterio de que es preciso aprovechar la tragedia de Cataluña para repartir actas de concejal a aquellos partidos a los cuales el cuerpo electoral no les dio ni... (Interrupción con grandes aplausos.) Si nuestro criterio no prevalece, veréis Ayuntamientos de Esquerra que han sido destituidos por un acto revolucionario convertidos en un Comité radical por la acción de un Gobierno que tiene confiada la defensa de la integridad de España y el imperio de la ley en Cataluña.
Terminó el señor Cambó pidiendo a los jóvenes que al incorporarse a un partido lo hagan al que mantenga un ideal que no pueda morir. (Ovación.)