Filosofía en español 
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Moral, arte e industria

Viene publicando El Debate los resultados de la campaña emprendida por los Obispos de los Estados Unidos contra las películas inmorales; no contra el “cine” ni contra ninguna diversión o negocio honesto. En los tiempos modernos no se ha visto una cruzada como ésta, que haya hecho retroceder una poderosa industria, más que nacional universal, en nombre de los principios de la moral cristiana. Y lo más sorprendente es que sean precisamente un grupo de Obispos católicos los que se hayan puesto al frente y organizado un movimiento nacional de este género, que ya está repercutiendo en todo el mundo.

El último Literary Digest, revista “profana”, de Nueva York, llegado a nuestra Redacción, nos describe precisamente la “derrota” de Hollywood y el retrato de los dos capitanes de la “Legión de la Decencia”, que ha logrado tamaño éxito en la historia de la moral: El Cardenal Mundelein, de Chicago, y el Cardenal Dougherty, de Filadelfia. “Las 18.250 iglesias de los católicos, dice, han vencido a los 18.000 ‘cines’ de los Estados Unidos”. Siempre están llenas, agrega, y en ellas se reúne, por lo menos, la tercera parte de los que frecuentan los últimos. “Dos millones doscientos cincuenta mil niños asisten a las escuelas católicas de las parroquias; 200.000 adolescentes, a sus escuelas superiores; si a esto se añaden los niños y adolescentes de protestantes y judíos, que pueden ser otros tantos, y todos ellos se proponen no poner los pies en los “cines” donde se proyectan películas “denunciadas”, mal negocio para Hollywood. Una película les cuesta de 100.000 a 500.000 dólares. Una vez boicoteada por tanta gente, se arruinan. Tanto han tenido que ceder los productores de películas sucias, que han llegado a suprimir el “jurado” que las aprobaba, mirando a la caja y no a la decencia; y han entregado la “dictadura del cine” a un católico, padre de seis hijos, el cual está de acuerdo con los Obispos para “limpiar los establos de Hollywood”.

El 10 de mayo publicamos una crónica para dar a conocer el principio y la importancia y los métodos de este enorme movimiento de saneamiento moral. Desde entonces ha crecido de tal manera, como se ve por los resultados que casi todos los días se publican. No era una de tantas “cruzadas” que se emprenden con más buen deseo que éxito. Los Obispos de los Estados Unidos se han jugado el todo por el alma de la juventud de que son pastores, y se han atrevido con la plutocracia peliculera. Uniéndose paladinamente a las sociedades protestantes, han logrado la cooperación de sus “clergimen” y estudiantes. El Cardenal Dongherty fue el primero en atraerse a los poderosos Metodistas de su archidiócesis; después, otros Obispos católicos hicieron otro tanto. “Con el boicot por parte de las Iglesias y de los Clubs, la industria cinematográfica no puede subsistir. Tiene que reorganizarse”. Esto lo dicen personas tan ajenas al conflicto como desde The New Statesman, de Londres; la Daily Tribune, de Chicago; el mismo Literary Digest y otros periódicos más. “No es posible contradecir a la mejor parte de la población de los Estados Unidos”.

Tenemos a la vista una lista interminable de Obispos, Colegios, periódicos, sociedades y grupos de todo género que han abrazado y propugnan con ardor nunca visto “la promesa de la Legión de la Decencia”; que hacen por millares en todas partes hombres, mujeres, niños e instituciones.

Se ha dado el caso de que los propietarios de los cines de San Luis visitaron al Obispo Monseñor Glennon, rogándole permitiese ver las películas “limpias”. El Obispo contestó, impertérrito, que seguiría el boicot a todos los cines, de no suprimir en absoluto las películas sucias, aunque hubiera de las otras. Cartas y cartas, algunas poco corteses, han llovido sobre los Cardenales Mundelein y Dongherty; pero ellos han hecho saber públicamente que habían agotado todos los recursos con los productores de películas, y que se habían visto obligados a herir en el “box office”, en la caja, donde más duele.

Es que el Cardenal Mundelein, por ejemplo, de otros muchos Prelados de aquel país, no sólo “prohíbe”. Ahora mismo acaba de publicar él New World una reseña de los edificios y obras de cultura y beneficencia que ha sembrado en su archidiócesis durante diez y seis años que la gobierna, mejor dicho, construye. Son unos 600 edificios o grupos de los mismos. Con el Congreso Eucarístico de Chicago ha incrementado y extendido su prestigio por todo el mundo; y no hay confesión religiosa que no le venere, ni grupo industrial que se le oponga. “Las estrellas de Hollywood, tan despreocupadas y cínicas, han temblado ante el báculo del Obispo.” Jama se ha visto cosa igual.

Sería largo referir cómo los veinte millones de católicos de los Estados Unidos han respondido a este celo y valentía de sus Prelados. Es que no se explica cómo uno pueda llamarse católico, sea joven sea viejo, y asistir a ciertos espectáculos, y “reír” ciertas películas, en las cuales, como decía en una “terrible” circular el Arzobispo de Dubuque, no se hace otra cosa que incitar a todos los vicios y destruir todos los deberes y máximas que son la base de nuestra sociedad. Por eso, los sacerdotes protestantes de Detroit visitaron también al Obispo católico, Monseñor Gallagher, a fin de ponerse de acuerdo con él y le pidieron ejemplares de la “Legión de la Decencia” para repartirlos en sus iglesias. Y como éstos, otros muchos, tanto en los Estados Unidos como en el Canadá.

Por su parte, la Prensa “neutra” comenta con asombro y con un cierto orgullo que “jamás en la historia de la industria se ha dado un caso parecido ni un esfuerzo tan considerable para purificarla”.

¡Bueno!... Una vez más la Iglesia, al imponer “su moral” a las aberraciones del arte, sigue prestando su secular amparo al arte, que así se dignifica; y a los hombres, que así se libran de sus terribles y funestos extravíos.

Manuel Graña.