El elemento liberal de los estudiantes peruanos sufre en estos días el dolor de la pérdida de Edwin Elmore. Les enviamos nuestra adhesión a ese sentimiento de pesar, manifestando, a la vez, nuestra más ferviente simpatía por la causa que defendió en todo momento, hasta morir, el infortunado escritor peruano. Ha de quedar la figura de Edwin Elmore –hombre que laboró como nadie a favor del acercamiento de España y América– como una figura ejemplar, así para las juventudes americanas como para las juventudes españolas. En vano tratarán de arrojar sobre la memoria de Elmore, quienes estaban, de cerca o de lejos, interesados en su muerte, la sombra de traidor a la patria. Contra los primeros informes que se recibieron en España –un duelo: había que encubrir la verdad–, Edwin Elmore fue asesinado en Lima, sin haber cometido otro delito que la defensa sincera, entusiasta y apasionada del espíritu profundamente liberal y de la unión hispanoamericana. Cuando Elmore terció en la polémica entablada entre Santos Chocano, poeta peruano, y Vasconcelos, ex ministro de Instrucción pública, de Méjico, al desgraciado escritor le asistía la convicción absoluta de que don José Vasconcelos defendía la verdad y la libertad. Esta intervención le causó la muerte, y bien podemos afirmar que Elmore muere por las libertades, no sólo de su patria, sino también por las de todos los pueblos que sufren, a su pesar, en esta época, opresión y violencia.
El miércoles pasado apareció en El Sol una carta de don José Vasconcelos, en la cual, después de calificar la actitud de Santos Chocano, dedicaba palabras efusivas a Elmore, poniendo a salvo, además, de las acometidas enemigas, la personalidad del infortunado escritor peruano. «Sépase que Elmore –afirmaba Vasconcelos– no murió defendiendo una causa impura: no murió defendiendo "a uno que había insultado al Perú"; murió asociado en ideas a este mejicano que ama al Perú y también a Chile, pero no adula ni al Presidente de Chile, ni al Presidente del Perú. Sepan todos que Chocano ha podido matar a Elmore con una bala que el otro no pudo contestar y seguro de una impunidad que nadie podrá discutirle allá.»
No podemos eludir nuestra opinión. Estamos con Vasconcelos, y con los estudiantes liberales peruanos, y con todos los estudiantes americanos que sufren ahora, como desgracia propia, la pérdida de Elmore, el hombre que más se significó últimamente a favor del Perú, de América y de España. Vaya, pues, para esos estudiantes nuestro más vivo sentimiento de pesar y nuestro deseo, cada vez más ferviente, y más interesado también, de que estos episodios lamentables acaben definitivamente.