El Estudiante. Revista de la juventud escolar española
Salamanca, 1º mayo 1925
 
número 1
página 3

Nuestra misión
 

«El Estudiante de Salamanca» es clásico en las letras románticas españolas. Nuestra Universidad, símbolo ante el mundo de la Universidad patria, es nombre evocador de tunas y torneos, de los nobles devaneos y holganzas del hidalgo escolar. Los estudiantes salmantinos de hoy creen que ha llegado la hora de liquidar con estas sombras engañosas de otro siglo. Se sienten ahogados bajo estas reliquias románticas de un pasado muerto, que los enemigos de la verdadera Universidad se esfuerzan por mantener en pie como un espectro que cierre la senda del presente vivo y el porvenir fecundo. Saben que el querer retener el pasado en cuanto pasado y exaltarlo al altar de lo «glorioso» y lo «santo», es siempre instrumento de reacción o de estatismo; que las grandes tradiciones de la historia son cadenas que aherrojan el espíritu del pueblo que no sabe incorporarlas como caudal circulatorio al progreso incesante de los tiempos. Y aspiran a que la Universidad de hoy (la salmantina y la española) sea algo más que un museo polvoriento de prestigios pretéritos y marchitos.

Aspiran a que sea el laboratorio y el hogar de una España mejor, la fragua que temple el alma de nuestras juventudes, de donde salgan las nuevas generaciones capaces de modelar un pueblo con vida social orgánica de esta triste masa amorfa que es hoy como ayer nuestro país. Solo la Universidad, la Escuela Normal, el Instituto, pueden afrontar con éxito esta labor gigantesca de renacimiento nacional y solo el estudiante puede infundir a los decrépitos cuerpos de enseñanza el aliento de vitalidad que los reanime e incorpore con energías creadoras. La acción removedora de las juventudes universitarias de América es ejemplo preclaro. Ellas contribuyeron como nadie a crear la Universidad nueva, hoy próspera y fecunda, liquidando la triste herencia escolástica de la época colonial.

Recogiendo los imperativos apremiantes de la hora, los estudiantes salmantinos se agrupan fervorosamente, apasionadamente, en torno de este ideal. Les urge, acaso a ellos más que a ningunos otros, desvanecer el espectro de aquél pasado agobiador, encendiendo la aurora de un día nuevo.

Órgano de sus aspiraciones y de sus afanes será este periódico de clase, que con el grito del ESTUDIANTE llama a sí a toda masa escolar, sin distingos ni predicamentos de sentimientos confesionales ni de otro orden, que ciertas gentes amañan para dividir a los que unidos serían demasiado peligrosos; sin diferencias ni privilegios de jerarquías sociales dentro de la clase estudiantil ni fuera de ella: desde la Escuela hasta el Ministerio, cuantos se sientan estudiantes o sientan la misión sagrada del estudiante en nuestra sociedad, cuantos tengan la sed de ideal del estudiante, aunque no se hallen inscritos como tales en la matrícula del Estado oficial, están a nuestro lado.

EL ESTUDIANTE no quiere ser lengua de comadreos o intrigas locales ni empresa de adulaciones mutuas y de mutuos halagos mentidos en valor recibido o a cuenta. El escolar, el de Salamanca y el de todas partes, es miembro con plenitud de derechos de un Estado ideal, con el que no rezan los tratos convencionales de la miseria diaria: su patria profesional es la civitas academica, reino del espíritu que abarca toda la nación y, traspasando las fronteras, se confunde en solidaridad fraterna con las demás naciones del mundo.

No quieren los estudiantes de Salamanca que la revista de sus aspiraciones muera ahogada por el aire enrarecido de una ciudad levítica y llaman a la conciencia de sus compañeros de toda España y fuera de ella y a la de cuantos simpaticen con su empresa para que presten al periódico ayuda difusión.

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