Hace años que vengo usando en mis escritos la palabra «Hispanidad», siempre que se me presenta ocasión propicia para ello.
Encuentro perfecta analogía entre la palabra «Hispanidad» y otras voces que usamos todos corrientemente: «Humanidad» y «Cristiandad».
Llamamos «Humanidad» al conjunto de todos los hombres del mundo, y denominamos también «humanidad» a la suma de las cualidades propias del hombre. Así decimos que toda la «Humanidad» mira con horror a los que obran sin «humanidad».
De la misma manera llamamos «Cristiandad» al conjunto de todos los pueblos cristianos, y damos también el nombre de «cristiandad» a la suma de las cualidades que debe poseer un cristiano. Por eso decimos que, en la «Cristiandad», hay pueblos que no se distinguen mucho por su «cristiandad».
Esto supuesto, nada más fácil que definir las dos acepciones análogas de la palabra «Hispanidad»: significa, en primer lugar, el conjunto de todos los pueblos de cultura y origen hispánico, diseminados por Europa, América, África y Oceanía; expresa, en segundo lugar, el conjunto de cualidades que distinguen del resto de las naciones del mundo a los pueblos de estirpe y cultura hispánica.
Para representar estos dos conceptos no disponemos de otra palabra tan exacta y gráfica. Haga el lector la prueba, esforzándose por sustituir la palabra «Hispanidad» con otra cualquiera en la siguiente frase: «No todos los pueblos de la Hispanidad tienen igualmente desarrollado el sentimiento de su hispanidad.»
No dudo que, después de la prueba, el lector se convencerá de que ese vocablo es insustituible y necesario.
«Hispanoamérica» y otros, son términos parciales que no comprenden Filipinas, ni las posesiones españolas de África, ni a la misma España.
En cambio, las palabras «Hispanidad» e «hispánico» representan a todos los miembros de la gran familia diseminada por América, Europa, África y Oceanía.
De ahí la necesidad de popularizarlas, usándolas con tino y constancia, en los periódicos, libros, discursos, poesías y programas de fiestas.
En un modesto trabajo que publiqué hace varios años con el título La Hispanidad, hacía una indicación que, a mi juicio, sigue siendo tan oportuna como entonces. «Sí tuviéramos personalidad para ello –decía– pediríamos a la Real Academia que adoptara estas dos acepciones de la palabra «hispanidad», que no figuran en su Diccionario.»
Ojalá caigan estas líneas en manos de quien tenga personalidad suficiente para hacer el pedido, con probabilidades de ser escuchado.
Zacarías de Vizcarra, J. I.