Filosofía en español 
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Mirabal - Fray Junípero

Acerca de un cursillo teatral nonnato
Con motivo de unas conferencias en la Asociación de Estudiantes Católicos

De tercera mano

Acerca de un cursillo teatral nonnato

Dimiten el presidente de la Asociación de Estudiantes Católicos universitarios y otros miembros directivos

Leemos en Heraldo de Madrid, de anoche, a quien El Sol de esta mañana copia textualmente, la carta que a continuación literalmente transcribimos nosotros, y que parece haber recibido un redactor del primero de dichos periódicos:

«Solicitado a dar una conferencia un compañero nuestro, y una vez puntualizado, naturalmente, que disfrutaría en ella absoluta libertad de pensamiento, aceptó el encargo.

Hoy recibe la siguiente carta, que no deja de ser interesante:

“Distinguido señor nuestro: Cuando habíamos organizado completamente el cursillo de conferencias acerca de Teatro contemporáneo, en el que teníamos el honor de que figurase usted, hemos recibido la decisión del Eminentísimo y Reverendísimo Cardenal Primado, prohibiendo desfilen por nuestra tribuna los autores dramáticos y los escritores alejados de nuestro campo. En esta prohibición entran por lo tanto, casi todos los conferenciantes, que eran, aparte de usted, los Sres. Benavente, Sassone, Marquina, Millán Astray (Pilar), Arniches, Ardavín, Maura, Suárez de Deza, Rivas Sherif, González Ruiz y Sáinz Rodríguez.

Ante este criterio, que respetamos, pero no compartimos, nos hemos visto en el trance de darnos de baja en la Asociación de EE. CC. de Filosofía y Letras, determinación en la cual nos han seguido numerosos compañeros.

No obstante este contratiempo, si hallásemos forma de realizar el proyectado cursillo seguimos contando con la valiosa cooperación de usted.

Aprovechamos la ocasión para ofrecernos suyos atentos amigos y seguros servidores, q. e. s. m., Guillermo Guastavino, ex presidente de la Asociación de Estudiantes Católicos de Filosofía y Letras; Augusto A. de Avilés, ex presidente del Círculo de Estudios de dicha Asociación; Tomás Gómez Infante, ex bibliotecario general”.»

* * *

El hecho va comentado en otro lugar de este número, y no hace más que confirmar los recelos que a muchos católicos inspiraba la Asociación de Estudiantes Católicos Universitarios.

Muy de veras deseamos que esa Asociación sea lo que debe ser.


Con motivo de unas conferencias en la Asociación de Estudiantes Católicos

Un acto lamentable

Lamentable hasta cierto punto, pues si es de sentir y de censurar el paso dado por los que hasta aquí han sido presidente de la Asociación de Estudiantes Católicos de Filosofía y Letras, presidente de su Círculo de Estudio y bibliotecario, respectivamente, señores Guastavino, Avilés y Gómez Infante, conveniente es también la claridad en las ideas y en las actitudes, para que de una vez, y mejor cuanto antes, se determine con qué espíritu y con qué disciplina, propósitos y orientaciones pretenden actuar en la acción social católica elementos como los firmantes de la carta que anoche publicó el Heraldo y hoy El Sol, y los que, según ellos, les acompañan.

Expongamos los hechos según la carta aludida. Los señores que citados quedan, a nombre de la Asociación de Estudiantes Católicos de Filosofía y Letras, habían por sí y ante sí organizado un cursillo de teatro contemporáneo, y al efecto habían invitado para que tomaran parte en él, dando conferencias, a varios de los autores de malas comedias y de comedias malas que figuran en los carteles de nuestros días, menguados ciertamente para la dramática, como a diario corroboran críticos que no son de nuestro campo, tales como los señores Fernández Almagro, Díez Canedo y don Enrique de Mesa, que son entre los que se dedican a estos menesteres los que hacen alarde de más preparación literaria.

Con criterio tan opuesto al criterio católico, para disertar desde la tribuna pública levantada por estudiantes llamados católicos, solicitaron el concurso de escritores notoriamente afiliados a escuelas hostiles a los principios del catolicismo, y a tal punto llevaron su insensatez, que uno de ellos, según el Heraldo refiere, porque pertenece a su redacción, aceptó el encargo, “puntualizando naturalmente, que disfrutaría en su conferencia de absoluta libertad de pensamiento”. Condición que los organizadores del cursillo aceptaron, desde luego.

El periodista redactor del Heraldo, que así veló por el respeto a sus convicciones y el derecho a exponerlas, ha dado una lección de cómo se procede a los señores que le invitaron, y que por lo visto pretendían, dado el carácter católico de la Asociación en cuyo nombre organizaban el cursillo, proporcionar a un auditorio católico a oradores que habían de habían de hablar de suerte que para garantía de su libertad se curaban en salud, y advertían su significación lealmente para que después nadie pudiera llamarse a engaño.

Ignoramos si los demás oradores habrán hecho la misma salvedad, aunque no era necesario que la hicieran, pues el pensamiento de todos ellos  –según la lista que en el Heraldo leemos–  debiera ser conocido por los organizadores del cursillo, que no deben ignorar qué concepto tienen del teatro todos ellos, porque por “sus obras malas, los conoceréis”. Y entre ellos figura el señor Rivas Cherif, autor de una obra reciente, de la que decía el crítico de El Liberal, fingiendo un diálogo con un matrimonio que llegaba al teatro: –“La señora puede pasar bajo la responsabilidad del marido; pero la niña, llamen un automóvil y mándenla desde luego a casa”. Y entre ellos figura el señor Sáinz Rodríguez, que anteayer mismo daba una conferencia en el Colegio Alemán, cantando las alabanzas del krausismo y de sus difusores en España  –Sanz del Río, Giner–, y afirmando que hay que reivindicar las teorías del filósofo alemán frente a los doctrinarismos reaccionarios.

En la carta que el Heraldo publica anoche, firmada por los señores Guastavino, Avilés y Gómez Infante, dicen éstos que el Eminentísimo Cardenal Primado ha prohibido que desfilen por la tribuna de la Asociación de Estudiantes Católicos de Filosofía y Letras los autores dramáticos y escritores por ellos invitados, y que ante este criterio  –el de la autoridad eclesiástica, que tiene la delegación del Papa para dirigir la acción de los católicos españoles–, que respetan, pero no comparten, se dan de baja en la Asociación Católica, y si hallan forma de realizar el proyectado cursillo contarán con las cooperaciones que solicitaron y obtuvieron.

Quienes de tal modo proceden y públicamente rechazan y se desligan de la autoridad eclesiástica, que como católicos tienen el deber de acatar y obedecer sumisamente, o vivían engañándose a sí propios, o nos estaban engañando. Que Dios les ilumine para despertar de la juvenil inconsciencia, pero ya es una dolorosa sorpresa lo ocurrido, toda vez que revela cuál era el grado de las convicciones católicas de esos estudiantes, que presidían y dirigían una Asociación católica profesional en esfera tan importante como la universitaria.

Pero ¿qué idea tienen esos jóvenes escolares de la acción católica en que figuraban y de los fines de la Asociación que dirigían, como tal Asociación católica? ¿Qué convicciones son las suyas? ¿Era esto lo que de ellos se podía esperar?

Si tal espíritu anidara alguna vez en una agrupación, cualquiera que fuera, para intervenir en la cada día más ardua lucha que la acción católica ha de afrontar… ¡que se disuelva! Antes de meterse sin fundamento ni preparación, ni ideas hechas, ni convicción, por tanto, de lo que decían servir y defender, a farolear, más les valiera a esos estudiantes “discrepantes del criterio de la Iglesia, en orden a la acción social”, cumplir con la misión que profesionalmente les incumbe: estudiar. Y ya que a la acción católica decían querer servir, haber leído el Catecismo, por lo menos. Por su conducta, fácilmente se advierte que no saben de doctrina católica una palabra. Y, si por casualidad la supieran, tanto peor.

Frente a su insensata rebeldía, frente a esa actitud, que ha tenido que herir en lo más hondo el corazón paternal del Eminentísimo Señor Cardenal Primado, nosotros reiteramos a Su Eminencia el testimonio de nuestra devoción filial, la protesta fervorosa de nuestra incondicional adhesión a su sagrada persona, la firme resolución de seguir fielmente la dirección y normas de la Iglesia y acatar con reverente sumisión las decisiones de quienes están puestos por Dios para gobernarla; sentimientos en que deben estar unidos todos los católicos españoles.

Mirabal.


Mesa revuelta

¡Oh, la manía, que dijo El Debate, del anticlericalismo español!

Apenas los obispos, cumpliendo su deber y en uso de un perfectísimo derecho, salen por los fueros de la verdad y se dirigen a los fieles para avisarles de los peligros de la fe y señalarles las sendas que han de seguir, en orden a la moral, el anticlericalismo azuza a sus mesnadas, que, como perros rabiosos, atacan a la autoridad eclesiástica, sin detenerse siquiera en la forma, para presentarla de modo que autorice la desobediencia, la indisciplina y aún desprecio.

Intransigencia, intolerancia, ultramontanismo clerical, etcétera, etcétera.: es decir, todo el léxico de brocha gorda y “motinesco” con que se quiere calunmiar y hacer antipática y repulsiva la autoridad de los obispos, la conducta del clero y la doctrina de la Iglesia.

Pero, además, esos clerófobos ponen cátedra de catolicismo y quieren que su catolicismo (¡!) sea el catolicismo verdadero, el que todos, incluso los Obispos, debemos seguir.

Y, aunque enemigos de dogmas y de infalibilidades, ellos excomulgan, anatematizan a quienes no somos católicos como ellos quieren.

¡Admirable!

¡Qué dirían ellos si nosotros sentáramos cátedra, haciendo con su liberalismo lo que ellos hacen con nuestro catolicismo!

Y eso que nosotros sabemos su doctrina, mientras ellos desconocen la nuestra.

* * *

Ex ore tuo te judico.

O por la boca muere el pez.

Unos señores, que se hacían pasar por estudiantes católicos, dicen, refiriéndose a una disposición del Eminentísimo Señor Cardenal Primado:

“Ante este criterio, que respetamos, pero que no compartimos…”

Con que criterio, ¿eh?, que respetamos, pero no compartimos.

Vaya, hombre, vaya; desde ahora ya saben los Obispos de todo el mundo, éstos no podrán ordenar nada sin consultar previamente a los fieles, especialmente si son estudiantes, porque si no comparten, su criterio…

Y éstos se llamaban y seguirán llamándose católicos, frente al criterio de los Obispos.

Muy bonito.

Y, claro, los periódicos liberales defendiendo el catolicismo de estos estudiantes, que se debían católicos.

La Federación de Estudiantes Católicos, si quiere ser lo que debe ser, debe limpiar de cizaña su campo.

¡Ah! El Debate no se ha enterado de este asunto, aunque toda la prensa lo comente.

* * *

«Es necesario que nuestros hijos realicen el ideal del desnudo. Este método es óptimo tanto moral como físicamente. La mentalidad del niño se modifica rápidamente. Para evitar toda oposición, precisa que procedamos metódicamente: primero, pies y piernas desnudos; después, mangas cortas; después muslos y brazos descubiertos, y lo mismo el pecho y la espalda, etcétera, &c.; en verano el niño irá casi desnudo del todo.»

Esto es parte del programa masónico (Revue Internationales des Societés Secretes, 1928, página 1.062).

La masonería guía la moda de hoy.

Esto no lo quieren saber quienes, olvidándose de que son cristianos, rinden culto a la moda.

¡Y así nos va!

Y aun hay muchos… cándidos que dicen que la masonería es el coco de los niños.

Fray Junípero