[ Adia M. Yunkers ]
El teatro proletario ruso
El teatro para obreros, organizado y dirigido por la “Morselprom” (Secretaría de Educación Pública), ha sido bautizado con el nombre de la “Camisa azul”, y funciona en las “Tscrainaia” (término intraducible, pero que corresponde aproximadamente a nuestras tabernas).
Los locales de estas Tscrainaias, no tienen nada de elegantes ni confortables. En las paredes, pintados con un solo color, pueden verse pequeños anuncios, como “Despreciad a los borrachos”, o “La borrachera es una afrenta para el hombre”. Estas son las únicas decoraciones que ostentan las paredes del Teatro Proletario.
El público que concurre a las Tscrainaias, para pasar su tiempo lo mejor posible, obreros, pequeños dependientes agotados por la jornada cuotidiana, gente forastera, de provincias, que concurre a ellas para descansar, charlar, beber una copa y solazarse con un espectáculo nuevo e incitante, no son gente de grandes ambiciones espirituales, sino más bien sin ilustración y sin cultura, generalmente. El proletariado organizado, gentes cultas y cultivadas, militantes activos, tienen sus Clubs o Sociedades, magníficamente organizadas. La “Camisa azul”, ha sido especialmente fundada por la Morselprom, para que acudan a él estas gentes dispersas, flotantes, encontrando el incentivo de un espectáculo emocionante y sugestivo que, al propio tiempo, sirva de instrumento de agitación política.
La “Camisa azul”, combina programas y da representaciones de fuerte colorismo, vivaces, alegres..., nuevas canciones, de intenso sabor popular, chistes directos, de una gran fuerza cómica, que producen una fuerte e intensa sugestión en el ánimo del público que asiste a ellas; gente que casi no conoce el teatro, y que, por lo menos, no tiene el hábito de este espectáculo.
Pero ésta, como toda nueva empresa, tiene que luchar con grandes dificultades: las representaciones de este teatro deben renovarse constantemente, dando siempre temas de actualidad palpitante, de interés sugestivo, y no siempre es posible dar con los escritores que puedan producir con propiedad para este teatro proletario. Los autores de couplets, canciones o revistas a la vieja usanza, de teatros de varietés o music-halls, no sirven, porque aun cuando pretendan adaptarse a las exigencias del nuevo teatro, siempre queda en ellos el viejo autor de “Café Chantant”, y esto es precisamente con lo que hay que acabar: el espíritu del viejo teatro. Y los escritores nuevos, adscritos a la ideología proletaria, con un sentimiento revolucionario puro y sincero, no conocen el teatro y los secretos de la escenificación, y no siempre son capaces de tramar un material simple, sintético, original y de actualidad palpitante, como es el que se requiere para esta clase de representaciones.
El mismo problema se presenta en lo que hace referencia a los actores. Los actores de los viejos escenarios, son casi imposibles de utilizar en una escena moderna, porque tienen ya infiltrado el ánimo y el hábito de actuar sobre un escenario burgués, amanerados, declamatorios, viciados por las obras del viejo teatro, e incapaces de expresarse con la intensidad y sencillez humana que requieren las representaciones de “La Camisa azul”.
Es, pues, un esfuerzo enorme el que debe realizar la gente que dirige y organiza el nuevo teatro proletario. Claro que se producen errores y fracasos, a causa del desconocimiento de la técnica escénica, pero sin embargo estas dificultades se allanan poco a poco, y cada día la institución se arraiga con más fuerza y solidez, lo mismo social que artísticamente.
Estas representaciones del teatro proletario, han de ejercer una sugestión fuerte e intensa para el público que asiste a ellas, dentro de un medio vulgar de vida, de manera que las emociones que expresen estén a su alcance y puedan ser comprendidas por aquél.
La atmósfera de estas Tscrainaias es cargada y densa, por el humo de los cigarros y las fumosidades de la cocina; la escena se monta sobre paredes pintadas de colores obscuros, así que las decoraciones deben ser de colores vivos y muy simples, para que puedan destacarse: las caras de los actores, de líneas francas y con sus expresiones típicas, deben ser como máscaras, lo mismo que los vestidos que usan, simples, lo más típicos posible y de colores fuertes, que contrasten; todo teniendo en cuenta que este teatro lo que pretende es impresionar lo más intensamente posible la sensibilidad del público. Esta simplicidad llega a tales límites, que muchas veces los actores ostentan letreros, en los que se dice quiénes son, casi siempre tipos populares, de rasgos característicos y típicamente inconfundibles.
No existe telón, ni hacen falta en la escena muebles ni accesorios.
Cansado el público del teatro de ideología burguesa, este teatro proletario, que tiene por escena y marco las Tscrainaia, despertó, por su sencillez, por su intensa sugestividad, emociones nuevas, fuertes y humanas. El obrero, después de su trabajo, encuentra en el teatro soviet, un teatro vivo, lleno siempre de un sentido profundo de la vida, abierto a todas las sugestiones y reclamos de la época presente.