Filosofía en español 
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[ Manuel Graña González ]

El concilio panislámico

Hace poco más de quince días publicábamos nuestra crónica titulada “Dos Concilios ecuménicos”, omitiendo con toda intención otro concilio, llamémoslo así, que se proyecta también en Asia. Para los espíritus superficiales que viven sin darse cuenta de los movimientos profundos de los pueblos del globo, estos acontecimientos de orden espiritual no pasarán de ser sucesos sin más importancia que la que tienen tantos episodios que pudiéramos llamar nacionales o que afectan cuando más a un continente. Sin embargo, para los que escudriñan con mirada atenta los movimientos de las grandes porciones del género humano, estos “concilios” tienen un significado mundial que encierra los mayores intereses morales de la Humanidad.

Existe hoy en el mundo entero un gran resurgimiento espiritual. Las inquietudes morales que han hostigado siempre al alma humana, el sentimiento religioso, ahogado en estos últimos años por la riqueza y prosperidad que las naciones habían acumulado con anterioridad a la guerra y la espantosa crisis en que se revuelve Europa y el mundo para encontrar el equilibrio móvil que ha perdido con el tremendo cataclismo, son otros tantos factores de renovación del problema religioso que se plantea en todo el mundo. El catolicismo, el protestantismo, las iglesias ortodoxas, el cristianismo en general se siente conmovido hasta sus mismos cimientos; una tendencia profunda, inconsciente en unos sectores, consciente en otros, hacia la unidad moral de los pueblos se manifiesta en todas partes.

Y no es solamente el alma cristiana de los pueblos que han adoptado el Evangelio como norma de vida religiosa y moral; el Asia entera, el alma colectiva de aquellas razas, que parecen dormidas en un sueño secular de espiritual letargo, se conmueve también y prestan atento oído a las voces confusas de las muchedumbres étnicas, que se vuelven a Cristo como ideal salvador. Asia, cuna de la humanidad y de las grandes religiones, participa también de estas ansias de elevación moral, de mejora de costumbres, de purificar su fe. China, Japón, Palestina, India y el pueblo árabe vienen a sumarse con su modalidad propia a la aspiración colectiva.

Manifestación singular de esta fermentación religiosa ha sido el destronamiento del Sultán de Turquía, no sólo como jefe político, sino como autoridad religiosa suprema del Islam. En Rusia, con el Zar, fue destronada también la cabeza visible de la Iglesia rusa, y el fraccionamiento actual de la unidad religiosa ha puesto en los espíritus angustiosas interrogaciones que en el fondo constituyen un renovamiento de las inquietudes espirituales. Después de las reformas adoptadas por los pueblos de la China, la voz de los misioneros, católicos y protestantes, ha despertado en diferentes núcleos de la población pagana fuerzas transformadoras que buscan en tanteos confusos un sentido más cristiano de la vida social y política.

Como grupo intermedio entre las grandes masas cristianas y el paganismo del remoto Oriente está el islamismo, más en contacto con la vida espiritual de los europeos, y, por lo tanto, más afectado por esta fuerza profunda con que revive el sentimiento religioso. Con la elección del nuevo califa se plantean en una colectividad de más de 230 millones de almas problemas religiosos de enorme importancia. Las reformas jurídicas y sociales van a la par con las de orden puramente religioso; y los turcos, que después de los árabes han tomado la dirección del islamismo, son naturalmente los que se preparan a formular los nuevos preceptos.

El mundo musulmán proyecta también su “concilio ecuménico”. Filósofos, literatos, teólogos e historiadores agitan la opinión y abren ante las inteligencias vulgares de las masas los horizontes bajo los cuales han de cobijarse los espíritus. No hace mucho uno de los hombres más cultos del Islam publicaba, reformado, un libro suyo, que es nada menos que una apología de su raza, un cuadro elocuente y erudito de lo que debe al islamismo Europa, y, sobre todo, el Asia; y al mismo tiempo, que pone delante de los ojos de sus correligionarios la evocación brillante del pasado, renueva con indecible entusiasmo el ideal para el porvenir. ¿Qué era Europa cuando Bagdad, Damasco, Sevilla y Córdoba enseñaban al mundo la ciencia, la filosofía y en general la cultura de la raza árabe? Después de los árabes, los turcos organizan al modo oriental los pueblos muslímicos; los emperadores turcos se miden con los más gloriosos, monarcas cristianos, y hay soberanos de esa rama musulmana desde Pekín a Constantinopla. El momentáneo decaimiento del siglo pasado no ha extinguido en el alma islámica esos sueños de grandeza. Comarcas inmensas y riquísimas, donde viven tantos millones de hijos del Profeta, pueden todavía ser poderosas naciones; la contextura espiritual del musulmán es demasiado original y fuerte para que no se pueda fundar sobre ella la esperanza de una resurrección moral. Así dicen a lo menos los hombres representativos del islamismo. De ahí el llamamiento caluroso, dramático, sabio, con que esos hombres convocan a los mejores elementos del islamismo para discutir y resolver los grandes problemas espirituales de la raza.

Esta asamblea panislámica habrá de reunirse en Turquía (Angora, probablemente), porque esta nación tiene aún el prestigio suficiente para seguir al frente de los pueblos musulmanes. La evolución de sus hombres eminentes y la entereza con que discute de potencia a potencia con las naciones más poderosas de Europa; la cultura occidental que asimila en su contacto con el helenismo, juntamente con las filtraciones religiosas de la ortodoxia, hace que vaya delante en el camino de las reformas, y, por tanto, es el terreno más a propósito para discutirlas y ensayarlas.

Imagine el inteligente lector la gran Asamblea de los Prelados de la catolicidad que proyecta el Sumo Pontífice, reunida en Roma con todo el esplendor y prestigio de tantas eminencias y presidida por la más alta eminencia moral y religiosa del mundo, definiendo con tanta autoridad las normas espirituales que deben regular la vida de los pueblos y de los individuos; proclamando como dogmas de fe las bases morales del derecho internacional, del derecho y uso de la propiedad, de la ética de los negocios, de las relaciones entre el capital y el trabajo, del nacionalismo y supernacionalismo cristiano, de las relaciones entre la Iglesia y el Estado, entre los pueblos y sus gobernantes; y esa voz solemne de la Iglesia, lanzada a las cinco partes del mundo por Prelados de todas las lenguas y de todos los climas, pastores de todas las razas, resonando como la de Cristo en los oídos del protestantismo y del panislamismo, de la Rusia ortodoxa y de la China todavía pagana, resonando en tantos millones de almas ansiosas de oír palabras de vida eterna. Después de tantas conferencias fracasadas, después de tantas tentativas infructuosas para devolver la paz al mundo, esa palabra de paz, pronunciada por la Iglesia docente reunida en grandiosa Conferencia internacional, necesariamente tiene que producir una impresión profunda en la Humanidad, y quién sabe si la Providencia nos tiene reservado ese remedio supremo para calmar estas convulsiones que amenazan derrumbar la civilización occidental. Además, entre el relativismo universal de las doctrinas que pulverizan en las inteligencias las verdades eternas sobre que se funda la convivencia de los pueblos y la conciencia moral y la fe religiosa del género humano, sólo esa voz infalible puede definir tales verdades. Si Europa, después de oírlas, sigue obstinándose en su ceguera suicida, tal vez temamos una nueva invasión de bárbaros, árabes o budistas; ni hará falta que vengan de afuera: que cuando en el cuerpo humano falta el espíritu vital, los gusanos que le despedazan nacen de su misma podredumbre. Y los bárbaros europeos con mucho más de temer que todas las hordas del Asia.

Manuel Graña

Einstein visita Toledo

Ayer por la mañana, acompañado de su esposa y de las personas de su familia que residen en Madrid, señores de Kohertaler, salió el profesor Einstein en automóvil para Toledo, en donde permaneció con sus acompañantes todo el día visitando los monumentos de dicha ciudad y regresando por la noche a esta Corte, a la que llegó a las ocho.

Una recepción. En honor del profesor Einstein so celebrará esta noche, a las diez, una recepción en la Embajada de Alemania. Para ella han sido circuladas invitaciones por el embajador y la baronesa Langverth von Simmern.

Toledo, 6.- El profesor Einstein ha visitado, de riguroso incógnito, los monumentos artísticos de esta capital. Le acompañaban su esposa, los señores Cossío y Ortega y Gasset y los hermanos Kohertaler. A última hora fue reconocido por el público. Las autoridades acudieron a cumplimentarle.