Filosofía en español 
Filosofía en español


En el teatro de la Zarzuela

Se celebra con gran éxito el mitin de estudiantes católicos

“Es necesario restaurar en nuestra Patria la escuela y la Universidad.” – Nuestro lema: “Fe, Ciencia, Libertad de enseñanza.” – “Unión con los estudiantes extranjeros, especialmente con los de América española.” – “Contacto con el pueblo.” – Importantes conclusiones: Autonomía universitaria; Reforma del plan de estudios de las Normales; Relaciones internacionales en materia de enseñanza. – Adhesiones al Pontífice y a la Internacional de estudiantes católicos. Una carta del señor Vázquez de Mella. – El público, que llenaba el teatro, aplaudió con entusiasmo a los oradores.

A las personas reflexivas ha de hablar muy elocuentemente el espectáculo, o la noticia, del mitin de estudiantes celebrado ayer en la Zarzuela. Un éxito de esa índole no se mixtifica…, ni siquiera se improvisa. Responde a una realidad y la presupone anterior; indica la base de una necesidad definida, que buscaba un órgano acomodado para actuar, y que lo ha encontrado.

El teatro se llenó completamente, y si no aparecieron también henchidos los pasillos, fue porque la Comisión repartió estrictamente las localidades numeradas, habiendo de reducirse en la satisfacción de las solicitudes a los límites que se señalara.

Entre la concurrencia figuraban profesores de diversas Facultades y Academias, catedráticos de colegios privados, maestros públicos y, sobre todo, escolares. Usaron de la palabra los señores Oreja y Martín-Sánchez, estudiantes aprovechadísimos, que han recorrido ya no pocas provincias de España excitando a la asociación a la clase escolar, defendiendo, sus derechos e intereses, y dejando en marcha organizaciones provinciales. Tienen una personalidad destacada, su oratoria es tribunicia, y en la florida juventud, edad de esperanzas, han rendido ya frutos de positiva acción social. Los ilustres profesores de la Facultad de Derecho y la Academia de Ingenieros industriales señores Yanguas y Artiñano, aportaron la contribución de su competencia, de su autoridad y de su elocuente palabra.

El entusiasmo caluroso que reinó en el mitin desbordóse en frecuentes aplausos. No en aplausos predominantemente nerviosos o hijos de arrebatos imaginativos y sentimentales, sino consecuencia de la reflexión, manifestaciones de la unidad de pensamiento, de la coincidencia de opiniones.

Eso significaron los aplausos rendidos al propósito fundamental de constituir una Asociación Nacional de Estudiantes Católicos Españoles, Asociación que, a su tiempo, ingresará en la Confederación Internacional de Estudiantes Católicos. Eso significaron las ovaciones tributadas a la proclamación de diferentes principios o ideas madres:

1) La estructura corporativa de las sociedades, y por ende el fomento del espíritu de clases y la defensa de sus intereses; el carácter obligatorio de la corporatividad y libre de la sindicación.

2) El confesionalismo de todos los Sindicatos, y muy especialmente de los Sindicatos o Corporaciones (llámense como se llamen) de estudiantes; porque estas Asociaciones persiguen fines principalmente doctrinales, espirituales; y porque están integradas por intelectuales, por hombres de estudio, de pensamiento, para quienes la vida del alma, el ideario y la moral interesan ante todo y sobre todo. Es un axioma, es un postulado la confesionalidad de los Sindicatos. Se debatió, antes de la guerra. Hoy los hechos han derramado sobre lo que fue discutible una luz tan viva y clara, que han establecido su evidencia,

reconocida y obedecida en todos los países. Entre nosotros, además, son católicos la casi totalidad de los catedráticos, de los estudiantes, de los padres de familia; es católico el Estado. ¿En qué se podría fundar la aconfesionalidad de nuestras Asociaciones de estudiantes?

Se expresaron, no obstante, los oradores en términos de amplia comprensión y concordia. Puesto que en España existe alguna organización estudiantil, verbigracia la socialista, efectividad independiente del arbitrio de los escolares católicos, no la hostilizarán éstos, y aun se hallan dispuestos a colaborar con aquélla para fines puramente profesionales.

3) La libertad de enseñanza y la autonomía económica y pedagógica de los centros docentes, así oficiales como privados, sin otra intervención del Estado, sino la inspeccional, la protectora y la tuteladora, aparte la concesión de los títulos profesionales, fueron asimismo aclamadas. E igualmente la reparación de presupuestos, propugnada por el señor Mella en carta, como suya, elocuentísima, y que fue acogida con efusivos aplausos.

La impresión que el acto produjo en los asistentes fue profundísima, adunando la admiración con la extrañeza. Para muchos tuvo proporciones de revelación, de epifanía. La pujanza del movimiento asociacionista de los estudiantes católicos españoles no sufre desde ayer sombra de duda; y su trascendencia salta a los ojos: lo mejor de la España del porvenir se incuba en los centros docentes; de ahí que la Asociación en marcha pueda llegar a equipararse a lo más serio, solido e influyente de nuestra actuación social católica.

Obligación notoria de todos los patriotas, de todos los que aman a la Religión y a España, de todos los amigos del orden, es, sin duda favorecer a la organización naciente. Lo es, de manera particularísima, de los padres de familia, ya que, a la reforma de nuestra enseñanza, al mejoramiento de la condición espiritual y material y a la tutela ética de sus hijos, contribuirá con máxima eficacia. También incumbe protegerla a los interesados en que el mundo se transforme evolutivamente, sin sangrientas ni expoliadoras revoluciones; porque la levadura intelectual es, o el factor evolutivo más aprovechable, o el elemento revolucionario más subversivo.

En otro linaje de asociaciones, como el provecho económico de los socios se cosecha inmediatamente, pueden exigírseles cuotas, derechos de entrada, &c., &c. En la asociación de estudiantes no es posible nada análogo. Los fines, las ventajas que reportará pertenecen a los órdenes intelectual y moral; los socios, hijos de familia, carecen de peculio propio.

Y, sin embargo, la propaganda, la dirección, la actividad toda del organismo exigen dispendios.

Afortunadamente, la experiencia nos hace optimistas. Los ingresos necesarios…, no faltarán.

En cualquier, sector donde la acción católica proeja, consigue jornadas de gloria, como fue la de ayer. En todas partes se hallan muchedumbres bien dispuestas, anhelantes y… generosas. Organización es lo que nos falta, y… nos organizamos por días…

El acto

El teatro de la Zarzuela presentaba un aspecto brillantísimo. Todos los palcos y plateas estaban ocupados por familias de la buena sociedad madrileña; en ellos lucían su belleza elegantes damas y señoritas. En las demás localidades del espacioso teatro estaba acomodado el público estudiantil de Institutos, establecimientos privados, Magisterio, Facultades universitarias y Escuelas especiales.

La concurrencia

Entre los asistentes figuraban las: Marquesas de Zugasü, Medina y Arriluce de Ibarra. Condesas de Vigo, Gavia, Braga y Cortina.

Señoras y señoritas de Oriol, Arteaga (María y Cristina), Benavente (María), Sepúlveda (Inés), Beamonte (Amparo y Nina), García Loigorry (Carmen y Angela), López Mendizábal (Lolita), Campo y Campaña, Alvear (Asunción), López de Ayala (Josefina y Constanza), Alonso, viuda de Palma, viuda de Espinosa, Del Río, García Lomas, Vivié,  Hontoria, López Mendizábal, Simonena, Barberá (Telesfora), Josefa Fernández, María Luz Doral y Pazos, Carmen Guijarro y Carmen Corbajo, Martín-Sánchez, Carranceja y Lampérez.

Reverendos padres Aguilar, García, Ayala (Pedro y Ángel), Pérez del Pulgar, Menéndez Raigada, Fructuoso García, hermanos Pelayo (Manuel y Jerónimo).

Marqueses de Echandía, de Vega de Anzo; conde del Cedillo; señores Aznar (don Severino), Goicoechea, Oriol (don José Luis), Gómez Roldán y de Velo y Arce (don Manuel), Bellido (don Manuel), Bonafox, Roca de Togores, Encío (don Antonio María), Grinda (don José), Fernández Daza, Mendizábal, Zabala (don Manuel), Llardén, Ortega Morejón, Torres (don Camilo), Vegas, Iñíguez, Mur, Espeso, González Besada (don C.), Barberá (don Joaquín), Navamuel,  Ibarra (don Eduardo), Artiñano (don Pedro), Simonena, Yanguas, Almazán (don Isidro), Illanes (don José Luis), Traver, Cuevas, Martín Veña, Ballesteros, Marín Lázaro, Semprún, Quereda, Hurtado, García Lomas, Martínez Raposo, Fernández Hidalgo, Mur, Valderrama, Calvo Sotelo, Potenciano, Roldán y Pego (don Manuel), Barral, Barrios, Belmonte (don Severo), Peiró (don José), Banco (don Domingo), Larregla, Espinosa, Madariaga y Hontoria.

Asistieron también representaciones de los estudiantes católicos de Valencia, Granada, León, Segovia, Ávila, Guadalajara, Badajoz, &c., adheridos a la C. de E. C.

* * *

Constituida la presidencia, comenzó, el acto.

El presidente, señor Artiñano, concede la palabra al secretario de la Junta Suprema de Estudiantes Católicos.

Don Marcelino Oreja Elosegui

Comienza agradeciendo al auditorio su presencia en el acto, que le sirve de estímulo, estímulo que sería indispensable si los días azarosos que atravesamos, pletóricos de zozobras, de inquietudes y congojas, ante los cuales, el espíritu más sereno se turba, embargado por un porvenir incierto e inquietante, no tuvieran la virtud de obrar como acicate en aquellos espíritus que ni se solazan en la inacción ni las tristes sombras de la sociedad presente enervan sus energías ofrendadas en holocausto de los más altos ideales; del servicio de Dios y de la prosperidad y engrandecimiento de la Patria. (Grandes aplausos.)

Amplios y numerosos problemas subyugan la actividad y el pensamiento de nuestros políticos y sociólogos; las urgentes necesidades transmiten a la vida contemporánea un carácter de actividad extraordinaria, pero, al propio tiempo, las incesantes metamorfosis, los inacabables cambios y transformaciones de las cuestiones a estudiar y resolver, imprimen a las ciencias Morales y Políticas un carácter fugaz, transitorio, y de aquí se deduce la fragilidad e inconsistencia de las ciencias que estudian la sociedad; pues cuando se trata de sondear, de resolver, de desintegrar un fenómeno, el hecho se ha desvanecido, se ha desdoblado; parece como que ha desaparecido el objeto y la materia, sobre el cual iban a actuar la reflexión y la experiencia en busca de una solución que todos demandábamos con impaciencia y sobresalto.

El hecho es desconsolador, pero en medio de tanto cambio, a través de tanta mudanza, hay algo que substancialmente permanece constante, y esto, que no cambia a través de los tiempos, que no sufre los embates de las civilizaciones es el hombre, el ser social en sus actividades y manifestaciones, conservándose en el fondo, siempre el mismo, con sus excelsitudes y sus miserias, con sus altiveces y sus degradaciones, con sus anhelos y sus esperanzas y sus eternos sueños de un mejoramiento y progreso inacabable, resorte el más fecundo y tenaz de la lucha contra la naturaleza, para arrancar de ésta los tesoros que avaramente guarda en su seno y ofrecerlos como trofeo glorioso al trabajo y a la laboriosidad. (Muchos aplausos.)

Voy a hablar –dice– del hombre en su aspecto más elevado, en el que hace relación al cultivo de su inteligencia, que va labrando su porvenir y su ruta para el día de mañana, y circunscribiéndome más al objeto de este mitin, trataré de deducir la necesidad y el fin que persigue la Confederación de Estudiantes Católicos.

Es indudable que el atomismo agudizado, a partir de la Revolución francesa, que penetró en todos los aspectos de la vida y en las facetas todas de la sociedad, llegó a desorganizar nuestros Centros escolares y universitarios. Aquella floración corporativista, aquellos fecundos gremios del feraz trabajo intelectual, cobijados en los vetustos claustros de nuestras Reales y Pontificias Universidades, aquél espíritu de clase y aquel aliento transmisor de energías intelectuales, fue desventuradamente tronchado al soplo destructor de ignaro seudo-intelectualismo, cambiando los antiguos y tradicionales cauces por donde debían correr el saber y la educación de las juventudes escolares.

De aquí la urgencia de la restauración de los centros docentes, desde la escuela primaria a la Universidad y las Escuelas especiales, y para ello nada mejor que las Asociaciones profesionales estudiantiles, formando Federaciones distintas, y todas juntas la gran Confederación Nacional, que no representen nuevos títulos sin contenido práctico alguno, sino que recojan la vida que ha de inyectarse en los caducos y entecos organismos oficiales, verdaderos continentes sin contenido, cuerpo sin alma, tejidos y músculos sin articulación entre sí que forjan en nuestra mente una quimera, una alucinación peligrosa, una ficción de existencia de algo que no tiene realidad que pertenece al pasado, y que ha perecido con estrépito, asfixiada por la política y contrahecha por la ineptitud. Por triste y dolorosa que sea esta verdad, por más hieles que destile su solo recuerdo, es lo cierto que no la escuela ni la Universidad tienen su verdadero sentido en nuestra patria, y es necesario restaurar esas dos instituciones venerandas, a cuyo alrededor giran la prosperidad, la grandeza y la gloria de los pueblos civilizados. (Aplausos.)

Negada a la Iglesia –Maestra por excelencia– la función dicente, arrebatado a los padres el sacrosanto derecho y la obligación sagrada de elegir libremente los educadores de sus hijos, los democráticos Estados modernos, arrogándose preeminencias que no les corresponden sino supletoriamente, cometieron la mayor de las tiranías en cuando a la Instrucción se refiere. De este modo se anquilosaron nuestros centros, se cercenaron  sus autárquicas prerrogativas, su jurisdicción especial y se creó un patrón único, riguroso y uniforme, constriñendo los vuelos de la inteligencia y cercenando los amplios dominios de la voluntad. Y a conducta tan insensata y a tan suicida proceder se le califica pomposamente con una palabra que es, a la vez, espejuelo de incautos y mercancía averiada de vividores sin conciencia; eso, se dice, lo pide, lo exige el progreso, ¡el progreso!, vacuo vocablo que se asemeja al sumidero donde se encierran las ideas nacidas al calor de una desmedida soberbia o de una ambición incalificable.

Hace ver cómo hoy es indispensable la asociación en todos los órdenes, y mucho más en la clase escolar, que permanece desunida, habiendo sido necesario que los estudiantes católicos suizos, en nombre de la Federación Internacional de Estudiantes Católicos, despertaran nuestras almas dormidas y las aprestara a esta vigorosa cruzada.

Los fines de la C. de E. C. son morales, intelectuales y materiales.

Queremos velar por la ortodoxia en la cátedra; el perfeccionamiento moral de la corporación estudiantil, y en suma, que la Ciencia sea ingente estatua orante, puesta de hinojos ante la Fe, porque nunca la Ciencia es más grande que cuando reconoce la sabiduría infinita del Hijo de Dios. (Ovación.)

En cuanto a los fines intelectuales, aspiramos a hacer catedráticos, formar alumnos y seleccionar la materia de estudios, sirviéndonos para ello del intercambio con las Federaciones extranjeras. Y en cuanto a los fines materiales, propugnamos por la creación de Residencias, bibliotecas circulantes, y muy especialmente por el fácil acceso de las clases humildes a la enseñanza, a fin de que no se pierda ni una brizna de inteligencia. (Muchos aplausos.)

La importancia de la clase intelectual se ha patentizado hasta en Rusia, en donde ha pasado de la cuarta categoría a la primera; es que los pueblos, aun en sus más orgiásticos desvaríos, no pierden la brújula del instinto de su propia conservación.

Termina diciendo que sólo un Redentor tuvo el género humano, y hoy la clase escolar tendrá que ser redentora de sí misma, y aconsejando a profesores y alumnos que por medio de la Confederación consigan sus propósitos y eleven a la Patria a las cimas de la prosperidad y la gloria. (Gran ovación.)

Don Fernando Martín-Sánchez Juliá

(Presidente de la C. de E. C.)

Vivimos en instantes en que todo cambia, en que los Imperios se derrumban y las instituciones seculares se tambalean. La Humanidad en esta catástrofe no divisa aún el principio informador que ha de presidir sus futuros destinos; pero hay algo que se advierte: mientras las líneas que definen el individuo se difuman, las de las clases se destacan; la sociedad vuelve al régimen corporativo y la estructura católica y nosotros debemos cooperar a que se realice cuanto antes esa evolución.

La clase estudiantil tiene también que organizarse; pero la organización no puede prosperar sin un ideal. Porque nuestra organización tiene un ideal y una bandera, hemos triunfado, triunfamos hoy y triunfaremos en lo futuro. (Grandes aplausos.)

Queremos la adhesión de todos los estudiantes a la C. de E. C.; pero hemos de exponerles nuestro programa, cuáles son los fines que perseguimos y las relaciones que nos proponemos mantener con las demás organizaciones.

Con ellas somos compatibles, pero no podemos admitir la neutralidad por ideal, porque en la práctica es imposible; allí donde esté la mayoría se inclinará la Asociación. La neutralidad es sólo cimbel que atrae y anzuelo en que pican los católicos incautos que las fortalecen. (Aplausos.) Como los estudiantes tienen ideas y no han de pedir sólo cosas materiales, sino la reforma de la enseñanza, y como ésta ha de obedecer a un plan armónico, surgirán las discrepancias al tratar de hacer la primera petición; los liberales querrían orientarla hacia el monopolio docente; los socialistas, hacia el acaparamiento por el Estado, y los católicos pedirían hoy la autonomía y la libertad mañana. (Grandes aplausos.)

Se nos acusa de dividir a los estudiantes, y es preciso que se sepa que nos organizamos en defensa propia, no como los contrarios, que tratan de servirse de las fuerzas ajenas bajó una capa de aparente neutralidad.

En cuanto al reconocimiento por los Claustros de las organizaciones escolares, hay quien opina que sólo una organización debe ser reconocida; si ocurriera ésto los Claustros, o habrían de reconocer a la de mayor antigüedad, que estaría acaso ya fósil, o a la más numerosa, en cuyo caso quedaría sin representación la minoría. Un Claustro no puede cohibir la Asociación de los estudiantes, y si impusiera una determinada, crearía un Sindicato único que, con el tiempo, quizá fuera su verdugo. (Aplausos.)

La Unión Nacional no se hará como hasta ahora se ha pretendido, sino por la unión de entidades confesionales, no otras, como lo han hecho los estudiantes belgas.

Se necesita un ideal en la asociación. El nuestro se compendia en estas tres palabras: Fe, Ciencia, Libertad.

Necesitamos defender la fe contra el libertinaje de la Cátedra. La organización que para esto nos sirva ha de ser por la misma índole de la cuestión católica, porque la Religión no es un hecho privado, sino público. La Iglesia, como depositaria del Decálogo y guardadora de los principios inmutables de la sana moral, tiene un concepto claro y preciso del hombre y la sociedad, y, por lo tanto, su espíritu ha de acompañar al hombre en todos sus actos públicos y privados. El creer lo contrario, es cómoda invención que sirve para tranquilizar las conciencias amplias de los que por la mañana se postran ante el altar de Cristo Crucificado, para luego por la tarde adorar al becerro de oro o doblar la rodilla ante la estatua de la diosa Razón. (Ovación.)

En cuanto a la Ciencia, segunda palabra de nuestro lema, nosotros tenemos que preparar a la masa escolar, porque sin esa preparación las reformas son ineficaces, como ha sucedido con el Jurado y el sufragio universal. Tenemos que preparar a los estudiantes para el ejercicio de intervención en los Claustros, que nos concede la autonomía universitaria. Para esta labor de reforma de la enseñanza contamos con el auxilio de los catedráticos y de los padres de familia, que hemos de organizar en el próximo curso.

En cuanto a la Libertad nosotros deseamos que a ella se llegue por lenta evolución, terminando con el monopolio del Estado. Cita las naciones en que se lucha por la libertad de la enseñanza y las que ya la han conseguido, y razona los fundamentos en que se apoya. Hoy queremos la autonomía y mañana la liberta. (Aplausos.)

Si queremos que la Universidad española brille como astro de primera magnitud en el firmamento de la enseñanza universal, no necesitamos entregar recursos para ensayos a Instituciones más o menos libres; nos basta con restaurar la antigua Universidad española, donde se oyó la palabra de tantos maestros llenos de ciencia y virtud, y en la que los graduandos juraban defender con su vida el dogma de la Inmaculada Concepción. La Universidad de hoy, instalada en edificios robados por la desamortización, a propósito para la vida religiosa, pero inadecuados para que en ellos se instruyan centenares de estudiantes, nos hace volver los ojos a los tiempos pasados y tener como ideal el resurgimiento de la antigua Universidad española, que era templo del saber en el que había sacerdotes, asistían allí y se adoraba un dogma. (Ovación.)

La organización de los estudiantes debe de continuar cuando éstos acaben la carrera, formando el embrión de la organización de los futuros intelectuales españoles. Si esta organización progresa la intelectualidad española será católica, lo que quiere decir que toda la nación será católica irremisiblemente. (Aplausos.)

Se dirige a las señoras solicitándoles ayuda como madres y esposas, y dice a los que cursan estudios que se organicen también.

Esta es una obra de todos, por es la reorganización de la enseñanza y la reorganización de los intelectuales, esperamos el apoyo moral y económico de la colectividad, pero aunque se nos haga el vacío, ni aún así morirá la obra, que es de Dios, y siempre quedará enhiesta nuestra bandera.

Termina invitando a los estudiantes a alistarse en la C. de E. C. como único medio de salvar a España, y así la Historia dirá bien de nosotros, que haremos que en nuestra Patria surja el himno vigilante que exprese nuestro amor al pueblo en que nacimos y el canto cadencioso de su fe que, elevándose a las alturas, sea la oración que a Dios haga un pueblo de creyentes y patriotas. (Prolongadísima ovación. El señor Martín Sánchez se ve obligado a saludar varias veces al público.)

Don José Yanguas Messía

Es acogido con aplausos.

Refiere que al venir al teatro oyó comentar el cartel anunciador del mitin a dos personas, quienes al leer el nombre de oradores y de los demás catedráticos mostraban una profunda extrañeza. Imaginaban que el orador sería un grave y sesudo varón, encargado de amargar la casta estudiantil con una tesis doctoral. (Risas.) Hemos venido al llamamiento de la C. de E. C. porque tenemos más de espíritu altivo y soñador de Leandro que del espíritu mezquino de Crispín. (Aplausos.)

Cuando se me habló de este acto me sentí asaltado de dudas y temores, porque nadir ignora que lo peor que puede acontecer a una entidad es nacer sin condiciones de viabilidad.

La existencia de la Asociación se justifica por el fin. Los estudiantes, como personas que son, tienen varios, el académico entre ellos, per hay uno supremo que debe informar su vida toda, que es el religioso, que debemos todos proclamar, lo que no quiere decir que hayamos de hacer los tres votos solemnes, no que nos encarguemos del rito, que para eso está el Clero y las cofradías. (Risas y aplausos.)

No se invoque el obscurantismo. Los estudiantes católicos de Suiza, nación de la alta cultura, se han organizado confesionalmente. Lo mismo se ha hecho en la protestante Alemania, y eso se intenta en la liberal Italia.

Los estudiantes católicos españoles son los últimos en organizarse, circunstancia que es tanto más de notar cuanto que en aquellas naciones existen diferentes credos religiosos y en la nuestro no; aquí solo hay católicos e indiferentes a quienes por su misma indiferencia les debe traer sin cuidado que los estudiantes católicos se organicen. (Muy bien. Muchos aplausos.)

No es la asociación cosa arbitraria y caprichosa, sino que brota del espíritu que hay en vosotros. Naturalmente, sin excitaciones de nadie, en los claustros de las Universidades elegimos nuestras amistades entre los afines en ideas.

Vuestro ideal debe ser el perfeccionamiento material y moral.

Debéis crear Mutualidades escolares, casas de estudiantes con bibliotecas seleccionadas, en las que al lado de los autores científicos estén aquellos otros que cultivan el espíritu, y bibliotecas circulantes con préstamos de libros, con salas de lectura y esparcimiento, en donde no come la oreja Jorge (Risas), con gimnasios para el cuerpo, la inteligencia y la palabra; comedores económicos y bares, escritorios en que escribir a la familia y a la novia (Risas): colegios universitarios, como los de las Universidades de Salamanca, Valladolid y Alcalá de Henares, y becas que permitan perfeccionar las inteligencias de los humildes, cuando sean esclarecidas, porque nada hay aparte de la virtud más nivelador entre los hombres, como un mismo grado de cultura. (Grandes aplausos.)

Vuestra Confederación debe concertar pensiones con familias distinguidas para que estas alberguen en sus hogares a los estudiantes de fuera, como se hace en el extranjero, medida altamente beneficiosa que apartaría a los estudiantes del ambiente de las casas de huéspedes. (Aplausos.)

Sed cordiales con todos, tolerantes y respetuosos con otras Asociaciones. Os hago esta recomendación con esperanza de ser atendido, porque sois católicos y no sucedería lo mismo si no lo fuerais; llevaos de ejemplo las insidias con que habéis sido acogidos.

Como vuestra Confederación es parte de una organización internacional, habéis de estrechar vuestras relaciones con los estudiantes católicos del extranjero; habéis de uniros especialmente con los de la América española.

Esta relación debe manifestare por medio de conferencias, por el cambio de libros y revistas, coadyuvando a la obra que en la Argentina dirige don Avelino Gutiérrez y a la iniciativa oficial de la creación de becas para que estudien en España estudiantes hispanoamericanos y ofreciendo a estos alojamientos en vuestras Residencias. (Grandes aplausos.)

El aspecto más delicado de vuestra organización es la acción social; tenéis que poneros en contacto con el pueblo. Mostrando su inteligencia; que por no haberse realizado aún esta labor se produce el llamado “crimen social”, fraguado por una extraña Sociedad comanditaria en la que el ejecutor está a las pérdidas y el inductor a las ganancias. (Aplausos.)

La cuestión social no se resuelve ni con las utopías revolucionarias del socialismo, ni apretando los resortes de la fuerza, como quieren los autoritarios, solo con las doctrinas salvadoras de Cristo. (Gran ovación.)

Habéis de interesar a la opinión pública en los problemas pedagógicos. En España eso es más necesario, ya que por la inestabilidad de los ministros de Instrucción pública, la política pedagógica carece de plan; es como si en una película se saltaran las series y de Fantomas se pasara a Fatty o a Charlot. (Aplausos.)

La Asociación de Estudiantes y Profesores se asemeja al gremio, correspondiendo a los tres grados de aprendices, oficiales y maestros los títulos de bachiller, licenciado y doctor. Para preparar la opinión no existe medio más adecuado que las conferencias; reciente tenéis el éxito alcanzado con las organizadas por EL DEBATE en el teatro del Centro.

Me diréis que para desarrollar el programa necesita la C. de E. C. recursos y arte. Mas para eso están los católicos pudientes, y si se mostrasen reacios, les animaremos, les estimularemos. (Grandes aplausos.)

Se dirige con frase escogida a la mujer para que ayude a los estudiantes católicos. Su ayuda consiste en la sola presencia física en actos como éste. Un pensados ha dicho que el valor del hombre consiste en el hacer, y el de la mujer, en el ser. (Aplausos.)

A los elementos directores corresponde en esta obra la orientación y a los pudientes el auxilio económico.

Tened fe –termina diciendo– porque ella enciende los luminares de la victoria. (Clamorosa ovación, muy prolongada.)

Una carta del señor Suárez Somonte

El señor Oreja Elósegui lee la siguiente carta del director del Instituto del Cardenal Cisneros, que había de tomar parte en este acto:

«Señor presidente de la C. de Estudiantes católicos.

Querido amigo: Cuando me invitaron ustedes a asistir a una reunión de estudiantes católicos me sentí obligado a aceptar por dos fuertes atracciones a mi espíritu y por un deber de mi cargo. Mis afectos a la masa escolar, con la cual convivo y a la cual dedico mis cariños, energías y cuidados: mi espíritu, reciamente católico, que tiende sus simpatías a todas esas organizaciones de jóvenes unidos por los altos ideales de la fe; y mi deber de estar al margen de esos movimientos escolares, para encauzarlos.

Pero me encuentro enfermo, y ello me impide asistir a ese acto y llevar a él mi modesta aportación para marcar el cauce por donde deben correr los santos entusiasmos de esa masa escolar que pone en las alturas de la cruz sus altos ideales.

Ese cauce debe tener por márgenes infranqueables la disciplina escolar y el orden público, y por frente, como amplio y agostado campo donde verter sus fértiles energías, la sociedad de los humildes, de los desheredados de la fortuna, de quienes en su niñez y en su adolescencia crecen como plantas a la intemperie en campo abandonado y faltos de la educación cívica y cristiana, que fortalece y prepara la vida de trabajo; llegan a la juventud con el alma sin fe y sin gratitud, propicia a todas las luchas y abierta a todos los odios, preparados así por el abandono de todos, para que en ellos prenda la tea de la anarquía y la chispa de la revolución.

Si esas organizaciones escolares católicas dirigen sus movimientos por ese cauce y hacia este campo, verdadero erial formado por el abandono social y del Estado, y en esta época feliz de vuestra vida, donde se forja el hombre, templáis vuestros espíritus en el yunque del sacrificio y al calor de los sagrados ideales de nuestra santa Religión, preparándoos para que al terminar vuestras carreras coloquéis por encima de todos los deberes de vuestros cargos y del ejercicio de vuestra profesión el sagrado deber de “enseñar al que no sabe”, tomando cada uno parte activa en la labor social de formar los ciudadanos, educando la niñez y la adolescencia desde la escuela al cuartel, vuestra labor será fecunda y será bendita.

Más si cambiáis de orientación, remansando vuestras energías en otros planos de la vida social, vuestra labor será la más estéril para el bien, que hoy los deberes cristianos y las necesidades sociales piden todas nuestras energías para ajustar la enseñanza a las prácticas de la vida para perfeccionar e intensificar la labor de la escuela y continuar su acción educadora hasta llegar al cuartel.

Sirvan estas líneas como justificación de mi ausencia en ese acto, y como bosquejo de mi pensamiento acerca de la orientación de esas agrupaciones escolares, y pido a Dios que el acierto guíe a ustedes en estos primeros pasos.

Manda usted a su seguro servidor, que estrecha su mano,

Ignacio Suárez Somonte.»

La carta precedente es aplaudida.

Don Gervasio de Artiñano

Es acogido con muchos aplausos al levantarse para hacer el resumen, y comienza diciendo que los recoge para ofrendárselos a la C. de E. C.

Compara las luchas modernas con las justas de la Edad Media, a las que también asisten damas, y como heraldo, la Prensa. Dedica un gran elogio al director de EL DEBATE, ya que, dice, como español y católico, le debe ese homenaje. (Aplausos.)

La C. de E. C. no debe limitar su actuación a la vida académica; debe actuar en la sociedad.

¿Las Universidades y Escuelas especiales están a la altura de su misión? En ellas se educa la memoria cuando más la inteligencia, pero no se forman hombres. (Grandes aplausos.)

Alumnos y catedráticos tienen grandes defectos. Los alumnos ahora vienen a corregirse de ellos por propia iniciativa. Los defectos del profesorado son la rutina, la momificación. Ya Jovellanos decía que la Ciencia, en vez de ser un camino para encontrar la verdad, era un arbitrio para vivir. Los profesores debemos trabajar, estudiando intensamente e interviniendo en la vida social, completando fuera de la cátedra nuestra misión docente. Nuestra labor debe encaminarse a formar hombres católicos y no simples titulados parasitarios. (Grandes aplausos.)

La organización de los estudiantes debe ser católica, porque las ideas cristianas son las únicas que pueden restablecer el equilibrio del mundo roto, por lo que yo llamo la moratoria del Decálogo. Fuera de nuestro camino no hay más que errores, ya el error liberal, ya el comunista.

Termina pidiendo a todos que presten la ayuda más entusiasta a la C. de E. C. para que pueda cumplir el lema triple de: Fe, Ciencia y Libertad. (Gran ovación.)

El señor Oreja Elósegui lee la carta de Mella, que publicamos aparte. Escuchada con sumo interés el público la ovaciona.

El acto termina a la una y cuarto de la tarde con el mayor orden y entusiasmo.

Después del mitin, un grupo de señoritas que cursan estudios en la Universidad se acercó a los oradores ofreciéndose a trabajar por la misma causa que los estudiantes de la C. de E. C.

El señor marqués de la Vega de Anzo hizo a la C. de E. C. en el mismo teatro un donativo en metálico.

Conclusiones

Al final se leyeron, y fueron acogidas con grandes aplausos, las siguientes conclusiones:

La Confederación de Estudiantes Católicos de España eleva respetuosamente al excelentísimo señor ministro de Instrucción Pública las peticiones siguientes:

Primera. Que la libertad de cátedra no sirva de medio para desconocer el derecho primario de los alumnos a ser respetados y no ofendidos en sus ideas y creencias religiosas por quien se encuentra en posición de evidente superioridad, máxime tratándose de la Religión Católica, que es la oficial del Estado, conforme al artículo 11 de la Constitución.

Segunda. Que se promulgue cuanto antes la ley que concede a la Universidad la autonomía.

Tercera. Que por una bien orientada labor legislativa se prepare la concesión de la libertad de enseñanza, de acuerdo con el artículo 12 de la Constitución, que ha sido contradicho por casi todas las disposiciones posteriores a él.

Cuarta. Que una vez concedida la autonomía a las Universidades y a los demás establecimientos docentes del Estado la mayor independencia posible, tengan exclusivamente a su cargo la concesión de pensiones para el extranjero y de subvenciones para investigaciones científicas, toda vez que nadie mejor que los Claustros de los Centros docentes podrán juzgar quiénes de los que han sido o son alumnos merecen ser pensionados o precisan ayuda en sus trabajos.

Quinta. Que los locales dedicados a la enseñanza sean apropiados al fin a que se destinan, no edificios mal acondicionados y muchas veces faltos de los requisitos que la higiene exige.

Sexta. Que la enseñanza se oriente en un sentido más práctico que en la actualidad, dotando para ello a los Centros del material necesario.

Séptima. Que los alumnos tengan intervención directa y eficaz en todas las cuestiones que a la enseñanza se refieren, excepto en aquellos asuntos de orden puramente técnico.

Octava. Que, componiendo la Universidad catedráticos, doctores y alumnos, tengan éstos los votos que se determinen para la elección del senador representante de aquel Centro docente.

Novena. Que a los estudiantes de carreras civiles se les otorgue rebaja en las tarifas ferroviarias, análoga a la que disfrutan los alumnos de las Academias militares, por lo menos en los periodos inmediatamente anterior y posterior a largas vacaciones.

Décima. Que con sólo la presentación de su “carnet” de asociados a la Confederación de Estudiantes Católicos, les sea permitido el libre acceso a Museos y Bibliotecas nacionales, provinciales o municipales.

Undécima. Los estudiantes católicos, atentos a la cultura popular, solicitan la construcción de escuelas de enseñanza primaria y la remuneración crecida que por su alta función se debe al Magisterio.

Duodécima. Para la perfecta formación de los futuros maestros, hoy nuestros asociados, solicitamos la reforma del plan de estudios de las Normales, concediendo más importancia a las prácticas de carrera creando la cátedra de Sociología, como complemento a la de Religión y desempeñada por quien esté a cargo de ésta. Solicitamos igualmente la reforma radical de la Escuela Superior del Magisterio, después de ir a una legítima representación de los maestros españoles.

Decimotercia. Los estudiantes católicos no rechazan el deber patriótico que representa el servicio militar; pero solicitan se modifique la legislación vigente, en forma que permita la continuidad del esfuerzo que exige el estudio, no verificándose, como ahora, las operaciones de reclutamiento y revisión en periodos avanzados del curso.

Decimocuarta. Para que las carreras en España no sean privilegio de las clases adineradas, y a fin de que nuestros hermanos, los obreros, puedan cursar estudios superiores, los estudiantes católicos solicitamos la creación de numerosas becas y que se estudie el medio de que la enseñanza oficial sea gratuita.

Decimoquinta. Que se fomenten las relaciones internacionales en materia de enseñanza, siguiendo el ejemplo de nuestras C. de E. C., adherida a la Internacional Católica de Estudiantes.

Telegramas de adhesión

Terminado el mitin se cursaron los telegramas siguientes:

«Cardenal Gasparri. Vaticano. Roma. Confederación Estudiantes Católicos España, reunida magna Asamblea, reitera inquebrantable adhesión Santo Padre y suplica humildemente bendición apostólica. Martín-Sánchez, presidente.»

«Internacional de Estudiantes Católicos, Friburgo. Estudiantes católicos españoles, organizados Confederación Nacional, envían testimonio simpatía camaradas extranjeros reiterando deseo estrecha unión internacional. Martín-Sánchez, presidente.»

* * *

Entre las adhesiones recibidas figura una, muy expresiva, del Arzobispo preconizado de Valladolid, doctor Gandasegui, y otra del elocuente orador sagrado don Diego Tortosa, canónigo de Madrid.

Carta de Mella

Separación de presupuestos

El Estado neutro y el maestro neutro son dos formas de irracionalidad

La carta en que el señor Mella expresaba su adhesión decía así:

«Señor don Fernando Martín-Sánchez Juliá,

Mi distinguido amigo: Ocupaciones apremiantes me impiden asistir al mitin que organiza esa simpática y brillante juventud escolar; pero quiero que vayan estas líneas para demostrarle que asisto en espíritu y me asocio por completo a esa obra de verdadera y cristiana libertad.

La enseñanza es función social, en la que sólo le corresponde al Estado la protección y la cooperación para suplir la deficiencia de las entidades docentes que tienen su fuente primera en la familia, de que es prolongación la escuela, como lo es de la escuela el Instituto y la Universidad. Son órganos de la “soberanía social” y no dependencias de la “política”, pues el Poder público no es pedagogo ni puede enseñar más que en la ley, y cuando ésta se acomoda a la moral y a la necesidad pública legítima, que es regla suprema de la norma escrita

Hay un problema que los resume todos, que se formula en las tres preguntas perpetuas acerca del origen, la naturaleza y el destino del hombre. No se puede contestar a una sin responder a las demás, y no se puede prescindir de ellas sin prescindir del hombre y colocarse fuera de la razón.

Cuando hay conceptos opuestos del hombre, de sus relaciones y su vida por inhibirse de la cuestión o por resolverla contradictoriamente, no puede haber unidad de enseñanza, y, por lo tanto, de escuela.

Ante una sociedad dividida en creencias que llegan a la esencia del hombre mismo y que trascienden a la Religión y a la Filosofía, y, por consiguiente, a la Ética, al Derecho, a la Sociología y a la Pedagogía, se da el absurdo de un Estado que se declara, por un lado, doctrinalmente incompetente, pues no sabe cuál es la verdad religiosa y moral, y que reclama, por otro, el monopolio docente para imponer y administrar él solo, directa o indirectamente, la enseñanza.

Hay una ley, que la sociología determinista no alcanza, pero que toda la Historia confirma, y que yo he formulado alguna vez así: “No puede haber comunidad de instituciones donde no hay comunidad de principios.”

Podrá existir la unidad exterior del reglamento y de la fuerza, pero la diferencia substancial acerca del origen y del fin de la institución mantendrá la lucha entre sus miembros, y dentro de los muros del edificio habrá una batalla constante de ideas y de sistemas, que acabarán por derribarle, para vivir aislados, o producirán, con el continuo choque del “sí” y el “no”, el triste “qué sé yo” de un enervante y estéril escepticismo, destronando la unidad de creencias, y, con ella, el pedestal del carácter.

El Estado neutro y el maestro neutro son dos formas de la irracionalidad, pues el hombre normal afirma, niega o duda, porque piensa, y no declara en huelga el entendimiento en presencia de la realidad que le interroga.

El Estado que se declara neutral entre todas las cuestiones que más interesan al hombre, diciendo que ignora la verdad en Religión, en Moral, y, por lo tanto, en los fundamentos del Derecho, es un Estado que se jubila a sí propio, declarándose inepto para gobernar.

El maestro neutro, ante la cuestión del origen del Universo, de la vida, del hombre, de la familia, de la sociedad, de la Religión y del Cristianismo, si expone y razona lo que cree, no es neutral; y si calla, porque no sabe, es ignorante, y no debe enseñar, sino ser enseñado; y si lo sabe y calla, no tiene ni siquiera la sinceridad que puede acompañar a una conciencia errónea, y subordina la convicción al interés, y es un hipócrita.

Por eso, del Estado incompetente y de la sociedad dividida en doctrinas y en sectas, no se puede deducir jamás el monopolio docente y la escuela única.

La enseñanza irreligiosa es contraria a las relaciones trascendentales del hombre, y, por lo tanto, al hombre mismo, y por eso, no como un ideal, sino como una triste consecuencia de circunstancias adversas a nuestras creencias, y mientras la posición del Estado, con respecto a la Iglesia y a la sociedad, no cambie, hay que defender la “separación de escuelas”, según la separación de creencias, y, como consecuencia natural, la “separación de presupuestos” para sostenerlas. Es lo que defendí hace tiempo en el Parlamento y fuera del Parlamento.

Así no se daría el caso de que los católicos paguen la enseñanza heterodoxa, y que los verdugos de la fe en las almas creyentes estén a sueldo de sus víctimas.

Libertad de enseñanza, frente al monopolio docente; separación de escuelas, frente a la hipocresía de la escuela neutra y a la anarquía mental universitaria; esa debe ser nuestra divisa para combatir ahora y preparar el advenimiento del reinado de Cristo y del espíritu de la madre España, que bajo su cruz se formó, sobre la ciencia, el arte y todas las manifestaciones de la vida.

Saludando con el mayor afecto a esa juventud, que representa el porvenir de la Patria, soy siempre suyo afectísimo,

Juan V. de Mella.»