Filosofía en español 
Filosofía en español


[ Rafael Castejón Martínez de Irazala (1893-1986) ]

Clepsidrario
La supremacía del Sur

Extraño libro el que acaba de publicar nuestro casi paisano Gil Benumeya, bajo el título de “Ni Oriente ni Occidente. El Universo visto desde el Albaycín”.

El autor, hijo de un buen escritor que en sus años mozos cultivó el cordobesismo local, y luego amplió sus horizontes desde el alcor cortesano, de Rodolfo Gil, en una palabra, es un escritor juvenil e impetuoso que se enciende en pura llamarada andalucista, y como consecuencia, islamita también, por haber sido los islámicos las gentes que mayor realce dieron al espíritu de Andalucía.

De vasta y sólida cultura en estos ramos, Gil Benumeya, que ha viajado y contraído conocimientos y relaciones con razas y países muy interesantes para el andalucismo, hace una de sus primeras concreciones en este libro que llega a nuestras manos y cuya tesis principal es la de que, en el mundo, además de los rancios problemas y posiciones espirituales de oriente y occidente, existe otro, más equilibrado, más noble, más elevado, que es el del Mediodía, cuna de todas las viejas culturas que asentaron en las riberas del Mediterráneo.

Aparte de la enunciación escueta de la tesis, no podemos seguir paso a paso a Gil Benumeya en sus demostraciones, la mayoría de índole puramente filosófica, fundamentadas en sólidas demostraciones de autores andaluces antiguos (Averroes, Abenházam, Maimónides) y modernos (Ganivet); y de autores semitas modernos (Bergson, Einstein, Freud), que hoy llenan el mundo con sus elucubraciones.

El libro es jugoso, intenso y lleno de formidable erudición. Está dedicado a los Andaluces, los Sefardíes y los Marroquíes, y en él se sigue el paralelismo en que se mueven los pueblos morenos del Mediterráneo, el Mediodía en suma, en sus principales concepciones humanas, sociales, artísticas, pasionales y estéticas, con geniales atisbos de la igualdad de concepciones religiosas.

Son sorprendentes los paralelos que establece, así como definitivas sus argumentaciones contra algunos filósofos europeos da autoridad.

Propugna, en fin, porque Granada, como último baluarte del andalucismo, como último recuerdo de los musulmanes españoles que hoy están desperdigados por el mundo, sea la Meca del nuevo ideal andalucista y universal.

«Bien sé, argumenta, que Córdoba, la Sultana, la ciudad suprema de Andalucía y de Occidente, los posee en mayor grado.» Se refiere a tres valores andaluces. «Pero como en Granada, continúa, terminó el andalucismo, en ella hay que buscar el enlace con la tradición.»

A continuación plantea los tres problemas que de ello se derivan: el amor, como fuente de conocimiento; el valor racial del pueblo en Andalucía y su papel en el iberismo.

Es interesante el recuento que hace de pueblos y razas, paralelos a los andaluces por su común carácter de turistas, ya en la naturaleza o en la historia, y que han de ser la base de un entendimiento fraterno de pueblos y gentes.

Por su carácter de popularidad son notables las sugerencias que les brindan la música, el baile flamenco y el cante jondo. Nos dice que el arte ruso musical deriva del andaluz, por que es música “flamenca” llevada a las estepas por un granadino (¿García?) amigo y maestro de Glinska.

Sus enumeraciones y citas históricas referentes al canto andaluz son de subido valor, pero de todas ellas la que más nos encanta es la de la saeta.

Tomando la cita de un gran escritor árabe granadino contemporáneo, el Emir Rahman Jizari, descendiente directo del último Nazarita legítimo de Granada, dice que las saetas andaluzas derivan de los cantos de los muecines en las Mezquitas de Córdoba, Granada y Málaga, que a sus pregones convocando a la oración, añadieron oraciones y lamentaciones versificadas en las que cifraban y hacían conocer sus cualidades de cantantes, que habían de poseer a la perfección, y que eran motivo de competencias entre los barrios. Estas canciones fueron cantadas luego por las mujeres tras la reja, cuando pasaban en los autos de fe los moriscos condenados. Aixa la Macarena, pobre, loca, mora y sevillana, fue la iniciadora de este uso en el auto de fe de don Fernando de Granada, morisco, Doctor en la Sorbona. No podía encontrar más espléndida prosapia la sentida copla andaluza del dolor y del misterio.

Es bello y original el libro de Gil Benumeya, y  merece un aplauso de todos los andaluces.

Rafael Omeya