Filosofía en español 
Filosofía en español

mancheta
Revista de Tropas Coloniales - Propagadora de Estudios Hispano-Africanos - Declarada de Utilidad por Real Orden - Director: Francisco Franco Bahamonde




[ Rodolfo Gil Torres ]

El no-imperialismo del Oriente
I


España carece de espíritu de agresión, que cuando lo hubo fue solo metamorfosis del espíritu territorial, alimentada y sostenida por elementos extraños. El espíritu guerrero (defensivo) y el militar (agresivo) son opuestos entre sí. El pueblo español es por esencia, porque así lo exige el espíritu de su territorio, un pueblo guerrero. Ángel GANIVET
 

El período de reorganización y transformación que ha seguido a la guerra europea, ha traído consigo el resquebrajamiento de muchos ideales, entre los cuales el imperialismo ocupa un puesto de honor. Las baterías de la opinión han descargado sus iras sobre esta fuerte idea, envuelta en ráfagas de exaltación, favorable o adversa.

La idea del respeto a las pequeñas naciones víctimas del furor avasallador de la conquista; puesta en juego frente a la ambición germánica, se vuelve ahora contra sus creadores, al salir de los límites europeos entrando en el campo de los viejos mundos muertos. Y ante el apetito de potencia de Nietzsche popularizado y divulgado entre las naciones fuertes, se alza la protesta de las viejas razas madres y de grandes masas intelectuales saturadas de wilsonismo.

Mas por un fenómeno curioso, la excitación antimperial del pensamiento coincide con el período de mayor ansia dominadora y del Pacífico al Atlántico soplan mil ráfagas de soberbia.

Y mientras las águilas imperiales se devoran entre sí y las pequeñas naciones de Europa y América solo cuentan con el apoyo bastante problemático de esa institución un poco utópica que se llama la Sociedad de las Naciones allá en el Oriente, surge el horror a las luchas feroces y el deseo de aislamiento y no-cooperación tratando de conseguir este apartamiento por sistemas pacíficos, ya sea la resistencia pasiva de los árabes o el Satyaagraha indio (fuerza de verdad).

Así ha surgido el moderno nacionalismo oriental, nacionalismo quizás demasiado idealista, llamamiento a las más profundas aspiraciones místicas de aquella tierra y de aquella raza. No es una fórmula de vida; una doctrina política; un plan de realización práctica o sentimental. Es una fe.

Los jefes naturales del movimiento son profesores sacerdotes, escritores, periodistas, ascetas. En Occidente son políticos, financieros, hombres de acción que proclaman para triunfar, la fuerza del Derecho, sí, pero aún más el derecho de la fuerza.

Y como a la intelectualidad oriental le faltaba fuerza para sacudir los yugos extraños, han empleado un arma bien suya: la no-violencia forma dinámica del sufrimiento consciente. El Oriente tiene una fuerza poderosa e indestructible, porque su alma posee una fuerza de resistencia que puede triunfar de todos los males a condición de hacerles cara.

Es la vieja doctrina que hizo a un grupo de sirios y unos cuantos discípulos occidentales aniquilar al todopoderoso imperio romano, con su dulzura y espíritu de sacrificio. Pero los cristianos eran una minoría ínfima en el gran territorio y una minoría religiosa, y la originalidad del espíritu de transformación que sacude hoy al Asía anterior consiste en su carácter laico y en las enormes masas humanas a que afecta, sin contar con que aún está en el período de organización.

Vuelto a la vida en los territorios indios, país oriental más poblado que ningún otro y en el cual se resumen todas las religiones y todas las filosofías del territorio, proclama así sus teorías:

«La busca de la verdad y el bien no autoriza a recurrir a la violencia contra su adversario, sino sufriendo uno mismo. Debe procurar sacarle de su error, y si no lo consiguiese debe juntarse a sus conciudadanos para despreciar las leyes injustas y extrañas, cuyo estricto cumplimiento trae consigo una decadencia moral.»

Y también: «El perdón es la gala del guerrero. Pero abstenerse no es perdonar más que si hay posibilidad de castigar, la abstención no vale cuando es hija de la impotencia. Es inútil el tratar de intimidar a quinientos millones de orientales, seres humanos extremadamente idealistas. Un perdón completo sería el reconocimiento de nuestra fuerza. Renunciemos al derecho de castigar y esperemos la hora de la verdad.»

Estas doctrinas de pasividad dinámica que constituyen para el Occidente la más formidable de las amenazas es (y he aquí el aspecto más interesante de la cuestión) una idea de vieja tradición ibérica no estudiada quizás, pero de un enorme interés para España, avanzada del mundo oriental, cuyo pueblo la ha sentido siempre instintivamente e instintivamente la siente aún.

En los albores de la historia hispánica el senequismo condensaba sus ideales en forma muy parecida a la moderna de los renacentistas del Asia morena: «No te dejes vencer por nada extraño a tu espíritu; piensa en medio de los accidentes de la vida que llevas dentro de tí una fuerza madre, algo fuerte e indestructible como un eje diamantino, alrededor del cual, gira la trama del humano vivir; y sean cuales fueren los sucesos que sobre tí caigan, sean de los que llamamos prósperos, sean de los que llamamos adversos o de los que parezcan envilecernos con su contacto, mantente de tal modo firme y erguido que al menos pueda decirse siempre de tí que eres un hombre.» En esta idea se concentra todo lo que el espíritu español tiene de característico, toda su fuerza étnica, y esto es hindú, árabe, la fuerza de sacrificio del cristianismo y el islam, del mahometanismo.

El espíritu oriental de la no-violencia hispano-senequista se completa con nuestra curiosa idea del fin jurídico del Derecho penal. La Ley de la disolución jurídica de que habla Ganivet el pensador granadino. Ley que consiste en un espíritu aterrador de desorganización resumido en un criterio anárquico muy beduino. Veamos en qué consiste:

Un criterio jurídico práctico se atiene a la legislación positiva y acepta de buen grado las desviaciones, que la idea sufre al tomar cuerpo en instituciones y leyes; un criterio jurídico idealista reacciona continuamente contra el estado de derecho impuesto por la necesidad; el primero pretende remontarse a la aplicación uniforme, metódica; acompasada de las leyes (es el latino-germano): el segundo lleva al ideal jurídico del hombre verdaderamente cristiano, a regirse por la justicia, no por la ley, y a aplacar después los rigores de la justicia estricta por la caridad, por el perdón generosamente concedido (es el beduino-bereber).

El monoteísmo semita no ha imperado un solo día en el mundo. El Evangelio y el Corán triunfaron de los corazones y de las inteligencias, mas no han podido triunfar de los instintos sociales, aferrados brutalmente a principios que nuestros sentimientos condenan quizás, pero que juzgamos convenientes para mantener el buen orden social.

Existe pues, a veces, una contradicción entre la letra y el espíritu de los códigos y eso ocasiona las anomalías del espíritu jurídico tan palpables en orientales y españoles. Hay a lo largo de la historia ibera un espíritu latente de rebeldía contra la administración que no es una corrupción de la idea de justicia, sino al contrario, arranca de su exaltación, la cual tiene dos formas opuestas y complementarias: la aspiración a la justicia pura, con un precepto cristalino e implacable, un quijotismo jurídico que exagera nuestras menores faltas, y la piedad excesiva que pone en salvar al caído tanto empeño como puso en derribarlo.

Es el «odia al delito y compadece al delincuente» idea tan nuestra y que Ganivet pone en claro con tan asombrosa precisión.

El genio popular español, anticipándose al pacifismo enérgico del Oriente moderno y coincidiendo estrechamente con el gandhismo, exigió una observancia absoluta de la ley moral pura, teniendo una infinita piedad para sus infractores, por considerar que de ello todos tenemos un poco.

Del examen de estos hechos se desprende la necesidad de estudiar a fondo, todas las teorías de la dulzura política oriental para enlazarlas a nuestras tradiciones, tan orientales también, aprovechando la renovación de ideales iniciada en Granada.

El papel de Tánger en este movimiento puede ser el de servir de terreno de contacto donde españoles y orientales arrastren al pueblo mogrebí en este movimiento de concordia empujando las corrientes afectivas de este Islam ¡tan nuestro! hacia su centros naturales, andaluces o no: Sevilla, Valencia, Toledo, Córdoba y GRANADA, la Meca de Occidente.

Amor BENOMAR

Madrid, 1925.




[ Rodolfo Gil Torres ]

El no-imperialismo del Oriente
II


La fuerza no depende de la capacidad física sino de una voluntad indomable. GANDHI
 

El Oriente moreno, tierra clásica de la idea imperial, exaltada allí desde los albores de la Historia por el espíritu implacable de sus sátrapas, cuna de mil dominios gigantescos, madre de Babilonia, Cartago y Nínive, las grandes ciudades ultraimperiales, lugar donde se han apurado los conceptos del superhombre y de la concentración del poder en manos de un tirano cruel y magnífico, es también (¡curiosa paradoja!) la tierra clásica de la más amplia libertad; de la exaltación mística del espíritu democrático.

Nacido y desarrollado bajo las negras tiendas beduinas, marchando inseparable con todas sus emigraciones, el Islam le lleva en triunfo hacia las rientes ciudades itálicas y hasta los claustros de las primitivas universidades galogermanas. La ilimitada libertad beduina, sin gobierno, sin leyes, con un instintivo anarquismo perfectamente organizado, resolvió el problema de la democracia en una forma opuesta a la adoptada por los modernos grupos izquierdistas.

En lugar de rebajar toda una sociedad al nivel moral y material del obrerismo, el mundo beduino prefirió intentar y lograr la aristocratización del mendigo y para suprimir las diferencias sociales no dijo «El pueblo es rey» sino «El pueblo es la nobleza». Y también proclamó Omar, el segundo jalifa musulmán: «Los reyes de los árabes son los oradores, sabios y poetas que practican las virtudes beduinas, los plebeyos son los hombres de cortos alcances y los malvados que no las practican».

Y mucho más allá, entre los bosques de la India maravillosa, el genio hinduista proclama en su «Manava—Dharma—Zastra», la dulzura de las costumbres aún entre los más duros combates. Y ahí van unos ejemplos.

Libro 7.º n.º 201. Cuando el rey conquiste un país rendirá honores a los dioses que en él se adoren y a los brahamanes virtuosos, distribuirá mercedes al pueblo.

Núm. 203. Debe hacer respetar las leyes del país conquistado tal como hayan sido promulgadas, y honrar con regalos de piedras preciosas a sus principales dignatarios.

Núm. 204. Tanto el apoderarse de las cosas preciosas de otro país, que motiva siempre odios, como el darlas que procura siempre amistad son respectivamente dignas de vituperio o alabanza.

Núm. 206. También puede el vencedor hacer un tratado de paz con el vencido procurando tenerlo como aliado pues ha de considerar que el provecho de la guerra consiste en adquirir un amigo.

Núm. 208. Con la adquisición de territorios o riquezas no saca tanta ventaja el rey vencedor como ganándose un amigo seguro que aunque débil al presente puede ser poderoso en el porvenir.

Más tarde, lo que los usos y la jurisprudencia oriental había creado, vino a sancionarlo la religión. Y de aquellas comarcas de sol surgieron los reformadores de las conciencias: Krichna, Buda, Jesucristo, sagradas figuras de un carácter tan íntimamente oriental, lanzan a los cuatro vientos su doctrina de paz, desnaturalizada tan pronto como se extiende fuera de las tierras en que nació, al convertirse las divinas palabras de fraternidad y amor en ritos complicados, hieráticos y herméticos, reservados a un pequeño número de elegidos.

Viene luego el Islam, reacción instintiva y violenta del Oriente al ver que sus teorías pacifistas se adulteraban apenas nacían, y cuyo carácter laico y popular asegurado por sus ulemas y sus tarikas le ha asegurado el dominio que aun hoy ejerce en toda la cuna de la cultura a pesar de la desnaturalización sufrida durante toda la Edad moderna, período de europeización y turquismo.

Pero llega la guerra europea. Turquía cae políticamente y aunque su cohesión se asegura con el Kemalismo, la poderosa influencia que sobre el Oriente ejercía su espíritu imperial, se debilita y casi desaparece dejando el paso franco al formidable resurgir del pueblo árabe, resurgir esporádico y regionalista, pero que puede completarse y unificarse algún día, en virtud del formidable rebullir que agita todas aquellas tierras.

Sin embargo los anhelos de independencia y los esfuerzos de restauración no degeneran casi nunca en violencia, porque el espectáculo de la gran guerra europea ha inspirado a muchos orientales el horror de la violencia inútil y les ha sugerido la idea de la lucha no cooperadora.

Acerca de la impresión que la lucha materialista, la guerra económica por la posesión de mercados, países productores de primeras materias y mano de obra barata, ha producido en los pensadores de aquellas tierras, son particularmente instructivas las palabras de Gandhi cuyo verbo humanísimo encarna y resume todo el espíritu del nuevo Oriente.

«Nuestro movimiento de no-cooperación no es anti-cristiano ni anti-europeo. Es una lucha entre la religión y la irreligión, entre la potencia de la luz y la potencia de las tinieblas.

Estoy convencido de que la Europa moderna no representa el espíritu de Dios y el cristianismo sino el de Satanás… la Europa de hoy no es cristiana más que de nombre. En realidad tiene el culto de Mamnón, “Antes pasará un camello por el ojo de una aguja que un rico al cielo”, dijo Jesucristo. Sus pseudodiscípulos evalúan su progreso moral según sus posesiones terrestres… El Dr. Wallace dice con razón que el cacareado progreso científico de Europa no ha añadido un ápice a su grandeza moral.

La guerra ha demostrado como nada lo había hecho hasta ahora el carácter satánico de la civilización que domina la Europa contemporánea. Todas las reglas de la moral pública han sido violadas por los vencedores en nombre de la virtud. Ninguna mentira ha sido considerada como bastante abyecta para ser pronunciada. El motivo que se esconde detrás de cada crimen no es religioso ni espiritual sino groseramente material. Los orientales que luchan por la vida están guiados por la religión y el honor.

Sin embargo esta acusación no se formula contra los individuos ni contra las naciones. Hay muchos millones de europeos inmensamente superiores al medio ambiente. Yo hablo de las tendencias de Europa tal como se reflejan en los jefes y en las masas.

La coalición de estas fuerzas malas es lo que la India combate con su acción no-violenta y todos los que sientan la necesidad de destronar este error, aunque sean europeos pueden hacerlo ayudándonos.»

Este último párrafo en que el Oriente por boca de su más ilustre representante pide la cooperación de Europa para contribuir juntos a la magna labor de restaurar los valores espirituales que deben informar la civilización mundial, nos muestra elocuentemente el carácter amistoso y jurídico del movimiento patriótico oriental.

Y fuera de la India, en el Levante árabe, dentro ya del mundo mediterráneo, Egipto tratando de recobrar el pleno dominio de su territorio por la sola fuerza del Derecho, y Siria buscando en las fábricas norteamericanas el conocimiento de la mercancía para superar en técnica a sus dominadores europeos, son manifestaciones palpables del espíritu de concordia que priva hoy en los países del sol.

Todos comulgan en la misma fe. Bajo el albornoz y la americana, bajo la levita y la chaquetilla torera se encuentra siempre ese ardor intelectual que ha hecho del Oriente moreno la tierra clásica de las religiones y las filosofías; ardor que da esa especial fisonomía a su nacionalismo. La ceguera europea tiene por causa el hecho de que sus intereses están por medio.

¿Qué puede pensar un pastor de ovejas perdido entre las dunas? se dicen. Pues piensa y tiene una idea que le lleva a seguir los pasos de Jesucristo y los otros superhombres orientales.

La tierra ibera, afín de las orientales, tan unida a ellas a lo largo de toda la Historia, sin imperio colonial y con un espíritu tan «de allí» según hemos visto es la tierra indicada para ser el punto de enlace entre esta tradición de nobleza con la necesaria reconstrucción moral del Occidente. El propósito de inaugurar una nueva era y un nuevo sistema en Marruecos y sobre todo la exposición islámica de Granada nos proporciona la oportunidad de reanudar una gloriosa tradición, dando a nuestra vida internacional el rumbo más en consonancia con el fondo permanente del alma ibérica.

Amor BENOMAR

Madrid, 1925.