Rodolfo Gil Torres
Los señores feudales en los dos Protectorados de Marruecos
[ I ]
Una de las medidas de cuya aplicación a nuestra zona de Protectorado en Marruecos se obtendrían resultados más ventajosos para España sería la aplicación a nuestra zona del sistema feudal de los grandes kaídes que tanto ha contribuido a la rápida extensión de la influencia francesa en los territorios meridionales del Imperio.
La adaptación de este utilísimo sistema político a las condiciones particulares de nuestra zona de Protectorado, poblada toda ella de kabilas cuya raza, medio geográfico y condiciones de vida se asemejan bastante a la raza, el medio y las condiciones de las tribus que pueblan las vertientes del Gran Atlas, territorio en donde domina la influencia de los grandes kaídes antes citados, sería una medida sumamente beneficiosa para el éxito de la nueva política de penetración pacífica y protectorado civil que hace poco tiempo han iniciado los elementos directores de nuestra Patria.
Para lograr esto es necesario buscar el concurso de todos aquellos hombres de prestigio que hayan sabido imponerse al espíritu particularista que domina a las kabilas de nuestra zona, y una vez conseguida su ayuda, tratar de convertirlos en intermediarios por medio de los cuales se dejase sentir nuestra autoridad en las kabilas, con lo cual obtendríamos importantes resultados aún en el caso de que su gestión resultase desacertada, pues entonces la culpa de los errores que cometiesen recaería sobre ellos mismos y no sobre el Majzen, ni mucho menos sobre la nación protectora. Sin embargo, tropezamos con el obstáculo de que estos hombres escasean bastante en nuestra Zona; pero, aunque escasos, existen. Basta citar los nombres de Abd-el-Kader, Amarusen, Busfia y Lemerid en la zona del Rif, y en Yebala el más ilustre de todos, el célebre Raisuni, elemento que hubiera podido sernos de gran utilidad y que, desgraciadamente, no hemos sabido utilizar, pues por su conducto hubiéramos podido gobernar en Yebala desde el primer momento sin haber tenido que derramar una sola gota de sangre española.
Sobre la forma de ejercer la autoridad en las kabilas por medio de los kaídes, cabe la discusión, pero pueden indicarse algunas de las condiciones generales que deberían reunir para que fuese provechosa su gestión.
Entre ellas hay que señalar la necesidad de mantenerse estrechamente subordinados a la suprema autoridad del jalifa, procediendo siempre en su nombre. También habría que exigirles que asegurasen la tranquilidad del territorio de su mando, permitiendo la circulación por las kabilas de los elementos peninsulares, favoreciendo su instalación y protegiéndoles contra las rapiñas de que pudiesen ser víctimas. A cambio de esto podía concedérseles una amplia autonomía, entendiéndose que siempre habían de estar subordinados a las autoridades del Protectorado.
En el Rif, especialmente, y dado el espíritu independiente de aquellos kabileños, sería conveniente elegir para kaídes de las distintas kabilas a individuos cuyos intereses sean opuestos, lo cual establecería entre ellos una mutua competencia que impediría las sublevaciones. También sería conveniente establecer un distintivo de su poder, una especie de investidura que contribuyese a realzar su prestigio, distintivo que podí a ser el albornoz encarnado, que es la insignia de los kaídes en Argelia, u otra cosa parecida.
En la zona occidental nos encontramos con la figura de un prestigioso xerif cuya influencia se extiende por todo Yebala. Este xerif no es otro que el Raisuni, figura representativa del feudalismo en el norte de Marruecos, y a quien por esta razón elegimos como objeto de nuestro estudio.
El gran interés que para nosotros tiene la figura del Raisuni no estriba sólo en sus condiciones personales, ni en la historia de su vida (que ha sido y es objeto de tantas discusiones). No. El principal interés que ofrece el estudio de la figura de este hombre consiste, no en lo que él es, sino en lo que representa.
Descendiente directo de Ali-Ben-Abu-Taleb, el célebre sobrino de Mahoma, el cuarto jefe del gran Imperio musulmán; jefe de la poderosa familia de los Raisuni, que cuenta entre sus antepasados a la famosa santa bereber Lal-la Raisun (que es quien da nombre a la familia de los Raisuni), hija del santón Muley-Abd-es-Selam, cuya tumba, situada sobre las altas cumbres nevadas del Yebel Alam domina toda la fértil zona occidental de nuestro Protectorado, verdadero territorio feudal de los Edrisitas y tierra prometida del misticismo mogrebí.
Está el Raisuni emparentado con toda la nobleza del Imperio, parientes suyos son los xorfa Afeilal, Xendaja, Tribsen y los individuos pertenecientes a la muy alta y poderosa casa de los Xorfa de Uazan, cuyo jefe fue siempre superior en autoridad y prestigio al mismo Sultán de Fez.
Los mismos Raisuni están extendidos por todas las regiones del Imperio, siendo legión en las mismas capitales de la zona francesa.
Interesa mucho a España estudiar con interés la genealogía del Raisuni, por ser éste el más puro representante de la Nobleza marroquí. Debemos tener presente que corre por sus venas la sangre de Mahoma, el famoso profeta de los árabes; el dominio de sus antepasados en Yebala se remonta a los tiempos de la aparición del islamismo en Marruecos, y se ha mantenido incólume a través de todas las dominaciones extrañas. Basta citar las luchas sostenidas por los musulmanes andaluces en tiempo del Califato cordobés, con el objeto de apoderarse de la orilla Sur del Estrecho, arrojando de allí a los edrisíes, y el escaso resultado que obtuvieron a causa de la desesperada resistencia de los montañeses dirigidos por el famoso Hassan-Ben Kebun. Y en la época contemporánea hay que recordar el hecho de que la autoridad imperial de los sultanes jamás llegó hasta los salvajes matorrales que rodean al célebre poblado de Tazarut.
El representante actual del poder xerifiano edrisi en nuestra Zona; el heredero de esta gran tradición mística es Muley Ahmed-Raisuni, cuya influencia se extiende por veintitrés kabilas de nuestro territorio. Marruecos entero está cubierto por las tumbas de sus antepasados. Tiene derechos al trono imperial, infinitamente superiores a los del mismo sultán de Fez. Su prestigio es tan grande que, aún careciendo de todo poder político, como carece actualmente, resulta una figura mucho más interesante que la del jalifa Muley el Mehedi.
Todas estas razones nos hacen pensar en la conveniencia de utilizar en provecho propio el poder Raisuniano, no por favorecer al Raisuni, sino por ser el elemento indígena de cuya actuación a favor de España podríamos obtener mejor resultado. Cierto es que el xerif Muley-Ahmed-Raisuni ha luchado en contra nuestra durante varios años, y también es cierto que su acción ha sido muy discutida. Pero en las actuales circunstancias este argumento pierde gran parte de su valor, puesto que en la actualidad Muley-Ahmed-Raisuni no ejerce ningún cargo político ni domina en las kabilas, limitándose a presidir la familia de los Raisuni como jefe religioso de la misma.
Y si, por las razones antes expuestas, no se considerase conveniente apoyarnos en Muley-Ahmed-Raisuni par consolidar nuestra influencia en Yebala y asegurar la paz definitiva, que sería tan conveniente para el feliz desarrollo de nuestra nueva política de protectorado civil, podríamos dejar a éste en su cargo de jefe de los Raisuni, eligiendo para apoyarnos en nuestra acción protectora alguno de sus parientes, de cuya adhesión a España pudiésemos estar seguros, y que bien pudiera ser el mismo Muley-Mustafá-Raisuni, que ha visitado Madrid recientemente.
Esto sería un paso de gigante en el camino de la colaboración con los indígenas y nos aseguraría el concurso de muchas de las fuerzas vivas del país, que hasta hoy han permanecido apartadas de nosotros.
Hora es ya de tener en cuenta la enorme importancia que tienen las grandes familias religiosas en los países del Noroeste africano y de apresurarnos a utilizar toda la enorme cantidad de recursos y toda la influencia de que puede disponer la casa de los Xorfa de Beni-Arós, buscando al mismo tiempo el tener a nuestro lado la mayor cantidad posible de elementos de prestigio y valer, que puedan ayudarnos a contrarrestar los esfuerzos que para perjudicarnos hacen los elementos colonistas extranjeros que tratan de hacer resaltar la autoridad de la familia imperial de Fez, cuyos individuos son posteriores a los Raisuni en su llegada a los territorios marroquíes y cuyas luchas fratricidas han puesto en Marruecos en el triste estado que motivó la intervención extranjera a principios del siglo actual. Apoyándonos en la nobleza religiosa musulmana, la tendremos a nuestro lado si algún día llega el momento de revisar los pactos internacionales que han reducido nuestra Zona a una modesta faja litoral de poco más de 20.000 kilómetros cuadrados, siendo así que la extensión total del Imperio pasa del medio millón de kilómetros.
Además de esta razón, que ya es de por sí suficientemente poderosa, hay otra mucho más importante, sobre todo bajo el punto de vista de la tranquilidad interior de nuestro Protectorado, y es la siguiente: Si en nuestra Zona desapareciesen la autoridad y el respeto que inspiran los Xorfa Raisuni y todos los demás xorfa pertenecientes a otras familias, la anarquía más espantosa se enseñorearía del país, en cada aduar surgiría un jefe que en la mayor parte de los casos sería hostil a nosotros, resurgiría el espíritu guerrero de las kabilas, extendiéndose por toda la zona el formidable incendio de rebelión que devora hoy día toda la región central del Rif, y tendríamos un Annual en cada poblado y un fusil enemigo en cada chumbera, teniendo en cuenta que en el Rif existen la anarquía y la indisciplina desde tiempo inmemorial, mientras que en Yebala hay una fuerte tradición de respeto a las familias religiosas y es sabido que cuando un país sometido a un poder teocrático absoluto y acostumbrado a ser regido por la fuerza rompe los lazos que le atan a esta tradición, su desenfreno y su anarquía no tienen límites, superando al desorden que se manifiesta en otras naciones puestas en las mismas circunstancias, pero acostumbradas a una tradición de amplia libertad.
La Historia nos proporciona numerosos ejemplos de esto; pero para nuestro objeto, basta citar el caso de Rusia, sometida al poder del Zar, que unía a sus derechos imperiales los inherentes al cargo de Sumo Pontífice de la Iglesia Ortodoxa, en su variedad rusa, y todos conocemos el hecho de que la revolución en aquel país se ha caracterizado por su extrema violencia, entrando aquella nación en un periodo de gran confusión y desconcierto, del cual no se puede prever cuándo saldrá.