Filosofía en español 
Filosofía en español


Pedro Sainz Rodríguez

Los libros
M. Romera Navarro, El Hispanismo en Norte-América, Madrid, Renacimiento, s. a. [1917]

Es la obra del Sr. Romera Navarro un libro útil al investigador por las noticias que recoge, y a la vez un bello trabajo de vulgarización.

El Sr. R. Navarro divide su libro en dos partes: la primera dedicada a los «precursores» y que pudiéramos llamar el período romántico de los estudios hispánicos; la segunda, a la copiosa labor de los contemporáneos en todos sus aspectos: eruditos, traductores, editores, poetas, &c., &c.

Esta parte segunda es la más útil, por contener en las notas la bibliografía, bastante completa, de las obras y artículos de revista que se han publicado, hasta la fecha, sobre España, en los Estados Unidos.

Creemos que la primera parte de este libro debió merecer a su autor una atención más profunda que la que le dedica. Los estudios hispánicos en los Estados Unidos, en su primera época, nacieron como una rama del árbol frondosísimo que a la sazón florecía en Inglaterra.

Era aquella la época en que nuestra tradición y nuestra historia eran saqueadas en busca de asuntos para las leyendas del gusto romántico; era la época en que Walter Scott se inspiraba en nuestro fundador de la novela histórica, y en que eruditos y poetas de habla inglesa venían a este apartado jardín de las Hespérides en busca de las flores preciosas de la inspiración y la poesía.

La importancia de Washington Irving y de Prescott no ha de ser apreciada únicamente desde el punto de vista español; han de ser considerados como dos meritísimos restauradores (especialmente el primero) de la historia artística, del valor literario de la obra histórica, como una reacción contra el criterio puramente documental y diplomático. Son ellos los más conspicuos representantes de su época y de la concepción histórica, a la manera de la escuela de Thierry y de Bazante.

Termina esta primera parte con un capítulo dedicado a la labor del gran hispanista Huntington, fundador de la Sociedad Hispánica de América, que ha tenido para nuestro idioma y nuestra cultura un culto fervoroso, como hasta ahora únicamente lo había recibido la civilización de los pueblos clásicos. Esta labor no ha sido apreciada aquí como se merece y ha caído en medio del indiferentismo suicida de un pueblo que ni se conoce ni se aprecia.

Echamos de menos una mención más detenida y completa de los merecimientos como hispanista del español Juan C. Cebrián, quizá no tan bien conocidas como aquí en Norte-América.

El Sr. R. Navarro, en la segunda parte de su obra, va siguiendo los trabajos de los numerosos hispanistas norteamericanos, y la mayor parte de las veces extracta, bastante minuciosamente, los escritos de que habla.

Indudablemente el Sr. R. Navarro conoce mucho mejor la literatura hispanista de los Estados Unidos que nuestras propias obras literarias. Por esto, de seguirle detalladamente en su labor, tendríamos que discrepar de él en algunos juicios personales que va intercalando entre sus utilísimos extractos de libros ajenos.

En alguna ocasión nos parece que están injustamente preteridos a las notas algunas obras. Por ejemplo el utilísimo trabajo de Buchanan: Spanish Literature, Exclusive of the Drama. General Histories, Studies and Collected Texts, 1891-1910, que marca una orientación de bibliografía previa, que deben tener muy en cuenta los historiadores literarios.

Creemos, también, que el profesor Pietsch merecía un más detenido estudio de sus meritorios escritos.

Es muy de lamentar que el Sr. R. Navarro no haya podido cuidar de la corrección de su obra, evitando las numerosas erratas que ahora la afean.

Después de leído este libro se saca, como impresión final, que la característica de los estudios hispánicos en Norte-América es la publicación correcta y minuciosa de nuestros textos literarios.

Libros como el del Sr. R. Navarro debían publicarse respecto a los demás países en que los estudios hispánicos han adquirido gran desarrollo. Tendría esto, además del enorme interés de la información bibliográfica, un valor extraordinario para la futura historia de la crítica y de la erudición en España. Aquí, donde se había interrumpido la tradición de la publicación de textos, que en el Renacimiento realizábamos, hemos tenido que aprenderlo casi todo de los extranjeros. En otros países, donde continuamente se hacían ediciones de clásicos griegos y latinos, no tuvieron más que aplicar la misma [12] técnica a las ediciones de los autores modernos, cuando estos adquieren un valor histórico. Únicamente el meritísimo D. Tomás Á. Sánchez, primer editor de un cantar de gesta en Europa, descuella aquí como árbol solitario durante gran número de años.

En otros aspectos, el que historíe el hispanismo alemán, tiene forzosamente que hacer la historia de nuestras ideas críticas respecto a nuestra propia literatura, especialmente la dramática, pues de Alemania nos ha venido en diversas épocas la revisión de valores que ha alterado tantas veces el cuadro de las jerarquías de nuestros autores dramáticos. La historia de nuestro teatro es, aún hoy mismo, alemana, y los estudiosos alemanes cuidan de conservar siempre esa gloriosa tradición que va, desde los Schlegel a Schack, y pasando por los escritos aún hoy indispensables de Klein, Schaffer y tantos otros, llega a los recientes trabajos de Creizenach (1).

Pedro Sainz

(1) Un útil, aunque incompleto resumen de los Estudios hispánicos en Alemania, se ha publicado recientemente en la revista hispano-alemana Deutsche-Warte (Atalaya Alemana).