Ramiro de Maeztu
Los eslavos del Austria
(De nuestro redactor en Londres)
7 de abril
En estos días se ha estado celebrando en Roma una Conferencia que inaugura un período nuevo en la historia de la emancipación de los pueblos eslavos y latinos de la Europa central. A la Conferencia han asistido delegados influyentes y representativos de los polacos, los checos, los yugoeslavos, los rumanos y los italianos de la Italia irredenta. Y la Conferencia se propone fijar un programa de acción común para pueblos que ya tenían un ideal común: el de salir del común yugo a que se encuentran sometidos.
Quizás sea tan interesante como la misma Conferencia el hecho de haberse verificado en Roma. En este año último ha cambiado profundamente la actitud de Italia respecto de los pueblos eslavos, y sobre todo de aquellos eslavos (eslovenos, croatas, dálmatas, bosnios-herzegovinos, montenegrinos y serbios) que desean formar un Estado independiente que llaman Yugo-Eslavia. Italia se lanzó a la guerra contra el Austria por la causa legítima de librar a los hijos suyos irredentos de la opresión que padecen, pero sin cuidarse mucho de ganarse las simpatías de los yugoeslavos, que sufrían de las mismas manos idéntica opresión.
Este descuido fue aprovechado por los Gobiernos de Viena y Budapest, que pudieron decir a sus soldados de Estiria, Croacia, Dalmacia, Bosnia, &c.: «Los italianos os quieren conquistar, y dicen que están peleando por la liberación de los pueblos oprimidos.» Y la maniobra de lanzar a los yugoeslavos contra los italianos no ha dejado de producir sus resultados.
Es la eterna maniobra de la Monarquia austrohúngara. Hace más de seiscientos años que la viene practicando. Y si esta guerra no hubiera sacudido tan profundamente los espíritus, es muy posible que la hubiera podido continuar practicando durante otros seiscientos años. Gracias al principio de «divide y vencerás» es posible que 8 millones de austríacos alemanes y 8 millones de húngaros gobiernen a más de 35 millones de hombres de otras razas.
Pero estos 35 millones de hombres han empezado a unirse. Y es en el Extranjero donde lo han hecho. Los croatas, dálmatas, bosnios y serbios a quienes los azares de la emigración han llevado a la Argentina o a los Estados Unidos se han encontrado allí con que padecían las mismas penas y compartían las mismas esperanzas. Y es en América donde empezaron a constituirse los primeros Comités yugoeslavos. También es en América donde con toda libertad empezaron a ponerse en contacto los yugoeslavos con los polacos y los checos. Y es, por último, la presión de la guerra, el hecho de que todos estos pueblos se han visto forzados a derramar a torrentes la sangre por una causa que no era la suya, sino la de sus opresores, lo que ha llevado este movimiento de unión a los territorios gobernados por la Monarquía austrohúngara.
Hace pocas semanas, el 11 de marzo, se celebraba en Praga, capital de Bohemia, una gran manifestación presidida por los diputados checos y a que asistían no sólo los checos de todos los partidos, sino también representantes de los partidos polacos y yugoeslavos. La manifestación proclamó la necesidad de que alcanzasen su independencia todas las naciones eslavas. El Sr. Palavicini, representante de los yugoeslavos, declaró que éstos irían siempre con los checos. Dos delegados polacos leyeron una carta de los estudiantes de la Universidad de Cracovia, en que éstos declaraban que los aliados naturales de los polacos son los checos y los yugoeslavos. El diputado checo Viskovsky proclamó la formación del bloque eslavo en el Reichsrath o Parlamento austriaco. La manifestación aprobó por unanimidad una resolución en que se decía que no se podría establecer una paz duradera como no se reconociese el derecho de los eslavos occidentales a la independencia y se excitaba a una acción común a las naciones checa, yugoeslava y polaca.
Aún hay (y si no los hubiera no sería posible la subsistencia de la Monarquía austrohúngara) algunos eslavos que se resisten a hacer causa común con sus hermanos de raza. Algunos grandes señores polacos, que constituyen el influyente Club Polaco, de Viena, abogan por una política realista de neutralidad, gracias a la cual les permite el Gobierno austriaco tratar como a siervos a los ukranios que cultivan sus tierras. Pero estos grandes señores se van quedando aislados.
No son sólo los estudiantes de Cracovia los que se les ponen enfrente. También uno de los más influyentes periódicos de Lemberg, el Lemberg Curier, se ha convertido recientemente en campeón de una estrecha alianza con los checos y los yugoeslavos. De su misma opinión es el partido nacional demócrata polaco. El mismo Club Polaco empieza a dividirse.
El movimiento es ya demasiado pujante para que pueda atajársele con persecuciones, ni destruirse con maquiavelismos. La guerra ha permitido a los Gobiernos de Viena y Budapest perseguir cuanto han deseado a sus súbditos eslavos. Y la persecución no ha hecho sino producir el milagro de unirlos a todos ellos en contra suya.
El obstáculo a esta unidad lo constituían las diferencias religiosas. Los más de los checos son católicos, pero muchos son protestantes. Los polacos son católicos, pero muchos ukranios pertenecen a la ortodoxia oriental. Loa serbios y bosnios son ortodoxos, pero los croatas son católicos. Pero los sufrimientos padecidos en la guerra han sido tan grandes, que la conciencia de su solidaridad nacional ha prevalecido sobre las diferencias confesionales.
Y así ha podido llegar a constituirse la Liga de los pueblos sometidos de Austria-Hungría, que en estos días ha celebrado su Conferencia en Roma. ¿Qué se trata de realizar con ella? Sustituir la Europa central pangermanista por un nuevo orden internacional, basado en la libertad, unidad nacional y alianza de Polonia, Bohemia, Rumania, Yugo-Eslavia e Italia.
Ello implica la desaparición de Austria-Hungría. Austria y Hungría quedarían reducidas a la condición de Estados con unos ocho millones de habitantes cada uno. ¿Y por qué han de tener más si no les corresponden más? Polonia y Bohemia unidas ofrecerían en el Norte un bloque de 40 millones de eslavos; Rumania y Yugo-Eslavia, en el Sur, otro bloque de unos 25 millones.
Y no habrá paz, verdadera paz, en el Mundo sino cuando los eslavos sean independientes o cuando los alemanes los hayan esclavizado tan en absoluto que se resignen a la esclavitud.