Filosofía en español 
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[ Juan Masó Planagumá (a) Fermín de La Cot OFMCap ]

La cuestión de la moral pública

Moral del Cinematógrafo

De algún tiempo a esta parte viene haciéndose en la capital de Cataluña una laudable campaña en pro de la moralidad, no de la puramente individual y encerrada allá dentro en el sagrario do la conciencia, sino de la moral pública capaz de ser moderada por las leyes humanas y que se refleja en los usos y costumbres del pueblo, ora en el interior del hogar, ora en el exterior de plazas y calles.

La obra de moralización pública consiste ante todo en combatir los enemigos de la pública moralidad. Lo que se ha dado en llamar moral de la calle podríamos ahora, llamar escándalos en que fácilmente tropieza la moral del ciudadano en la vía, en la plaza pública. A muchos ha parecido que una de las primeras piedras de escándalo era el cine. He ahí el motivo del problema hoy en boga de la moral de este espectáculo.

Nuestro humilde pensamiento moral sobre el cine lo concretamos en las tres siguientes tesis: 1ª El uso moderado del cine es bueno; pero el apartamiento absoluto es mejor. 2ª El uso del cine ha de ser más moderado con respecto a los niños. 3ª Los deportes podrían sustituir con ventaja al cine.

Desarrollaremos brevemente todas y cada una de estas proposiciones.

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El uso moderado del cinematógrafo es bueno; pero el apartamiento absoluto es mejor.

La proposición enunciada consta de dos partes. Comencemos por la primera: El uso moderado del cinematógrafo es bueno. El uso del cinematógrafo es lícito en cuanto ninguna ley lo prohíbe, es honesto en sí mismo, puede ser útil guardadas las debidas precauciones, entre las cuales ocupa lugar preferente la moderación, y así el uso del cinematógrafo ha de estar sazonado con la sal de la moderación para ser bueno.

Después de haber afirmado que el uso moderado del cinematógrafo es en sí, cuando menos, lícito e indiferente, que puede ser además honesto, virtuoso, laudable y meritorio, daremos un paso más adelante reconociendo que el cinematógrafo puede ser un medio, un instrumento útil. Las utilidades que puede reportar el cinematógrafo al espectador son del orden intelectual, pertenecen a la instrucción; muchísimas cosas se pueden enseñar en esta escuela, como geografía, historia, arte, la manera de fabricarse varias industrias, &c., &c. En este sentido el cinematógrafo bien dirigido podría ser de bastante utilidad desde el punto de vista pedagógico, mayormente hoy día que está en boga la enseñanza gráfica y la lección de cosas.

El uso de algunas cosas exteriores degenera fácilmente en vicio si no se le modera según recta razón. Esto se ve palpablemente en el uso de los manjares, bebidas, juegos y diversiones, por la natural propensión de la flaqueza humana a cosas de este género. Por eso el uso del cinematógrafo, para que sea lícito, bueno, y útil, ha de ser moderado.

El apartamiento absoluto es mejor. Tal es la segunda parte de la tesis que vamos a explanar en pocas líneas. Son pocos los cinematógrafos buenos ex intrega causa, por razón del objeto, del fin y de las circunstancias, que son tres fuentes de donde dimana la moralidad de todo acto humano externo. De los pocos cinematógrafos llamados vulgarmente decentes, y si se quiere católicos, se puede abusar facilísimamente y aun osamos afirmar que se abusa de hecho con frecuencia. Y dado caso que no resulte mal alguno de la asistencia a semejantes diversiones, en cambio será muy insignificante el bien positivo que se reporte. Este mismo bien podrá hallarse con grandes ventajas, como veremos luego, en otras partes.

De lo que acabamos de apuntar nos parece, salvo meliori, que si en un platillo de la de la recta razón colocamos las ganancias morales y en el otro las pérdidas originadas por el uso de los cinematógrafos buenos, bajará el segundo platillo bajo la presión del peso mayor. Faltos de conocimiento experimental propio en estas materias, apelamos a la experiencia y juicio imparcial de cuantas personas pueden hablar y juzgar por ciencia propia, y convendrán seguramente, con criterio más o menos amplio, en ver por el mismo lado la moralidad de semejante espectáculo. Sin embargo, formulamos este juicio severo como por conjeturas, pues no tenemos autoridad científica para definir un asunto tan delicado y a la vez objeto de controversia.

En suma, aun concediendo que el cinematógrafo es bueno si se usa de él moderadamente, suponiendo asimismo que se evitan en casos particulares algunos abusos que acompañan comúnmente al dicho espectáculo, todavía en todas estas hipótesis, que sin duda son más de una vez realidades, así y todo mantenemos firmemente la segunda parte de la tesis, esto es, que el apartamiento absoluto del cinematógrafo es mejor que su uso, aunque sea moderado.

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El uso del cinematógrafo ha de ser más moderado con respecto a los niños. Tal es la segunda tesis que formulamos en orden a la moral del cinematógrafo. El problema del uso del cinematógrafo con respecto a los niños de entrambos sexos, es un problema especial y distinto del problema anterior que tiene un carácter más general. El primero es problema de moralización de las multitudes en que andan empeñados algunos fervorosos apóstoles del bien moral; el segundo es problema de moralización de la niñez, esto es, del pueblo de mañana. No creeríamos decir la verdad si afirmábamos que el uso del cinematógrafo era absolutamente ilícito a los pequeñuelos; pero sí creemos estar en lo cierto al sostener que la asistencia a tal espectáculo ha de ser mucho más moderada con respecto a los niños que con las personas mayores. Reflexionemos un momento sobre este tema.

Todos los daños y perjuicios, así físicos como morales, que el uso y abuso del cinematógrafo acarrean ordinariamente a las personas mayores, los experimentan también los niños, y aun seguramente en más alto grado de intensidad; a los cuales habránse de añadir otros no pequeños inconvenientes peculiares de la niñez, debidos a lo débil de su organización física y moral, ya que la niñez afecta al cuerpo y al espíritu. A las imaginaciones tiernas, delicadas e impresionables de los niños, pueden serles saludables las rápidas, vibrantes y sugestivas impresiones que saltan de las películas cinematográficas? ¿Hay acaso alguna grave necesidad de fomentar desde los primeros años el nervosismo, que es una de las enfermedades dueñas hoy día de gran parte de la humanidad? Estas verdades están al alcance de cualquier curioso observador.

El uso del cinematógrafo con respecto a los niños ha de ser combatido desde el punto de vista pedagógico. El cinematógrafo puede ser instructivo, pero no educador; le tenemos al contrario por deformador del alma joven. La vista de tal espectáculo engendra naturalmente una grande afición a frecuentarlo, y esta frecuencia traerá indefectiblemente el espíritu de frivolidad. En adelante huirá de lo serio, sentirá repulsión hacia lo que despierte en su ánimo sentimientos análogos a los que ha sentido en la sala de espectáculos. Así es que el paso del cinematógrafo dejará huellas de mal género en el cuerpo y en el alma de sus aficionados, máxime en los jóvenes de corta edad. Del cine puede decirse que invade a modo de torrente impetuoso las calles de las modernas poblaciones atrayendo con fines harto dudosos hacia sí las familias, sobre todo a los niños. Oponerse de frente a tal invasión es una obra eminentemente social.

Resumiendo diremos que no es pecado llevar los niños alguna vez al cinematógrafo, si no concurre otra circunstancia externa que haga inmoral este acto. Siendo moralmente imposible sustraerse a la corriente universal que arrastra a las familias hacia semejantes espectáculos, podría acompañarse a los niños en algunas festividades principales del año, proporcionándoles sesiones ajustadas a un criterio sano en los sentidos moral y religioso.

Con todo, después de reconocer los fueros de la humana flaqueza, sostenemos una y otra vez que les será en todos sentidos más saludable a los niños la absoluta abstención de tales diversiones. El cinematógrafo es a modo de bebida espirituosa, que no es pecado probarla en pequeñísima cantidad, aunque es mejor no asomar a ella los labios, mayormente los niños. En estas privaciones los niños no perderán nada; en cambio, ganarán probablemente mucho. Otros espectáculos puede substituir con gran ventaja al que venimos combatiendo, como luego veremos.

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Los deportes podrían substituirse con ventaja al cinematógrafo. Para juzgar rectamente de la bondad y utilidad de los espectáculos, diversiones y cosas parecidas, no hay que perder de vista el fin a que han de estar subordinadas. No se olvide nunca el tan conocido lema: Mens sana in corpore sano. La salud espiritual, la salud corporal y la salud del compuesto o persona humana son tres bienes sumamente apetecibles y mutuamente subordinados, como el cuerpo lo es al alma y ésta lo es al espíritu. Los actos cuya bondad y utilidad discutimos ahora se dirigen unos directamente a la salud corporal, otros a la imaginación y sensibilidad, y todos de una manera remota, pero verdadera y eficaz, al equilibrio y salud de la superior región del espíritu.

Conforme a lo dicho se deben evitar cuidadosamente aquellos ejercicios que más perjudican que no favorecen a la salud y desarrollo corporal del joven. Con mayor esmero todavía se han de vigilar aquellos otros ejercicios que podrían constituir un verdadero impedimento para el cultivo y educación de las facultades sensitivas, la sensibilidad y las pasiones. Y salvados esos intereses, llamésmosles inferiores del hombre, jamás debieran salir perjudicados los supremos intereses del espíritu, la dignidad, la moral, la religión y todo el mundo sobrenatural de la gracia, que por encima de todo lo demás estima al hombre cristiano. En el hombre perfecto hay vida corporal, vida del alma, vida del espíritu y vida divina; en esta jerarquía la vida inferior ha de ser preparación, jamás impedimento al libre ejercicio de la vida superior, hasta llegar a la divina de la gracia.

Para la salud del cuerpo es igualmente perjudicial el descuido reprobable como el excesivo cuidado, pues todo ha de tener su peso y medida. El cuerpo necesita ante todo ejercicio corporal, aunque parezca perogrullada, el cual ejercicio refluirá al propio cuerpo aumentándole el vigor y la salud. El aire sano y la luz clara son dos elementos en que la naturaleza es pródiga y no deben regatearse al cuerpo humano, mucho menos al de los niños. Los moradores de Barcelona tienen a dos pasos no más de la ciudad una cordillera adonde con facilidad suma pueden acudir en busca de aire oxigenado, aromas vegetales y horizontes dilatados, cosas todas muy saludables. El espectáculo de la naturaleza es el mejor de los espectáculos, del cual se puede disfrutar a menudo en paseos y excursiones fuera de los centros de población. Dios no escasea lo necesario, y por eso abundan los medios higiénicos para conservar la salud del cuerpo, que están al alcance de todo el mundo. Laudabilísima es la costumbre, muy arraigada en las Vascongadas, del juego de pelota, que ojalá fuese tan universal en Cataluña. También suponemos debe ser muy higiénico el ejercicio de natación usado discretamente. Hoy día que hay tendencias marcadas al servicio militar obligatorio podrían ejercitarse los hombres desde la niñez al manejo de las armas y a la instrucción militar. En una palabra, los deportes modernos en uso y otros que podrían introducirse son mucho más recomendables que el cinematógrafo, sobre todo bajo el aspecto de la salud corporal.

Otros ejercicios hay que no son tan corporales y se enderezan a la educación de la imaginación y sensibilidad, a la formación del buen gusto, que si es cosa principalmente del entendimiento, toman en ello mucha parte los sentidos. A este grupo pertenecen todos aquellos ejercicios o espectáculos en que entra como elemento principal el gozo que dimana de las bellas artes. ¿No está reconocida por todo el mundo inteligente, por ejemplo, la fuerza que posee la música como educadora del sentimiento? Se hallaría asimismo abundante ocasión para deleitar e instruir simultáneamente a los jóvenes, llevándolos dondequiera que haya alguna manifestación notable de arte. Antes que el cine creemos casi más preferible el baile regional al uso de cada país. Todos los deportes son superiores al cine para la salud del cuerpo y para la formación del sentimiento.

La mayor parte de los medios que acabamos de apuntar son para uso de los niños; para los del otro sexo no faltará quien sepa señalarles lo que les sea más útil. Sólo diremos aquí que la niña debe ser educada con vistas a lo que después ha de ser, esto es, mujer bien formada en el cuerpo y en el espíritu, según frase de San Pablo.

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Recordamos haber leído en un grave autor escolástico de la Edad Media una donosa aplicación de las cuatro virtudes cardinales a la vida del cuerpo. La prudencia, sería el uso expedito de los sentidos, la justicia, el equilibrio de los humores corporales, o sea la salud, la fortaleza el vigor corporal o fuerza muscular, y la templanza, en fin, sería la belleza del cuerpo. Además de las virtudes cardinales de la superior región del espíritu, y de las que hemos enumerado de la región inferior del cuerpo, podríamos suponer otras tantas virtudes o cualidades buenas similares en la región media del alma, en la vida interior de los sentidos. Volvamos a nuestro objeto primero. ¿El uso del cine es favorable o perjudicial a las buenas formas que deben adornar al cuerpo? ¿Es favorable o perjudicial a las buenas cualidades que debe apetecer el alma humana? A estas preguntas hemos contestado en las precedentes reflexiones. Ahora juzgue imparcialmente de su valor quienquiera que nos haya leído.

P. Fermín de La Cot
O. M. Cap.

(De la Revista de Estudios Franciscanos)