[ José María Tallada Paulí ]
Vicisitudes y anhelos del pueblo español
Es una cualidad muy común entre los escritores españoles la cobardía.
Hay acontecimientos, hay personas con las que nadie se atreve; el miedo de molestar a este o al otro, detiene nuestras plumas, y, de esta complicidad en el silencio nacen encumbramientos inmerecidos, falsos juicios en la opinión pública.
Una de las fases de esta cobardía se manifiesta en lo poco estudiada que está la España contemporánea. Parece como si fuera este un asunto que no nos interesara hoy. Hay un período de tiempo ante el que los escritores se detienen, con miedo de pasar adelante. De las cátedras de Universidades e Institutos salen alumnos sabiendo multitud de detalles sobre la religión y el comercio de los fenicios; pero ignoran, por ejemplo, quién fue Prim y el origen y desarrollo de la revolución de septiembre. La diferencia en valía y sinceridad entre los primeros y los últimos episodios nacionales de Galdós, es otro ejemplo. Sólo después del desastre en aquel extremecimiento, sólo epidérmico, según después se ha visto, del pueblo español, unos pocos se atrevieron a hablar de cosas vivas, actuales: Macías Picavea, Joaquín Costa, Ángel Ganivet... Aquello fue pasando lentamente; lo que en su conjunto podía calificarse de literatura estimulante, de grito de esperanza, de invitación a la acción, no tuvo continuadores, y las aguas ligeramente conmovidas en la superficie volvieron lentamente a su platitud y las ranas turbadas por la pedrada a su monótono grito.
Hace pocos días, un hombre ilustrado y lleno de inquietudes, Santiago Valentí y Camp, ha publicado un nuevo libro sobre la España contemporánea. Lleva el mismo título que el presente artículo y forma parte de la Biblioteca moderna de cuestiones sociales.
La tónica del libro es el pesimismo; Valentí y Camp es un desengañado. Y a mi parecer es un desengañado porque está mal situado en la vida.
Es incalculable el número de energías que se pierden a causa de que muchos ocupan en el casillero de la vida un lugar que no es el propio.
En primer lugar, eso de que todos entendamos de todo, de que nos creamos obligados a dar sobre todo nuestra opinión. Así en nuestro movimiento político catalanista, la mejor orientación teórica y práctica del mismo ha sido evidente desde que elementos más políticos, técnicamente, han venido a substituir a aquellos médicos, arquitectos, verdaderos dilettantis de la política que hasta hace poco, con mejor buena voluntad que acierto habían venido informándolo con su criterio.
Yo creo que la frase: zapatero a tus zapatos, labrada en las fachadas de los edificios públicos, podría ser una base de regeneración.
Dentro de la vida política son muchos los que están mal colocados. Se es conservador o liberal mucho más por causas circunstanciales que por propias convicciones.
Hace poco, un diputado conservador terminaba un discurso repitiendo aquellos versos, que hoy sólo una sonrisa nos merecen:
“Poble que mereix ser lliure
si no li donen s'ho pren”.
Es decir, la violencia frente a las normas legales.
Y no hablemos ya del hecho evidente de la homogeneidad del personal que forma los dos partidos catalanistas: la derecha y la izquierda, ni de las diferencias entre los programas de los partidos liberal y conservador.
Así, Valentí y Camp, intelectual de los que tienen fe en la cultura, ha debido tomar posición en uno de los partidos españoles.
Y no encontrando aquél en que hubiera encontrado campo a propósito para desenvolver sus facultades, en el que sus iniciativas hubieran dado frutos de realidad, se ha visto precisado a formar en uno con el que sin duda tiene muchos puntos de contacto, mas en el que ha debido aceptar también mucho que le es externo.
Un partido liberal español está haciendo cada día más falta en nuestra España, y en este sentido todos han de lamentar que el actual Presidente del Consejo de ministros no haya sabido o podido corresponder a las esperanzas que su subida al poder hizo concebir a muchos.
En el partido radical ha desenvuelto sus actividades Valentí y Camp, y en él ha ocupado diversos cargos públicos. Y ha pasado el tiempo, y este partido ha obtenido grandes victorias y ha dominado en organismos públicos y ha tenido una gran influencia en la vida española; y este partido no ha logrado nada, y fuerzas superiores a él han derribado más de una vez sus construcciones.
Y de su actuación no ha quedado otra huella que las que puedan dejar las llamaradas del odio.
Y Valentí y Camp que ha vivido y luchado dentro de este partido y visto la ineficacia del esfuerzo hecho, siente decaer su fe. Y al cabo de doce años quiere poner un epílogo pesimista al período, cuyo prólogo fue la literatura del desastre.
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En el libro que nos ocupa, el estudio de nuestros males es muy superior al resto, lo que se comprende dado el punto de vista pesimista en que el autor se coloca. Hay cosas divinamente vistas. Por ejemplo, la idea siguiente que muestra la influencia de las ideas del catalanismo, aun en escritores opuestos a él: «se partió del supuesto absurdo que importando de Francia e Inglaterra una docena de principios de derecho constitucional se consolidarían los cimientos de una nacionalidad que estaba por hacer».
O aquel otro en que dice que no pueden existir dos democracias: una improvisada y barata, y otra secular y costosísima en años y esfuerzos.
Mas, al mismo tiempo, en cuantos errores le hacen caer su pesimismo por un lado la sugestión que sobre él ha ejercido su partido por otro.
En los cuatro puntos de que consta la obra: Génesis de la Nacionalidad española.– Estructura y dinamismo del pueblo español.– Las concepciones sociológicas contemporáneas y los problemas de la regeneración española.– Hacia el resurgimiento, es bien manifiesta la diferencia que existe cuando habla el hombre de ciencia y cuando habla el hombre de partido.
Sólo así puede escribir un radical lo siguiente, bajo el subtítulo: El caudillaje. «Como buenos latinos, todo lo esperamos del caudillaje; suspiramos siempre por el dictador; llevamos el mesianismo infiltrado en la sangre; tenemos la vana pretensión de que alguien pensará por nosotros».
Concede a los intelectuales una alta misión en el resurgimiento de España; pero de esta misión ve sólo el aspecto revolucionario, de agitación de las masas populares para una renovación que resultaría más formal que fundamental. Los que tenemos fe en la democracia, podemos decir que la regeneración no puede venir en nuestra patria sólo de abajo. No estamos en el caso de unas capas superiores de la sociedad corrompidas y sólo sanas las masas populares. Es todo el edificio social el que necesita reforma, y esto no puede hacerse empezando sólo por arriba o sólo por abajo. Los intelectuales tienen quizá más misión a realizar en los momentos actuales dentro de los partidos gubernamentales que dentro de los partidos radicales.
Hay en España multitud de problemas fundamentales que precisa resolver.
Hay esa cuestión religiosa, enconada por luchas fratricidas, que hay que sacar de los términos en que está planteada para llevarla a posiciones de lucha de ideas.
Hay el problema previo de formar una unidad nacional sobre bases más estables que el uniformismo y la imposición.
Hay la necesidad de crear un Estado para que substituya a esa serie de organismos sin alma ni nexo que hoy hacen la apariencia de tal; un Estado que pueda servir de campo para la lucha entre las diversas idealidades.
Y para realizar todo esto se necesitan trabajadores dentro todos los campos.
Se ha hablado mucho contra nuestra juventud; se la ha llamado fría, seria, sin calor para los grandes ideales.
Pero ¿qué se quería que fuésemos?: ¿una generación de oradores de club?, ¿o de intelectuales declassés, llevando a las clases populares el odio de incomprendidos? La generación actual es, como era necesario que fuera, una generación que se reconcentra en sí misma y aplica su actividad a las más variadas disciplinas. Son los hombres de la reconstrucción.
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Libros como el del Sr. Valentí, que por su carácter de generalidad no deben ser analizados parcialmente; deberían tomarse como base de discusión para llegar a una revisión de valores.
Véanse sólo en las anteriores líneas una recomendación a su estudio por parte de nuestros lectores.